Berenguela I reina de Castilla el año 1217


    Nacida en Segovia en 1179 o 1180. Era la primogénita de Alfonso VIII de Castilla y Leonor de Plantagenet ostentó el tronó como regente de su hermano Enrique y de su hijo Fernando. Ella mismo debía ser reina de Castilla pero renunció a favor de su hijo quien unió bajo su mando los vecinos reinos de Castilla y León. Fue educada por su madre Leonor de Castilla quien pretendió la misma formación para todos sus hijos, independientemente del sexo de los mismos. Así Berenguela, como mujer no fue una excepción. Sus hermanas doña Urraca y Blanca de Castilla fueron asimismo muy conocidas en la Europa medieval gracias al coraje que mostraron como reinas de sus respectivos territorios.

    Las crónicas no coinciden al afirmar que fue la primogénita. De hecho Luis IX de Francia alegó sus derechos a la corona castellana por ser hijo de doña Blanca, hermana de doña Berenguela, de la cual sostenía San Luis que era la hija primogénita de Leonor de Aquitania. En 1216 el papa Inocencio III intervino, afirmando que sin ninguna duda doña Berenguela era la primogénita y poniendo fin a las pretensiones de Francia sobre Castilla. Berenguela abandonó pronto los cuidados de su madre quien vio en las alianzas matrimoniales de sus descendientes una excelente manera de unir lazos con otras regiones. De este modo Leonor comienza las negociaciones para su hija mayor cuando la princesa sólo tenía ocho años. El emperador alemán, Enrique solicitó la mano de la princesa para su hijo Conrado, quien llega a ser investido en 1188 Caballero por el rey Alfonso VIII, padre de Berenguela.. Las capitulaciones fueron firmadas el 20 de abril de 1188 y fueron muy celebradas en Castilla, pero al negarse doña Berenguela a tal matrimonio los trámites fueron anulados por el arzobispo de Toledo y el nuncio apostólico.

    Tras este primer intento, su madre inicia de nuevo conversaciones, esta vez dentro del territorio español y con el fin de asegurar la paz en sus tierras. El elegido es Alfonso IX rey de León. La unión se produce en 1197 y en ella, además de sellar la amistad entre ambos, el rey de León otorga como dote a Berenguela ciertas plazas y castillos para su disfrute propio. A cambio, Castilla devolvía a León todos los territorios que en combate y a consecuencia de las guerras, había quitado a los leoneses.

    Doña Berenguela recibió el título de Prudentísima, por su celo, caridad y cristianos sentimientos. En 1198 expidió un privilegio por el que tomó bajo su real amparo y defensa a los canónigos de iglesia de Astorga, así como a sus posesiones y criados. Al poco la reina dio a luz al que sería Fernando III rey de Castilla. Y aunque el matrimonio se había realizado solemnemente con la aquiescencia del papa Celestino III, al poco llegó un decreto pontificio que anulaba la unión por motivos de consanguinidad; ambos eran parientes en tercer grado, ella como biznieta de Alfonso VII y él como nieto del mismo monarca; más aún, Alfonso IX era primo hermano del padre de Berenguela. Se pidieron las dispensas necesarias, que fueron negadas por Inocencio III, que además de poner en entredicho el reino de León amenazó con hacer lo mismo con Castilla. Se sacrificó entonces la reina y resolvió abandonar la corte leonesa y regresar a Castilla. La separación entre los cónyuges tuvo lugar en Valladolid a finales de abril de 1204. Antes de partir la reina obtuvo del papa y de su esposo la declaración de legitimidad para el príncipe don Fernando, que fue nombrado heredero del reino de León.

    A la muerte de Alfonso VIII en octubre de 1214 y poco después de la reina doña Leonor, doña Berenguela fue nombrada regente del heredero, el rey-niño Enrique I, de once años. Desde el comienzo conoció la regente la oposición de una parte de la nobleza, sobre todo el partido de los Lara, hijos del conde don Nuño: don Gonzalo, don Fernando y don Álvaro. El último, que era alférez mayor del rey, intrigó para apoderase de la regencia, afirmando que tal responsabilidad no era propia para una mujer. Finalmente cedió la reina y entregó la regencia a don Álvaro, para evitar nuevos levantamientos de la nobleza, pero antes le hizo jurar que no introduciría ningún cambio en las leyes, ni en la percepción de los tributos, ni en los tratados de paz y guerra, sin el consentimiento de la reina. El alférez juró, pero después no respetó su promesa y su gobierno fue tan opresivo que pronto fue excomulgado por el deán de Toledo y se formaron coaliciones nobiliarias para derrocarle. Don Álvaro creyó ver en estos actos la instigación de la reina, a quien desterró. Berenguela se refugió con su hermana Leonor en la fortaleza del Antillo e intentó hacer llegar un mensaje a su hermano, el rey, que se encontraba retenido por don Álvaro en Maqueda. El mensajero fue reconocido por el alférez, que lo mandó prender inmediatamente y, para desprestigiar a al reina, difundió el bulo de que el mensaje era una orden de doña Berenguela para hacer envenenar al rey. La corte se dividió entre aquellos que creyeron a don Álvaro y los fieles a la reina. Se produjeron entonces enfrentamientos, que llevaron a la desgraciada muerte del rey en junio de 1217.

    Cuando doña Berenguela tuvo conocimiento de la muerte de su hermano envió un mensaje a Alfonso IX de León, por medio de don Gonzalo Ruiz Girón y don Lope Díaz de Haro, suplicándole que dejase que su hijo don Fernando marchase a Castilla para pasar unos días con su madre. Cuando don Fernando llegó a Valladolid doña Berenguela convocó las cortes del reino para tratar el tema de la sucesión y éstas la reconocieron como legítima heredera de la corona, como primogénita de Alfonso VIII. La ceremonia de coronación de doña Berenguela tuvo lugar en Valladolid e inmediatamente que la reina recibió el homenaje renunció a la corona, que ciñó en la cabeza de su hijo. Fernando III fue reconocido por los nobles del reino, que realizaron el pleito homenaje en la iglesia de Santa María, el 17 de agosto de 1217.

    Las crónicas hablan detalladamente del tiempo en que Berenguela estuvo en León. De ella dicen que aconsejó y ayudó a su esposo a mejorar las instituciones, los impuestos y la relación con sus vasallos a los que, según apuntan algunas líneas, liberó de ciertos gravámenes que creaban malestar entre las clases más bajas. Fue también conocido y así transmitido, su gusto por el arte- supervisó personalmente las obras en la catedral de Toledo y Burgos- y por las letras. Fue usual ver en la corte a escritores que presentaban a la joven y culta reina sus producciones. No nos puede sorprender esta parte de su historia dados sus antecedentes: nieta e hija de Leonor: la primera de Aquitania, la segunda de Inglaterra, ambas amantes de lo artístico, fueron mecenas de literatos y dramaturgos.

    Como era costumbre en Castilla, los nuevos reyes debían dar a conocer su coronación por las principales capitales del reino, por lo que decidió doña Berenguela ir a Segovia, pasando primero por la villa de Madrid. Allí se hospedaron don Fernando y su madre en una casa cerca del convento de San Martín. Al saber los Lara que los reyes se encontraban poco protegidos trataron de dar un golpe de mano para apoderarse de las reales personas, pero fueron detenidos por los miembros y los feligreses de la congregación de San Martín, en una acción en la que murieron varios madrileños, en memoria de los cuales fue colocada una cruz en el Postigo de San Martín.

    Berenguela demostró asimismo y a lo largo del reinado de su hijo, unas excepcionales dotes como gobernanta, especialmente en los largos periodos de tiempo en lo que Fernando debía permanecer en Andalucía combatiendo. En este tiempo y como reina regente, luchó contra las constantes amenazas por parte de la nobleza peninsular que no contentos con la forma de gobernar de Fernando III, mostraron -a veces incluso provocando enfrentamientos directos- su intención de desposeerle del trono. En estos momentos la reina demostró una gran determinación así como unas excepcionales dotes para la diplomacia, cualidad heredada de su madre, sin duda una maestra en esos temas.

    Más peligrosas aún eran las pretensiones de Alfonso IX de León, que, como esposo de la reina madre y padre del rey, reclamó para sí el gobierno de Castilla. El ejército leonés apareció por Tierra de Campos, devastando todo a su paso. Doña Berenguela trató de evitar la guerra mandando al encuentro de don Alfonso a los obispos de Burgos y Ávila. Alfonso IX no hizo caso a los emisarios y puso sitio a la ciudad de Burgos, cabeza de Castilla. Pero la reina ya tenía las tropas castellanas preparadas para rechazar la invasión y las envió al mando de don Lope de Haro, que hizo retroceder a los leoneses hasta detrás de sus fronteras. Temerosa de una nueva sublevación de los Lara, doña Berenguela consiguió de don Álvaro nuevas treguas bajo el pretexto de conducir el cuerpo del difunto don Enrique a Burgos, donde sería enterrado con los honores de un rey. En la ciudad, la reina convocó nuevas cortes, en las cuales consiguió el apoyo unánime de los nobles, que unieron sus tropas al ejército real para apoderarse de las villas de Lerma y Lara, aún adictas al alférez. don Álvaro fue capturado junto con 2.000 de sus hombres por uno de los cuerpos del ejército de la reina. Ésta le trató con gran magnanimidad y le envió preso a Burgos, no sin antes haber entregado a los Lara todas las villas y fortalezas de que se habían apoderado.

    No estaba en el ánimo de doña Berenguela ni en el de su hijo Fernando el comenzar una guerra contra Alfonso IX, por lo que le enviaron un mensaje indicándole la conveniencia de detener las hostilidades y unirse para la lucha contra los musulmanes. Esta vez la propuesta fue aceptada por el monarca leonés y la noticia causó tanto impacto a don Álvaro de Lara que murió al poco tiempo; su hermano, don Fernando de Lara, pasó a África, al servicio del emperador de los almohades y murió poco después, librando así a Castilla del principal foco de insurgencias nobiliarias de la época.

    Por elección de doña Berenguela, Fernando III casó con doña Beatriz, hija de Felipe de Suabia. Después de este matrimonio decidió la reina retirarse de los negocios públicos, pero antes convenció a su hijo para que dictase una amnistía general. A la muerte de Alfonso IX en 1230 doña Berenguela avisó a su hijo, que se encontraba en el cerco de Jaén, para que acudiese inmediatamente a León para hacerse cargo de la corona del reino. Madre e hijo se encontraron en Orgaz y juntos siguieron el camino hacia León, donde don Fernando entró sin ninguna dificultad y recibió la corona, que desde entonces quedó unida a la de Castilla. Dada la avanzada edad de la reina, su participación en política se redujo, aunque siguió siempre como consejera de Fernando III y no dudó en desprenderse de sus joyas y tesoros para financiar las campañas del rey santo. Cuando doña Berenguela supo que su muerte se encontraba cercana anunció a su hijo su voluntad de visitarle, encontrándose éste luchando en Andalucía. Don Fernando, pidió a su madre que no iniciase tan largo viaje, pero doña Berenguela tomó el camino y se encontró por última vez con su hijo en la localidad llamada Pozuelo (actual Ciudad Real). Allí suplicó la reina a don Fernando que le permitiese retirarse a un convento, pero el rey la convenció de que si ella se alejaba del gobierno él tendría que detener su guerra contra los infieles, por lo que doña Berenguela aceptó el sacrificio y marchó a Toledo, mientras su hijo regresaba a la guerra en Córdoba. En Toledo se agravó la enfermedad de doña Berenguela, que murió poco después, siendo enterrada en el monasterio de las Huelgas de Burgos.

    Fueron además hijos de doña Berenguela y de Alfonso IX: don Alfonso, conocido como el de Molina, por haber casado con doña Mafalda Manrique de Lara, cuarta señora de Molina y Mesa; doña Leonor, que murió a edad temprana; doña Constanza, que tomó el hábito de religiosa; y doña Berenguela que casó con el rey de Jerusalén Juan de Brienne.

    Igualmente, triunfo personal de Berenguela y demostración de la exquisita y combativa educación que había recibido de Leonor, fue el Tratado de Tercerías, reunión celebrada en Benavente, por la que consigue que su hijo se convierta, a la muerte de su padre Alfonso IX en rey de León tras negociar con las dos hijas que el leonés tuvo con Teresa de Portugal. Desde ese instante ambos territorios quedaría unidos.

    Berenguela muere en el Monasterio de Santa María de las Huelgas, Burgos el 8 de noviembre de 1246. Dicho Monasterio es un proyecto personal de su madre Leonor de Plantagenet que al igual que hizo su madre Leonor de Aquitania con Fontevrault, fundó un convento donde pasar los últimos momentos de su vida, allí yacen sus restos junto con los de su hermano.

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