La Inquisición Española
La Inquisición surgió
como un instrumento para la defensa de la fe y de la sociedad amenazada por los
herejes. La Iglesia veía en los herejes un peligro para su propia existencia y,
sobre todo, para la salvación de los creyentes. Además, los herejes atentaban
contra la Iglesia y el Estado, por lo que, el alcance del delito de herejía se
extiende no sólo en factores estrictamente teológicos sino también por factores
políticos, sociales, jurídicos y económicos; sin esa consideración no
tendríamos una visión clara de su significado.
Ya desde los primeros
años del cristianismo, aparecieron los primeros grupos heréticos. Algunos aseveraban
que la ley judaica era necesaria para la salvación de las almas; otros
atribuían a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad un carácter divino
inferior al de Dios Padre; hubo quienes no distinguían a las Personas de la
Santísima Trinidad, viéndolos como modos diferentes de la misma divinidad. Por
su parte, los gnósticos, afirmaban poseer conocimientos inaccesibles a la gente
común; los partidarios de Montano pretendían la inminencia de la venida de
Cristo y se preparaban para ella.
Durante los siglos IV y
V, hubo nuevas herejías que turbaron la tranquilidad de la Iglesia y de la
sociedad cristiana. De ellas, dos, centraron sus ataques en la Santísima
Trinidad (el arrianismo y el macedonismo); mientras otras lo hicieron en la
encarnación de Cristo (los pelagianistas y los semi-pelagianistas). A finales
del siglo XII surgirían en Europa dos nuevos grupos de herejes: cátaros y
valdenses. Los cátaros rechazaban los ritos católicos y los sacramentos,
dedicando sus esfuerzos a una práctica totalmente anticatólica, incluyendo
hechos de sangre. En lo que se refiere a los valdenses, el iniciador fue Pedro
Valdo, un acaudalado comerciante de Lyon quien, en 1170, después de hacerse
traducir los evangelios, buscó vivir conforme a sus enseñanzas, fueron conocidos
como los pobres de Lyon. Sostenían el derecho de las mujeres y los laicos a
predicar; negaban el valor de la misa, las ofrendas y las plegarias por los muertos;
discutían la existencia del purgatorio y predicaban la ineficacia de ir a rezar
a los templos. Por sus ataques a las propiedades de la Iglesia, atrajeron a mucha
gente, logrando expandirse por toda Europa.
En un principio, la
represión contra los herejes estuvo a cargo del poder civil, que se sentía amenazado
por las revueltas. Por dicha razón las autoridades laicas, antes de crearse la
Inquisición, disponían la pena de hoguera, en razón de que la herejía un delito
contra Dios y contra el Estado y debía ser castigada con la misma rigurosidad
que los otros delitos de lesa majestad.
Ante la rápida
expansión lograda por albigenses y valdenses, era preciso unificar la
legislación de los diferentes reinos cristianos, por lo cual diversas
autoridades solicitaron el apoyo de los pontífices. Lucio III dispuso, en el Concilio
de Verona de 1184, que los obispos realizasen inquisición donde se
sospechase la presencia de herejes. Así se dio nombre al Tribunal de la Fe.
Pero esto no fue suficiente. Inocencio III hizo esfuerzos, apoyado en los
monarcas y nobles católicos, para llamar a los herejes al arrepentimiento;
fracasados estos intentos se convocó a una cruzada en su contra (1209-1229). La
victoria de las huestes católicas se consolidó con la actuación inquisitorial.
En muchos países de la Europa occidental surgieron tribunales inquisitoriales
dependientes de los obispos. La incansable actividad desempeñada por la Orden
de Frailes Predicadores (dominicos) contra los herejes, así como la mejor
preparación de sus miembros y su organización internacional, hizo que se les
delegara la mayor parte de las labores inquisitoriales.
En sus principios, la
Inquisición no era un tribunal permanente; constituía más bien una tarea de los
obispos en el ámbito de sus diócesis; sin embargo, el resto de sus labores impedía
que se dedicaran a tal tarea. Por ello, los papas designaron inquisidores
pontificios. Antes de actuar, publicaban un edicto de gracia, que otorgaba el
perdón a los que se presentasen, voluntariamente, a confesar sus culpas y se
arrepintieran. Vencido el plazo de dicho edicto, comenzaban a realizar los
procesos. Los inquisidores sólo podían aplicar sanciones espirituales: rezo de
oraciones, ayunos; u ordenar la colocación de sambenitos y, la peor de todas,
la excomunión. Los pertinaces eran entregados a las autoridades civiles para
que les aplicasen las sanciones dispuestas por los respectivos monarcas: la confiscación
de sus bienes y la quema en hoguera. Recordemos que, por aquel entonces, el
fundamento de la sociedad y del Estado era la religión, base del ordenamiento
político y jurídico, y que venía a ser la ley social fundamental cuya violación
entrañaba un grave delito. En un Estado católico, el príncipe estaba obligado a
proteger la religión verdadera. De cuya obligación dimanaba el derecho de dar
leyes penales contra los perturbadores. En consecuencia, por este cruce de
motivos religiosas y políticos las pugnas entre católicos y herejes se daban
contra la Iglesia y contra las autoridades establecidas, constituyendo, no
solamente actos subversivos sino verdaderas guerras civiles.
La organización de la Inquisición
no fue la obra de un solo papa, más bien el resultado de un largo proceso,
iniciado durante la gestión de Lucio III, continuado con Inocencio III y
culminado por Gregorio IX quien, a través de tres diferentes bulas (años 1231 y
1233) le dio su estructuración definitiva. La Inquisición fue, al igual que la
mayor parte de las instituciones de la Edad Media, el producto de una práctica
inicialmente restringida y, luego, gradualmente extendida y perfeccionada.
La Inquisición Española
Al principio del siglo
VIII, lo que hoy conocemos como España, estaba constituida por los pueblos
visigodos, mayoritariamente católicos y, por diversos grupos religiosos, entre
los que destacaban los judíos. Todos coexistían en una reconocida libertad
religiosa, con escasos incidentes. Al realizarse el año 711, la invasión
musulmana, está tuvo connotaciones religiosas, políticas, sociales y económicas;
haciendo surgir los odios y la intolerancia, principalmente religiosa. Los
católicos no renunciaron a su fe, refugiándose en el norte de la península,
desde donde se enfrentaron a los musulmanes en una larga y cruenta guerra que,
con intervalos, duró hasta 1492, cuando, con la toma de Granada, cayó el último
baluarte musulmán. La intolerancia religiosa fue el común denominador, cada
persona veía en las de diferente creencia a un enemigo de Dios y del rey, con
las que estaban en una lucha constante por el dominio de los territorios.
Repasemos las causas.
La "amenaza
judía"
La causa que motivó la
creación del Tribunal en la Península fue la "amenaza judía". Además,
también tuvieron repercusión, las crisis económicas que sacudieron Europa
durante los siglos XIV y XV, a lo que hay que agregar las pestes y epidemias,
todo lo cual originó una fuerte caída demográfica, que empobreció a la
población. Los únicos que consolidaron su economía fueron los prestamistas y
los arrendatarios de los tributos reales, monopolizados por los judíos, los
cuales se habían convertido en dueños de las finanzas. Los préstamos con
intereses se consideraban moralmente cuestionables por estar incluidos en el
pecado de usura, mientras que los judíos los consideraban lícitos. También eran
cuestionados por la administración, a los que realizaban del cobro de los
tributos reales, responsabilizándoseles de la falta de transparencia en el
manejo de las cargas impuestas por los soberanos. Y no solo eso, los judíos
eran vistos como un Estado dentro del Estado pues, ante todo, eran judíos. Esto
agregado a las diferencias religiosas, alimentaron el antisemitismo, que surge
como una expresión de la animadversión a una burguesía que se enriquecía en
medio de la pobreza generalizada. En esta situación, se produjeron diversas protestas
antijudías.
Los judíos, por su
parte, protagonizaron algunos sucesos sangrientos contra los católicos, lo cual
exacerbó los ánimos. A fin de ascender en la sociedad y lograr posiciones
reservadas a los católicos, muchos judíos se convirtieron falsamente al
cristianismo, aunque continuaban con sus anteriores prácticas religiosas. Al
establecerse la Inquisición, en los primeros, se dedicó a controlar a los
judeoconversos. Pero la situación de los conversos se complicó aún más, puesto
que se veían presionados por sus familiares y allegados para que retornasen a
su antigua religión. Al hacerlo, incurrían en apostasía y se veían sujetos al
control de la Inquisición. Fracasados los intentos de los monarcas por asimilar
a los judíos, de forma pacífica, terminaron por decretar la expulsión de todos los
que no se convirtiesen al cristianismo. Desde mucho antes, el antisemitismo era
un sentimiento común en la mayor parte de Europa, por lo que, antes que, de
España, los judíos habían sido expulsados de Inglaterra, Francia y otros
reinos; además, de ser víctimas de crueles matanzas y persecuciones en
Alemania.
Afirmación del poder
real y el surgimiento de España
En la Edad Media, se consideraba
el origen y el sustento del poder político como una consecuencia directa de la
voluntad divina. La religión era el sustento de la sociedad y del Estado. Las
luchas religiosas eran alimentadas por pugnas políticas. De esta manera, las
autoridades católicas veían en cada musulmán o judío, no sólo un hombre de otra
religión sino un conspirador contra su poder, el régimen y sus fundamentos; por
ende, un enemigo político. Además, esto se veía confirmado por la invasión y
los continuos ataques de los musulmanes; las alianzas entre estos y los judíos.
Durante la reconquista de la Península, se formaron dos grandes reinos
católicos: Castilla y Aragón. Isabel de
Castilla
se casó con Fernando,
príncipe heredero de Aragón; y, cinco años después, Isabel se convirtió en reina
de Castilla y, cinco años después, fue Fernando el coronado como rey de
Aragón. El matrimonio no supuso la unificación, ya que, ambos reinos siguieron
siendo independientes. Ambos reyes centralizaron en ellos el poder político,
anteriormente disperso en la nobleza; uniendo de esta manera sus coronas en un
solo Estado. Entre sus primeras medidas crearon cinco consejos reales,
uno de los cuales fue el Consejo de la Suprema y General Inquisición. Es
la primera institución con un solo jefe para ambos reinos: el Inquisidor
Genera.
La Inquisición española
fue creada, previa autorización de Sixto IV, por los Reyes Católicos en 1478.
Dos años después se inició en la ciudad de Sevilla, para irse expandiendo por
el resto de España y sus colonias. La monarquía, para centralizar y organizar
su poder, constituyó cinco consejos reales: Castilla, Aragón,
Hacienda, Estado y el de la Suprema y General Inquisición, empleando
a este último como un organismo de control social, dirigido tanto a la defensa
de la fe y la moral, como a la de la fidelidad a los monarcas y la paz social.
Funcionamiento de la
Inquisición
Cuando una persona era
denunciada ante el Santo Oficio por algún delito comprendido en sus
competencias este iniciaba la correspondiente investigación. El Tribunal tenía
competencia sobre los siguientes tipos de delitos:
- Contra la fe y la religión: herejía,
apostasía, blasfemia, etc.
- Contra la moral y las buenas costumbres:
bigamia, supersticiones (brujería, adivinación, etc.).
- Contra la dignidad del sacerdocio y de los
votos sagrados: decir misa sin estar ordenado; hacerse pasar como
religioso o sacerdote sin serlo; solicitar favores sexuales a las devotas
durante el acto de confesión, etc.
- Contra el Santo Oficio: en este rubro se
consideraba toda actividad que en alguna forma impidiese o dificultase las
labores del tribunal, así como aquellas que atentasen contra sus
integrantes.
- El Tribunal actuaba asimismo como censor.
Mientras que las autoridades civiles ejercían la censura previa a la
publicación de cualquier escrito, la Inquisición ejercía la censura
posterior. La realizaba a través de dos modalidades: la purgación o la
prohibición.
Durante dicha
investigación, se pedía, al denunciante, que aportase pruebas y testimonios que
avalasen su denuncia. Si existían, al menos, tres realizados por personas
honorables y que no tuviesen ninguna animadversión contra el denunciado, se
daba inicio al proceso, para lo cual detenían a este. Las denuncias eran
cuidadosamente revisadas, disponiendo todas las investigaciones que
consideraran necesarias. Consultando el caso con los calificadores, una especie
de asesores quienes hacían el papel de instancia previa al inicio del proceso
inquisitorial; su fallo podía dar lugar a archivar el expediente, quedando la
denuncia y lo actuado en una suspensión indefinida, que podría ser resuelta en
el futuro Los calificadores eran nombrados, entre expertos en teología y jurisprudencia.
Mayormente, eran autoridades eclesiásticas del más alto nivel o catedráticos
especialistas en el tema. La opinión de ellos era de gran valor, aunque, en la
decisión, primaba el criterio de los inquisidores. Reunidas las pruebas, el
encausado era apresado y conducido a las cárceles secretas de la Inquisición, donde
se le solicitaba, reiteradamente, que se arrepintiese y confesase. Se le
incomunicaba completamente, no permitido ningún tipo de visitas, ni siquiera los
familiares más cercanos. Se les proveía de una ración alimenticia adecuada, superior
a la de las prisiones comunes, Si tenía recursos económicos se le deducía el
valor de sus alimentos de sus bienes, los cuales eran secuestrados; en caso
contrario, su costo era asumido por el Tribunal. Al reo, se le exigía guardar reserva
de los hechos sucedidos durante su permanencia en las instalaciones de la
Inquisición. Su aislamiento sólo era interrumpido por los funcionarios del
Tribunal, que cada cierto tiempo, lo visitaban para persuadirlo a confesar, ya
que el Tribunal no buscaba sancionar sino salvar al hereje. Para ello, era necesario
el arrepentimiento del procesado. En los casos en que los reos se
autoinculpaban las sanciones solían ser benignas: el pago de una multa o
escuchar, vestido de penitente, misa en la Iglesia mayor; etc. Si existían
pruebas, pero el reo no reconocía las faltas, o si cometía perjurio, se le
podía aplicar tormento, tal como en los tribunales civiles.
El Tribunal podía confiscar
las propiedades de los acusados. El dinero no ingresaba en el patrimonio de la
Iglesia sino de la monarquía y se destinaba a financiar al propio Tribunal.
Durante los primeros años de su funcionamiento tuvo una gran cantidad de
recursos pero, desde el siglo XVIII, no eran suficientes para cubrir sus
propios gastos, por lo que tuvo que recurrir al apoyo de la corona.
El proceso se realizaba
con el mayor secreto, y, procesados, acusadores, funcionarios y servidores del
Santo Oficio se veían obligados a no revelar nada. En caso de violar esta
prohibición se les trataba con la misma severidad que a los herejes. Este
secreto fue uno de los orígenes de la extendida leyenda negra, ya que la
población solía inventar historias sobre el mismo, que eran transmitidas de
generación en generación. Cada narrador añadía lo que creía conveniente. Los
juicios no tenían una duración predeterminada, consistiendo en una serie de
audiencias para llegar a determinar las responsabilidades del procesado, que
eran llevados a la llamada sala de audiencias, en la que se encontrarían con
los inquisidores y el fiscal. Este sólo acusaba al sospechoso en términos
genéricos, sin precisar más, evitando de esta manera que se conociera la
identidad de los acusadores. Se evitaban posteriores represalias contra los
testigos.
Si los inquisidores
consideraban necesaria la utilización de instrumentos de tortura, una vez fracasadas
las reconvenciones al reo para que confesase, disponían, mediante la correspondiente
sentencia, su sometimiento al tormento. Los principales instrumentos de tortura
utilizados fueron: La garrucha: que consistía en sujetar al reo con los
brazos en la espalda, mediante una soga movida por una garrucha y subirlo
lentamente. Al llegar a determinada altura se le soltaba bruscamente,
deteniéndolo, de igual forma, antes de que tocase el suelo. El dolor producido
en ese momento era mucho mayor que el originado por la subida. El potro:
colocaban al preso sobre una mesa, amarrándole sus extremidades con sogas
unidas a una rueda. Esta, girada poco a poco, las iba estirando en sentido
contrario, causando un terrible dolor. En la época era el instrumento de tortura
más empleado en el mundo. El castigo del agua: inmovilizado el procesado
sobre una mesa de madera le colocaban una toca o un trapo en la boca, deslizándolos
hasta la garganta, para proceder el verdugo a echar agua lentamente,
produciendo al preso la sensación de ahogo.
Estos instrumentos eran
utilizados por el verdugo, que era un trabajador remunerado por el Tribunal, y
que a veces coincidía en los tribunales civiles. A la cámara de tormento, sólo
podían ingresar: el verdugo, los inquisidores, los alguaciles, el notario, el
médico y el procesado. Contrariamente a la creencia popular, la Inquisición no
inventó la tortura como parte del procedimiento, ni tampoco era el único
tribunal que la utilizaba, ya que era utilizada por todos los tribunales de la
época, siendo más benigna que en los tribunales civiles, puesto que, a
diferencia de ellos, sólo en casos excepcionales la autorizaba durante una hora
y cuarto; también estaba prohibido producir derramamiento de sangre o la
mutilación de algún miembro y el médico junto a los inquisidores, supervisaban
su aplicación.
La Inquisición
Hispanoamericana
a pesar de tratarse de una misma institución, debido a las particularidades
propias de las colonias hispanoamericanas originaron no pocas diferencias con
el funcionamiento del Santo Oficio peninsular. Entre las más importantes mencionaremos
la exclusión del fuero a la masa indígena de la jurisdicción del Tribunal. Esta
inimputabilidad de los indios hizo que el Santo Oficio en América tuviera un
carácter eminentemente urbano mientras que en la metrópoli era fundamentalmente
rural. Los conquistadores hispanos vivían en los denominados "pueblos
de españoles" en cumplimiento de las órdenes emanadas de la autoridad
civil. En estos poblados se concentró la acción de la Inquisición. La
delimitación jurisdiccional estaba definida a las de los respectivos
virreinatos, por lo que cada distrito inquisitorial alcanzara millones de
kilómetros cuadrados de extensión
En la década de los
sesenta del siglo XVI, fue bastante complicada para nuestro país, ya que se
produjo la sublevación de las Alpujarras, la presión de los hugonotes sobre
Cataluña, la rebelión de los Países Bajos, el avance turco por el Mediterráneo,
las guerras religiosas en Francia, la restauración anglicana y la persecución
contra los católicos en Inglaterra. Para complicar más aún la situación, los
virreinatos del Perú y México se encontraban en un profundo desasosiego social.
En ambos se produjeron sendas rebeliones de los encomenderos con las
consiguientes guerras. Los hugonotes lograron establecerse en Brasil y Florida
afectando los intereses hispanos Felipe II la Junta General,
presidida por el Cardenal Espinosa, para que analizase la situación y
propusiese soluciones. Sus reuniones se celebraron en los meses de agosto y
diciembre de 1568 y en ellas se decidió el establecimiento del Santo Oficio en
las capitales de los dos virreinatos: Lima y México. Las principales razones para
el establecimiento del Santo Oficio fueron: el relajamiento de la moral
producido a raíz de la conquista, por lo que, las autoridades virreinales, los
cabildos, las autoridades eclesiásticas y numerosos personajes -entre ellos
fray Bartolomé de las Casas- solicitaron al rey de España el establecimiento de
la Inquisición. Otra de las razones fue debido al traslado del antisemitismo,
imperante en España, a las colonias indianas que, con el paso del tiempo, los
judaizantes llevaron la peor parte en el funcionamiento del Tribunal. Una
instrucción dirigida en 1501 al gobernador de Tierra Firme le ordenaba que no
permitiese la presencia de judíos, moros, conversos, herejes o reconciliados
por el Santo Oficio. En 1492, al decretarse la expulsión de los judíos de
España, muchos se refugiaron en Portugal, y al producirse con Felipe II la unificación de ambas
coronas, se multiplicó su presencia en las colonias hispanoamericanas. Otra razón
esencial, fue la de evitar la propagación de las sectas protestantes. Desde un
enfoque político, si estas sectas se difundían en las colonias hubiera llevado
al estallido de revueltas religiosas, que hubiesen puesto en riesgo el dominio
español. Esa era la intención de los ataques de los corsarios y piratas
protestantes, cuyas atrocidades eran alimentadas por sus convicciones anticatólicas.
Toda organización
religiosa, ya sea protestante, evangélica, budista, musulmana, etc. tiene su
propia inquisición bajo distintos membretes. Una entidad encargada de mantener
la fidelidad de los miembros de la respectiva organización a sus creencias.
La iglesia era el tercer poder y los monarcas se vieron influenciados. Carlos I se vio envuelto en la revuelta protestante y su fracaso en contenerla le llevó a su abdicación. Cómo bien comentas la inquisición no fue únicamente en España, incluso fue más cruenta en otros países, aunque siempre se relacione la inquisición con España. Saludos
ResponderEliminarDe acuerdo contigo Federico. La Iglesia ha sido protagonista de muchos de los errores cometidos por nuestros gobernantes. y que fueron de gran influencia en el desarrollo del país.
ResponderEliminarQue artículo más completo Ramón, nos ha encantado! 😉Como bien comentas fue bastante más cruenta en otros países, nos recordamos de nuestro viaje a Edimburgo y cuando nos contaron la historia del "Pozo de las Brujas", ahí ni proceso, ni rastro alguno, condenados directamente. Lo que pasa es lo de siempre, unos llevan la fama y otros cardan la lana. Saludos! 🙋♂️🙋♀️
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarExcelente y completo artículo Ramón, nos ha encantado leerlo! 😉 Como bien dices, no fue España el único país con inquisición, es más, ni siquiera fue de los más cruentos, así nos recordamos del "Pozo de las Brujas" en nuestro viaje a Edimburgo, en donde el número de muertes fue espeluznante y sin juicio ni nada que se le pareciera. Como dice el dicho, unos llevan la fama y otros cardan la lana. Saludos! 🙋♂️🙋♀️
ResponderEliminarDe nuevo, muchas gracias por tu comentario y esa referencia a vuestro viaje a Edimburgo y el "Pozo de las Brujas".
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