Coronel Vicente Rojo Llull



MILITARES DEL EJÉRCITO REPUBLICANO

Nacido el 8 de octubre de 1894, en Fuente la Higuera (Valencia), era huérfano de militar, e ingresó en la Academia de Infantería de Toledo en 1911, recibiendo su despacho de segundo teniente en 1914, fue el cuarto de una promoción de 390 cadetes. Veterano de las campañas de Marruecos y profesor de táctica de la Academia de infantería de Toledo, durante la República estudió en la Escuela Superior de Guerra y obtuvo el diploma de Estado Mayor. Curiosamente, el ejercicio táctico propuesto para diplomarse fue el paso del Ebro para establecer una línea defensiva entre Reus y Granadella, operación similar a la que dirigió durante la guerra civil. Católico practicante, fue miembro de la conservadora Unión Militar Española (UME).

El 18 de julio de 1936, al comenzar la sublevación de una parte del ejército, estaba destinado en la Escuela Superior de Guerra de Madrid, en la que era profesor, con el grado de comandante, y fue adscrito al Estado Mayor del ministerio el 20 de julio, en medio del desorden originado por la sublevación y la defección de muchos oficiales y jefes. Luego pasó a la columna de operaciones de Somosierra y regresó al ministerio el 6 de septiembre, cuando ya se había constituido el gobierno de Largo Caballero y el coronel Asensio Torrado había asumido el mando de las fuerzas de la región central.

En ese Madrid revolucionario siempre se declaró católico y legalista, lo que suscitó no pocos recelos en el ambiente enfebrecido de los primeros meses de combates. Ascendido a teniente coronel, comisionado por el gobierno, el 9 de septiembre, entró en el Alcázar de Toledo para parlamentar con Moscardo, jefe de los sitiados y conseguir su rendición, pero fracasó en el empeño. En ese mismo sector toledano, mandó una columna en un fallido intento de reconquistar Illescas.

A finales de octubre fue nombrado segundo jefe del Estado Mayor del Ministerio. Ante la marcha del gobierno a Valencia, en noviembre de 1936) y el consiguiente nombramiento de la Junta de Defensa de Madrid, Asensio Torrado le propuso como jefe del Estado Mayor de ese organismo, cargo desde el que planificó las operaciones para detener el avance de las columnas franquistas, cuya entrada en la capital se consideraba inevitable e inminente.

Su nombramiento fue aceptado por Miaja, presidente de la Junta. Su excelente actuación elevó su prestigio dentro del Ejército Popular, siendo condecorado con la Placa Laureada de Madrid y promovido a coronel en marzo de 1937.


Tras el excelente comportamiento del ejército republicano en la batalla del Jarama, en febrero de 1937, las fuerzas que combatían en el entorno de Madrid fueron reorganizadas y fusionadas en el Ejército del Centro, del que fue designado jefe del Estado Mayor, de nuevo a las órdenes del general Miaja. Su decisión de nombrar al teniente coronel Jurado Barrio como jefe del cuerpo de ejército que protagonizó la contraofensiva y el posterior triunfo en la batalla de Brihuega-Guadalajara en marzo de 1937, fue decisiva para que empezara a fraguarse su reputación como el más capacitado de los jefes militares republicanos. Tras la caída del gobierno de Largo Caballero, el nuevo ministro de Defensa Nacional, Indalecio Prieto le nombró Jefe de Estado Mayor de la Defensa, cargo que ocupó hasta febrero de 1939.

Ascendido a general en septiembre de 1937, dirigió al Ejército Republicano en sus de Brunete, Teruel y Ebro, después de ser confirmado en abril de 1938 por el jefe del gobierno y nuevo ministro de Defensa, Juan Negrín. Colaboró estrechamente con los comunistas, lo que le echaron en cara algunos compañeros de armas republicanos, como el coronel Jesús Pérez Salas, que entendía que favorecía la promoción de los oficiales procedentes de las milicias, y que llegó a considerarlo como un instrumento más del PCE.

Rojo, no era ni fue jamás comunista, no aceptando el carnet del PCE, sin embargo tuvo que admitir la servidumbre política al partido, probablemente desde antes de ser nombrado jefe del Estado Mayor de la Defensa de Madrid.

La primera operación concebida como jefe del Estado Mayor Central fue la ofensiva de Brunete, que tuvo lugar entre el 6 y el 14 de julio de 1937, y que es muy probable que fuera auspiciada por los comunistas en condiciones poco favorables, con el fin de frenar la marcha de los sublevados hacia Santander. El éxito inicial, con la toma de Brunete y Quijorna, no pudo mantenerse por mucho tiempo. Algo parecido ocurrió con la ofensiva sobre Zaragoza, en agosto del mismo año, que acabó por conocerse como la batalla de Belchite, aunque esta fue planeada por el teniente coronel Antonio Cordón, jefe de Estado Mayor del Ejército del Este, y aceptada por el Estado Mayor Central.


En diciembre de 1937 planeó y dirigió una ofensiva contra Teruel, donde el enemigo ocupaba un incómodo entrante en territorio republicano, a fin de obligarle a concentrar más tropas y frustrar un nuevo intento de presionar hacia Madrid. La toma de la ciudad, el 7 de enero de 1938, fue la única capital de provincia recuperada por los republicanos, constituyó un importante éxito táctico y estratégico, pero que, al cabo de mes y medio de encarnizados combates, bajo los rigores de un ambiente siberiano, no pudo consolidarse.
Los golpistas reconquistaron Teruel el 22 de febrero. Al día siguiente, Rojo presentó su dimisión, pero no le fue aceptada por Prieto, que le renovó la confianza, en un momento crítico de las operaciones militares. Pese a todos los refuerzos llevados al frente de Aragón, los gubernamentales no pudieron impedir las llegada del enemigo, el 15 de abril, al Mediterráneo por Vinaroz, cortando en dos del territorio republicano.

Ante la presión de los sublevados en toda Cataluña, Rojo concibió y organizó la más ambiciosa ofensiva, la del Ebro, con unidades mandadas principalmente por comunistas, con el coronel Juan Modesto Guilloto al frente, cuyo objetivo era llegar a Alcañiz. Como en otras ocasiones, la ofensiva fulgurante degeneró en combates de desgaste, por lo que el éxito inicial que supuso el paso del río por sorpresa el 25 de julio de 1938 y la toma de posiciones en su margen meridional quedó muy lejos del objetivo estratégico. La retirada del Ebro, el 15 de noviembre, señaló el principio de su eclipse como máximo estratega del Ejército Popular. Las críticas no se hicieron esperar por los que consideraron que la ofensiva del Ebro fue el último disparate estratégico cometido por el bando republicano.

Al producirse el derrumbamiento de Cataluña y la llegada del ejército franquista a la frontera francesa, el 10 de febrero de 1939, pasó a Francia. En sendos informes comunicó al presidente Azaña y al jefe del Gobierno, Negrín, que la guerra estaba irremediablemente perdida, aconsejando negociar la rendición. Los partidarios de Negrín y los comunistas le reprocharon que se negara a regresar a la zona centro-sur para organizar la resistencia a ultranza, pero él asegura en sus escritos que no recibió orden expresa para el regreso.

Al general Vicente Rojo, ya en la última decena de enero, concluyó que la resistencia era inútil, que era imposible sostener la guerra, pues no había ninguna posibilidad de éxito. El 9 de febrero, al pasar la frontera francesa, su decisión era irrevocable, y el día 12 comunicó a Negrín, por telegrama y por carta, su renuncia al cargo, pese a que el día antes había sido ascendido a teniente general, según decreto firmado por el presidente de la República en la embajada de París.

Esta actitud fue compartida esos días por su compañero el general Enrique Jurado Barrio, que también se encontraba en Francia. El jefe del Gobierno no quiso darse por enterado y les requirió su regreso. Rojo le replicó con una carta, el 28 de febrero, en la que reiteraba estar ya desligado del gobierno, a la vez que le pedía que asumiera la derrota y no creara una resistencia baldía. Tras producirse el golpe de Estado del coronel Casado, Rojo expresó por carta su adhesión al Coronel Matallana el 8 de marzo y le informó de que tanto él como Jurado no tendrían inconveniente en regresar a Madrid, ya que no deseaban seguir la suerte de los fugitivos políticos, sino, buena o mala, la de los militares que habían hecho la guerra honradamente. El 12 de marzo, mostró su adhesión al Consejo Nacional de Defensa. Aunque se mostró muy crítico con la ambición de Casado y la rivalidad de los anarquistas con los comunistas que adquirió dimensiones trágicas al final de la contienda. De Francia marchó a la Argentina y luego a Bolivia, donde fue profesor en la Escuela Militar de Cochabamba.

Regresó con su familia a España en 1957, previa mediación de un jesuita y un obispo bolivianos, y fue sometido a consejo de guerra y condenado a 30 años de cárcel, pero indultado inmediatamente. La condena fue por rebelión militar, una paradoja: por no haberse rebelado contra el gobierno de la República. Su regreso suscitó críticas entre los militares más recalcitrantes y vengativos.


Para la realización de esta biografía se ha consultado Nubeluz y WikipediA. Las imágenes de WikipediA y Pinterest.

Comentarios

  1. Buen planificador, mal ejecutor. Por otra parte los planes que montaba pecaban de excesivamente complicados para las tropas a las que estaban dirigidos. Ningún plan le salió bien.

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  2. Yo mas bien creo que por mucho que lo intentaron, no tenían ejército para enfrentarse al ejercito de África. Como táctico fue muy superior a todos. Y tenga en cuenta que salvo la detención del ejercito franquista a las puertas de Madrid, el resto de las campañas fueron obligadas por uno y otro motivo.

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