Enrique III rey de Castilla desde el 1390 al 1406
Apodado
el Doliente, era hijo del rey Juan I de Castilla y de doña Leonor de Aragón,
nació en Burgos el 4 de octubre de 1379. Contaba tan solo once años cuando, a la muerte de su padre, accedió al trono, por lo que fue regido por una
Junta de Regencia, encabezada por don Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo.
Los
parientes de Enrique, don Fabrique, duque de Benavente, don Alfonso de Aragón,
marqués de Villena, y doña Leonor, reina de Navarra (todos ellos bastardos de
Enrique II) disputaron el poder a don Pedro Tenorio, el cual se alió con Juan
García Manrique, arzobispo de Santiago. Pero entre los dos eclesiásticos no
había unión y los nobles y representantes de las ciudades crearon un Consejo
Real, pero en este tampoco se ponían de acuerdo, a causa de las rivalidades.
En
Sevilla, la pelea entre los dos linajes más poderosos, los Guzmán y los Ponce
de León, coincidió con la aparición de un arcediano, de nombre Ferrán Martínez,
que comenzó a predicar en contra de los judíos, provocando el furor del pueblo
llano. Los ataques contra la aljama sevillana comenzaron el 15 de marzo de 1391, propagándose por Carmona, Écija,
Córdoba y alcanzando a Valencia y Barcelona. La alta nobleza intentó hacerse
con el poder, pero fueron los nobles de segunda fila (Benavente, Trastámara,
Noreña, Estúñiga, etc.), los que apoyados por don Juan García Manrique se lo
impidieron, declarando mayor de edad a Enrique III, el 2 de agosto de 1393.
Convoca
Enrique cortes en Madrid en diciembre de 1393, donde intentó imponer su poder y
preeminencia, haciendo frente primero a la escalada de violencia desatada
contra los judíos, promulgando varios edictos en su defensa, ya que
representaban para la corona una fuerte riqueza, ya que el impuesto que pagaban
iba directamente a las arcas reales; en segundo lugar calmar las ambiciones de
los nobles, para ello se rodeó y encumbró en la corte a esa nobleza segundona,
la cual cerró filas en torno al rey haciendo así frente a los parientes
ingratos del rey Enrique III. En septiembre de 1395, el movimiento opositor
desapareció por completo, obligó a Leonor de Navarra a permanecer retenida en
las clarisas de Tordesillas, en espera de regresar a Navarra definitivamente. Con respecto a Alfonso Enríquez, le atacaron sus tropas en Asturias,
obligándole a firmar la paz en Gijón. Pero el golpe más fuerte dado contra la
nobleza fue, la creación en 1396 de los corregidores, mandados por el rey para
el gobierno y control de las ciudades.
En
esas mismas cortes celebradas en Madrid, atendió las quejas referentes al
excesivo número de extranjeros que ocupaban los beneficios eclesiásticos. Mandó
requisar todo el oro y la plata de estos beneficiados extranjeros. El pontífice
de Aviñón, Clemente VII protestó, pero su muerte en 1394 interrumpió las
negociaciones; el nuevo pontífice de Aviñón don Pedro de Luna, ocupó el solio
pontificio con el nombre de Benedicto XIII. El cisma dividió la cristiandad en
dos bandos, según apoyaran al papa de Roma o al de Aviñón. La Universidad de
Paris, en junio de 1934, a requerimiento del rey francés, elaboró tres
soluciones para liquidar el cisma: la vía cessionis, que era la renuncia
voluntaria de los dos papas; la vía compromissi, que era una solución tomada
por una serie de árbitros elegida para tal efecto; y la vía concilii, con la
convocatoria de un concilio ecuménico. El papa Benedicto XIII, se negó en
redondo a estas soluciones, en vista de lo cual, en 1395, los duques franceses
de Berry, Borgoña y Orleáns intentaron forzarle a abandonar Aviñón y Enrique
III se sustrajo a la obediencia del papa aragonés, solucionando de paso el
embargo de las prebendas de los beneficiados.
El
12 de mayo de 1396, Juan I de Portugal rompió el tratado de paz vigente y en un
ataque sorpresa, tomó Badajoz, haciendo prisionero a Garcí González de Herrera.
Aún se complicó más la situación cuando el antiguo arzobispo de Santiago, Juan
García Manrique propuso al rey portugués la creación de una liga nobiliar en la
que figuraría el conde de Noreña. Enrique III reaccionó con celeridad, atizando
las discordias entre los nobles portugueses. Aun cuando las tropas portuguesas
conquistaron Tuy, en julio de 1398, la balanza se fue inclinando a favor de las
tropas castellanoleonesas; el almirante Diego Hurtado de Mendoza se adueñó del
mar y Tuy López Dávalos obligo al enemigo a levantar el cerco de Alcántara y
conquistó la población portuguesa de Miranda de Duero. Juan I, considerándose
vencido, firmó una tregua de cuatro meses el 1 de diciembre de 1398, que fue
posteriormente, el 15 de agosto de 1402, prolongada con otra de diez años.
Enrique
III encontró la ocasión perfecta para desatar la guerra contra Granada en el
año 1406, el reino nazarí invadió territorios del reino de Murcia, conquistando
Ayamonte. Sin embargo, Enrique III obtuvo una gran victoria cerca de Baeza, en
la batalla de los Collejares. Enrique convocó cortes en Toledo, pidiendo dinero
para poner en pie de guerra un importante ejército capaz de doblegar al enemigo
musulmán. Obtenido el subsidio comenzó los preparativos, pero le sobrevino la
muerte en Toledo el 25 de diciembre de 1406. El cadáver fue trasladado a
Toledo, recibiendo sepultura en la Capilla de los Reyes Nuevos de la Catedral
toledana. El sepulcro se encuentra sobre la sillería del coro, en el lado del
Evangelio.
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