García Fernández


El de las Manos Blancas. Había nacido en Burgos hacia el año 938, falleciendo en Medinaceli en el 995. Era hijo de Fernán González y Sancha Sánchez de Pamplona, reconociendo la superioridad jurídica de los monarcas leoneses, gozó de plena autonomía administrativa en su territorio. Para hacer frente al peligro musulmán, promulgó las ordenanzas sobre los caballeros villanos de Castrojeriz, equiparándoles con los infanzones: todo aquel campesino que dispusiera de un caballo útil para la guerra, sería equiparado con los nobles de segunda clase. 

Casó con Ava de Ribagorza aproximadamente el año 965. Ava era hija del conde Ramón II de Ribagorza, un condado situado más a oriente de Aragón y de Sobrarbe cuya capital era Roda de Isábena, sede episcopal. El año 872 este condado con Ramón I, bisabuelo de Ava, se independiza del conde carolingio de Tolosa. Cuando García contrae matrimonio, el condado de Ribagorza lindaba con el reino de Pamplona. Quizás intervino de casamentera Toda, la reina de Pamplona. 


El 1 de marzo de 970, tras morir su padre, gobierna en todas las tierras castellanas y alavesas. La transmisión fue automática, como si los gobiernos de Fernán González hubieran entrado a formar parte del patrimonio familiar y se heredan de padres a hijos. Cuando García accede al condado, León se encontraba en paz con el califa Al-Hakam, es la época de mayor esplendor del califato, que llegó a ejercer una supremacía pacífica sobre los territorios cristianos peninsulares. Fueron años de diplomacia, circunstancia que continuó durante los primeros años de su poder condal. García estuvo dispuesto a mantener relaciones cordiales con el resto de estados cristianos, y especialmente con León a cuyo monarca estaba sometida su autoridad. Con respecto a Córdoba, al principio no hizo más que observar. 

Hasta el año 974, en que quebrantó la paz, saqueando las tierras de Soria y Guadalajara. Formó coalición con los reyes de Pamplona y de León, y con los Banu Gómez de Saldaña, intentando la toma de la fortaleza de Gormaz que era como una flecha clavada en el flanco de Castilla, pero fracasó en este su primer intento. Desgraciadamente para ellos, el mejor general cordobés, Teman Ghalib, que acababa de volver victorioso de África, dirigía la hueste musulmana. 

En la primavera de 978 acudió a León en búsqueda de refuerzos, aunque la corte leonesa no quería comprometerse. Sin embargo, García aprovechó aquel verano para conseguir que Gormaz se rindiese; luego llevó a su gente hasta Almazán, Baraona y Atienza. El frío le obligó a retornar, aunque con un inmenso botín, parte del cual entregó al infantazgo de Covarrubias cuya abadesa y señora debía ser su hija Urraca. 

Fuero de Castrojeriz: Para hacer frente al peligro musulmán que se cernía sobre sus fronteras, promulgó las ordenanzas sobre los caballeros villanos de Castrojeriz: Es el primer documento en que se iguala a los caballeros villanos con los infanzones, el primer indicio de su existencia, aunque la institución puede considerarse anterior. Los condes necesitaban apoyarse para defender la tierra frente al moro, para consolidar su nueva situación ante el rey y para compensar la hostilidad de los ricoshombres de linaje, que no habían visto con buenos ojos su encumbramiento, en una nueva clase privilegiada surgida de las entrañas del terruño. Su aparición debió ser lenta. Tal vez de un servicio extraordinario o de un acto de heroísmo. En Castrojeriz vemos ya la institución en pleno desarrollo, y hay que admitir que se encontraría implantada en todas las villas condales. 

El conde intervino en las luchas entre Galib y Almanzor, quien acabó imponiéndose y eliminando a su rival en 981. Galib intentó recuperar Gormaz, que era fiel a Almanzor, para lo que se alió con el conde de Castilla y con el rey de Pamplona, pero no consiguió derrotarlo en Rueda. En el encuentro de San Vicente, cerca de Atienza, entre Almanzor y Galib el 10 de julio de 981, se produjo la victoria de Almanzor, la muerte en batalla del propio Galib y la del rey de Viguera, Ramiro, y no escaso quebranto para el mismo García. El mismo año ayuda a Ramiro en aquella batalla de Rueda que le valió al jefe musulmán el nombre de Almanzor. 

En cuanto a sus relaciones con los Estados cristianos, no quiso intervenir en la política leonesa. Siguió fiel a Ramiro después de la batalla de Portela de Arenas; pero cuando a principios del 985 Bermudo II, que dominaba ya Galicia, se acercó a León apoyado por el conde de Luna, reconoció al vencedor. Su política fue de paz con los Estados cristianos y, a ser posible, intentó unirlos para la lucha contra Almanzor. Su hermana fue condesa de Saldaña; su cuñado rey de Pamplona; el conde Ramón Suñer se casó con su hija, la infanta Mayor. 

Con gran tenacidad, García cerró el paso a los invasores musulmanes, quedándose solo: Bermudo había pactado, Sancho Abarca se había sometido y Borrell había visto Barcelona saqueada e incendiada. Comprende que le era imposible conservar las plazas alejadas y, así, decide en 984 retirarse a Sepúlveda abandonando Atienza. Ambas plazas se pierden tras la toma de Simancas. Después de la aceifa de 987 a León, Bermudo II se retira a Galicia. García se presentó al otro lado del Cea con el intento de erigirse en defensor de aquella tierra desamparada por su señor legítimo. 

En junio de 989 Almanzor, acompañado por su hijo Abd Allah, puso sitio a Gormaz, siendo rechazado. Hubo grandes pérdidas por ambos bandos. Almanzor, que había sufrido la deserción de su propio hijo, ocupó Osma en agosto y Alcoba de la Torre en octubre, saqueando la comarca y ordenado la retirada ante la proximidad del invierno. El año 990, Almanzor regresó para recuperar a su hijo, pero la frontera estaba bien defendida y entraba el otoño cuando se abrieron negociaciones: paz a cambio del hijo. García lo entregó siempre y cuando respetase su vida. No fue así y el 8 de septiembre Abd Allah fue decapitado. Aun así se mantiene la tregua hasta 994, circunstancia que aprovechó Bermudo II para regresar a León que, agradecido, tomó por esposa a la infanta Elvira, hija del conde, probablemente en los últimos meses de 991. 

El fracaso militar de Almanzor le impuso un cambio de táctica buscando partidarios en el campo enemigo. En el Romance de los Siete Infantes de Lara, unos magnates son captados por la política de Almanzor que sabía aprovechar las codicias y los rencores de los señores cristianos para asegurar sus campañas para culminar su venganza. Su habilidad le lleva a sembrar la discordia en la propia familia condal. La propia condesa lo traiciona, al menos en los cantares: La guerra con los moros era entonces tan continua, que los caballeros entablaban los caballos en sus propias cámaras, y las damas mismas se encargaban de cuidarlos, con el fin de dar un respiro a los guerreros. Para engañar a su marido, la condesa mantenía su caballo muy gordo y reluciente, pero echándole salvado en vez de cebada, y de ésta manera cuando el conde tuvo que salir de campaña, el caballo desfalleció y cayó en tierra, dando ocasión a que fuese herido y preso en Piedra Salada, de donde fue llevado camino de Medinaceli. 

En la campaña de 994 García pierde dos plazas importantes: Clunia y San Esteban de Gormaz, pero restablece su autoridad sancionando la traición de los infanzones de Espeja y contraataca llegando hasta Medinaceli. El 18 de mayo de 995, perdidas la fortalezas de Clunia y Gormaz, habían quedado en primera línea los castillos de Peñaranda y de Langa. Los dos destacamentos se encontraron fortuitamente en el paraje denominado Piedrasillada, entre Langa de Duero y Alcózar. García luchó casi sin esperanza, herido en la cabeza por el golpe de una lanza; quedando tendido en el campo, los musulmanes lo recogieron aún con vida. Según Ibn Bassam, la captura de García no tuvo lugar durante ninguna campaña de Almanzor, ya que la noticia le fue enviada a Córdoba; fue más bien el resultado de un desgraciado choque fronterizo puramente casual. 

Se le llevó provisionalmente a Medinaceli, y al terminar la aceifa, Almanzor ordenó la vuelta a Córdoba, llevando entre el bagaje a su ilustre prisionero casi agonizante. El 29 de junio, cuatro días después de su llegada, expiró. Hay que reconocer que Almanzor no llevó la venganza hasta después de su muerte, puesto que entregó su cuerpo a los cristianos cordobeses, que le dieron honrosa sepultura en la iglesia de los Tres Santos, de donde fue trasladado cinco años después al monasterio de San Pedro de Cardeña, lugar que él había favorecido con especial devoción, gracias a las gestiones de su hijo Sancho García. 

La descendencia de los condes García Fernández y Ava: Casado alrededor de 960 con Ava de Ribagorza, fueron: 
Sancho García, conde de Castilla, casado con Urraca Gómez, hija de Gómez Díaz. 
Gonzalo García, posiblemente el origen del linaje de los Salvadores y de la Casa de Lara. 
Urraca García. Religiosa y primera abadesa en la colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias. 
Toda García, casada con Sancho Gómez, hijo del conde Gómez Díaz. 
Elvira García, que contrajo matrimonio con Bermudo II de León. 
Mayor García, casada con Ramón III de Pallars Jussà. Repudiada por su marido, tal vez por motivos de parentesco, se sostuvo en una zona de su condado hasta que, hacia 1025, se vio obligada a volver a Castilla, donde fue abadesa-condesa en el monasterio de San Miguel de Pedroso. 
Oneca García. Fue primero abadesa en el monasterio de San Juan en Cillaperlata y después abadesa del monasterio de San Salvador de Oña.

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