María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, cuarta esposa de Fernando VII
Nació en Palermo (Italia) el 27 de abril de 1806 y murió en
Sainte-Adresse (Francia) el 22 de agosto de 1878. Era hija de Francisco I de Borbón, rey de las Dos Sicilias, y
de María Isabel de Borbón (hermana de Fernando VII). En mayo de 1829 murió la
tercera esposa de su tío Fernando VII, María Josefa Amalia de Sajonia, sin descendencia. Inmediatamente,
por influencia de Luisa Carlota (hermana de la princesa), pidió a sus parientes
los reyes de Sicilia la mano de María Cristina. Ésta llegó a España a
principios de diciembre, celebrándose a los pocos días la boda en Aranjuez. Fue
bien recibida por los liberales, pues, un posible hijo sería el heredero del
trono y desplazaría al infante Carlos María Isidro, de talante absolutista.
Poco tiempo después María Cristina quedó embarazada, y el rey suprimió mediante
la Pragmática Sanción de 1789 la Ley Sálica, de modo que de nuevo se permitía
reinar en España a la descendencia femenina, a falta de heredero varón. Los
partidarios de Carlos María Isidro, protestaron, y sus temores se realizaron
cuando el 30 de octubre nació una niña, la futura Isabel II.
El 30 de
enero de 1832 nació Luisa Fernanda, segunda hija del matrimonio, pero al mismo
tiempo Fernando VII enfermó. El ministro Francisco Tadeo Calomarde logró
arrancar la derogación de la Pragmática Sanción en un momento de extrema
debilidad e inconsciencia. Recuperado el rey, se desdijo y confirmó en su
testamento los derechos de Isabel. Para asegurar el trono de ésta, los
liberales ofrecieron su apoyo a su madre en La Granja en octubre de 1832, que
regía el país como Gobernadora por deseo expreso del rey. Desde este puesto
obtuvo una amnistía y concedió importantes cargos políticos a liberales,
actitud que mantuvo después de la muerte de su esposo el 29 de septiembre de
1833, pues fue nombrada regente. A los tres meses, el 28 de diciembre de 1834
en el Palacio Real de Madrid, contrajo nuevo matrimonio con un guardia de Corps
de su escolta, Agustín Fernando Muñoz, duque
de Riansares. Dado que se trataba de un enlace morganático, se mantuvo en
secreto para no verse obligada María Cristina a abandonar la regencia.
Tuvo que
afrontar la sublevación de los partidarios de don Carlos, que iniciaron una
guerra civil entre "cristinos" y "carlistas". No la
consiguió impedir su primer jefe de gobierno, Francisco Cea Bermúdez, aunque
bajo su mandato se hizo la partición provincial que subsiste hoy, obra de su
ministro de Fomento Francisco Javier de Burgos. Para equilibrar la presión
carlista acentuó su apoyo a los liberales, y nombró a Francisco Martínez de la Rosa, en enero de 1834. De este gobierno data el Estatuto Real, que aprobaba
unas Cortes bicamerales, y la firma de la Cuádruple Alianza (España, Portugal,
Francia e Inglaterra). A éste le sucedió en junio del mismo año el conde de
Toreno, José María Queipo de Llano. En septiembre el crecimiento del
anticlericalismo causó su caída y le sustituyó Juan Álvarez Mendizábal, aún más
progresista, que aplicó una profunda política desamortizadora de los bienes
eclesiásticos y algunos nobiliarios, con el objeto de sanear la Hacienda
estatal y la economía del país. La mayor parte fueron vendidos en subasta y
crearon un nuevo grupo de terratenientes burgueses, cuya influencia política
originó el inicio de un periodo moderado.
A partir de
1836, tras el brevísimo gobierno de Francisco Javier de Istúriz y el motín de los Sargentos de La
Granja, que impuso el reconocimiento de la Constitución de Cádiz, se sucedieron
breves gobiernos moderados: José María Calatrava, Eusebio Bardají y Azara,
Narciso de Heredia y Bejines, conde de Ofalia, duque de Frías, y Antonio González y González, que en
1837 aprobaron una nueva Constitución. Finalizada la guerra contra los carlistas
en 1839 con la firma del Convenio de Vergara y con la victoria liberal,
estallaron varios motines progresistas liderados por el general Baldomero Espartero. Aprovechando el descenso de popularidad de la reina a causa de su
segundo matrimonio, obligó a María Cristina a renunciar a la regencia el 12 de
octubre de 1840. Ésta, en compañía de su esposo, abandonó España y se instaló
en la Malmaison de París. Allí, protegida por el rey francés Luis Felipe de
Orleáns, fomentó con la ayuda del general Ramón María Narváez la oposición a Espartero, que por su
parte había dado a conocer a las Cortes el enlace morganático de María Cristina
y Agustín Muñoz.
El general
Diego de León fracaso en su
levantamiento al frente de militares moderados y fue fusilado, la conspiración
de Narváez tuvo finalmente éxito y en 1843, más de tres años después de su
exilio, pudo regresar a Madrid, confirmando las Cortes su matrimonio el 8 de
abril de 1845. Se le reconoció tan solo el papel de reina madre, pues se había
adelantado la declaración de mayoría de edad de Isabel II. Sin embargo, no
perdió su influencia sobre ella, y orientó su matrimonio con Francisco de Asís.
También hizo lo propio con el de su otra hija, Luisa Fernanda, que casó con
Antonio de Orleáns, duque de Montpensier. Estas injerencias no gustaron ni a
los liberales progresistas ni a las cortes europeas. Tampoco tenía buena
relación con Narváez, aunque sí con Juan Bravo Murillo. Por este motivo, una
nueva revolución iniciada en otro pronunciamiento militar, La Vicalvarada de 1854
se le opuso abiertamente y quemó su residencia, el madrileño Palacio de las
Rejas.
Obligada a
dejar de nuevo el país, el segundo y definitivo exilio de María Cristina se
inició en Portugal, aunque pronto se trasladó de nuevo a Francia, a
Sainte-Adresse, donde vivió aún más de veinte años. Luego, desde 1856, cuando
le fueron devueltos los bienes confiscados dos años antes, pudo visitar España
ocasionalmente, y aún asistió al destronamiento de su hija en 1868; a la
entronización de Amadeo I de Saboya; a la abdicación de Isabel II en el príncipe Alfonso, en junio de 1870
en París; a la proclamación y caída de la Primera República y a la restauración
borbónica en su nieto Alfonso XII en 1874.
Murió en
1878, cinco después que su marido, con quien había tenido ocho hijos en un bien
llevado matrimonio: María Amparo, condesa de Vista-Alegre; María de los
Milagros, marquesa de Castillejo; Agustín, duque de Tarancón; Fernando María,
vizconde de la Alborada; María Cristina, marquesa de la Isabela; Juan María,
conde del Recuerdo; Antonio, que murió poco después de nacer; José María, conde
de Gracia. Fue enterrada finalmente en el Panteón de Reyes de El Escorial dado
que con la entronización de Alfonso XII fue esposa, madre y abuela de rey; su
deseo inicial fue haber sido sepultada en Tarancón junto a su segundo marido.
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