Blanca de Borbón esposa de Pedro I

    Era hija del duque de Borbón, Pedro I, y de Isabel de Valois. Había nacido en Francia en 1331. El 3 de junio de 1353 contrajo matrimonio con el rey Pedro I de Castilla, el cual dos días después de la boda, la abandonó para ir al encuentro de su amante María de Padilla. Tras ser abandonada, Blanca de Borbón permaneció prisionera en diferentes ciudades castellanas, destacando su permanencia en Toledo, donde recibió el apoyo de los nobles levantados contra su esposo. Al recuperar el control de la mencionada ciudad, el rey la trasladó a Sigüenza. Años más tarde el estallido de la Guerra de los dos Pedros motivó su traslado a Jerez de la Frontera. En 1361 Blanca murió posiblemente envenenada, en Medina Sidonia. 

    Blanca fue criada y educada en el seno de una de las familias más importantes de Francia, era sobrina del rey Carlos V, aunque apenas se disponen de datos biográficos sobre los primeros años de su vida. Aparece mencionada por primera vez en las crónicas, con motivo de las negociaciones matrimoniales, iniciadas por Juan Sánchez de Roelas, obispo de Burgos, y Alvar García de Albornoz; para que tuviera lugar el enlace de Pedro I de Castilla con la mayor de las hijas solteras del duque de Borbón, aunque éste no tomó parte en las mencionadas negociaciones ya que se trató directamente con el rey de Francia. Con este matrimonio Juan II pretendía atraerse el apoyo de los castellanos en la Guerra de los Cien Años y por su parte, Pedro I seguía los consejos de Juan Alfonso de Alburquerque, el cual era partidario de afianzar las relaciones con Francia. El 2 de julio de 1352, los enviados de ambos reyes firmaron el contrato matrimonial, que fue sancionado el 7 de julio por el rey francés y el 4 de noviembre por Pedro I

    Blanca de Borbón, que contaba con diecisiete años de edad, se mostró ilusionada ante su matrimonio, así tras quedar ultimados los preparativos de su ajuar, que fue costeado en su totalidad por el rey francés, marchó de París y se dirigió a la frontera francesa, a finales de noviembre de 1352 se encontraba con un numeroso séquito en Nimes, tras una breve estancia en Beaucaire. Poco tiempo después llegó a Narbona donde pasó la Navidad permaneciendo allí hasta el 6 de enero de 1353. En esta localidad debía hacerse la entrega de la princesa a los caballeros castellanos y el primer plazo del pago de la dote, según se establecía en el contrato matrimonial, pero las dificultades económicas por las que atravesaba el rey francés, motivaron el retraso de la llegada de la princesa a la frontera, ya que además del mencionado pago, según el acuerdo, en la Navidad de 1352, debía producirse la entrega de otros 25.000 mil florines. Finalmente la princesa atravesó la frontera y el 17 de enero de 1353, de nada sirvieron las protestas de los enviados del rey castellano, ya que los representantes de Juan II sólo entregaron la mitad del dinero pactado. 

    Tras su llegada a la Península Ibérica, Blanca recibió la invitación del rey de Aragón, Pedro IV, de llegar a Castilla a través del reino de Valencia, ya que los caminos de Aragón se encontraban en peores condiciones y el clima era más frío, pero la princesa rechazó el ofrecimiento y tomó el camino más corto para llegar a Valladolid. Fue recibida en la mencionada ciudad por su futura suegra, el 25 de febrero de 1353. La boda no se celebró inmediatamente como toda la Corte y la propia Blanca esperaban, ya que Pedro I se encontraba junto a su favorita, María de Padilla, en Córdoba. La situación con el paso de los días se hacía más delicada, ya que los miembros del séquito de la princesa comenzaron a hacer públicas sus protestas ante la grave falta cometida contra el rey francés. Esto motivó que Juan Alfonso de Alburquerque fuera personalmente a buscar al rey que en esos momentos se encontraba en Torrijos, éste de mala gana accedió a marchar a Valladolid para celebrar el proyectado matrimonio. 

    El 3 de junio de 1353 tuvo lugar la boda en la iglesia de Santa María la Nueva ejerciendo como padrinos del enlace Juan Alfonso de Alburquerque y Leonor de Aragón. Las fiestas que siguieron a la ceremonia religiosa fueron fastuosas, como correspondía a la dignidad de los contrayentes, pero a pesar de todo duró poco la alegría en la Corte, ya que dos días después el rey abandonó a su esposa y se dirigió al castillo de Montalbán donde se encontraba María de Padilla. Mucho se ha especulado sobre los motivos que tuvo Pedro I para abandonar a su esposa, así. Según el romancero popular, doña Blanca esperaba un hijo de don Fadrique, hermanastro del rey, aunque es poco probable que así fuera. Sitges en su obra Las mujeres de rey don Pedro I, afirmó que el verdadero motivo que impulsó a Pedro fue una confesión de su esposa, por la cual éste tuvo conocimiento de la penosa situación económica en la que se encontraba el rey de Francia y que hacía difícil que se hiciera efectivo el pago de la dote de Blanca, así Pedro se sintió engañado e inmediatamente repudió a ésta. A pesar de estas teorías, la versión aceptada por la mayoría de los historiadores es la dada por Pedro López de Ayala en su crónica, según la cual la pasión que sentía Pedro I por su amante le hizo abandonar a Blanca de Borbón. 

    Debió ser un duro golpe para doña Blanca, por lo que buscó el apoyo de su suegra, doña María de Portugal, la cual intentó que su hijo cambiara de opinión, aunque sin conseguirlo. La nueva reina de Castilla, marchó a Tordesillas junto a la reina madre, y poco tiempo después partieron ambas hacia Medina del Campo. El rey decidió apartar a Blanca de doña María, y dispuso que se trasladara en solitario a la ciudad de Arévalo, donde permaneció hasta el mes de mayo de 1354. Durante estos meses, Blanca, mantuvo una nutrida correspondencia con el papa Inocencio VI, el cual se hizo defensor de su causa y la animó para que mantuviera la compostura. 

    La boda del rey con Juana de Castro, en abril de 1354, no hizo más que empeorar su situación, puesto que, su permanencia en tierras castellanas podía ser peligrosa para al rey, ya que muchos nobles, en un intento de sacudirse el poder real, comenzaron a apoyar su causa; por no mencionar que el papa que tras enterarse de las nuevas nupcias inició los trámites para excomulgar a Pedro I. Blanca vio como los pocos miembros de su séquito que permanecían a su servicio eran sustituidos por hombres leales al rey, y parece que sólo contaba con el apoyo de su aya, Leonor de Saldaña, la cual fue felicitada por el sumo pontífice por sus desvelos. 

    A principios de mayo de 1354 la situación era tan peligrosa para Pedro I, que decidió trasladar a Blanca a Toledo, bajo la vigilancia de Juan Hernández de Henestrosa, el cual muy pronto se vio superado por los acontecimientos ya que tras la llegada de la reina a la ciudad, la población quedó profundamente dividida entre los que apoyaban la causa del rey y los que se hacían eco de la causa nobiliaria, que utilizaba la situación de Blanca para sus fines. La guerra civil poco a poco se extendía y Blanca de Borbón decidió aprovechar el momento para conseguir ser restituida en su puesto, así tras comunicar su intención de ir a rezar a la Iglesia de Santa María y obtener el permiso de su vigilante, se negó a salir del recinto, acogiéndose a sagrado, lo cual aumentó el descontento en la ciudad y puso a Fernández de Henestrosa en una delicada situación que le llevó a abandonar Toledo. 

    La llegada del hermanastro del rey, don Fadrique, a Toledo y su permanencia junto a Blanca en el alcázar, ha motivado que muchos autores han especulado con un posible romance entre ellos, que podía haber tenido como fruto el nacimiento de Alfonso Enríquez, el cual fue reconocido por éste, aunque nunca reveló el nombre de su madre, en contra de su costumbre con otros hijos bastardos. 

    La situación de Pedro I mejoró en 1355, poco a poco fue recuperando las ciudades que permanecían bajo el poder de los conjurados, lo que perjudicó notablemente a Blanca que prestó un notable apoyo económico a don don Enrique de Trastámara. Así tras la toma de Toledo, el rey ordenó que ésta fuera conducida a Sigüenza, en calidad de prisionera, lugar donde permaneció hasta el año 1359. Fueron inútiles los esfuerzos del papa, que intentó que Juan II de Francia y el duque de Borbón auxiliaran a Blanca, ya que la guerra en contra de los ingleses absorbía los recursos de ambos. 

    La guerra contra Aragón que emprendió Pedro I, bautizada como la Guerra de los dos Pedros, motivó el traslado de Blanca de Borbón a Jerez de la Frontera. Allí estaba bajo la vigilancia de Íñigo Ortiz, el cual recibió la orden del rey de envenenar a su primera esposa; orden que se negó a cumplir, tras lo cual pidió al monarca que le revelara de sus funciones. Pedro I puso entonces la custodia de la reina en manos de Juan Pérez Rebolledo y ésta murió poco después, en extrañas circunstancias. La hipótesis de muerte por envenenamiento es la más aceptada, pero algunos autores sostienen que es probable que muriera por causas naturales, como consecuencia de las enormes tribulaciones a las que tuvo que hacer frente en estos años. Tampoco hay unanimidad con respecto al lugar donde se produjo su muerte, ya que mientras la mayoría sostiene que murió en Medina Sidonia, algunos autores opinan que murió en Jerez de la Frontera. Lo que sí parece probado es que fue enterrada en el convento de San Francisco de Jerez, a pesar de los numerosos cambios de ubicación a los que han sido sometidos sus restos, dentro del perímetro de la iglesia del mencionado convento. 




FUENTE: mcnbiografias

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