Blanca II de Navarra, primera esposa de Enrique IV

Nacida en Olite en 1424, fue la segunda hija de Juan I de Navarra y de Blanca I de Navarra. En 1436 con el Tratado de Toledo se estableció la paz entre los reinos de Castilla y de Navarra, enfrentados desde hacía años en una guerra intermitente por los derechos territoriales del rey de Navarra. La base de este acuerdo de paz fue el enlace matrimonial, sellado el 22 de septiembre de ese año, entre la princesa Blanca y el príncipe de Asturias, futuro Enrique IV de Castilla. Poco después se obtuvieron las dispensas papales que permitirían el matrimonio entre ambos príncipes, que eran primos carnales. La boda se aplazó hasta que los novios alcanzasen la mayoría de edad, puesto que, en el momento de firmarse el acuerdo matrimonial, Blanca contaba doce años y poco más de once el príncipe Enrique.


Esta boda vendría a resolver el conflicto planteado por las reclamaciones de Juan I, cuyos inmensos bienes patrimoniales en Castilla permanecían "secuestrados". Estos bienes, que incluían, además del disputado marquesado de Villena, los castillos y villas de Medina del Campo, Olmedo, Roa, Coca y Aranda de Duero, le fueron restituidos, a condición de que le fueran concedidos a Blanca como dote. La ceremonia se celebró el año siguiente en la villa de Alfaro, adonde acudió la flor y nata de ambos reinos. Blanca recibió de su prometido ricos regalos, pero éstos quedaron eclipsados por la magnífica liberalidad del condestable de Castilla, don Álvaro de Luna, privado del monarca castellano Juan II. Las fiestas de esponsales duraron quince días, al cabo de los cuales Blanca regresó a Navarra junto a su madre y su hermano.

El matrimonio, finalmente, se celebró en Valladolid el 15 de septiembre de 1440. Fueron los padrinos el almirante de Castilla, Fadrique Enríquez, y la princesa Beatriz de Portugal, hija del rey don Dionís. Según relata la Crónica del Príncipe Don Juan de Pérez de Guzmán, "la boda se hizo quedando la princesa tal cual nasció, de que todos ovieron gran enojo". Otras fuentes contemporáneas señalan que, nada más tener lugar la boda, comenzó a circular por la corte el rumor de que Enrique era impotente y de que ninguna descendencia nacería de aquella unión. Y, en efecto, los años pasaron sin que Blanca diera muestras de preñez.


El 1 de mayo de 1441 murió Blanca I de Navarra. Se abrió así un grave problema sucesorio en el reino pirenaico. Según el testamento de la reina, a su muerte la corona debía pasar a su hijo primogénito, Carlos. En caso de morir el príncipe de Viana sin descendencia, el trono pasaría a Blanca. Pero Juan I no estaba dispuesto a ceder el poder a su hijo y, en lugar de reconocerle como rey, le entregó tan sólo la lugartenencia del reino, que pronto le haría compartir con su nueva esposa, Juana Enríquez. Ello provocó el inicio de una querella sucesoria que acabaría generando una auténtica guerra civil, en la que se enfrentaron agramonteses -partidarios de Juan I- y beaumonteses -partidarios de Carlos.

La temprana muerte del príncipe pondría fin a esta querella en favor del rey de Navarra, y desde 1458 también rey de la corona catalano-aragonesa. Pero la muerte del príncipe de Viana dejó a Blanca como única heredera del trono navarro y sería ella quien retomaría la lucha por los derechos sucesorios establecidos en el testamento de su madre.

Entretanto, en 1453 Blanca había sido repudiada por su marido, bajo el pretexto de una falta de descendencia de la que, oficialmente, se hizo responsable a la reina. Blanca regresó a la corte de su padre únicamente para unirse al bando beaumontés en la guerra civil, por lo que, al igual que su hermano, fue desheredada por Juan I. Éste reconoció como única heredera legítima del trono navarro a su tercera hija, Leonor de Aragón, casada desde 1434 con Gastón de Foix. Tras la muerte del príncipe de Viana, temiendo que el bando beaumontés asumiera la causa de Blanca para volver a disputarle la sucesión, Juan forzó a Blanca a acompañarle a Salvatierra, donde tenía que reunirse con el rey de Francia, Luis XI.

Durante su permanencia en dicha villa, Blanca, atemorizada por la reacción de su padre, renunció a sus derechos al trono navarro en favor de su antiguo marido, Enrique IV de Castilla, esperando recibir de él apoyo militar. Pero Juan I volvió a reconocer a Leonor como única heredera legítima y ordenó el encierro de Blanca en el castillo barcelonés de Artes. Posteriormente, la princesa fue trasladada a la fortaleza de Lescar, al otro lado de los Pirineos. Allí murió en 1464, prisionera a los cuarenta años, sin haber visto reconocidos sus derechos al trono. A menudo se ha dicho que fue envenenada por orden de su hermana Leonor, reina de Navarra con la que se inició la dinastía de Foix.


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