CASTILLA: Historia

 


Condado de Castilla

 

El nacimiento del Condado de Castilla es difuso e incierto y ha llenado gran cantidad de páginas por parte de estudiosos, historiadores y científicos; los cuales no llegan a ponerse de acuerdo en los detalles, ya que el origen de Castilla en la Alta Edad Media (siglos VIII y comienzos del IX), surge en una de las épocas más conflictivas y con menos documentación, y, como consecuencia, las conclusiones obtenidas son, mayoritariamente hipotéticas y, casi siempre, influidas por lo legendario. Lo que sí parece claro es que el origen hay que buscarlo en los continuos procesos de repoblación que tienen su origen al este del Reino de Asturias, que tiene sus primeros movimientos en los últimos años del siglo VIII. Recordemos que, el eje principal para atacar a Asturias y León durante las razzias cordobesas, transcurren por el costado oriental del Valle del Ebro.

Las gentes que ocupan el territorio de la próxima Castilla son, mayoritariamente, pueblos celtibéricos escasamente romanizados (cántabros y vascones) y que, además, tampoco están demasiado influidos por los modos de vida y sistema político visigodo. En realidad, son pueblos guerreros con un fuerte sentido de libertad e independencia. Con el tiempo llegarán emigrantes del sur que se concentraran al norte de la Cordillera Cantábrica, empujados por la conquista musulmana y por la labor emprendida por Alfonso I consistente en recoger a la población cristiana, despoblando la Cuenca del Duero. Pero, el origen guerrero e independiente de la población, unido a la peligrosidad de estas tierras, junto a la fuerte existencia de terreno montañoso, no invitaba a la instalación de los señores de la vieja nobleza visigoda, así como la de los relevantes señores eclesiásticos, por lo que la feudalización que se da en el reino asturleonés, no se produce aquí, impidiendo, de esta manera que la tierra se concentre en manos de la aristocracia; lo que forjará y garantizará, durante siglos, la libertad individual de los castellanos, por lo que se opondrán de manera muy activa a las razzias musulmanas, además de no aceptar el sometimiento a Asturias y León, lo que provocará que, las tiranteces y revueltas secesionistas sean continuas.

La personalidad independiente y guerrera, junto al peligro frente a los ataques musulmanes forzarán a la construcción de una considerable cantidad de fortificaciones que darán nombre propio al condado primero y al reino después. Estos castillos, en un principio, nada tenían que ver con las grandes fortalezas de la Baja Edad Media, que han perdurado hasta nuestros días, ya que consistían en pequeñas atalayas y torres situadas en lugares estratégicos con un carácter defensivo.

En una época de inferioridad cristiana frente al Emirato cordobés que se va consolidando y dominando la mayor parte de la península y las aceifas cordobesas castigarán durante décadas el territorio del norte de la Península, dominado por los cristianos, prácticamente hasta la disolución del califato a comienzos del siglo XI, aunque sin una voluntad clara de asentamiento estable. La falta de ambición repobladora de emires y califas hará que el fenómeno de recuperación del territorio peninsular sea un proceso imparable. A pesar de que, durante varios siglos, los cristianos reciben continúas acometidas y derrotas, por las que pierden fortalezas y ven desbaratados los intentos repobladores, siempre, al poco tiempo, recuperaran el terreno perdido.


Castilla va cobrando personalidad propia, dentro de un territorio que se ve castigado por la destrucción musulmana y la escasa dependencia de la capital ovetense. Es un territorio poco delimitado conocido desde antiguo como Bardulia, situado al oeste de Álava, ocupando la zona montañosa del sur de la actual provincia de Cantabria y el norte de la de Burgos, además del noroeste de Palencia, la llamada comarca de Campoo. Una prueba del avance intermitente hacia el sur es la concesión del famoso Fuero a los repobladores de Brañosera, una población localizada en la esquina noreste de Palencia, casi limitando con Cantabria.

Es el año de 824, reinando Alfonso II el Casto cuando Munio Núñez decide conceder a algunas familias procedentes de los Picos de Europa una serie de derechos de explotación de las nuevas tierras. El año 842, recién comenzado el reinado de Ramiro I, Castilla va adquiriendo notoriedad, siendo nombrados los dos primeros Jueces de Castilla: Nuño Rasura y Laín Calvo. En la segunda mitad del siglo IX, los reyes asturianos comienzan a nombrar a los primeros condes castellanos, de entre los miembros de su familia, asegurándose así su fidelidad y control. Estos nuevos condes tienen el encargo, por parte del rey, de cuidarse de la defensa de todas las tierras alejadas del poder áulico, que se encontraban en constante peligro de agresión por parte de los musulmanes, además de cobrar los impuestos y administrar justicia.

Dos de los primeros condes son Rodrigo y su hijo Diego Rodriguez "Porcelos", con ellos, por primera vez, un conde dependiente de los reyes de Asturias se hace hereditario, posiblemente debido a la gran fidelidad que el conde Rodrigo profesó a Alfonso III en sus muchos conflictos políticos internos. Ambos condes harán un gran esfuerzo repoblador: Rodrigo desplaza, en el año 860, la frontera hasta Amaya, Urbel del Castillo y Moradillo de Sedano, mientras su hijo Diego hace lo propio, aproximadamente veinte años más tarde, con Castrojeriz y Oca; Diego Rodríguez “Porcelos” pasará a la historia por la repoblación de la ciudad de Burgos en 882, ciudad que será la futura Cabeza de Castilla. Pero Diego murió, posiblemente, ejecutado por sublevarse contra Alfonso III, monarca que decidirá fragmentar, desde finales del siglo IX hasta el año 931, la marca oriental de su reino en distintos territorios, los cuales serán dirigidos por varios gobernantes, evitando la concentración en uno solo y un posible movimiento de independencia. Durante esta fragmentación, el año 912, acontecerá un hecho trascendental para los intereses de los reinos cristianos en su empresa reconquistadora: la repoblación del Río Duero y la ocupación de varios castros situados cerca de su ribera: Roa, Aza (o Haza), Clunia y San Esteban. Este histórico avance recae sobre los tres condes que se reparten la marca oriental castellana: Munio Núñez, Gonzalo Télles y Gonzalo Fernández.




 

Aunque, si hay un conde de Castilla que ha pasado a la memoria colectiva ese es Fernán González, del que nadie pone en duda su definitivo papel como impulsor de la independencia de Castilla. Tras su definitivo gobierno, el Condado de Castilla, únicamente mantiene su vasallaje feudal a León, de una forma testimonial, puesto que, de facto, es un territorio prácticamente independiente, en el que el título de conde se hace hereditario, como si de una monarquía se tratase. Tras la muerte de Fernán González en 970, el Condado de Castilla es heredado por su hijo García Fernández. Son tiempos de una cierta paz entre los reinos cristianos y el Califato de Córdoba y de una gran autonomía castellana frente a León. Pero, esos tiempos de calma guerrera van a durar bien poco, y el conde García Fernández va a tener afrontar uno de los periodos más difíciles de la historia castellana, la que coincide con el gobierno del caudillo Almanzor en Córdoba, el cual siguiendo los preceptos de la yihad islámica se dedicó a combatir a los cristianos durante toda su vida. Su objetivo no solo consistía a diezmar al infiel, si no obtener botines de guerra, especialmente esclavos necesarios para nutrir la floreciente economía del califato cordobés; aunque nunca fue su intención la reconquista y la repoblación de los territorios septentrionales de la Península. Tras las continuas derrotas sufridas por los reinos cristianos de la Península, estos tuvieron que pactar y someterse al caudillo musulmán, todos a excepción de García Fernández que mantendría una pugna desigual pero valerosa con Almanzor. Las plazas castellanas al sur del Duero ganadas en las últimas décadas han de abandonarse para reforzar los viejos castros del Duero. El conde García Fernández muere tras una batalla celebrada cerca de Langa (Soria) en el año de 995.


Muere también Almanzor tras su última expedición a San Millán de la Cogolla sin haber sido derrotado, ya que, según los historiadores modernos, la batalla de Calatañazor fue sólo una leyenda. Su muerte, tras décadas destrozando los reinos cristianos, sin embargo, les hizo un gran favor: dejar herido de muerte el califato por los problemas sucesorios que generó su política interna; debido a lo cual, los últimos condes de Castilla, Sancho García, el de los buenos fueros y García Sánchez pudieron gobernar durante un periodo en que el califato agoniza en medio de una guerra civil, debido a lo cual, se acelera la recuperación económica y social del Condado.

Pero Castilla, como condado, tiene sus años contados. García Sánchez es asesinado en León en el año 1029 por lo que el Condado pasa al rey más poderoso de la época: Sancho el Mayor, rey de Navarra, por su matrimonio con Mayor o Munia de Castilla, hermana del asesinado e hija del anterior conde, Sancho García. Sancho además de obtener el Condado por su matrimonio, vence el año 1037 a Bermudo III, rey de León, por lo que queda unificado un vasto territorio que ocupa, casi por completo, el tercio septentrional de la Península, en una franja que abarca desde el Atlántico hasta el corazón de los Pirineos.

 

El estatus de Castilla, como condado subordinado a León, expirará definitivamente, cuando Sancho el Mayor reparte sus posesiones entre sus hijos, asignando Castilla a Fernando, aunque ya en calidad de reino.

 

 

CONDES DE CASTILLA

 

Don Rodrigo: (860 a 870) y su esposa Egilona.



Don Munio Núñez: (899 a 901)


Don Gonzalo Telles: (901 a 904)


Don Munio Núñez: (904 a 912) y su esposa Flámula


Don Gonzalo Fernández: (912 a 915) y su esposa Muniadona de Lara.




Don Fernando Ansúrez: (929 a 931) y su esposa Muniadona.


Don Fernán González,: (931 a 944) y (945 a 970) y sus esposas doña Sancha de Pamplona y doña Urraca Garcés


Don Ansúr Fernández: (944 a 945) y su esposa doña Gontrudo Núñez (SIN DATOS)


Don García Fernández: (970 a 995) y su esposa doña Ava de Ribagorza


Don Sancho García: (995 a 1017) y su esposa doña Urraca Gómez


Don García Sánchez: (1017 a 1028) Último conde de Castilla


 



 

 



 

Reino de Castilla

 

Castilla obtendrá la categoría institucional de reino con notable retraso con respecto a Asturias , Navarra y León. Será Asturias quién obtenga el primer puesto, con don Pelayo, quién ostentará la corona del reino desde los años 718/720. En el año 1035, mediante el testamento dictado por Sancho III se ratifica la concesión de Castilla, anexionada a sus dominios desde 1029, a su hijo Fernando. Se suponen las siguientes propuestas como fecha de nacimiento del reino de Castilla: el año 1035, el 1037, el 1038 y el 1065. Los que se decantan por 1035 cuentan con el aval de las crónicas autóctonas de los siglos XII y XIII. Las aportadas por las crónicas castellanoleonesas del siglo XII no están de acuerdo, así, la Historia Silense (c. 1120) define las funciones de Fernando al frente de Castilla como de simple gobierno, mientras la Crónica Najerense (c. 1185) solamente nos informa de que el monarca navarro concedió a su hijo Fernando el condado de Castilla.

Sin embargo, las crónicas del siglo XIII sí tratan al príncipe castellano Fernando como rey, tal como le trata el obispo Lucas de Tuy en su Crónica del Mundo (1236), donde narra los enfrentamientos entre Fernando y su cuñado el rey Vermudo. Por su parte, el obispo de Toledo Jiménez de Raza mantiene, en De Rebus Hispaniae (1243), en el capítulo dedicado al reparto de sus dominios por parte de Sancho III el Mayor de Navarra alude al Principatum Castelle como asignación a su hijo Fernando, y más adelante, cuando trata de la guerra entre este “príncipe de Castilla” y Vermudo III de León, otorga a Fernando el título de rex, título que se convertirá en común a partir de los pronunciamientos de la Historia de España de Alfonso X, del último tercio del siglo XIII, donde la cuestión quedará zanjada, al aceptarse la existencia de un paralelismo estricto entre los destinos de Aragón y de Castilla en 1035. A pesar de lo cual, las crónicas no resultan concluyentes de que Castilla fuera elevada a la condición de reino en sincronía con el de Aragón. Además, la documentación coetánea referida a Fernando desmiente tal conjetura, puesto que, entre los años 1035 y 1038, los documentos datados en San Juan de la Peña, en San Pedro de Arlanza o en Covarrubias, atribuyen a Fernando el cargo de conde de Castilla. En ningún caso se le atribuye la condición de rey de Castilla, ni siquiera bajo la fórmula, más modesta, de regulus, que si es atribuida a su hermano Ramiro I, primer monarca del reino de Aragón.

Otra de las propuestas es la referida al nacimiento del reino de Castilla en los años 1037 o 1038, según se tenga en cuenta la victoria de Fernando sobre su cuñado Vermudo III en 1037 —que además encuentra la muerte—, o se tenga en cuenta la toma de posesión del reino por parte del conde castellano, que tardó un año en hacerse efectiva. Tras dicha batalla, al no dejar el monarca leonés descendencia, éste pasa a su mujer, hermana de Fernando, que se la cede —según la tradición—, al conde castellano, con lo que sería nombrado soberano del reino de León. De esta manera, se unirían en la misma persona, el reino leonés y el condado castellano. Pero era necesario que, Fernando nivelara la categoría de sus dominios convirtiendo a Castilla en reino, en pie de igualdad a León. El vencedor de Tamarón hubo que tomarse un tiempo para vencer la resistencia de la nobleza leonesa a aceptarle como soberano, actitud que se mantuvo hasta que, en 1038, Fernando pudo ser coronado y aclamado como rey de León en la propia capital. La suerte de Castilla cambió, ya que la documentación deja bien sentado que Castilla dejó de ser un condado.

Fernando I de León tuvo un especial interés en borrar de Castilla toda sombra de su glorioso pasado como condado. Nunca se intituló conde de Castilla, ni delegó en ningún otro para tal cargo. Sea como fuere, tanto la propuesta de 1037-1038 como la de 1065 cuentan con defensores, interesados en dar un mayor relieve a los posicionamientos. Abordaremos ambas propuestas. En lo que respecta a la tesis que defiende la fecha de 1065. Gonzalo Martínez Díez, al defender dicho argumento, parte de la base de que, al producirse la entronización de Fernando I en León, Castilla, al perder su condición de condado, quedó reducida, a un territorio más del reino leonés, aunque los documentos referidos a Fernando I como reinante en León y Castilla, le reconocen como soberano de Castilla. Frente a tal argumento, Carlos Estepa Díez refuta la tesis defendida por Gonzalo Martínez Díez, vuelve a situar el nacimiento de Castilla en los años 1037-1038, de acuerdo con los documentos que hacen referencia a las expresiones: reinante en León y en Castilla y en Galicia, por las cuales todos serían reinos, aunque traslucieran la preeminencia de León, al menos como sede del poder regio.

A los defensores de la fecha de 1037-1038 les asisten los protocolos finales de la mayoría de los diplomas expedidos en la cancillería del monarca, desde 1038 hasta el fin de su reinado en 1065. En ellos, el monarca leonés se declara “reinante” (regnante) en León y en Castilla, y, también en Galicia. Todo apunta a que Fernando nunca tuvo la intención de reconocer a Castilla como reino, dada su negativa a fomentar a una nobleza castellana para representar y gobernar el reino castellano en colaboración con el rey de León, por lo que debemos suponer que Fernando I de León quiso abortar cualquier atisbo de competencia en el ejercicio de su poder soberano en Castilla. Para él, Castilla era un territorio donde convenía mantener dominio con el que pudiera asegurarse su sometimiento.




 

El monarca, apenas ocupado el trono de León, por indicación o exigencia de la nobleza leonesa, asumió el caso castellano como un asunto de estado, dispuesto a recuperar el sector anexionado a Navarra por Sancho III, además de poner todos los medios para que Castilla olvidara cualquier aproximación a los soberanos pamploneses. Por tanto, podemos llegar a la conclusión de que Castilla tampoco accedió a la condición de reino en 1038, obligándonos a retrasar la fecha de nacimiento hasta el fin del reinado de Fernando I, cuando, por decisión suya, Castilla y Galicia, se conviertan en espacio soberano, al otorgar su trono a uno de los hijos: Sancho II, primer rey de Castilla. Por su parte, su hermano García será coronado rey de Galicia. Fernando I debió pensar, antes de morir que, tras la Batalla de Atapuerca de 1054 y la recuperación de la práctica totalidad de los territorios castellanos anexionados a Navarra por Sancho III, la influencia Navarra sobre Castilla había acabado.

Ya en el trono Sancho II, derrotado en Golpejera y exiliado en Toledo Alfonso VI de León, el monarca castellano decide tomar posesión del reino de León en ese años de 1072, aunque se encuentra con la resistencia de Zamora, un simple refugio de su señora la infanta Urraca, aunque en realidad era un bastión de resistencia de una parte de la nobleza leonesa. El desenlace del cerco de Zamora es de sobra conocido, el rey castellano fue asesinado por el noble leonés Vellido Dolfos, por lo que las tropas castellanas se retiraron; de este modo Alfonso VI se hizo con todo el territorio de su padre. Nadie asumió el compromiso de defender los intereses políticos de Castilla, teniendo que contemplar la entrega y rendición incondicional de los nobles castellanos ante el monarca leonés, a quien se le recibe como rey de Castilla sin resistencia alguna, por más que la leyenda de la Jura de Santa Gadea, escenificada por los Monjes de Cardeña en el siglo XIII, quisiera darnos a entender lo contrario.

En las décadas finales del siglo XI, Castilla aún ofrece síntomas de debilidad; pero este reino tardío no tardará en dar señales de fortaleza y madurez. A finales del siglo XII, Castilla se dispone a tomar el relevo de León en la hegemonía político-militar peninsular. El proceso se dejará notar en los siglos siguientes, todo ello nos lleva a la progresiva feudalización del reino castellano. La aristocracia castellana supo estar a la altura de las exigencias.

Alfonso VI, como rey de León, Castilla y Galicia, mantuvo la unión de León y Castilla efectuada por su hermano Sancho, aunque siguieron existiendo dos reinos diferenciados en administración, lenguas romances y leyes. Tras morir Sancho IV de Navarra en 1076, pasaron a formar parte de Castilla territorios pertenecientes al reino de Navarra: La Rioja, Álava, Vizcaya y parte de Guipúzcoa, que habían sido recuperados por Sancho VI de Navarra en la segunda mitad del siglo XII, no retornando a dominio castellano hasta su conquista definitiva por Alfonso VIII a finales del siglo XII. Con Alfonso VI se produjo un acercamiento al resto de reinos europeos. En el concilio celebrado en Burgos en el 1080 se sustituyó el rito mozárabe por el romano. A la muerte de Alfonso VI, le sucede en el trono su hija Urraca, que casó en segundas nupcias con Alfonso I de Aragón, pero al no lograr la unificación de ambos, Alfonso I repudió a Urraca en 1114, lo que agudizó los enfrentamientos entre los dos reinos. Urraca también tuvo que enfrentarse a su hijo —fruto de su primer matrimonio—, rey de Galicia, para hacer valer sus derechos sobre ese reino, el cual la sucederá a su muerte como Alfonso VII, el cual se anexionará territorios de Navarra y Aragón. Alfonso VII se intitula en 1135 Imperator Legionensis et Hispaniae en León, aunque vuelve a dividir sus reinos entre sus hijos. Sancho III reinará en Castilla y Fernando II en León.

La minoría de edad de Alfonso VIII de Castilla, provocó un periodo de inestabilidad en Castilla, siendo algunos de sus territorios ocupados por el reino de León. Cuando llegó a la mayoría de edad, el monarca inició un periodo de consolidación castellana, conquistando en 1177, la ciudad de Cuenca; también incorporó Álava, Guipúzcoa y el Duranguesado en 1200. La derrota de Alarcos en 1195 constituyó un retroceso en la expansión castellana, siendo asediadas por los almohades ciudades del valle del Tajo como Toledo, Madrid y Guadalajara en 1197.




La historia de Castilla y León volvió a confluir el año 1230, cuando Fernando III recibió, el año 1217, de su madre Berenguela el reino de Castilla y de su padre Alfonso IX, aunque ya fallecido, el de León. Supo aprovechar el declive del Imperio almohade para conquistar el valle del Guadalquivir mientras que su hijo Alfonso tomaba el reino de Murcia. Con Fernando, las Cortes de León y de Castilla se fundieron en una sola, momento considerado como la llegada de la Corona de Castilla, formada por: Castilla y León, más las taifas de Córdoba, Murcia y Sevilla.

Entre 1369 y 1555, reinó en Castilla la Dinastía Trastámara, que también lo hizo en Aragón de 1412 a 1555, en Navarra de 1425 a 1479 y de 1513 a 1555, así como también en Nápoles entre 1458 a 1501 y de 1504 a 1555. Esta dinastía tomó el nombre del conde (o duque) de Trastámara, título empleado por Enrique II de Castilla, antes de su llegada al trono en 1369, durante la guerra civil contra su hermano, el legítimo rey de Castilla, Pedro I de Castilla. Al morir Juan II de Castilla, su hija Leonor heredó Navarra y su hermanastro, Fernando, la corona de Aragón. El matrimonio de éste último con Isabel I de Castilla estableció la unión de estas dos coronas, que se haría definitiva cuando su hija Juana I de Castilla, recibió, en 1516, la Corona aragonesa, siendo proclamado también como rey de ambas coronas su hijo Carlos I, con el que se inicia la entronización de la Casa de Austria en España, con la unión de todas las coronas en un solo país: España.

 

 


 

REYES DE CASTILLA

 

Don Fernando I: (1029 a 1065) y su esposa doña Sancha de León


Don Sancho II: (1065 a 1072) y su esposa doña Alberta


Don Alfonso VI: (1072 a 1109) y sus esposas doña Inés de Aquitania, doña Constanza de Borgoña, doña Berta, doña Zaida y doña Beatriz

Urraca I: (1109 a 1126) y sus esposos don Raimundo de Borgoña y don Alfonso I de Aragón


Don Alfonso VII: (1126 a 1157) y sus esposas doña Berenguela de Barcelona y doña Riquilda de Polonia


Don Sancho III: (1157 a 1158) y su esposa doña Blanca Garcés de Navarra


Don Alfonso VIII: (1158 a 1214) y su esposa doña Leonor de Plantagenet


Don Enrique I: (1214 a 1217) y su esposa doña Mafalda de Portugal


Doña Berenguela I: (1217) y su esposo don Alfonso IX de León


Don Fernando III: (1217 a 1252) y sus esposas doña Beatriz de Suabia y doña Juana de Ponthieu


Don Alfonso X: (1252 a 1284) y su esposa doña Violante de Aragón


Don Sancho IV: (1284 a 1295) y su esposa doña María de Molina


Don Fernando IV: (1296 a 1312) y su esposa doña Constanza de Portugal


Alfonso XI: (1312 a 1350) y sus esposas doña Constanza Manuel de Villena y doña María de Portugal


Don Pedro I: (1350 a 1366 y 1367 a 1369) y sus esposas doña María de Padilla, doña Blanca de Borbón y doña Juana de Castro


Don Enrique II: (1366 a 1367 y 1369 a 1379) y su esposa doña Juana Manuel


Don Juan I: (1379 a 1390) y sus esposas doña Leonor de Aragón y doña Beatriz de Portugal


Don Enrique III: (1390 a 1406) y su esposa doña Catalina de Lancaster


Don Juan II: (1406 a 1454) y sus esposas doña María de Aragón y doña Isabel de Portugal


Don Enrique IV: (1454 a 1475) y sus esposas doña Blanca II de Navarra y doña Juana de Portugal




Doña Isabel I de Castilla (1474 a 1504) y su esposo don Fernando II de Aragón


Don Juan: Infante de Aragón y Castilla


Doña Juana I de Castilla: (1504 a 1555) y su esposo don Felipe I de Castilla 

 

Don Carlos I: (1516 a 1556) y su esposa doña Isabel de Portugal


Ramón Martín


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