Levantamiento de Rafael de Riego de 1820
Tras dar por acabada
la Guerra de la
Independencia, el regreso de Fernando VII el Deseado
y la consiguiente abolición, el 4 de mayo de 1814, de la Constitución de
Cádiz de 1812, fueron sucediéndose las revueltas en las
colonias americanas. Necesitadas estas de refuerzos que restablecieras el
orden, se fue reuniendo una reducida fuerza expedicionaria en Las Cabezas de
San Juan (Sevilla), al mando del conde de La Bisbal, don Enrique O’Donnell —tío
del militar y político don Leopoldo O'Donnell—,
con el objetivo de trasladarlas lo antes posible. A tal objeto, la diplomacia
secreta de Fernando VII
había comprado a Rusia, a espaldas de la Administración regular, cinco navíos
de línea y tres fragatas. Los preparativos para dicho traslado se iban desarrollaron
con extraordinaria lentitud, lo que provocó una intensa acción de propaganda
entre la tropa, con objeto de disminuir sus ya escasos deseos de trasladarse a
América.
El creciente malestar
entre la tropa expedicionaria fue creando una oportunidad favorable para
intentar un nuevo pronunciamiento. Así el 1 de enero de 1820, el comandante don
Rafael de Riego,
se ponía al frente de sus hombres, proclamando, de nuevo, la Constitución de 1812.
Su arenga hará hincapié, fundamentalmente, en los peligros de dicho embarque en
aquella ruinosa flota, y en la necesidad de establecer «una
Constitución que asegure los derechos de todos los ciudadanos».
Rafael de Riego |
Riego se dirigió a Arcos donde
hizo prisionero al general Félix Calleja, conde de Calderón, junto a todo su Estado Mayor, sumando nuevas fuerzas a su causa. Mientras tanto, el coronel
Antonio Quiroga, liberado de la cárcel, donde se encontraba por
responsabilidades en otro complot, sublevado los batallones de España y el de
Corona, dirigiéndose a Cádiz, aunque sin obtener resultados. Se estableció en
la Isla de León, bloqueando Cádiz, donde se le reunió Riego.
Tras la celebración de un consejo de oficiales en el que participaron, entre
otros: Riego,
Felipe Arco-Agüero, Evaristo San Miguel y su hermano Santos, José
Rodríguez Vera y Demetrio O’Daly, fue elegido Antonio Quiroga para estar
al frente del mando insurgente.
En los días siguientes,
la situación no evolucionó, salvo la llegada del general Freire, enviado por el
Gobierno a combatir a los insurgentes; el cuál reforzó militarmente Cádiz con
tropas transportadas por mar. Riego,
a finales de enero, salió de la isla, emprendiendo una expedición por Andalucía
con la intención de desbloquear la situación. Pero el impacto sobre las gentes
de Andalucía no fue muy grande. Enrique O’Donnell persiguió de forma infatigable
a la columna expedicionaria, a la que alcanzó en Marbella, ocasionándole pérdidas
considerables. Desde Marbella, la persecución continuó, obligando a Riego
a cruzar el Guadalquivir y buscar refugio en Sierra Morena. En Bienvenida, el
11 de marzo, desconociendo lo que estaba sucediendo en otros lugares, decidió
disolver su unidad. Sin embargo, fue entonces, cuando Riego
estaba a punto de perder su energía, cuando comienzan a réplicas de adhesión en
otros lugares de la Península.
En primer lugar, en
Galicia, con el pronunciamiento de la guarnición de La Coruña, seguida por las
de El Ferrol y Vigo. Unos días más tarde, en Oviedo, se constituyó una Junta
Revolucionaria que asumió el mando militar y político de la región. En los
primeros días de marzo se pronunció la guarnición de Zaragoza. En Pamplona fue
jurada la Constitución de
Cádiz el día 11 de marzo, después que Espoz y Mina estuviese
agitando los pueblos de Valle de Baztán. En Barcelona, el general Francisco
Castaños, Capitán General de Cataluña, formó una Junta y organizó el
juramento de la Constitución.
En los días siguientes el ejemplo fue imitado por Tarragona, Gerona y Mataró.
Sevilla proclamó la Constitución
el 10, Valladolid y Granada el 11 y Murcia el 12.
Proclamación de la Constitución en Madrid |
Un hecho aceleró los
acontecimientos: la traición de La Bisbal. El conde de La Bisbal, que jugó un
papel ambiguo en las conspiraciones liberales, no tardó en volver las armas
contra la monarquía absoluta. El 4 de marzo, al llegar a Ocaña, proclamó la Constitución de 1812,
desistiendo de su objetivo de aplastar la insurrección liberal y extendiendo el
movimiento revolucionario por La Mancha. En Madrid, el 7 de marzo se originó un
movimiento en la Puerta del Sol
que llegó hasta Palacio.
Fernando VII
recabó la opinión del general Francisco López Ballesteros y el día
siguiente tomó la decisión de jurar el texto gaditano.
El 9 marzo el rey jurará la Constitución de 1812
y al día siguiente daría el Manifiesto a la Nación, en el que
manifestaba su convencimiento de hacer la voluntad del país y su mejor
disposición a ser el primero en caminar «por la senda constitucional».
El Levantamiento de
Riego será el último de esta larga serie de pronunciamientos del Sexenio
Absolutista y el único con un final exitoso. En 1820 se conseguirá,
por fin, el objetivo que todos los pronunciamientos habían perseguido,
permitiendo a los liberales pasar del plano teórico a uno real de gobierno.
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