Alfonso II, rey de Asturias el año 783 y desde el 791 al 842
Hijo de Fruela I y de Munia, se cree que nació alrededor del año 760 en Oviedo. En el 768, siendo un niño, murió asesinado su padre, ocupando el trono un primo de su padre, Aurelio, siendo enviado Alfonso al monasterio de San Julián de Samos, allí se educó. Años después reinando sus tíos Silo y Adosinda ésta era hermana de su padre Fruela I, fue llamado a la corte de Pravia, al morir su tío en el año 783, su tía y una parte de la nobleza le colocaron en el trono. Inmediatamente fue destronado por un hermanastro de Silo llamado Mauregato, que era hijo ilegítimo de Alfonso I, Alfonso se refugió en Álava con los parientes vascos de su madre.
Después de cinco años de gobierno, muere Mauregato, siendo elegido Bermudo o Vermudo I, que era hermano de Aurelio, el cual tras tres años de reinado y una derrota en Burbia (León) ante los musulmanes, abdicó en Alfonso II. Alfonso fue ungido rey, hecho novedoso entre los reyes asturianos, el 14 de septiembre del 791. Muy pronto trasladó la capital a Oviedo, ya que estaba mejor protegida por los montes cercanos y en una posición más central que las anteriores capitales, Cangas de Onís y Pravia. Entre los años 794 y 795, Oviedo sufrió los ataques por el caudillo árabe Abd al-Malik, abandonado a su suerte, fue destruido y saqueado. En el año 794 al retirarse el ejército musulmán fueron derrotados en Lutos, no así en el año 795 en que estuvieron a punto de capturar a Alfonso II, no lográndolo a cambio de un gran botín. Pudo evitar, o mejor suavizar las aceifas realizadas por los musulmanes durante el verano, a las zonas extremas del reino, incursiones que eran de saqueo. El emir Hisham I las realizó en el 792 a Álava, en 794 a Álava y Asturias y en 795 a Asturias; su sucesor al-Hakam I en 796 a Cantabria, en 801 a Álava, en 816 a Álava; Abderramán II mando a sus huestes en 823 a Álava, en 825 otra vez a Álava y Galicia, en 838 a Galicia, en 825 a Álava y a Galicia. Asturias quedó en difícil situación, por lo que Alfonso II solicitó ayuda a Carlomagno, no solo para obtener ayuda militar, sino también para dar solución a la herejía adopcionista. Originada en la doctrina de Elipando, arzobispo de Toledo, amenazaba con extenderse a Asturias (y al reino franco) a pesar de la dura refutación del monje Beato de Liébana.
Por estas fechas se creyó descubrir en Galicia el sepulcro del apóstol Santiago, hacia el año 829 Teodomiro, obispo de Iría, creyó, tras examinar unas tumbas que le indicó un eremita llamado Pelayo, haber encontrado los restos de Santiago el Mayor en un lugar situado a una quincena de kilómetros al noreste de su sede. Teodomiro trasladó allí su sede y Alfonso II oficializó el descubrimiento al construir sobre los sepulcros un sencillo templo. La noticia se difundió rápidamente incluso más allá de los Pirineos, organizándose todavía en vida de este monarca la peregrinación peninsular, las primeras rutas del conocido “Camino de Santiago”.
No se casó nunca, a pesar de algunas afirmaciones de épocas posteriores que afirman que lo hizo con una princesa franca, Berta o Bertinalda, motivo por el cual se le dio el sobrenombre de "el Casto". Guiado por el deseo de vincular la monarquía asturiana con la visigoda (neogoticismo) acometió una importante reforma de su reino, principalmente las estructuras internas, dice la Crónica Albeldense: "Y todo el ceremonial de los godos, tal como había sido en Toledo, lo restauró por entero en Oviedo, tanto en la Iglesia como en el Palacio". Estas palabras sugieren el estrecho vínculo entre la monarquía asturiana y la visigoda, heredera la primera de la segunda. Un "neogoticismo" que se haría más complejo con Alfonso III, en la segunda mitad del siglo IX. Creó el Palatium, una corte inspirada en el Aula regia visigoda, con unos próceres o magnates, un mayordomo, un notario, un strator o caballerizo y uno o varios condes palaciegos. Al frente de cada una de las mandationes (divisiones territoriales) colocó un iudex o conde con atribuciones militares y judiciales. En cuanto a la justicia, aplicó el uso del Forum Iudicum, variante del Liber Iudiciorum visigodo. Por último fomentó la repoblación de sus dominios, fruto del crecimiento demográfico fue, por ejemplo, la fundación en 804 del primer obispado castellano libre, el de Valpuesta, para dar atención espiritual a los recién llegados. También Brañosera, en Palencia, obtuvo su carta puebla en 824.
En el año 798 saqueó Lisboa. En 801 u 802, tras una nueva expedición musulmana a Álava, fue destronado nuevamente, retirándose al monasterio de Abelania (quizá Ablaña, cerca de Oviedo, o Beleña, "Liébana"). Fue repuesto por el noble Teuda que le era fiel. Reconstruyó y engrandeció Oviedo, así edificó un palacio que incluía la Cámara Santa, con la catedral de San Salvador y junto a esta la iglesia-panteón real de Santa María del Rey Casto y la de San Juan Bautista (hoy San Pelayo), la iglesia de San Tirso, el monasterio de San Vicente. Todo este conjunto estaba rodeado por una muralla y fuera de ella, la iglesia y residencia regia de San Julián de los Prados (Santullano), una de las muestras más importantes del arte prerrománico asturiano, y algo más apartadas, las de San Pedro de Nora y Santa María de Bendones.
En el 840, Alfonso II tuvo que reprimir la única sublevación interna, la de Mahmud, un andalusí que se había refugiado en tierras cristianas tras rebelarse contra Abderramán II en Mérida. Fue sitiado en un castillo y muerto. Muere Alfonso en el año 842, siendo enterrado en la iglesia de Santa María de Oviedo. Al no tener hijos le sucedió en el trono Ramiro I, que lo era de su antecesor Vermudo I, no sin que el conde Nepociano tratase de hacerse con la corona.
Excelente resumen, a la vez completo y preciso, de la vida del más carismático (quizá) de los reyes asturianos. Muchas gracias. Alfonso I, es uno de mis personajes preferidos (históricamente, y como protagonista de mis novelas), solo un paso por detrás de Pelayo, por lo que éste significó como iniciador de la resistencia al invasor y por su dimensión legendaria, y un poco por delante de Alfonso III, el que, al trasladar la corte a León, causó, a la vez, el final de Asturias como reino independiente (aunque no fue su último rey) y el comienzo de su destino como génesis de lo que es hoy España.
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