Alfonso X, rey de Castilla desde 1252 a 1284


    Difícil ha de ser reducir la biografía de este gran rey de Castilla y León a un tamaño que no se haga muy largo y pesado. Lo intentaré pidiendo perdón de antemano, por aquellos pasajes y datos que tenga que dejar fuera, por la única razón del espacio.

    Este gran rey nació en Toledo el 23 de noviembre de 1221, hijo primogénito del matrimonio habido entre Fernando III el Santo y doña Beatriz de Suabia, Por parte materna estaba emparentado con las dinastías imperiales de Alemania y Bizancio, lo que en el futuro le serviría para presentar su candidatura al trono germánico. El 21 de marzo de 1223 fue jurado en Burgos como heredero al trono. Poco se sabe de su formación, aunque posiblemente sea su abuela Berenguela quien mas influyó en la misma. Su ayo fue García Fernández, señor de Villadelmiro y Celada, anterior mayordomo de su madre, criándose junto a Juan García hijo de su ayo y futuro colaborador.

    Al parecer en 1231 participó en la campaña militar castellana, encabezada por Álvar Pérez de Castro y el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, contra el rey de la taifa de Murcia Ibn Hud, en las cercanías de Jerez de la Frontera. A la muerte de su madre, heredó las rentas de Salamanca y Alba de Tormes, lo cual le permitió mantener una corte principesca de primer orden, en la que encontramos a Juan García, el magnate Nuño González de Lara y el italiano Jacobo de Junta, más conocido como Jacobo de la Leyes.

    En 1242 fue nombrado alférez real, siendo encargado por su padre para incorporar el reino de Murcia a la corona de Castilla. En 1244 firmó. en nombre de su padre. con el rey de Aragón, Jaime I el Conquistador, el ya mencionado en la biografía de su padre, Tratado de Almizra. Tras conquistar Cartagena en 1245, Alfonso corrió a socorrer a su padre en la conquista de Jaén en 1246. Le encontramos también junto a su padre en la conquista de Sevilla en 1246. No permaneció en Sevilla, trasladándose a Castila para casarse con la princesa doña Violante de Aragón, hija de Jaime I el ConquistadorFernando III no acudió a la boda de su hijo en Valladolid en 1249, aquejado por graves problemas de salud. Apenas pasados unos días Alfonso regresa a Sevilla para asistir a los últimos momentos de su padre.

    El 1 de junio de 1252, horas después del fallecimiento de su padre, Alfonso X fue proclamado rey de Castilla y de León. La extensa parentela dejada por su padre Fernando III podría convertirse en un problema, de ahí que Alfonso ejerciera una estrecha vigilancia en las posesiones de su hermanastro don Enrique, y sobre su madrastra Juana de Ponthieu. De forma paralela desde el comienzo de su reinado comenzó a florecer una corte literaria y musical, como el trovador portugués Eanes do Vinhal y los trovadores Per Amigo de Sevilla y Men Rodríguez Tenorio. Esta renovación llegó también a los cargos de la monarquía, copados por jóvenes como Ruy López de Mendoza o Rodrigo González Girón.

    Continuó con la reconquista, así a principios de 1253 logro que el rey de la Taifa de Niebla se declarase su vasallo, comenzó una campaña militar conquistando las villas de Tejada y Jerez de la Frontera. Alfonso X se vio en disposición de llevar a cabo el deseo de su padre de realizar una cruzada en el norte de África. Comenzó una frenética construcción de barcos, nombrando un nuevo almirante, Ruy López de Mendoza, y pidiendo una bula de cruzada al papa Alejandro IV. En 1527 convirtió el Puerto de Santa María y Cádiz en bases de su política atlántica. Ordenó diversas expediciones contra ciudades norteafricanas, como Taount en 1257 y Salé en 1260.

    Alfonso X fomentó la idea imperialista, convirtiendo la antigua idea imperial de Alfonso VII en suya, con nuevos bríos. La obra legislativa alfonsí, el Espéculo, las Siete Partidas y el Fuero Real, es el primer intento de acabar con el sistema feudovasallático por el que se regían las antiguas monarquías feudales. El Rey Sabio pretendió ejercer un papel preponderante con la nobleza, por lo que tuvo que salvar varios intentos de sublevación, como el de Diego López de Haro, señor de Vizcaya entre 1254 y 1255, al verse sustituido como alférez por Nuño González de Lara. Las huestes alfonsinas derrotaron a los rebeldes en Lebrija en el otoño de 1255.

    El monarca inglés firmó un acuerdo con Alfonso X en 1254 mediante el cual se aseguraba la fidelidad de Gascuña a los Anjou británicos y el monarca castellano se aseguraba la alianza inglesa en caso de intervención en Navarra. El acuerdo se selló con el matrimonio entre la infanta Leonor, hermana de Alfonso X, y el príncipe Eduardo, heredero del trono inglés.

    Fallecido Federico II en 1250, debido a las malas relaciones entre el linaje germano imperial, los Staufen, y el papado, hacían que la elección imperial fuese desfavorable a los descendientes de Federico II. Guillermo II de Holanda se había proclamado emperador y rey de romanos, no bien aceptado por roma; tras su muerte en marzo de 1256 llego a Castilla una embajada encabezada por el síndico de Pisa, Bandino Lancia, en la que la república italiana promovía al trono imperial a Alfonso X. En 1257, Ottokat II, rey de Bohemia, proclamó candidatos a Alfonso X y a Ricardo de Cornualles, hermano de Enrique III de Inglaterra. Alfonso se decantó a aliarse con Francia que junto a las buenas relaciones con Alejandro IV le servirían para acceder a tan ansiada dignidad.

    La empresa requería un enorme esfuerzo económico, lo que motivó un impopular aumento de impuestos, tasas y subsidios. Muchos fueron los contactos y alianzas en el exterior. La afición del rey a la astronomía debió desempeñar un papel predominante en estos contactos. También entró en estos planes imperiales, la boda entre el infante heredero, Fernando de la Cerda, con Blanca de Francia, hija de Luis IX, celebrada en Burgos en 1269. Alfonso viajó a Roma con un notable sequito, pero todo fue en vano pues el papa Gregorio X se decidió en 1273 por Rodolfo de Habsburgo como emperador de Alemania, acabando así el suelo imperial para el monarca castellano.

    Habíamos dejado a un lado la política norteafricana, que fue agravada por el problema de los mudéjares, En principio el rey castellano había respetado las minorías, pero entre 1261 y 1262 al tomar Niebla y repoblar Cádiz, expulsó a los musulmanes de Écija en 1263. Renunció al Algarve a favor del infante Dionis, su nieto. Los mudéjares se sublevaron en Jerez, Medina Sidonia, Alcalá de los Gazules, Vejer y Murcia, la reacción de Alfonso X comenzó en 1264 y finalizó en 1269 con la consecuencia de la expulsión de la mayor parte de los musulmanes. El propio rey dirigió personalmente la reordenación territorial y social del reino de Murcia, lo cual conllevó una mejora en las relaciones entre Alfonso X y su suegro el rey de Aragón, Jaime I.

    En 1268 convocó Cortes en Jerez de la Frontera, llevándose a cabo una rigurosísima reforma fiscal y salarial, encaminada a acabar con la crisis económica que azotaba el reino; y aunque no pudo frenar totalmente la tremenda crisis, lo hizo en parte.

    Mientras Alfonso solucionaba la revuelta mudéjar en Murcia, hubo una reunión nobiliaria en Lerma, a la que acudió, incluso su hermano el infante don Felipe con los grandes nobles del reino, los Lara, Haro y Castro, los cuales rechazaban el Fuero Real. Alfonso X llegó a Burgos en septiembre de 1272, celebrando diversas audiencias con sus nobles y accediendo a la mayoría de sus peticiones, incluso renunció a aplicar el Fuero Real, dejando que las ciudades se guiasen por sus antiguos fueros. Los nobles quisieron aprovechar el momento proclamando, a los cuatro vientos, su decisión de desnaturalizarse del reino y buscar una nuevo monarca a quien servir. Después de buscar apoyos en Navarra, decidieron establecerse en Granada, al servicio de Muhammad I. El clima de guerra iba en aumento, y ante la amenaza de una acción conjunta de Alfonso X y Jaime I sobre el reino de Granada y la intervención de la reina Violante, hicieron desistir a todos los implicados.

    De vuelta a Castilla, tras la frustración del sueño imperial, en el año 1275, una nueva desgracia llegó con la invasión de una dinastía bereber, los merinies o benimerines, quienes con la ayuda de Muhammad II, nuevo rey de Granada intentaron aprovecharse de la debilidad del gobierno de Alfonso X. A primeros de mayo saquearon Vejer y Jerez, Alfonso envió tropas al mando de su hijo ilegítimo Alfonso Fernández el Niño, al tiempo que empezaba una movilización a gran escala, que iba a ser dirigida por el infante heredero, Fernando de la Cerda, pero este falleció en octubre de 1275, en Ciudad Real.

    Una nueva brecha se abría por la sucesión al trono, que supo aprovechar el infante don Sancho (futuro Sancho IV) que se izo cargo de la defensa de la frontera, forzando la retirada de Abú Yusuf, comandante benimerín en enero de 1276. A pesar de la ayuda del ejército aragonés de Jaime I, Abú Yusuf volvió a desembarcar en Tarifa devastando las zonas de Sevilla, Córdoba y Jaén. El ejército benimerín hundió todos los buques de la armada castellana en Algeciras en el 1278. Alfonso desmoralizado y con las arcas del reino exhaustas, firmó una tregua en 1279.

    Un año después Alfonso volvió a atacar el reino de Granada. A pesar de triunfar en Moclín el 23 de junio de 1280, la campaña no dio los resultados apetecidos. Al año siguiente repitió su ataque a Granada, obligando a Muhammad II a firmar una tregua, pasando todas las fortalezas y castillos a manos castellanas.

    En las Cortes del año 1281 en Sevilla, surgió con fuerza el tema sucesorio. La intención del rey Sabio era ceder a su nieto el reino de Jaén, salvaguardando así los derechos sucesorios que según lo estipulado en Las Partidas correspondían a los hijos de Fernando de la Cerda. Sancho, que sería apodado el Bravo con posterioridad, aprovechó la impopularidad de su padre, apareciendo como defensor de las tradiciones de Castilla. Así Alfonso, durante sus últimos años tuvo que convivir con una guerra civil en la que su propio hijo, do Sancho, su propia esposa, Violante, el infante don Manuel, realizaron una ceremonia en Valladolid, el 21 de abril de 1282, en la que se simuló una deposición de Alfonso X como rey de Castilla y proclamación de Sancho como nuevo rey.

    Pronto surgieron las deserciones de nobles que, pidieron perdón a Alfonso. Con los benimerines ahora a su favor, el infante Sancho buscó una solución negociada al conflicto, pero su padre ya había decidido excluirle de la sucesión, en su testamento redactado en 1284, declaraba como heredero de Castilla y León al rey de Francia, Felipe III.

    La hidropesía, heredada de su padre Fernando III, se había agravado hasta causarle la muerte en Sevilla, el 4 de abril de 1284. Cuando el monarca contaba con 40 años de edad, decidió que a su muerte sus restos recibieran sepultura en la iglesia de Santa Cruz de Cádiz, sin embargo tal deseo no fue recogido en su testamento. En el presbiterio de la Catedral de Murcia, se encuentran el corazón y las entrañas dentro de una urna. El propósito del monarca era que su corazón fuera llevado al Monte Calvario en Tierra Santa y sus entrañas al monasterio murciano de Santa María la Real del Alcázar. El cadáver de Alfonso X recibió sepultura en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.



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