Asedio al Alcázar de Toledo
FECHAS: Del 21 de julio al 27 de septiembre de 1936
FUERZAS
EN COMBATE:
Ejército Republicano: 1ª
División Orgánica, apoyada por unos 5.000 milicianos de la C.N.T. y de la
U.G.T., más Guardias de Asalto. Mandados por el general José Riquelme y
López-Bago.
Ejército Sublevado: 693 guardias
civiles, 259 cadetes, 132 paisanos y 152 militares, militares retirados y
guardias de asalto. Mandados por el coronel José Moscardó Ituarte.
El
22 de julio de 1936 el coronel Moscardó se encierra en el Alcázar al frente de 1236 hombres y 550
mujeres y niños.
Tras las elecciones de 1936, en la
provincia de Toledo se sucedieron los incidentes, llegando la tensión a tal
extremo que el comandante de la Guardia Civil de la zona, teniente
coronel Romero Bassat, emitió una orden, el 30 de marzo de 1936, a todos
los puestos de la Guardia Civil. Dicha orden solo se debería abrir cuando se
recibiera la consigna “siempre fiel a su deber”. En ella daba
instrucciones para que los guardias junto con sus familias se reunieran en
Toledo, en caso de no encontrar otra forma que garantizara su seguridad. Toledo
carecía de guarnición militar. Al producirse un incidente entre un vendedor de
periódicos y un alumno de la Academia de Infantería, esta Academia se
trasladó al Campamento de los Alijares, se suspendió el curso de oficiales de
la Escuela de Gimnasia, y se sustituyó al Gobernador Civil, Vicente Costales;
pero la situación se tensó todavía más, cuando el nuevo Gobernador Civil, Manuel
María González, decidió que la Academia volviera del Campamento al Alcázar.
Moscardó
se enteró de la sublevación del Ejército de África, el 18 de julio por la
mañana, cuando se encontraba en Madrid arreglando un viaje oficial. Inmediatamente,
regresó a Toledo y ya en el Alcázar cursó las órdenes necesarias para ir organizando
la defensa de Toledo. Estableció su puesto de mando en el Gobierno Militar, ordenó
la ocupación de la Fábrica de Armas por fuerzas del Regimiento Madrid junto a guardias
civiles; y la Escuela de Gimnasia, con soldados de dicha escuela reforzados con
guardias civiles.
El primer incidente grave se produce en la
misma noche del 18 de julio, cuando milicianos de los sindicatos se
dirigieron a Zocodover, disparando sobre el retén de guardias civiles que allí
se encontraba, siendo heridos tres guardias civiles. Fuerzas procedentes del
Alcázar reprimieron la agresión de los milicianos causando tres muertos y
varios heridos. El 19 de julio, el Gobierno, no sospechaba de la actitud
de Toledo, puesto que no se había declarado el estado de guerra. Juan
Hernández Saravia, ordenó telefónicamente, desde el Ministerio de la Guerra,
que se formase un convoy con todas las municiones existentes en la Fábrica de
Armas y se enviara a Madrid. Moscardó, para ganar tiempo, solicitó la orden por
escrito, lo cual exasperó a Saravia. Ante la tirantez de la situación, Moscardó
decidió declarar el estado de guerra en Toledo el 21 de julio de 1936. Los
tres días anteriores, las fuerzas de la Guardia Civil de Toledo y su provincia,
junto con sus familias, se fueron concentrando en el Alcázar. Comenzaba el
encierro.
Las primeras horas del asedio
estuvieron marcadas por los bombardeos de la aviación republicana y por las
continuas llamadas telefónicas desde el Gobierno. Entre estas llamadas, la
conversación mantenida entre el coronel y su hijo, que estaba detenido por el
bando rival. Pero las negociaciones no fructificaron, por lo que se asumió
que el asedio no se iba a resolver en pocos días. El principal problema de los
asediados no era solo la fuerza militar del Gobierno, sino los alimentos
necesarios para aguantar un asedio que se presentaba largo. Para conseguir
alimentos, los rebeldes efectuaron varias salidas en busca de alimentos.
Los bombardeos comenzaron a provocar
los primeros daños serios al Alcázar, como el incendio de uno de los cuatro
torreones, y varios edificios cercanos. En el ataque contra la fortaleza se
combinó la acción de la artillería, los bombardeos y el ataque desde posiciones
cercanas por soldados y milicianos. La aviación, no solo lanzó bombas, sino
también hojas con arengas y directrices para animar a la deserción y al apoyo
al gobierno legítimo de la República. De cara al exterior, se notificó la
rendición del Alcázar, para menoscabar la moral de los rebeldes y evitar que
llegase ayuda exterior.
El asedio siguió su curso durante los
últimos días de julio y los primeros de agosto, con intensos bombardeos. Los asediados
tuvieron que adaptarse a un estricto racionamiento de las provisiones; al
tiempo que publicaban una especie de periódico, El Alcázar, que
comenzó a imprimirse para informar de la situación. Las escapadas para buscar
alimentos se sucedían, al tiempo que comenzaron a producirse algunas
deserciones. No obstante, mantenían la esperanza de que el ejército de
África que avanzaba desde el sur pudiese llegar a socorrerles.
Durante mediados del mes de agosto, la
estrategia republicana fue la de atacar los edificios cercanos o anexos al
Alcázar para evitar que los sublevados pudiesen moverse por los mismos. La
siguiente decisión fue la de derrumbar el edificio con el uso de minas
subterráneas y a continuación intentar incendiarlo con el uso de
gasolina. A finales de ese mes la resistencia continuó, continuaron los
bombardeos de la aviación republicana, y el fusilamiento de algunos presos.
Algunos aviones del bando sublevado consiguieron hacer llegar mensajes y
víveres al Alcázar. Un punto crucial fue el derrumbe de la fachada norte,
que abría brecha para un posible asalto.
Las fuerzas republicanas sabían que la
intensidad de sus ataques provocaría la caída de la resistencia. Por su parte,
los ocupantes del Alcázar eran conscientes de que su situación no podría
prolongarse indefinidamente y que solo les quedaba la baza de la ayuda
exterior. En definitiva, tanto para unos como para otros, todo era
cuestión de tiempo. La estrategia de utilizar las minas continuaba a lo largo
del mes de septiembre, actividad que, los asediados conocían, poniendo medios
para abortarla.
Los sitiadores presentaron unas
condiciones de rendición a los rebeldes en las que se respetaba la vida de
estos y la puesta en libertad de mujeres y niños, entre otras cuestiones. Condiciones
que fueron rechazadas. De nuevo, se intentó negociación que, al menos mujeres y
niños abandonasen las ruinas, pero la posición de Moscardó fue inflexible. A
mediados del mes de septiembre se mezclaban las ansias de unos por acabar con el
asedio, demasiado prolongado, los miedos de los sitiados por el avance de la
mina, las infructuosas negociaciones, la cercanía del ejército nacional, las
deserciones de algunos sublevados… Sin embargo, el final se aproximaba.
Los bombardeos prosiguieron y la
mina continuaba su avance. La respuesta de los rebeldes fue la de despejar la
zona en la que habría de estallar la mina y buscar la manera de minimizar los
efectos de esta en su resistencia. Los primeros rayos de sol del día 18 de
septiembre trajeron una fortísima explosión. La mina había estallado, y
otro torreón junto a otra fachada de la mítica fortaleza toledana
cayeron. Llegaba el momento del asalto por parte de los sitiadores, que,
con varios miles entre soldados, guardias de asalto y milicianos con el apoyo
de vehículos blindados se dispusieron a acabar con la ocupación del ya más que
ruinoso edificio; pero, esas mismas ruinas, eran un obstáculo a salvar, por lo
que, el asalto resultó infructuoso y los rebeldes posicionados en el Alcázar seguían
resistiendo, aunque con bastantes bajas, a lo que se sumaba la escasez de
alimentos y la imposibilidad de realizar salidas al exterior como semanas
atrás.
Nos vamos acercando a los últimos días
del mes de septiembre y el ejército del bando nacional comandado por el general
Varela, a instancias de Franco, tenía la determinación de llegar a
Toledo. Entre los días 26 y 27 de septiembre el ejército del general
Varela, compuesto fundamentalmente por regulares y legionarios, se lanzó
sobre Toledo, haciendo retroceder a las tropas que defendían las posiciones
cercanas a la Ciudad Imperial. Los sitiadores realizaron un último
intento de rendir el Alcázar con el uso de gasolina. Aunque estuvieron cerca de
conseguirlo, tuvieron que batirse en retirada ante la resistencia
favorecida por el humo, los escombros, y la cercanía del ejército que se
aproximaba a la ciudad. El mismo 27 de septiembre comenzó la retirada de las
tropas y fuerzas leales al Gobierno, y el ejército de Varela se prestó a tomar
la ciudad. Los enfrentamientos entre ambos bandos se sucedieron. Aunque los
combates en Toledo y alrededores se prolongaron, el 28 de septiembre
concluía el asedio del Alcázar. El encuentro entre el general Varela y el
coronel Moscardó convirtieron las palabras de este último, junto al ruinoso
edificio, en un símbolo: «Sin novedad en el Alcázar, mi general».
BIBLIOGRAFÍA
Para la realización de este relato, he usado diversos
capítulos de mis Blogs Personales: COSAS DE HISTORIA Y ARTE y Una biografía en
tu pantalla. Junto a información obtenida de libros, periódicos, páginas web y
folletos, en los cuales no se hace mención alguna de titularidad de derechos.
La mayoría de las fotos están tomadas de Internet y en
algunos casos son del propio autor.
En el caso de la existencia de un titular de los derechos
intelectuales sobre estos textos e ilustraciones, y desea que sean retiradas,
basta con ponerse en contacto conmigo.
Ramón Martín
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