Conspiraciones carlistas tras la Tercera Guerra
A partir de 1876, los carlistas, prefirieron actuar a través de la política parlamentaria, junto a su influyente prensa tradicionalista, aunque esta, dividida por distintos pareceres, principalmente en lo referente a la unidad católica, las polémicas entre los distintos periódicos carlistas traerían consigo un conflicto interno que, en 1888, llevaría a la escisión integrista. Pero, de manera paralela a la lucha periodística, los legitimistas siguieron protagonizando, en diversas ocasiones, conspiraciones, altercados y levantamientos de partidas, como la mandada en 1882 por Mariano de la Coloma.
Al poco de fallecer Alfonso XII, el obispo de Daulia, José María Benito Serra, fue visitado por unos carlistas comisionados por el general Bérriz para consultarle si sería oportuno combatir con las armas a la regencia de María Cristina, ante lo cual el obispo se mostró animoso y les bendijo, aunque ese alzamiento no se llevó a cabo. En 1897 la crisis de la monarquía alfonsina a causa de la situación de Cuba y Filipinas dio nuevos bríos al carlismo. En ese clima de tensión, en marzo de ese mismo año, se alzaron partidas aisladas en diversas localidades, lo que generó una cierta alarma social; siendo condenadas por algún diputado tradicionalista. De hecho, don Carlos, desde Bruselas, ordenó a todos los carlistas que no hicieran nada que pudiera comprometer el éxito de la guerra y que ayudaran a los que defendían la integridad española en Cuba y Filipinas.
A pesar de lo cual, cuando
Estados Unidos declaró la guerra a nuestro país, don Carlos, amenazó con una
nueva guerra civil si no se luchaba por defender el honor nacional,
manifestando que no podría asumir la responsabilidad ante la Historia de la
pérdida de Cuba. Por esa razón, tras el Tratado de París, considerado
una deshonra nacional, se generalizó la opinión de que los carlistas se
lanzarían a una nueva guerra civil, aprovechando el descontento. Se planeó la
sublevación, en la que, en un principio, estaba comprometido el general Weyler,
que se desvincularía más tarde, pero el Pretendiente finalmente no dio la
orden. Eso fue el motivo de que algunos carlistas tratasen de hacer la guerra
por su cuenta, y en octubre de 1900 se alzaron algunas partidas.
Décadas después de la
derrota en la última guerra, el carlismo mantenía su espíritu combativo. En
1906, en respuesta a los proyectos anticlericales del gobierno de López Domínguez, se alzaron pequeñas
partidas en algunos pueblos de Cataluña, comandadas por Pablo Güell alias «el
Rubio», Manuel Puigvert «el Socas» y Guillermo Moore, aunque, al igual que en
1900, actuaron sin el permiso de la Comunión carlista. Además, los militantes
tradicionalistas se vieron envueltos, con frecuencia, en enfrentamientos
violentos con grupos anticlericales como los republicanos de Lerroux, así como con los nacionalistas vascos. En Barcelona, los jaimistas (como
se conocía a los carlistas desde 1909) se veían inmersos en la conflictividad
social nacida de la Semana Trágica. El clima de violencia era tal, que
el periódico jaimista La Trinchera anunció sorteos entre sus lectores de
pistolas e incluso carabinas. En 1919 se constituyeron en el Círculo Central
Tradicionalista barcelonés los llamados Sindicatos Libres, respondiendo
a los pistoleros anarcosindicalistas de la CNT bajo la ley del ojo por
ojo.
Al estallar la Primera
Guerra Mundial, la mayoría de los jaimistas se pusieron de parte de los Imperios
Centrales, aduciendo que, Inglaterra y Francia, habían sido los promotores
del liberalismo y los adversarios del poderío español. Desde sus tribunas y su
prensa, realizaron una activa campaña para mantener la neutralidad de España,
en contra de los que pretendían que España se aliase con los aliados,
amenazando con una guerra civil si el gobierno intervenía en el conflicto
europeo. El tradicionalismo, de nuevo dividido tras la publicación, en 1919,
por parte de don Jaime de Borbón de un manifiesto anti germanófilo, decayó con
la llegada de la dictadura de Primo de Rivera, que ellos mismos habían ayudado
a implantar. Pero tras la proclamación de la Segunda República en
1931, la Comunión Tradicionalista logró reunificar a sus miembros y
experimentó un gran crecimiento, que se vería materializado en una importante
minoría de diputados en las Cortes republicanas.
Durante estos años, los
tradicionalistas realizaron una intensa campaña de propaganda, al tiempo que se
sucedían choques violentos con las izquierdas. El 10 de agosto de 1932 jóvenes
carlistas se vieron involucrados en el golpe de Estado de Sanjurjo en
Madrid y Sevilla y, al estallar la revolución de octubre de 1934, se
pusieron del lado de las fuerzas de orden público y combatieron a los
revolucionarios en Asturias, Vascongadas, Cataluña y el resto de España.
Desde 1934 Manuel Fal
Conde, jefe delegado de la Comunión Tradicionalista, había dispuesto la
instrucción militar del requeté, (la milicia carlista). Requetés de toda
España, en grupos de 30 individuos, viajaron a la Italia fascista, donde
permanecerían alrededor de un mes. Siendo instruidos en el manejo de las más
avanzadas armas. La entrada en el gobierno del Frente Popular en
febrero de 1936 aceleró sus planes de sublevación, conspirando con los generales
Sanjurjo y Mola contra el régimen. Finalmente, el 18 de julio de 1936 se
produjo el alzamiento por parte de militares y requetés, siendo la
participación de estos últimos, decisiva en Navarra. Esta nueva insurrección, a
la que se sumaron también las milicias de Renovación Española, Falange,
Partido Nacionalista Español y Acción Popular, sería el origen de
la guerra civil española. Aunque se habían levantado en armas sin
interés partidista, los carlistas confiaban en que el régimen resultante de la
rebelión sería tradicionalista.
En abril de 1937 el
general Franco disolvió la Comunión Tradicionalista en el que iba
a ser el partido único del régimen, Falange Española Tradicionalista y de las
JONS. Franco proclamó que el Movimiento era heredero del carlismo y el 9 de
marzo de 1938, nombró tenientes honorarios del Ejército a todos los veteranos
supervivientes de las guerras carlistas, lo que equivalía a legitimar a cuantos
habían tomado las armas en el pasado contra la España constitucional. La propia
escolta de Franco estaría compuesta por requetés.
El carlismo, de nuevo dividido
en: javieristas, carlooctavistas, juanistas y sivattistas,
siguió actuando durante el franquismo con afinidad al régimen, aunque
algunos militantes carlistas protagonizaron altercados. Liderados por Manuel
Fal Conde. Hubo carlistas que participaron en asaltos y saqueos de algunas de
las capillas protestantes que se iban instalando en España después de 1945. A
finales de la década de 1960, apareció un neocarlismo de izquierdas, auspiciado
por el príncipe Carlos Hugo de Borbón-Parma; también una organización violenta:
los Grupos de Acción Carlista, que serían desarticuladas por la policía
en 1971. Durante el tardofranquismo y la Transición actuaron
los Guerrilleros de Cristo Rey, buena parte de cuyos miembros provenían
del carlismo tradicionalista.
En 1975, para mantener la
ortodoxia del carlismo, el hermano de Carlos Hugo, Sixto Enrique de Borbón, asumió
la tarea de reorganizar la Comunión Tradicionalista y en mayo de 1976 se
produjeron los llamados sucesos de Montejurra, en los que, tras una
pelea entre carlohuguistas y sixtinos, resultaron muertos un militante de la
HOAC y otro del MCE.
Durante la Transición
fueron también asesinados por ETA varios carlistas tradicionalistas, entre
ellos el jefe de las Juventudes Tradicionalistas de Vizcaya, algunos
alcaldes del País Vasco y Navarra y el presidente de la Diputación de
Guipúzcoa, Juan María de Araluce. Hubo carlistas de Sixto que participaron
después en el Batallón Vasco Española. En la década de 1990 aún eran
frecuentes los incidentes entre carlistas y militantes de Herri Batasuna en
la localidad navarra de Leiza.
Otras páginas de esta misma serie:
Guerras carlistas: Antecedentes: LEER AHORA
Guerras carlistas: Los Contendientes: LEER AHORA
Primera Guerra Carlista (1833-1840): LEER AHORA
Segunda Guerra Carlista (1846-1849): LEER AHORA
Alzamiento Carlista de 1855: LEER AHORA
Desembarco Carlista en San Carlos de la Rápita en 1860: LEER AHORA
Alzamiento Carlista de 1869: LEER AHORA
La Escodada de 1870: LEER AHORA
Tercera Guerra Carlista (1872-1876): LEER AHORA
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