La Batalla de las Navas de Tolosa

 


Hagamos un breve repaso a los datos más significativos:

Fecha: 16 de julio de 1212

Lugar: Santa Elena (Jaén)

Bandos Intervinientes:

Bando Cristiano: El Reino de Castilla, dirigido por su rey Alfonso VIII el Noble; el Reino de Navarra, con su rey Sancho VII el Fuerte; por parte del Reino de Aragón, Pedro II el Católico, los caballeros de la Orden de Santiago, los de la Orden de Calatrava, los caballeros Templarios y los hospitalarios de la Orden de Malta, a los que se unieron voluntarios de Narbona, Portugal, Occitania, Francia y León; contando con el apoyo del papa Inocencio III, quien les convocó en nombre de la cristiandad.

Bando Musulmán: el ejército almohade lo formaban: bereberes, almorávides, árabes, andaluces, kurdos, esclavos e incluso mercenarios cristianos liderados por el califa Muhámmad an-Násir.




A pesar del esfuerzo realizado por los cristianos, su ejército era, notablemente inferior en número al almohade; además estos últimos estaban con una gran moral, ya que veinte años antes habían vencido a las tropas castellanas en la Batalla de Alarcos de la mano del califa Abu Yúsuf Yaacub al-Mansur.

Antecedentes: Alarcos fue el germen de la jornada de las Navas de Tolosa, a pesar de que no hubo una reacción inmediata por parte de los reinos cristianos, ya que quedaron muy debilitados por la derrota y a la no unidad entre los reyes cristianos. Sin embargo sí hubo acontecimientos que tuvieron una gran repercusión, aunque fuera de la Península: la pérdida de Jerusalén a manos de Saladino y los éxitos escasos de la Tercera Cruzada, que provocó un sentimiento de hermandad hacia los cristianos castellanos. El año 1211 los almohades tomaron el Castillo de Salvatierra, ejerciendo una importante presión sobre la frontera situada en los Montes de Toledo, lo que provocó la reacción del rey castellano, el cual se dispuso a preparar, con la ayuda de Inocencio III y su legado, el arzobispo de Toledo, don Rodrigo Jiménez de Rada, una gran campaña contra los almohades. Era necesario recuperar las fortalezas y poblaciones de las que los musulmanes se habían ido apoderando, además de continuar con la Reconquista iniciada, casi quinientos años antes, por don Rodrigo en Covadonga.


Desarrollo de la Batalla: Aunque los cristianos se habían preparado bien, seguía siendo inferior en número al almohade, por lo que se marcaron el objetivo de resistir y atacar al ejército contrario sin adentrarse demasiado en sus líneas. En cuanto a los musulmanes, estos, como he indicado anteriormente, se encontraba en un momento de moral excelente, y además continuarían con su táctica de simular retiradas para volver grupas y envolver a las avanzadillas enemigas.



El ejército cristiano llegó a Santa Elena el 13 de julio, y allí encontró a las tropas almohades esperando. Ansiosos los dos ejércitos, pronto dieron comienzo pequeñas escaramuzas, a pesar de lo cual, los cristianos prepararon sus tropas en tres líneas en el campo de batalla: En el centro se situó la hueste de Diego López de Haro, que incluía su mesnada señorial, con su hijo Lope Díaz; en el flanco izquierdo se posicionó el rey de Aragón Pedro II, con los caballeros de las órdenes militares; en el flanco derecho Sancho VII el Fuerte de Navarra Tras una impetuosa carga de la primera línea cristiana, capitaneada por don Diego López II de Haro, que hizo huir a la vanguardia musulmana, los almohades, que doblaban en número a los cristianos, realizan la tornafuye (la caballería ligera y los arqueros, poco armados, simulan una retirada para contraatacar luego con el apoyo de sus fuerzas de élite), Diego López II de Haro, recordando la Batalla de Alarcos, ante el peligro de verse rodeados, ordenó estabilizar el haz (primera línea) sin profundizar en el ejército enemigo en la persecución de los fugitivos. En ese momento, el haz central almohade avanzó hacia la línea de López de Haro, que flaqueaba ante el esfuerzo. La caballería andalusí comenzó el movimiento envolvente. Los movimientos de ataque y contraataque se sucedieron, sin decantarse la iniciativa por ninguno de los bandos. En ese punto Alfonso VIII ordena rechazar por los flancos al enemigo, para poder sostener el haz central. Entonces entra en juego la caballería aragonesa por el flanco izquierdo y la navarra y concejil por el derecho, con el apoyo de la castellana por el flanco más débil; consiguiendo detener a los musulmanes en los flancos y estabilizar las haces.

Ya entrada la tarde, Alfonso VIII ordenó el avance de toda la retaguardia cristiana, entrando en combate lo mejor de sus tropas, en un avance que hizo ceder la estabilidad de las líneas islámicas, obligándolas a retirarse. La gran cantidad de efectivos musulmanes, en retirada, agravó la situación, por lo que, los cristianos, lograron acceder hasta el real de an-Násir, que tuvo que huir precipitadamente. La ocupación del palenque la realizaron, a un tiempo, castellanos por la derecha y aragoneses por la izquierda, por lo que la leyenda de que fueron los navarros con su rey, quien accedió el primero al real almohade ha de ser rechazada. Esta leyenda es posterior, y sirvió para dar origen a las cadenas del escudo de Navarra, pero, el real no estaba fortificado por cadenas, siendo un elemento utilizado por la guardia personal del califa para que huyeran. Tras la retirada almohade, los cristianos emprendieron la persecución por espacio de unos veinte o veinticinco kilómetros. La huida a Jaén de an-Násir proporcionó a los cristianos un enorme botín. De este botín, hay una leyenda que propagó que de el, se conserva el pendón de Las Navas de Tolosa en el Monasterio de Las Huelgas en Burgos; aunque el célebre pendón, fue un trofeo conseguido por Fernando III de Castilla durante la conquista del valle del Guadalquivir a mediados del siglo XIII.



Acabada la Batalla, podemos analizar las consecuencias: Aunque no supuso el fin del Imperio almohade, las consecuencias fueron decisivas; puesto que, la derrota militar conllevó un significativo declive de los almohades en la península ibérica, dando un considerable impulso a las conquistas cristianas. Alfonso VIII conquistó, a continuación de la Batalla de Úbeda en ese año, Úbeda y Baeza, llaves de la cuenca del Guadalquivir; a partir de entonces, su nieto, Fernando III de Castilla, tomó Córdoba en 1236, Jaén en 1246 y Sevilla en 1248. En 1243, el emir de la Taifa de Murcia, firmó las Capitulaciones de Alcaraz con el infante Alfonso de Castilla en representación de Fernando III, aceptando el protectorado de los reinos de Castilla y de León. Alfonso X el Sabio tomaría Murcia y Orihuela en 1243, Cartagena en 1245 y Alicante en 1248. Fernando se apoderó de Arcos, Medina Sidonia y Jerez, y Alfonso de Cádiz en 1265. En 1252, cuando Fernando preparaba su ejército para invadir las tierras almohades en África, murió en Sevilla el 30 de mayo de 1252, durante un brote de peste. Solo su muerte impidió que los castellanos llevaran la guerra en la costa africana. Por su parte, Jaime I de Aragón conquistó las Islas Baleares, a partir de 1228, y Valencia, el 28 de septiembre de 1238.



En 1252 el imperio almohade estaba casi acabado y a merced de los meriníes, una nueva asociación de tribus africanas, que en 1269, tomó el control del Magreb, y la mayor parte del antiguo imperio almohade. Estos, más tarde, trataron de recuperar los antiguos territorios almohades en la península, pero fueron derrotados por Alfonso XI de Castilla y Alfonso IV de Portugal en la Batalla del Salado, que constituyó el último gran encuentro militar entre ejércitos cristianos y musulmanes en la península.




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Ramón Martín

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