Guerras Carlistas: Antecedentes
Las palabras carlí o carlin y su plural carlins
son de origen catalán, apareciendo después las castellanas: carlista, carlismo.
Por definición, las guerras carlistas fueron una serie
de conflictos que tuvieron lugar en España a lo largo del siglo XIX. La causa o
las causas de estos enfrentamientos se debieron, en primer lugar, a la disputa
por el trono, al fallecer el rey Fernando VII y, por el
otro, a la lucha entre principios políticos opuestos. Los carlistas bajo su
lema de: «Dios, Patria y Rey», eran los defensores de una encarnizada
oposición al liberalismo que había ido escalando posiciones entre la sociedad
española, a partir del nacimiento de la Constitución de 1812, a pesar de las diversas vicisitudes que habían tenido lugar; además
defendían la monarquía tradicional, junto a los fueros y los derechos de la
Iglesia. Por otro lado, los liberales pretendían la llegada de serias reformas
políticas, gracias a la implantación de un gobierno constitucional y
parlamentario.
En el
año 1833, los carlistas eran superiores en número, aunque la mayoría de ellos
no se manifestaban debido a la fuerte represión ejercida por el gobierno. El
mayor apoyo a la causa del infante —hermano de Fernando VII—, Carlos María
Isidro, se centraba en una gran parte de Castilla la Vieja, la zona de Tortosa,
la montaña catalana, Extremadura y Andalucía. Sin embargo, donde se desarrolló
y registró los primeros triunfos el alzamiento carlista fue en las Provincias
Vascongadas y Navarra, ya que, debido a que la legislación foral, dejaba los
cuerpos militarizados en manos de las respectivas diputaciones, los Voluntarios
Realistas no habían sido purgados allí, como lo habían sido en el
resto de España. Así pues, en los comienzos de la Primera Guerra Carlista,
donde lograron hacerse fuertes los defensores del pretendiente, fue en la mitad
norte de la Península: Provincias Vascongadas, Navarra, Norte de Cataluña y el
Maestrazgo.
Los enfrentamientos se desarrollaron a lo largo del
siglo XIX, son las conocidas tres guerras carlistas. Estas contiendas tenían tres
precedentes; la Guerra de la Convención (1793-1795), la Guerra de la Independencia (1808-1814) y la Guerra Realista (1822-1823), en las que ya
se combatió bajo el lema «Dios, Patria y Rey» conformándose los dos
bandos que se iban a enfrentar posteriormente.
Durante la Guerra Realista, que se considera la
primera contienda civil española del siglo XIX, se alzó contra el nuevo
gobierno constitucionalista el conocido como Ejército de la Fe, el cual,
en nombre de Fernando VII, llegó a constituir una Regencia en Urgel (Cataluña).
Unos meses más tarde, en abril de 1823, llegaba para ayudar a los realistas
españoles el Ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis, que liberó al rey, siendo recibido con entusiasmo
por la población, muy diferente a lo ocurrido en 1808. Pero el Trienio Liberal ya había sentado las bases del enfrentamiento social, que se agudizaría
con la segunda restauración de Fernando VII, periodo inmediatamente anterior a la primera guerra
carlista, y que sería conocido como la Década Ominosa, por la brutal represión
ejercida contra los liberales. Los carlistas recordarían años después que, los
primeros en rebelarse contra el gobierno legítimo habían sido los liberales, y
que el golpe de Estado de Riego de 1820, contra Fernando VII, había hecho perder a España la
mayor parte de sus colonias. Mientras que, los liberales, presentarían a Rafael del Riego o José María de Torrijos, como héroes
nacionales víctimas del fanatismo absolutista.
Para los partidarios del Antiguo Régimen, la Década
Ominosa, había supuesto una serie de concesiones al liberalismo moderado.
En 1826 apareció un manifiesto firmado por una supuesta Federación de
Realistas Puros que pretendía derrocar a Fernando VII y elevar al trono al
infante Don Carlos. Aunque, posteriormente, se ha probado que se trataba de una
falsificación liberal para perjudicar al infante y enemistarlo con su hermano.
En cualquier caso, en 1827 se produjo un levantamiento de los llamados apostólicos (ultrarrealistas),
la Guerra de los Malcontents, localizada en Cataluña, los cuales daban
por cautivo a Fernando VII, y reclamaban, entre otras medidas, el
restablecimiento de la Inquisición, al tiempo que protestaban contra la impunidad con que las partidas de
liberales asesinaban a clérigos y realizaban todo tipo de saqueos y crímenes
contra los que tachaban de «serviles». En medio de este clima, el rey
Fernando VII, previendo un problema sucesorio, puesto que no tenía descendencia
masculina directa, promulgó en 1830 una Pragmática Sanción, por la que pretendía derogar el Reglamento de
sucesión de 1713 aprobado por Felipe V, que impedía a
las mujeres acceder al trono. Para complicar aún más las cosas, a los pocos
meses, su cuarta esposa dio a luz a una niña, Isabel, que fue
proclamada Princesa de Asturias.
En el otoño de 1832, Fernando VII cayó gravemente enfermo,
es entonces cuando, los seguidores de su hermano, Carlos María isidro,
consiguieron que firmara la derogación de la Pragmática, lo que
supondría que sería éste el heredero del trono. Pero se recuperó de la
enfermedad, y pudo restablecer la Pragmática Sanción antes de su
muerte el 29 de septiembre de 1833. Pero los partidarios del Infante, consideraron
que el decreto se había sancionado de una forma despótica e ilegal, ya que no habían
sido convocadas las Cortes y que, por tanto, la Ley Sálica seguía
en vigor. Diez años después, según una confidencia hecha por María Cristina de Borbón a su hija Isabel, habría sido la infanta Carlota,
liberal y enemiga de Carlos María Isidro, quien presionó al rey, en su lecho de
muerte, para que anulase el decreto derogatorio. Como Isabel solo tenía tres
años, al morir su padre, María Cristina asumió la regencia, llegando a un
acuerdo con los liberales moderados, a fin de preservar el trono de su hija
frente a los partidarios del pretendiente. Estos se denominaron carlistas,
siendo favorables a la monarquía tradicional española; mientras que, sus
enemigos les tildaban de absolutistas, por proceder del realismo
fernandino.
La mayor parte del pueblo, especialmente campesinos y artesanos
se encontraba entre los partidarios de don Carlos; especialmente el mundo
rural, ya que recelaban de las reformas y de las ideas ilustradas, pero también,
la quinta parte de la nobleza, y buena parte del estamento eclesiástico,
especialmente el bajo clero y el clero regular; también algunos obispos. Mientras
tanto, los partidarios de los derechos de Isabel fueron conocidos como
isabelinos o cristinos (por la regente María Cristina), y encontraron partidarios
entre la población urbana, la burguesía y buena parte de la nobleza. Desde octubre
de 1832 se estableció una dictadura policiaco-militar, que desarticuló la mayoría
de las tramas, organizadas por los carlistas para actuar tan pronto como
muriese Fernando VII. Esta intensa represión permitiría el dominio cristino en
la mayor parte del país.
Otras páginas de esta misma serie:
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