George Washington, primer presidente de los Estados Unidos de Norteamérica entre 1789 y 1797

 


George Washington nació el 22 de febrero de 1732 a orillas del río Potomac, en la finca de Bridge's Creek, antiguo condado de Westmoreland, actual estado de Virginia, en el seno de una distinguida familia inglesa, oriunda de Northamptonshire, que había llegado a América a mediados del siglo XVII, logrando amasar una considerable fortuna. Su padre tras enviudar de su primera mujer, Jane Butler, con la que tuvo cuatro hijos, contrajo segundas nupcias con Mary Ball, miembro de una respetable familia de Virginia que le dio otros seis vástagos, entre ellos George.

Poco se sabe de la infancia de George, salvo que estaba destinado, por sus padres, a sr un colono, razón por la cual, estudió en escuelas rurales entre los siete y los quince años, recibiendo una educación rudimentaria: desde muy joven, ya estaba familiarizado con las tareas de los colonos. Cuando tenía once años, murió su padre y pasó a la tutela de su hermanastro mayor, Lawrence que, de alguna manera, fue su tutor. En cuya casa, George conoció un mundo más refinado, ya que Lawrence estaba casado con Anne Fairfax, una de las grandes herederas de la región. Con su hermanastro se despertó en George una vocación militar, y con catorce años quiso hacerse soldado, a pesar de la férrea oposición de su madre, quien se negó a que siguiera la carrera de las armas. Con dieciséis años comenzó a trabajar de agrimensor, midiendo las tierras de lord Fairfax en el valle de Shenandoah. Las agotadoras jornadas en el campo, sin apenas comodidades y expuesto a peligros, le enseñaron a conocer las costumbres de los indios y las posibilidades de colonizar el Oeste, además de prepararle para la tarea que el futuro le reservaba. Las preocupaciones políticas no le preocupaban, ya que era un fiel súbdito de la corona inglesa, aunque llegó a sentirse molesto por las limitaciones impuestas por la metrópoli a la colonización, ya que, tanto George como su hermanastro proyectaban llevar sus negocios al Oeste. En 1752, con veinte años, una tuberculosis acabó con la vida de Lawrence, lo que dio un giro a su vida. George heredó la plantación de Mount Vernon, pasando a ser uno de los hombres más ricos de Virginia. Pronto se distinguió en los asuntos inherentes a la comunidad, activo miembro de la Iglesia episcopal, en 1755, se postuló como candidato a la Cámara de los Burgueses del distrito. Era un magnífico jinete, un gran cazador y pescador; amaba el baile, el billar y los naipes. Pero su vocación de soldado se mantenía, y entre sus planes estaba ser un brillante militar.

Por entonces, ingleses y franceses se disputaban el dominio de América del Norte, Washington se alistó en el ejército, y al poco tiempo, fue nombrado por el gobernador Robert Dinwiddie comandante del distrito. En 1753, ante las invasiones francesas por la frontera, el gobernador le encargó hacer un reconocimiento en la zona. A mediados de noviembre, se puso en marcha, con seis hombres, por el valle del Ohio, una región inhóspita, donde, a pesar del frío y las nieves, pudo alcanzar Fort Le Boeuf en Pennsylvania, hazaña que comenzó a cimentar su fama. En 1754, iniciada la guerra de los Siete Años, que para los colonos ingleses suponía luchar por su expansión frente al predominio francés, fue designado teniente coronel del regimiento de Virginia, a las órdenes del general Fry. Muerto el general en combate, le sucedió como jefe supremo, pasando, poco después, a formar parte del estado mayor del general Braddock, que dirigía las tropas enviadas por Inglaterra. El 9 de julio de 1755 se distinguió en la batalla de Monongahela, aunque ésta acabó en un desastre para los ingleses. La derrota repercutió de tal forma en su ánimo que se retiró a Mount Vernon dispuesto a no volver a tomar las armas. Algo que no pudo llevar a cabo, pues los notables de Virginia le pidieron que se hiciera cargo de las tropas, aunque sólo contaba con veintitrés años, así lo hizo entre 1755 y 1758, época en que también fue elegido como representante del condado de Frederic para la Cámara de los Burgueses de Virginia. Su nombre comenzó a hacerse popular, y comenzaba a labrarse un gran prestigio político por sus intervenciones en la asamblea.

Desilusionado por el curso de la guerra con Francia y la conducta de los comandantes británicos, renunció a su cargo militar, regresando a Mount Vernon, donde el 6 de enero de 1759, se casó con Martha Dandridge, una mujer rica y bella, viuda del coronel Parke Custis y dueña de una de las mayores fortunas de Virginia; con dos hijos de seis y cuatro años, que se convirtieron en la verdadera familia de Washington.





 

El final de la guerra de los Siete Años, el 10 de febrero de 1762 tras la firma del Tratado de París, significó la renuncia de Francia a sus pretensiones sobre Acadia y Nueva Escocia y la plena soberanía de Inglaterra sobre Canadá y toda la región de Luisiana, salvo Nueva Orleans. Pero las discrepancias entre Londres y sus colonias aumentó, ya que, el gobierno inglés consideró que todas sus posesiones habrían de participar de los gastos ocasionados por la guerra, ya que todas se habían beneficiado de sus resultados. El déficit debido a la contienda era enorme, y en marzo de 1765 el parlamento inglés votó un impuesto que hirió los derechos de las colonias, imponiendo el papel timbrado para toda clase de contratos. Al año siguiente dictó unos derechos aduaneros sobre el papel, el vidrio, el plomo y el té, que provocaron la indignación de los comerciantes norteamericanos, que formaron ligas patrióticas contra el consumo de mercancías inglesas. A la vanguardia de las luchas debían colocarse los aristócratas de Virginia y los demócratas de Massachusetts. Washington, sin embargo, siguió considerándose un súbdito leal a Inglaterra, de opiniones moderadas. En 1773 Boston protestó contra los impuestos arrojando los cargamentos de té al mar, era el conocido como el Boston Tea Party, que acabó de abrirle los ojos a Washington, volcándose hacia la defensa de las libertades norteamericanas. El año siguiente, en Raleigh, cuando los legisladores de Virginia se reunieron, firmó las resoluciones. Había dejado de ser un moderado, y vestido de uniforme, representó a Virginia en el Primer Congreso Continental de Filadelfia en 1774. Aún se oponía a la idea de la independencia, pero estaba decidido a no renunciar a la pérdida de los derechos y privilegios esenciales para todo Estado libre y sin los cuales la vida, la libertad y la propiedad se tornan totalmente inseguras.

El 19 de abril de 1775, dieron comienzo las hostilidades entre ingleses y norteamericanos en la Batalla de Lexington, dando comienzo, los autonomistas, a declarar sus anhelos de independencia frente a la corona inglesa. Todas las colonias se consideraron en guerra contra la metrópoli y, en el Segundo Congreso de Filadelfia de 1775, confiaron el mando de las tropas a George Washington. Su elección fue el resultante de un compromiso político entre Virginia y Massachusetts, pero también gracias a la fama obtenida en la Campaña de Braddock. El flamante jefe de las fuerzas coloniales se vio frente a la tarea de crear un ejército casi desde la nada. Al llegar a Boston se encontró con más de quince mil hombres, una masa de insurrectos indisciplinados, divididos en bandas hostiles entre sí, en harapos y mal armados; sin víveres ni vituallas, y además, cada asamblea provincial dictaba órdenes a su capricho. Aquí demostró George sus dotes de organización y su energía, disciplinando y adiestrando a los voluntarios, reuniendo provisiones y llamando al resto de las colonias en su apoyo. Así pudo organizar al ejército de Massachusetts, con el que ocupó Boston y expulsó, en 1776, de Nueva Inglaterra a los ingleses del general Howe. Ese año, ante la llegada de refuerzos para los ingleses, los norteamericanos habían proclamado la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica.

Washington había ganado el primer round, pero aún faltaban años de guerra en que sus hombres, estarían al borde de ser aniquilados. Entre los factores decisivos para alcanzar la victoria figuraron: su capacidad para infundir confianza a los soldados, su energía incansable y su gran sentido común. Nunca fue un estratega genial, pero supo mantener viva la llama del patriotismo, escuchando las opiniones de los generales a su mando, aunque tuviera que dejar de lado su propio parecer. Así, retiró sus tropas al sur y esperó la contraofensiva británica en Long Island. Desde entonces empleó, en Pennsylvania, una táctica de desgaste que le valió en 1776 las victorias de Trenton (tras cruzar de sorpresa el río Delaware) y Princeton, aunque también las derrotas de Brandwine y Germantown en 1777. En retirada, pudo contener a las fuerzas de Howe que avanzaban sobre Filadelfia, aunque, finalmente, la ciudad no pudo resistir y cayó en manos del jefe británico, pero los ingleses habían sufrido un desastre considerable y el general Burgoyne fue obligado a capitular en Saratoga, el 17 de octubre, ante el asedio de Gates. El éxito obtenido por la Revolución americana conmovió en Europa a los adeptos del enciclopedismo y voluntarios acudieron en auxilio de las huestes de Washington, quién tras el duro invierno de Valley Forge, pudo reanudar la lucha gracias a los refuerzos recibidos. El gobierno francés vio la oportunidad de vengarse de la derrota de la Guerra de los Siete Años, por lo que, en 1778, firmó una alianza con los Estados Unidos, a la que se sumaría, al año siguiente,  Carlos III de España. Con la ayuda recibida pudo recuperar Filadelfia, sitiar Nueva York y dirigirse hacia el sur para cortar el avance de lord Cornwallis, que avanzaba con el grueso de las tropas inglesas que, el 19 de octubre de 1781 se vio obligado a capitular, tras caer prisionero con todo su ejército. Esta rendición significó la definitiva victoria de los colonos y el reconocimiento de la independencia por parte de Inglaterra, antes de firmarse la Paz en Versalles, el 20 de enero de 1783.





 

En 1778, estando en plena guerra, el Congreso había promulgado la Ley de Confederación, primera tentativa para constituir un bloque homogéneo con los entonces trece estados de la Unión. Pero esta Ley dio escasos resultados, pues la situación del país exigía más un poder central fuerte que un gobierno sin atribuciones. Estando en la cumbre de la fama tras los triunfos militares, Washington tuvo que hacer frente a la reconstrucción nacional. Se negó a aceptar la corona que algunos notables le ofrecían, combatiendo así la reacción monárquica de algunos sectores del país; y proclamó la necesidad de promulgar una constitución. Su postura federalista, que defendía la creación de un poder central que defendiera los intereses norteamericanos en el exterior y equilibrara las tendencias partidistas de los territorios, supo conciliarse con la de los republicanos, partidarios de conservar la independencia política y económica de los estados. El acuerdo los dos grupos, dio lugar a la Constitución del 17 de septiembre de 1787, que tiene el honor de ser la primera carta constitucional escrita que reguló la forma de gobierno de un país. Una vez más, las dotes de George Washington hicieron que las esperanzas fueran puestas en él, y el Congreso lo eligió como primer presidente de los Estados Unidos en 1789.

Sus ocho años de gobierno, se caracterizaron por la prudencia, la sensatez y sobre todo el respeto a la ley. Eligió cuidadosamente a los cuatro miembros de su gabinete, Thomas Jefferson en la Secretaría de Estado, el general Henry Knox en la de Guerra, Alexander Hamilton en la del Tesoro y Edmund Randolph en la de Justicia, estableciendo un riguroso equilibrio entre republicanos y federales, lo que posibilitó la puesta en funcionamiento del aparato que coordinaría y dirigiría la administración. Para hacer frente a los graves problemas económicos, aplicó una férrea política fiscal, esforzándose en asociar los grandes capitales con el Estado, para comprometerlos en la estabilidad de la nación. Con el mismo objetivo creó el Banco de los Estados Unidos; y, a fin de promover el desarrollo industrial, dictó una serie de medidas proteccionistas que le valieron el apoyo de la burguesía.

Elegido para un segundo mandato en 1793, había sido Jefferson quien, ante sus dudas, lo convenció de que aceptara el cargo. En esta segunda etapa tuvo que resolver problemas, como el suscitado en el Oeste por la oposición a los impuestos sobre el aguardiente, que originó en 1794 la sublevación conocida como Whiskey Rebellion, la cual fue reprimida por las tropas enviadas por orden del presidente. Otro elemento de desgaste fue el choque entre Jefferson y Hamilton, motivado por la radicalización de la Revolución francesa y el conflicto armado que asolaba Europa. Mientras el secretario de Estado se inclinaba por el apoyo de Estados Unidos a la Francia revolucionaria, el secretario del Tesoro defendía la neutralidad. Washington, que al principio, trató de mantener la armonía entre ambos, finalmente, apoyó, una vez declarada la guerra europea, las posiciones de Alexander Hamilton, decidiéndose por la neutralidad; a lo que Thomas Jefferson reaccionó manifestando su disconformidad, abandonando el gobierno, oponiéndose así al centralismo del presidente, el cual, había declarado sus simpatías probritánicas, a pesar de la enorme deuda que su país tenía con Francia. De esta forma, la estrella política de Washington comenzó a declinar, hasta ensombrecerse totalmente cuando se conocieron los términos del acuerdo comercial firmado por Gran Bretaña, el Tratado Jay del 25 de junio de 1794, aun así, fue elegido por tercera vez, aunque en esta ocasión se negó tajantemente, aduciendo que quería volver con su familia. En realidad, le frenaba el miedo a la tentación dictatorial que desvirtuaría el origen democrático de su lucha por la independencia, y no dudó en regresar a su plantación de Virginia.

Los dos últimos años de su vida, los dedicó a cuidar de su familia y sus propiedades, solo interrumpido en 1798, por una breve periodo en que se le nombró comandante en jefe del ejército ante el peligro de una inminente guerra con Francia. En el invierno siguiente regresó a su casa agotado, una aguda laringitis lo llevó a la muerte el 14 de diciembre de 1799. Muerte que enfrentó con su serenidad característica, la misma que le había permitido afrontar el peligro de los campos de batalla con absoluta tranquilidad.

 

Bibliografía

  • Biografías MCN.
  • WikipediA   

 

 

 


Los interesados

podéis adquirirlos

en los siguientes enlaces:

Tapa blanda (8,32€)

Versión Kindle (3,00€)

 

 

 


Ramón Martín


Comentarios

Entradas populares