Juana de Castro, esposa de Pedro I
Nacida en Monforte de Lemos, el 21 de agosto de 1374. Era hija de Pedro Fernández de Castro y de Isabel Ponce de León, y bisnieta del rey Sancho IV de Castilla.
Juana de Castro fue reina de Castilla por una noche, las horas que van desde su casamiento con Pedro I de Castilla y la noche de bodas. Era conocido el excesivo apetito por las mujeres del monarca, ya que a lo largo de su vida cuenta con una generosa nómina de compañeras de tálamo a las cuales tan pronto amaba como tan pronto abandonaba después de ver cumplidos sus deseos sexuales o bien porque hallaba otra moza más de su gusto. Solamente una mujer sobrevivió a los continuos vaivenes amorosos del rey y sin lugar a dudas consiguió permanecer inalterable en su corazón y en sus pensamientos, nos referimos a María de Padilla.
De Juana le encandiló su afamada belleza, mas la dama se resistía a caer en los brazos del rey, aducía con acertado criterio que éste ya estaba unido en santo matrimonio con la infanta francesa Blanca de Borbón.
Juana de Castro pertenece a uno de los linajes gallegos más importantes e influyentes de Castilla, hija de Pedro Fernández de Castro e Isabel Ponce de León con la que había contraído matrimonio en segundas nupcias. Su hermano mayor es Fernando Ruiz de Castro un poderoso caballero, Tercer conde de Lemos, próximo al rey, también comparte sangre con los hijos naturales de su padre Alvar Pérez de Castro, Milia Pérez de Castro e Inés de Castro. Cuando el rey posa sus ojos en ella ha enviudado de Diego López de Haro, primogénito del señor de Vizcaya, y detenta el señoría de la villa de Ponferrada.
Pedro I es un hombre obcecado, ronda y galantea a Juana mas esta no se deja seducir, se mantiene firme en un sola idea: Si el rey la quiere debe desposarla y convertirla en reina. Las negociaciones que harán una realidad el casamiento se muestran arduas, dan comienzo en 1353 pero no cristaliza un acuerdo beneficioso para ambas partes hasta el año siguiente. Juana accede a cambio del castillo de Castrojeriz (Burgos), el alcázar de Jaén y el castillo y villa de Dueñas (Palencia). Otra de las clausulas de riguroso cumplimiento consiste en que públicamente se anule el matrimonio del rey con la infanta Blanca de Borbón. Don Pedro consigue que tanto el obispo de Ávila, Sancho Blázquez Dávila como el de Salamanca Juan Lucero, testifiquen que dicho matrimonio nunca se ha consumado y lo declaren nulo. Satisfecha la noble gallega accede a los deseos del rey.
Por fin en abril de 1354, en la villa segoviana de Cuéllar ambos contrayentes unen sus vidas en la iglesia de San Martín, oficia la ceremonia Juan Lucero, obispo de Salamanca. Los flamantes novios se retiran enseguida para consumar el enlace y dar rienda suelta a sus deseos carnales. La felicidad le duró a la dama lo que esa noche. Al día siguiente el rey abandona a su nueva esposa, hay quien afirma a refugiarse una vez más en su amante María de Padilla; otros en cambio aseguran acudió a defender su reino de una nueva rebeldía de sus hermanastros los Trastámara. El caso es que ambos no volvieron a verse jamás. No obstante fruto de esa noche de bodas resultó Juan de Castilla al que el propio rey reconoció, y tras la muerte de éste en Montiel, Enrique de Trastámara ya aposentado en el trono mantuvo bajo llave hasta su muerte.
Después de la humillación sufrida en Cuéllar Juana de Castro se retiró a la villa de Dueñas donde morirá en agosto de 1374. Sus restos fueron trasladados a la catedral de Santiago de Compostela donde todavía hoy reposan en la capilla de reliquias del Panteón Real. A pesar de que Blanca de Borbón siempre se consideró la reina legítima podemos observar en diferentes documentos cursados por la de Castro cómo siempre se intituló reina de Castilla y se consideró esposa legítima del monarca. Juana de Castro sería esposa por una noche pero reina por el resto de sus días.
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