Segunda República Española-Guerra de 1936-1939
En
el capítulo anterior
España se debatía entre los que se sublevaban contra el Gobierno legalmente
establecido, y los que quieren evitar, a toda costa, que ese Gobierno caiga en
manos de los militares. En 1920, José Ortega y Gasset ya escribía que, los
militares del siglo XIX no creían que fuera preciso luchar para obtener el
triunfo en uno de los varios pronunciamientos que se produjeron; ellos no iban
a luchar sino a tomar posesión del poder. Esa era la creencia de los sublevados
en 1936; pero ante la encontrada resistencia, tan inesperada como tenaz, su
movimiento se dislocó en el plano político. Era preciso buscar un sustentáculo
ideológico. Pero, ¿Cómo encajar esto? Entre los generales hay monárquicos
borbónicos y carlistas, por otro lado, está la Falange, y empieza a parecer
necesario dar al movimiento un cariz fascista, debido a que alemanes e
italianos han comenzado a enviar material; y no podemos dejar de lado que
algunos de los generales son declarados republicanos.
José Antonio Primo
de Rivera se encuentra preso en Alicante, José Calvo Sotelo
ha sido asesinado, y el 20 de julio el general Sanjurjo muere en un oportuno
accidente de aviación, cuando se traslada de Lisboa a Burgos, ciudad en donde
funciona de forma provisional, una junta de generales presidida por el general Miguel Cabanellas.
Emilio Mola
podría ser el jefe, pero debido a su arraigo tradicionalismo sería mal visto
por los falangistas. Esta situación favorece a Francisco Franco,
—lo cual se veía venir a raíz de los últimos acontecimientos—, que es nombrado
jefe del Estado el 1 de octubre de 1936. Meses más tarde, se produce la
unificación entre tradicionalistas y falangistas, nace así la Falange
Española Tradicionalista y de las JONS, un partido único del cual se
declara jefe Franco. Vemos como acapara el poder del partido único y de la
parte sublevada del país.
De los intentos de hacerse con el
poder, en la mayor parte posible del territorio, se pasa rápidamente a una
guerra en la que el ejército de África más la Legión Extranjera y los Regulares
apoyados por material y personal alemán e italiano, se enfrentan a una minoría
de militares, defensores de la legalidad; algunos guardias civiles, fieles a su
deber; guardias de asalto; pero sobre todo al pueblo.
No pretendo hacer una cronología de
los principales combates y batallas que se desarrollaron durante los casi tres
años que duró la guerra, aunque de forma cronológica iré haciendo un repaso por
los más significativos.
En Melilla, el 17 de julio, los
oficiales que estaban al tanto de los planes del alzamiento militar, trazan los
planes para ocupar, al día siguiente, todos los edificios públicos, lo que comunican
a los dirigentes falangistas. Los sublevados arrestan al general Romerales,
fusilándolo junto con el delegado del gobierno y el alcalde de Melilla que se
resistían a la rebelión. A continuación, proclaman el estado de guerra e
inician, de forma anticipada el levantamiento, una vez informados sus
compañeros del protectorado de Marruecos que habían sido descubiertos. En los
tres días siguientes
el golpe se fue extendiendo
a las guarniciones de la península,
Canarias y Baleares.
Los sublevados no consiguieron
apoderarse de Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga o Murcia, aunque sí
controlaron Sevilla, Córdoba, Granada, Cádiz, Valladolid y Zaragoza, más todo
el Protectorado de Marruecos, Canarias (menos la isla de La Palma) y Baleares
(excepto Menorca), aunque dominaban
cerca de la mitad de la península (Galicia, León, Castilla la Vieja, Álava,
Navarra, gran parte de la provincia de Cáceres, y la mitad occidental de
Aragón, incluyendo las tres capitales, menos Asturias, Santander, Vizcaya y
Guipúzcoa, que quedaron aisladas del resto de la zona republicana, y Cataluña.
Fuera de esta área controlaban puntos de resistencia aislados dentro de la zona
republicana como la ciudad de Oviedo,
que soportó un duro asedio por parte de
los republicanos, hasta el 17 de octubre; el cuartel de Simancas en Gijón, el Alcázar de Toledo
o el santuario de la
Virgen de la Cabeza (Jaén). Esta España controlada por los sublevados se
correspondía con la rural.
Se calcula que un 70 % de los 15 000
jefes y oficiales, combatieron en el bando sublevado. De los 210.000 soldados
de tropa y suboficiales que constituían el ejército regular en 1936, unos 120.000
quedaron en zona sublevada, de ellos, 47.000 formaban el Ejército de África, compuesto
por la Legión Extranjera y los Regulares (tropas indígenas moras mandadas por
oficiales españoles) que era la fuerza militar más experimentada de todo el
ejército español. La Guardia Civil, por su parte, quedó dividida entre ambos
bandos, rompiendo así su juramento de estar siempre al servicio de la nación.
En conclusión, el bando sublevado no tuvo que construir su ejército, entre sus
fuerzas. Por otro lado, los carlistas (requetés) y los falangistas, fueron integrados
en el ejército, al
contrario de lo que sucedió
entre los republicanos donde las milicias obreras, especialmente las
anarquistas, siempre desconfiaron de la institución militar, con la excepción de los comunistas.
En cuanto a la ayuda extranjera, los sublevados
recibieron suministros desde el primer día por parte de la Alemania nazi y la
Italia Fascista, y pronto se añadieron unidades de la Legión Cóndor alemana y
el CTV italiano, en un flujo continuo que nunca se detuvo a largo de toda la
guerra. En cuanto a la ayuda extranjera la República, debido a la falta de
ayuda por parte de Francia y Gran Bretaña, que además impulsaron el Comité
de No Intervención (cuya prohibición de suministrar armas no cumplirían ni
Alemania ni Italia, a pesar de haber firmado el acuerdo), tuvo que adquirir
material bélico donde pudo, lo que le hizo depender de los suministros de la
Unión Soviética, cuyo material bélico acompañado por instructores y consejeros
militares, junto con las Brigadas Internacionales reclutadas por la
Internacional Comunista o Komintern, no comenzó a llegar hasta octubre de 1936;
no pudiendo, además, contar con ninguna unidad militar completa organizada. Tras
la decisión del gobierno de José Giral
de licenciar a las tropas para evitar que la sublevación se extendiera, estuvo
constituida por unidades sueltas y por las milicias de las organizaciones
obreras. Será a partir de la llegada, el 5 de septiembre de 1936, del gobierno
de Largo Caballero,
cuando se inició la construcción de un verdadero ejército, militarizando a las
milicias e integrandolas en las Brigadas Mixtas, primer paso para la creación
del Ejército Popular, que siempre careció de mandos profesionales; un problema
que fue mayor en el caso de la Armada.
Nada más conocer el Gobierno que la
sublevación militar había triunfado en el Protectorado, el ministro de Marina
José Giral ordenó que varios barcos de guerra se dirigieran a bloquear Ceuta,
Larache y Melilla para evitar así el paso a la península de las tropas
coloniales. El día 19 de julio, sofocada la rebelión en Madrid, salieron hacia
la sierra de Guadarrama varias columnas de milicianos, junto a las unidades
militares que habían sido disueltas por orden del gobierno. Allí impidieron que
las columnas enviadas por Mola consiguieran atravesar los puertos de montaña de
la sierra madrileña y llegar a la capital, quedando el frente norte de Madrid
estabilizado hasta el final de la guerra. Mientras tanto, desde Barcelona,
donde tampoco triunfó la sublevación, salieron varias columnas para dirigirse a
Aragón. La más numerosa de estas columnas, fue la columna Durruti, así
llamada estar encabezada por el líder de la FAI Buenaventura Durruti
Dumange. Desde Valencia, salió hacia Teruel la columna de Hierro.
También desde Barcelona una expedición a Mallorca.
El bloqueo del Ejército de África se
pudo superar gracias a ayuda que recibió por parte de la Alemania nazi y de la
Italia fascista. El 26 de julio llegaban a Marruecos los primeros 20 aviones Junkers
acompañados por cazas, y, cuatro días después, los primeros 9 cazabombarderos
italianos. Con estos medios aéreos, pudieron organizar un puente aéreo para
transportar a legionarios y regulares. Sin embargo, el desbloqueo completo no
se produciría hasta que, el Gobierno, decidió transferir la mayoría de sus
barcos de guerra al Cantábrico, posiblemente el mayor error de la Guerra Civil.
Decisión motivada por la negativa de Gran Bretaña a que el Gobierno legítimo de
España, pudiera detener el tráfico neutral dirigido al territorio enemigo, por
lo que los buques de guerra republicanos no podrían impedir que los mercantes
alemanes e italianos desembarcaran material de guerra en Ceuta, Melilla, Cádiz,
Algeciras o Sevilla.
El 1 de agosto, Franco, da la orden de
que las columnas avancen desde Sevilla hacia Madrid a través de Extremadura, ya
que siguiendo esta ruta se unirían las dos zonas controladas por los
sublevados. Se inicia así la Campaña de Extremadura, con la llamada «columna de la muerte», debido a la brutal represión que
aplicó en las localidades extremeñas por las que pasó, siendo el hecho más
destacado la matanza de Badajoz;
avanzó rápidamente, estableciendo contacto con las fuerzas sublevadas del
norte. El avance se volvió en dirección noreste para alcanzar el valle del Tajo
y el 2 de septiembre caía Talavera de la Reina, ya en la provincia de Toledo. El
rápido avance de
los sublevados hacia Madrid y la inminente caída de Irún, provocaron la
dimisión del presidente José Giral. El 5 de septiembre se formaba un nuevo
gobierno presidido por el socialista Francisco Largo Caballero, que asumía la
cartera de Guerra, con el objetivo de organizar un ejército que pudiera detener
el avance de los sublevados y ganar la guerra. La rapidez con que cayeron las
poblaciones en el avance por Extremadura se debió a que el Ejército de África
estaba integrado por tropas mercenarias (legionarios y regulares) que estaban
mejor entrenadas y curtidas en combate, las únicas profesionales en aquellos
primeros meses de guerra, mientras que fuerzas republicanas estaban integradas,
mayoritariamente, por milicianos faltos de adiestramiento militar. Además, los milicianos, procedentes de
organizaciones obreras y partidos de izquierda, desconfiaban de los militares
profesionales, rechazando la disciplina, con una excepción, los comunistas que
pedían la militarización de las milicias y la creación de un Ejército Popular
siguiendo el modelo del Quinto Regimiento
creado por ellos.
El 21 de septiembre se reunían los
generales sublevados en una finca situada en los alrededores de Salamanca,
donde nombrarían a Franco, mando único. Una semana más tarde volverían a
reunirse para dilucidar el mando político. El general Franco decidió desviar
las columnas que avanzaban hacia Madrid, en dirección a Toledo, para levantar
el asedio del Alcázar de Toledo, donde, al mando del director de la
Escuela Central de Educación Física, el coronel José Moscardó,
guardias civiles, cadetes, algunos voluntarios, con el escudo de la población
civil allí refugiada, resistían los ataques republicanos. Esta decisión, posiblemente, hizo perder a los
sublevados la posibilidad de tomar Madrid antes de que se organizase su
defensa, aunque también es posible que Franco, con esta decisión, consiguiera
desgastar a un ejército que aún no estaba organizado. Era importante que,
mientras los sublevados seguían recibiendo nuevo material, al ejército del
gobierno se le privara del mayor numero de tropas y de material. El mismo día que se levantaba el asedio, el 28 de
septiembre, Franco era nombrado jefe del Gobierno del Estado Español, mientras
dure la guerra. El 8 de octubre, el Ejército de África, en San Martín de
Valdeiglesias, toma contacto con las fuerzas del norte mandadas por el general
Emilio Mola, quedando el norte republicano rodeado por tierra por los rebeldes.
Así, a principios de octubre, las fuerzas sublevadas se encontraban a entre 40
y 55 kilómetros de la capital. Aunque las fuerzas republicanas opusieron una mayor
resistencia debida a la reorganización emprendida por el gobierno Largo
Caballero, los ejércitos sublevados fueron estrechando el semicírculo que
atenazaba a la capital.
En los primeros días de noviembre, los
sublevados daban por hecho la toma de la capital, tanto que, Radio Lisboa llegó
a anunciar la caída de la ciudad (narrando la entrada triunfal de Franco a
lomos de un caballo blanco). El 6 de noviembre, cuando parecía que el ejército
sublevado estaba a punto de entrar en Madrid, el gobierno de Largo Caballero
decidió trasladarse a Valencia, encomendando la defensa de la ciudad al general
José Miaja Menant presidiendo
una Junta de Defensa. Dos días después comenzaba la Batalla de Madrid,
que duraría hasta el final de la guerra dos años y medio después, y que en todo
momento estuvo dirigida por el coronel Vicente Rojo Llull.
El día 13, tras los violentos combates de los días 8 y 11 de noviembre, los
sublevados ocupaban el cerro de Garabitas y dos días después, tras cruzar el
río Manzanares, se adentran en la Ciudad Universitaria,
de donde no pudieron pasar, al no poder vencer la resistencia que presentaron
las fuerzas republicanas, junto a las primeras Brigadas Internacionales.
El 23 de noviembre Franco desistió de continuar con el ataque frontal a la
capital, quedando el frente estabilizado.
Fracasado el ataque frontal, los
sublevados decidieron envolver Madrid por el noroeste cortando la carretera de
La Coruña y penetrando por allí en la capital. En el primer intento que tuvo
lugar a finales de noviembre, solo pudieron avanzar tres de los siete
kilómetros previstos, quedando detenido el ataque. El segundo intento tuvo
lugar en diciembre, constituyendo un nuevo fracaso. El tercer y último intento
tuvo lugar a principios de enero de 1937, cuando, los sublevados con un
importante ejército, la División Reforzada de Madrid, se enfrentaron a un ejército
republicano con cinco divisiones, mandadas por dos oficiales retirados por la
ley Azaña de 1931, dos oficiales de las fuerzas de seguridad, y al comunista Juan Guilloto León "Modesto".
Entre los días 6 y 9 de enero la División Reforzada atacó, pero los
republicanos resistieron y tuvieron que desistir de su avance. Fracasado el
nuevo intento, los sublevados lo intentan por el sureste, en un avance dirigido
al río Jarama, destinado a cortar la carretera de Valencia, por donde Madrid
recibe la mayoría de sus suministros. La Batalla del Jarama
batalla del Jarama se inició el 4 de febrero, dándose por finiquitada el 27 de
febrero de 1937.
Al tiempo que tenía lugar la Batalla
del Jarama, Málaga
era tomada por los sublevados el 8 de febrero de 1937, gracias a la
intervención de las unidades motorizadas del Corpo di Truppe Volontarie
(CTV) que Mussolini había comenzado a enviar dos meses antes. En el ataque participaron los cruceros Baleares
y Canarias.
Aunque las milicias republicanas se batieron con indudable valor, tuvieron que emprender
la huida por la carretera costera de Málaga a Almería acompañadas por miles de
civiles, siendo atacados por aviones italianos y los barcos de los sublevados.
Para el Gobierno republicano, la derrota señaló el comienzo de la decepción de los comunistas con respecto a
Largo Caballero como Jefe de Gobierno y ministro de la Guerra, llegando las
consecuencias a los mandos nombrados por Largo, los cuales fueron procesados como
resultado de las investigaciones llevadas a cabo después del desastre.
Envalentonado el Corpo di Truppe Volontarie
(CTV), tras la toma de Málaga, insisten en realizar el que será tercer y último
intento de envolver Madrid, a lo que accedió Franco, dando lugar a la Batalla de
Guadalajara. La idea italiana consistía en dirigirse a
Guadalajara y una vez tomada esta ciudad cortar la carretera de Valencia y
entrar en Madrid por el noreste. A pesar de desplegar buena parte de los 48.000
soldados con que contaba el CTV, El 19 de marzo las fuerzas republicanas
detuvieron su avance. El 23 de marzo terminaba la batalla, destacando el hecho
de que muchos «legionari» del CTV fueron capturados por los «garibaldini» de
las Brigadas Internacionales. La batalla de Guadalajara había sido el último
intento de tomar Madrid, y solo una semana después se inició la Campaña del
Norte, con el objetivo de controlar sus recursos mineros e industriales, además
de que su conquista permitiría trasladar la flota sublevada al Mediterráneo
para intentar detener el tráfico marítimo dirigido a los puertos republicanos.
La ofensiva, al mando del general Mola
se inició el 31 de marzo de 1937 desde las posiciones alcanzadas en octubre del
año anterior, situadas a unos 35 kilómetros
al oeste de San Sebastián. El Ejército Vasco reclutado por José Antonio Aguirre
rechazaba la autoridad del general Francisco Llano de la Encomienda que era el
jefe del Ejército del Norte. En una primera ofensiva, los sublevados, a pesar
de contar con superioridad naval y aérea, avanzaron poco debido a la fuerte
resistencia encontrada y a las malas condiciones meteorológicas. La segunda
ofensiva iniciada el 20 de abril tuvo más éxito alcanzando cinco días después
la línea Guernica-Durango. El día 26 de abril, tras haber bombardeado Jaén y
Durango los días anteriores, se produjo el bombardeo de
Guernica por aviones de la Legión Cóndor y del CTV causando numerosas
víctimas civiles y una enorme destrucción, ya que se utilizaron también bombas
incendiarias. Tres días después era ocupada la ciudad y el día 30 de abril
llegaban a Bermeo. Momento elegido para que ambos ejércitos se reorganizaran. El
«lehendakari» Aguirre asumió el mando supremo del ejército vasco para defender
las fortificaciones alrededor de Bilbao, el llamado «Cinturón de Hierro»,
que había perdido parte de su utilidad porque el ingeniero que las había
diseñado, Alejandro Goicoechea, se había pasado al bando sublevado. Gracias a esta
circunstancia, los rebeldes pudieron penetrar por sus puntos débiles mientras
Bilbao era bombardeada por la artillería y por la aviación. Bilbao cayó el 19 de junio, sin que el gobierno
de Valencia, presidido desde el 17 de mayo por el socialista Juan Negrín López,
tras superar la crisis de los sucesos de mayo de 1937, hubiera podido organizar
algún ataque en otros frentes que hubiera dificultado el avance rebelde.
Era necesario aliviar la presión sobre
Madrid, al tiempo que se hacía lo mismo en la Norte. Es por esto por lo que el
Gobierno decidió, el 6 de julio, emprender la Batalla de Brunete
conquistando primero ese pueblo situado al oeste de la capital, para tomar
después la dirección sureste y encontrarse con otras fuerzas que avanzarían
desde el sur, lo que, en el caso de tener éxito, obligaría a los rebeldes a replegarse
si no querían verse cercados. El ataque fue lanzado por el reorganizado V
Cuerpo de Ejército republicano al mando del comandante de milicias Juan
Modesto, que, además, contaba con el apoyo de unidades de tanques T-26
soviéticos que ocupó Brunete, sin apenas resistencia, lo que trajo como
consecuencia la rápida reacción de Franco, enviando unidades de la Legión y de
Regulares más las brigadas de Navarra y 150 aviones italianos y alemanes
retirados del frente del Norte. La batalla, de una dureza extraordinaria,
concluyó el 26 de
julio, por agotamiento. El Ejército
Popular Republicano retuvo importantes sectores de territorio, aunque perdió
Brunete. Los sublevados se reorganizaron para reanudar la Campaña del Norte
atacando Santander desde el sur.
La batalla de Santander comenzó el 14
de agosto atacando Reinosa que fue ocupada en solo dos días. La resistencia
republicana en la costa se desplomó ante el avance de la CTV italiana, gracias
a la superioridad aérea ya que, los republicanos no pudieron enviar aviación
debido a la lejanía de las bases. Las fuerzas republicanas estaban mandadas por
el general Mariano Gamir Ulibarri, que había sido nombrado el 6 de agosto. El
24 de agosto, diez días después de iniciada la ofensiva, fue ocupada la ciudad
de Santander cuando fuerzas de orden público, una vez evacuados sus mandos,
izaron bandera blanca. Fueron muchos los que se pasaron, lo que daba fe de la
desmoralización de las filas republicanas.
La segunda ofensiva republicana para
aliviar la presión sobre el Norte llegó tarde puesto que comenzó el mismo día que
caída Santander. Se desarrolló en el frente de Aragón, que se mantenía
inalterado desde el inicio de la guerra cuando las columnas anarquistas, junto
a las del POUM salieron de Cataluña y ocuparon la mitad oriental de Aragón,
aunque no consiguieron conquistar Zaragoza. El 24 de agosto dio comienzo la
ofensiva, cuyo propósito era romper el frente y alcanzar Zaragoza, lo que
obligaría a Franco a suspender, de nuevo, su ofensiva del Norte. Al norte del
Ebro operaban las divisiones anarquistas, mientras al sur lo hacían las comunistas
dirigidas por Enrique Lister
Forján y los dos generales internacionales Walter y Kléber. Tras
tomar Codo y Quinto, el día 26, cercaron Belchite, dando comienzo la Batalla de Belchite.
Los rebeldes encargados de la defensa del pueblo resistieron hasta el 3 de
septiembre. Los rebeldes iniciaron una contraofensiva que, al norte del Ebro,
hizo retroceder a los anarquistas y, al Sur, en Fuentes de Ebro situado a 26
kilómetros de Zaragoza, consiguió derrotar a los tanques BT-5
y a la XV Brigada Internacional. Belchite permaneció en poder de los
republicanos, pero los dos objetivos de la ofensiva no se consiguieron: no se
tomó la capital aragonesa y no se detuvo el avance rebelde en el frente norte.
Tras ser ocupada Santander, el 1 de septiembre dio comienzo la ofensiva de
Asturias, para poner fin al último territorio de la franja norte republicana.
Unos días antes se formó en Gijón, el Consejo Soberano de Asturias y León
bajo la presidencia del socialista Belarmino Tomás, uno de los dirigentes de la
Revolución de Asturias de octubre de 1934, que intentó organizar la defensa. La
resistencia al avance enemigo fue muy difícil debido a la carencia de material
y alimentos, y la desmoralización de las tropas produjo retiradas desordenadas.
No obstante, hasta el 21 de octubre no fue tomado Gijón, último reducto de la Asturias
republicana y de todo el norte.
Las consecuencias de la victoria rebelde
en el Norte tuvieron una gran importancia en el curso de la guerra, ya que Franco
pudo concentrar todas sus fuerzas en las zonas Centro y Mediterráneo, además de
hacerse con una industria que no había sido destruida. La victoria restableció
el orgullo de Mussolini, perdido por la derrota en Guadalajara, que en adelante
cooperaría con Franco. También, la opinión internacional juzgaba que, una vez
perdido el Norte, la victoria era cuestión de tiempo. En noviembre el gobierno de
Negrín decidió trasladarse de Valencia a Barcelona, donde ya se encontraba el
presidente de la República Manuel Azaña
para activar la industria de guerra catalana, que quedó bajo la autoridad del
gobierno de la República, y así poder suplir la pérdida de las fábricas de
armamento de Vizcaya, Cantabria y Asturias, además de asentar definitivamente
la autoridad del gobierno en Cataluña, lo que relegó al gobierno de la
Generalidad de Lluís Companys a un papel secundario.
El 12 de diciembre de 1937, la 11ª
División republicana al mando de Enrique Líster corta las vías de comunicación
de Teruel con la retaguardia rebelde. Da comienzo la Batalla de Teruel.
La estrategia ha sido diseñada por el jefe del Estado Mayor republicano, el
coronel Vicente Rojo. El objetivo es conquistar el saliente de las líneas
enemigas que representa Teruel; además, impedirá el ataque previsto, para el
día 18 de diciembre, por los rebeldes contra Madrid. Franco reaccionó, rápidamente,
para romper el cerco de Teruel, pero al no conseguirlo en un primer intento,
envió más fuerzas y suspendió el ataque sobre Madrid.
En la batalla se mostraron las
debilidades del ejército republicano, por lo que Franco pospuso el ataque a
Madrid, para, en su lugar, lanzar la ofensiva contra Cataluña y Valencia. El
ataque comenzó, el 9 de marzo, al sur del Ebro, derrumbándose el frente
republicano, ante la cantidad de fuego artillero y aviación. El día 14 el CTV
tomaba Alcañiz y el 17 los rebeldes tomaban Caspe, después de reconquistar
Belchite. El norte del Ebro, tomaron Fraga el 27 de marzo y a principios de
abril llegaron a Lérida. Al norte de la capital ilerdense, avanzaron hasta el
Noguera Pallaresa, estableciendo cabezas de puente en Balaguer y Tremp. Una vez
alcanzadas estas, Franco descartó dirigirse hacia Barcelona, optando por
avanzar hacia el Mediterráneo, al sur de la desembocadura del Ebro, objetivo
que alcanzó el 15 de abril al llegar a Vinaroz. La zona republicana quedaba
dividida en dos. El fracaso de la Batalla de Teruel y el derrumbe del
frente de Aragón provocaron la crisis de marzo de 1938, y el presidente del Gobierno
Juan Negrín intentó que Indalecio Prieto
Tuero dejara el Ministerio de Defensa ya que, al igual que el
presidente de la República Manuel Azaña, consideraba que el ejército
republicano no podría ganar la guerra, siendo necesario negociar una rendición
con apoyo franco-británico. Al no conseguirlo Negrín le pidió que abandonara al
gobierno, asumiendo Negrín, 6 de abril, dicha cartera ministerial, con el comunista
coronel Antonio Cordón
como Subsecretario de Guerra, que procedió
a reorganizar las fuerzas republicanas en dos grandes grupos: el GERC (Grupo de
Ejércitos de la
Región Centro-Sur) y
el GERO (Grupo de Ejércitos de la Región Oriental).
Alcanzado el Mediterráneo, Franco
dirigió su ataque contra Valencia en lugar de contra Barcelona, sede del Gobierno
republicano, no porque Cataluña fuera un bocado difícil, sino porque el posible
acercamiento de las fuerzas alemanas e italianas a la frontera francesa podría
suscitar tensiones internacionales. De esta manera se inicia la ofensiva del
Levante cuyo plan consistía
en avanzar por la costa desde Vinaroz y desde Teruel por el interior, para converger
en Sagunto, y desde allí tomar Valencia. Pero con lo que no contaba Franco, fue
con la dura resistencia republicana, cuando sus tropas, tras conquistar
Castellón de la Plana el 13 de junio, alcanzaron la línea de fortificaciones conocida
como Línea XYZ que se extendía desde Almenara, al norte de Sagunto en la
costa, hasta el río Turia en el interior. Allí los rebeldes tuvieron que
detener su avance.
El 25 de julio de 1938 el Ejército del
Ebro republicano, del recién creado GERO, cruza por sorpresa el río Ebro entre
Mequinenza y Amposta con el objetivo de atacar desde el norte al ejército
rebelde que se acercaba a Valencia. Se iniciaba la Batalla del Ebro.
El grueso del Ejército republicano llegó a las puertas de Gandesa, población
que no logró tomar. Entre el 2 o el 3 de agosto la ofensiva republicana había
fracasado, y a partir de ese momento las operaciones se centraron en la bolsa
ganada por los republicanos al sur del Ebro, donde se defendieron a toda costa.
Algunos colaboradores de Franco le aconsejaron abandonar el frente del Ebro,
una vez detenido el avance republicano, y reemprender la ofensiva contra
Valencia, pero Franco pensó, en destruir hombres y material de lo mejor de las
fuerzas republicanas. Tras tres meses de duros combates, los republicanos
tuvieron que retirarse y volver a cruzar el Ebro en sentido contrario. El 16 de
noviembre lo hacían las últimas unidades. La Batalla del Ebro había terminado. Mientras
tenía lugar la Batalla del Ebro estalló la crisis de los Sudetes que bien podía
conducir a la guerra en Europa, por lo que Negrín decidió retirar las Brigadas
Internacionales buscando conseguir una actitud favorable hacia la República de
Francia y Gran Bretaña. Lo mismo hizo Franco al reducir la presencia de tropas
italianas y garantizar a Gran Bretaña y Francia que se mantendría neutral si
estallara la guerra en Europa. Pero, el cierre de la crisis con los Acuerdos
de Múnich del 29 de septiembre de 1938, según los cuales Checoslovaquia
entregaba los Sudetes a Hitler, supuso una nueva derrota para la República, ya
que el acuerdo significaba que Francia y Gran Bretaña, continuaban con su
política de sumisión ante la Alemania nazi, y si no intervenían para defender a
Checoslovaquia menos lo harían para ayudar a la República española.
Los dos ejércitos salieron muy malparados
de la batalla del Ebro, pero los rebeldes se repusieron rápidamente gracias a
las ayudas de Alemania e Italia, por lo que, a primeros de diciembre de 1938, ya
estaban preparados para comenzar la ofensiva de Cataluña. El ataque a Cataluña
se retrasó por el mal tiempo, comenzando el 23 de diciembre, y encontrando fuerte
resistencia durante las dos primeras semanas. El 6 de enero, los restos del
Ejército del Ebro estaban diezmados, mientras el Ejército del Este, se batía en
retirada. El jefe de Estado Mayor republicano, el general Vicente Rojo,
proyectó una maniobra de diversión en la zona centro-sur para aliviar la
presión sobre Cataluña, pero fracasó; la ofensiva en el frente de Extremadura
tuvo escaso éxito por la falta de material y medios de transporte. A partir de
la primera semana de enero de 1939 el avance de las tropas del Ejército de
África, era imparable gracias a la mejor preparación de sus mandos, a su
superioridad artillera y aérea por la presencia permanente de la Legión Cóndor
y de la aviación italiana, también influyó que, la flota sublevada impidió la
llegada a de material para las fuerzas gubernamentales, mediante el bombardeó
de los puertos. Artesa de Segre fue tomada el 4 de enero, Tárrega el 15, Villafranca del Panadés el 21, el 22 Igualada y el 24
alcanzaron el río Llobregat.
Los destrozados ejércitos
republicanos se retiraron hacia la frontera francesa acompañados por una muchedumbre de civiles
que colapsaba las carreteras. El 26 de enero los rebeldes, sin apenas
resistencia, entraban en Barcelona, que había sido abandonada por el Gobierno y
las autoridades militares, los cuales cruzaron la frontera francesa el 5 de
febrero después de celebrar una última reunión de las Cortes republicanas en el
castillo de Figueras. El 4 de febrero, había sido ocupada Gerona.
Entre el 5 y el 11 de febrero los restos
de los dos ejércitos republicanos del GERO cruzaron, ordenadamente, la frontera
francesa, deponiendo sus armas y siendo internados en campamentos sin las más mínimas
condiciones, más parecían los después vividos campos de concentración nazis y
franquistas. Menorca fue ocupada por los rebeldes, gracias a la ayuda británica.
Para evitar que la isla, que durante toda la guerra había permanecido bajo soberanía republicana, pudiera caer bajo
dominio italiano o alemán,
el gobierno británico
aceptó la propuesta
del jefe franquista Fernando Sartorius, conde de San Luis, para que un barco de
la Royal Navy lo trasladara a Mahón y negociar la rendición de la isla a cambio
de que las autoridades republicanas pudieran abandonarla bajo protección
británica. El gobierno británico puso en marcha la operación sin informar al
embajador republicano en Londres, y en la mañana del 7 de febrero arribaba al
puerto de Mahón el crucero Devonshire con Sartorius, donde se entrevistó
con el capitán de navío Luis González de Ubieta, quien no pudiendo consultar con
Negrín, aceptó las condiciones de la rendición. A las 05:00 del 9 de febrero el
Devonshire partía rumbo a Marsella con 452 refugiados a bordo.
Inmediatamente Menorca fue ocupada.
El día 9 de febrero cruzaba la
frontera francesa el presidente del gobierno, Juan Negrín, pero, al día
siguiente, en Toulouse cogió un avión para regresar a Alicante acompañado de
algunos ministros con la intención de reactivar la guerra en la zona
centro-sur, el último reducto de la zona republicana. Allí se desató una última batalla entre los que
consideraban inútil seguir
combatiendo y los que todavía
pensaban que, las tensiones en Europa acabaran estallando y Gran Bretaña y
Francia acudirían en ayuda de la República española, o que, al menos,
impondrían a Franco una paz sin represalias. El problema para Negrín, que instaló su cuartel general en la finca El Poblet
(cuyo nombre en clave era «Posición Yuste»), era cómo terminar la guerra sin combatir y sin
condiciones. La situación se hizo insostenible cuando el 27 de febrero, Francia
y Gran Bretaña reconocieron al gobierno de Franco como el gobierno legítimo de
España. Al día siguiente el presidente de la República Manuel Azaña que se
encontraba en la embajada española en París renunció a su cargo, siendo
sustituido, de forma provisional, por el presidente de las Cortes, Diego Martínez
Barrio. Mientas tanto, el coronel Segismundo Casado
López contra Negrín, convencido de que sería fácil liquidar
la guerra a través de un entendimiento entre militares, razón por la había entrado
en contacto con el Cuartel General de Franco, para rendir el ejército
republicano, sin represalias. Algo a lo que los emisarios del Franco no se
comprometieron. Casado consiguió el apoyo de jefes militares, como el
anarquista Cipriano Mera, jefe del IV Cuerpo de Ejército, y de algunos
políticos, como el socialista Julián Besteiro. Todos ellos criticaban la resistencia
a ultranza de Negrín y su dependencia del PCE. El 4 de marzo se sublevó la base
naval de Cartagena, y el almirante Miguel Buiza ordena zarpar a la flota y dirigirse
a la base naval de Bizerta en el protectorado francés de Túnez, a pesar de que
la sublevación había sido dominada por las fuerzas republicanas el día 7 de
marzo.
El día 5 de marzo, los partidarios de
Casado se apoderan de los puntos neurálgicos de Madrid, anunciando la formación
de un Consejo Nacional de Defensa presidido por el general Miaja. El
Consejo emitió un manifiesto por radio, en el que se deponía al gobierno de
Negrín, aunque nada dijo de las negociaciones de paz. Las unidades controladas
por los comunistas opusieron resistencia en la capital y sus alrededores, pero
fueron derrotados, firmando un acuerdo de paso de mando del Ejército
republicano al Ejército sublevado. Al día
siguiente Negrín y su
gobierno, junto con los principales dirigentes comunistas, abandonaron España para evitar ser apresados. Consumado
el golpe de Casado, Franco no concedió a Casado ninguna de las garantías pedidas.
Franco solo aceptaba una rendición sin condiciones. Casado y el Consejo
Nacional de Defensa embarcaron con sus familias el 29 de marzo en el
destructor británico que los trasladó a Marsella, solo se quedó el socialista
Julián Besteiro. Un día antes las tropas rebeldes hicieron su entrada en Madrid,
ocupando, sin lucha, toda la zona centro-sur que había permanecido bajo la
autoridad de la República durante toda la guerra. En Alicante desde el día 29 de marzo unas 15.000 personas que
habían huido se apiñaban en el puerto a la espera de
embarcar en algún barco. La
mayoría no lo
lograron y fueron apresados por las tropas italianas de la División Littorio,
al mando del general Gastone Gambara. Muchos de ellos fueron ejecutados allí
mismo. El 1 de abril de 1939 la radio del bando rebelde (Radio Nacional de
España) difundía el último parte de la guerra, que decía lo siguiente:
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el
ejército rojo, han alcanzado las tropas
nacionales sus últimos objetivos militares.
La guerra ha terminado”.
El Generalísimo
Fdo.
Francisco Franco Bahamonde
Burgos, 1 abril de 1939
OTRAS
PÁGINAS DE ESTA MISMA SERIE:
Segunda
República Española-Antecedentes: LEER AHORA
Segunda
República Española-Cinco años antes de…: LEER AHORA
Segunda
República Española-Julio de 1936, la sublevación militar ha llegado. LEER AHORA
Segunda República Española-Tras el fin de la guerra, llega el exilio: LEER AHORA
BIBLIOGRAFÍA
Segunda República de Rubén Buren
Breve Historia de la Segunda República Española de Luis F.
Iñigo Fernández
La Revolución española, vista por una republicana de Clara
Campoamor
Segunda República Española (1931-1936) de Julio Gil
Pecharromán
Historia de la Segunda República Española de Luis Palacios
Bañuelos
Historia de la Segunda República Española de Victor Alba
Crónica de la Guerra Española de la Editorial Codex, S.A.
Buenos Aires (Argentina)
Diversos capítulos de mis Blogs Personales: COSAS DE
HISTORIA Y ARTE y Una biografía en tu pantalla de Ramón Martín Pérez
Más información obtenida de libros, periódicos, páginas web
y folletos, en los cuales no se hace mención alguna de titularidad de derechos.
La mayoría de las fotos están tomadas de Internet y en
algunos casos son del propio autor.
En el caso de la existencia de un titular de los derechos
intelectuales sobre estos textos e ilustraciones, y desea que sean retiradas,
basta con ponerse en contacto conmigo.
Ramón Martín
Comentarios
Publicar un comentario