Nicolás II, zar de Rusia (1894 a 1917)

 


Nacido en San Petersburgo, el 18 de mayo de 1868, era hijo del zar Alejandro III y María Fiódorovna. Al ascender al trono no mostraba los atributos necesarios para el cargo. Es posible que, uno de los motivos principales fue que su padre, debido a su repentina muerte, no tuvo tiempo para prepararlo, ya que Nicolás fue tratado como un niño hasta el momento de la prematura muerte de su padre. Él mismo lo reconocía. Por eso en el momento de asumir el puesto del emperador lo manifestó, proclamando: “No estoy preparado para ser zar, nunca quise serlo. No sé nada del arte de gobernar, ni siquiera sé la forma en que debo hablar a los ministros”.

Nicolás II, no tenía la personalidad enérgica de su padre, ya que era de naturaleza abstraída, tratando de no demostrar sus ideas, no obstante, fue inteligente, honrado, vacilante, tímido, romántico e idealista y con un carácter pacífico, también se debe tener en cuenta que, le gustaba la disciplina y vida militar, era muy creyente, trabajador y responsable en extremo y llevaba una rutina de vida invariable; para él era difícil sociabilizarse, y a veces le acusaron de ser soberbio, aunque sin un motivo real. Su formalidad y amabilidad era, más bien, una barrera para quienes le conocían; por lo que tuvo muy pocos amigos personales. En cuanto a su comportamiento como padre y esposo, siempre fue un ejemplo a seguir.



 

El 1 de noviembre de 1894, después de las complicaciones derivadas de una nefritis, falleció su padre, Alejandro III. El 26 de mayo de 1896, pasado el período de luto protocolario, Nicolás fue coronado como sucesor, adoptando el nombre de Nicolás II. Como hemos visto en la introducción, de acuerdo con sus propias palabras, carecía de formación política, y lo ignoraba todo acerca del gobierno del imperio, explicando su ingenuidad al ser coronado zar en mayo de 1896. Por esta razón expresada por él, muchos pusieron en duda razonable, su habilidad para administrar y mantener un territorio de 23 millones de km². La influencia ejercida por sus tíos paternos, en especial Sergei Aleksandrovich Romanov, Gran Almirante de la Armada, tendría en ello un asidero, y las intrigas cortesanas pesarían mucho en las acciones del nuevo zar, ya que, de hecho, tuvo que soportar desde el principio, las manipulaciones de sus propios tíos.

El 26 de noviembre de 1894, se casó con Alix de Hesse, quien había tomado el nombre de Alejandra Fiódorovna al convertirse a la ortodoxia. Las relaciones entre la joven pareja era de verdadero amor. La nueva emperatriz fue la persona quien aconsejó a Nicolás, desde los primeros momentos, que tomara firmemente las riendas del poder, fortaleciera su carácter, bondadoso y caballeresco, del que se aprovechaban sus parientes. El matrimonio tendría cuatro hijas seguidas casi de año en año y al final un hijo que, por desgracia, nació enfermizo.

Durante su reinado Rusia conoció un proceso de industrialización acelerada y el país se esforzó por extender su influencia en Asia rivalizando con las potencias occidentales en la carrera imperialista, de ahí la intervención en la Guerra Chino-Japonesa de 1896, el establecimiento de la Base de Port Arthur en 1898, la Ocupación de Manchuria en 1900, o el Reparto de Persia en cuanto a esferas de influencia con Gran Bretaña en 1907… Los intentos por ejercer una influencia determinante en Europa oriental y los Balcanes, encabezando un movimiento paneslavista, dieron lugar a múltiples conflictos y tensiones internacionales. En virtud de la alianza con Serbia frente a los intereses de Austria-Hungría y después de sufrir, en 1908, una primera derrota diplomática en la crisis de Bosnia, las Guerras Balcánicas de 1912-1913 acabaron definitivamente con el control ruso sobre la península Balcánica.

Mal aconsejado y no teniendo en cuenta la opinión nacional, Nicolás dejó con su inmovilismo que se enconaran los grandes problemas que amenazaban al régimen zarista: la pobreza del campesinado y su hambre de tierras, las tensiones sociales y la agitación revolucionaria, las aspiraciones de libertad y democracia de los intelectuales reformista. En 1905, Rusia se incorporó a la guerra contra el Japón en la que resultó derrotado; y el descontento popular estalló en una revolución, frente a la cual no ofreció otra respuesta que la represión militar. Estos acontecimientos representan los prolegómenos de la crisis final en la que perecería la Monarquía: en 1914 Rusia volvió a comprometerse en una guerra exterior para la que no estaba preparada ni en sentido militar ni económico ni político. Aunque en su descarga, hemos de tener en cuenta que, Nicolás no era la persona totalmente responsable de las grandes decisiones del momento, ya que era un juguete en manos de los poderes cortesanos. Las sucesivas derrotas frente al ejército alemán acabaron por desmoralizar al país, desarticulando las estructuras del Estado y facilitando la Revolución de febrero de 1917, que derrocó al zar e instauró en Rusia una República.

 

Nicolás II abdicó de la corona y se dejó detener sin ofrecer resistencia frente al gobierno provisional de Lvov y Kerenski. Fue confinado junto con el resto de la familia real en la localidad de Ekaterinburgo (actual Sverdlovsk), en los Urales; después el triunfo de la segunda Revolución rusa de octubre de 1917, que llevó al poder a los bolcheviques de Lenin, dando paso a una dictadura comunista. El   junto a toda su familia, en la medianoche del 17 de julio de 1918, fueron llevado al sótano de la Casa Ipátiev, donde fueron ejecutados junto a algunos sirvientes, un médico leal e incluso el perro del zarévich, por decisión del Sóviet de Ural.

Bajo el pretexto de que se les iba a trasladar, y querían tomarles una fotografía antes de partir. Nicolás II colocó al zarévich en sus rodillas mientras tomaba asiento junto a la zarina, las hijas se sentaron atrás y los sirvientes y el médico a los costados, de pie. Pasaron unos instantes, hasta que, de repente, entró Yákov Yurovski, junto a 17 soldados, todos armados. El resto ya se puede imaginar. En el lugar de la ejecución, se construiría después la Catedral Memorial sobre la Sangre.

 

 

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Ramón Martín

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