El desastre de Annual de 1921
¿Qué fue el Desastre de Annual?
El Desastre de Annual
de 1921 constituye la mayor catástrofe militar sufrida por el arma de
Infantería del Ejército Español en el siglo XX; y podemos equipararlo, por su
importancia histórica, a la derrota sufrida por la Marina española en la guerra
contra Estados Unidos del infausto año de 1898. No fue, sin embargo, la única
catástrofe militar sufrida por un ejército europeo en esos tiempos de expansión
colonial, que por entonces se centraba en el continente africano. Recordemos los
dos reveses sufridos por los británicos a finales del siglo XIX: el primero durante
la guerra anglo-zulú, en 1879, cuando en la batalla de Isandlwana, tuvieron 1.300
muertos; el segundo, seis años más tarde, ante las milicias islamistas en Sudán,
cuando en la toma de Jartún fueron aniquilados sus 7.000 defensores, incluyendo
al general Gordon. Algo similar es el caso de Italia, con la derrota sufrida
por su ejército, en 1896, ante los etíopes en la batalla de Adua, con 5.900
bajas italianas. Y tampoco olvidaremos el ocultado “Annual” de Francia en
Marruecos en 1925, cuando los rifeños aplastaron sus posiciones en el río Uarga,
ocasionándoles 2.000 muertos entre las fuerzas coloniales francesas.
Es indudable que el
Desastre sufrido por el ejército español en Annual en 1921 fue la mayor
catástrofe militar por el número de muertes, además de las consecuencias
internas e internacionales que trajo consigo. Esa derrota fue la consecuencia
de una sucesión de combates perdidos, con huidas, sufridas por el ejército
español desplegado en la zona oriental del Protectorado de Marruecos, en el
área perteneciente a la Comandancia Militar de Melilla. Los hechos tuvieron
lugar entre el 21 de julio y el 9 de agosto de 1921, en un tórrido verano
norteafricano.
Situación de Annual
Annual era un pequeño
poblado en el que se encontraba un campamento militar a menos de 90 kilómetros
al oeste de Melilla, en una llanura situada en medio de la cordillera del Rif,
con un territorio escarpado, repleto de suelos áridos, únicamente propicio para
la ganadería extensiva, y con escasas zonas fértiles. Además, es un territorio de
clima mediterráneo semidesértico, con periodos muy grandes de sequía, donde el
agua escasea. Esa zona norteña de Marruecos fue el área destinada a España por
el Convenio hispanofrancés de 27 de noviembre de 1912, el cual establecía las
bases para la implantación del Protectorado conjunto de Francia y España en el
viejo imperio jerifiano de Marruecos.
¿Qué hacía España en Marruecos?
La respuesta es sencilla:
la implantación del Protectorado español constituyó el resultado final de casi
tres décadas de discusiones internacionales sobre la “cuestión marroquí”.
Es un episodio más del proceso de expansión imperialista iniciado en el último
tercio del siglo XIX, que terminaría con el reparto de África entre las potencias
coloniales europeas en vísperas de la Primera Guerra Mundial. Hasta entonces,
Marruecos estaba dominado por el llamado imperio jerifiano, a cuya cabeza
estaba en Marrakech un sultán, el cual actuaba como autoridad religiosa y civil,
tratando de asegurar la paz entre las tribus (o cabilas).
La crisis de esa administración
propició la intervención de las potencias europeas. Era destacable la presión
de Francia, que desde Argelia —ocupada en 1830—, estaba extendiéndose
por todo el África sahariana y subsahariana. Tras ella, Gran Bretaña,
que desde Gibraltar controlaba la entrada y salida del mar Mediterráneo y podía
permitir que otra gran potencia (Francia) controlara la costa opuesta en el
norte de África; razón por la que jugaban la baza española para frenar a
Francia. Como segundonas, estaban Italia y Alemania, que pretendían
su parte del pastel. Y ambas usando la baza española para frenar las apetencias
contrapuestas de Francia y Gran Bretaña en el Estrecho. Y para completar el
grupo de países intervinientes, tenemos que mencionar a España. Nosotros
teníamos bajo nuestra jurisdicción las ciudades de Melilla y de Ceuta, además
de tener presencia al sur de Marruecos, como potencia colonial, Ifni y el
Sáhara español. En este contexto de intereses de las grandes potencias, la
solución a la “cuestión marroquí” se fue abriendo a partir de la Conferencia
de Algeciras de 1906, donde la iniciativa conjunta franco-británica
encontró una fórmula para contentar a casi todos: en primer lugar, se
autorizaría a Francia su Protectorado en la mayor parte de Marruecos,
respetando la autoridad del sultán y el Majzén; en segundo lugar, se concedería
a España el control del norte de Marruecos como “subarrendataria” del
Protectorado, respetando también la autoridad del sultán y el Majzén, e impidiendo
que una gran potencia interviniera en la seguridad de Gibraltar; y en tercer
lugar, para limitar el excesivo control de las tres potencias anteriores en esa
área, se separaría del Protectorado conjunto franco-español una zona
internacional: la ciudad y puerto de Tánger, que pasaría estar dirigida por un
comité de control en el que participarían Francia y España, pero también Gran
Bretaña, Italia y Alemania. Gracias a ese acuerdo, en noviembre de 1912 se firmó
el convenio hispanofrancés, que establecía el Protectorado español en el norte
de Marruecos.
La consecuencia de la Conferencia de Algeciras de 1906
Entre 1906 y 1912,
apenas diez años después de perder el resto de sus vetustas colonias en una
guerra desastrosa con Estados Unidos, España se vio en disposición de asumir unos
compromisos coloniales en el norte de África, gracias a la imposición del resto
de las potencias europeas, que vieron en la baza española una solución a sus desconfianzas
entre ellos. Una decisión difícil de asumir por parte de las autoridades
españolas, muy conscientes de la carencia de recursos humanos y materiales necesarios
para afrontar una campaña colonial como la recién concluida de manera tan
calamitosa. Además de saber que, la ciudadanía española, no quería más compromisos
militares tras esa traumática experiencia. España es arrastrada a este juego
como pieza de regateo en el complejo mercado europeo. Alemania, Francia
y Gran Bretaña utilizan la baza española para frenarse mutuamente en la
cuestión marroquí. La idea de colonizar Marruecos suscitaba una gran oposición dentro
de la opinión pública española, especialmente en los sectores más
desfavorecidos; ya que, esos sectores temían el coste en hombres y dinero que supondría
esa iniciativa, conscientes de que serían sus hijos los que no podrían eludir
el servicio militar y tendrían que combatir. Podemos aseverar que: “si ha
habido alguna guerra especialmente impopular y odiada en la historia de España,
ésa es, sin duda alguna, la de Marruecos”.
Todos los líderes políticos, ya fueran: conservadores, liberales o republicanos, eran conscientes de esa situación de rechazo a la guerra en Marruecos. Pero tuvieron que asumir que no atender a la cita supondría la salida de España en el orden internacional, además de su desaparición del norte de África, poniendo en peligro: Ceuta, Melilla, Ifni, el Sáhara y puede que las islas Canarias. Es por razones de seguridad estratégica y prestigio internacional, que los líderes de la Restauración acabaron emprendiendo una aventura que no fuera muy costosa, pero que, a la postre, conduciría a la crisis irreversible de la monarquía parlamentaria. La opción fue asumida de buen grado por los militares españoles, casi como por el rey Alfonso XIII, que consideraban una ocasión propicia para curar la herida del 98, a pesar de ser una opción discutida y repudiada por la mayoría de la opinión pública. Nadie desea nuevas aventuras, ni expediciones fuera de lugar.
¿Cómo era la zona concedida a España?
Según el convenio
hispanofrancés de 1912. El territorio concedido a España era una franja de terreno
situada en el norte de Marruecos, de unos 25.000 kilómetros cuadrados, que se
extendía, por el oeste, desde las llanuras costeras de Tánger y Larache, hasta
la desembocadura del río Muluya por el este, limitando con la Argelia francesa.
Con una extensión media de poco más de 300 kilómetros de anchura de este a
oeste y apenas 60 de profundidad, de norte a sur. Aproximadamente el 80% de esa
superficie eran áreas montañosas repartidas en el oeste entre las montañas de
la Yebala, al sur de Ceuta; una zona de menor altura y con tierras llanas y
fértiles; y las montañas del Rif al este, sur de Melilla, con mayor altura y
suelos áridos. Desde un principio, los militares españoles, la consideraron una
zona, de difícil ocupación. Para mayor infortunio de los españoles, la
implantación del Protectorado tropezó con la resistencia armada de las tribus.
Una población en su mayoría de origen bereber, agrupada en unas 66 cabilas,
distribuidas desde la Yebala occidental hasta el Rif Oriental.
Las cabilas estaban
organizadas por parentesco, manteniendo relaciones muy cambiantes entre ellas,
aunque con amplia autonomía interna. Profundamente islamizadas y arabizadas,
seguían siendo levantiscas con respecto a la autoridad del Majzén y sus
funcionarios. Se consideraban un baluarte del Islam contra la cristiandad y se
oponían a cualquier dominio extranjero, máxime si eran infieles. Sólo el 10% de
la población vivía en pequeñas ciudades, principal objetivo de los españoles, principalmente
las costeras. El resto del territorio era campo y montaña, con pequeños aduares.
Zonas muy difíciles de controlar. La primera manifestación de insumisión fue la
derivada de una actividad: el bandolerismo. La segunda fue la resistencia por motivos
religiosos: la lucha contra el infiel, el cristiano, el “rumi”, siempre
aborrecido por pisar suelo musulmán. Se aplico la declaración de la “yihad”
(guerra santa), y se aplicó tanto contra españoles como contra franceses.
En junio de 1909, dan comienzo las operaciones militares
Las operaciones
militares comenzaron en junio de 1909, tras el desastre
del Barranco del Lobo, vino luego la Campaña del
Kert,
a continuación, se desarrolló la Campaña de Yebala en 1913. Ya en esas
campañas se evidenciaron defectos que provocaron serios apuros; incluyendo una
lección dada por el Estado Mayor en 1911 y que sería olvidada un decenio
después: “no practicar ningún repliegue, ni menos retirada, en el mismo día
que se ha combatido, aunque el encuentro haya sido favorable. El enemigo
aguarda siempre su mayor vigor para estos momentos y es maestro en hacer
difíciles estas operaciones”. La Primera Guerra Mundial significó un parón de
las actuaciones militares entre 1914 y 1918. Sin embargo, en 1919, tras el
final de la Gran Guerra comenzó una nueva fase de actividad militar española
que nos llevaría al Desastre de Annual. Los protagonistas de esta nueva etapa
serían: el general
Dámaso Berenguer,
alto comisario, y el general Manuel
Fernández Silvestre,
comandante militar de Melilla muy apreciado por el rey Alfonso XIII. La
estrategia fue aprobada por el gobierno conservador de Manuel
Alendesalazar
y consistía en que cada uno avanzara en paralelo.
Berenguer, debía avanzar
desde Ceuta por el este hacia el sur, logrando la conquista de la ciudad santa
de Xauén a finales de 1920 tras vencer la resistencia en la Yebala por parte de
El Raisuni. Eran soldados
expertos y profesionales: el cuerpo de regulares indígenas y el Tercio de
Extranjeros o Legión, creado en 1920 por el general Millán Astray. El control
sobre la zona era inestable ya que el territorio entre Tetuán y Xauén, seguía
poblado por cabileños prestos a rebelarse. En el caso de Fernández Silvestre,
el plan consistía en avanzar hacia la bahía de Alhucemas, pero Abd el-Krim contaba con el apoyo
de los rifeños que habían adquirido experiencia bélica en la guerra mundial. Silvestre
no iba a encontrar la clásica resistencia de las harcas, iba a enfrentarse a un
ejército regular. Pero no sería este su único error: entre el inicio de la
campaña en 1920 y el mes de enero de 1921, las tropas españolas avanzaron,
apenas sin oposición, más de 100 kilómetros hasta llegar a Annual, con unos 7.000
soldados, básicamente reclutas que fueron distribuidos a lo largo de 144
posiciones que unían Melilla con Annual, donde se concentraron unos 3.000
hombres dispuestos a avanzar hacia Alhucemas.
El Ejército de
Silvestre mostraba grandes carencias que le hacían poco efectivo, ya que era
una tropa recién llegada de la Península, sin suficiente instrucción, sin apenas
medios de combate, dirigida por demasiados oficiales, desmotivados y sin la
formación adecuada. Además, se calcula que apenas había 22 médicos con apenas
400 sanitarios y únicamente 4 ambulancias. Además de todos esos problemas, las
fuerzas estaban dispersas en puestos aislados en lugares con carencia de
reservas de agua, pudiendo ser hostigados desde las montañas circundantes. Silvestre
mismo, pensaba que Annual era “un callejón sin salida difícil de mantener
batida desde las alturas que la rodeaban, sin agua y mal comunicada con su
retaguardia por caminos estrechos y cortados por barrancos”. Abd-el-Krim había
reunido frente a Annual y el resto de posiciones españolas a más de 11.000
combatientes que se duplicarían al hacerse evidente el fracaso militar español.
Un núcleo de unos 3.000 soldados disciplinados, con experiencia bélica, que
eran de su misma cabila: los Beni Urriaguel, a los que se irían sumando las
otras cabilas, atraídos por la expectativa del botín y deseosos de expulsar al
infiel. Su táctica: cercar y sitiar a las posiciones y rendirlas por hambre y
sed.
En julio de 1921, da comienzo el desastre para el Ejército español
Así fue fraguándose
el desastre de julio de 1921; todo empezó con el 1 de julio, cuando los rifeños
atacaron una pequeña posición avanzada de los españoles, sita en Monte
Abarrán,
donde en menos de 24 horas acabaron con sus ocupantes y abrieron la vía hacia Annual.
Fernández Silvestre consideró esa primera derrota, un pequeño revés, reforzando
su campamento base con la instalación, el 7 de julio, la posición de Igueriben, otro puesto
aislado, sin agua y fácilmente abatible desde las cimas circundantes. El 14 de
julio Abd el-Krim inició el ataque contra Igueriben con su conocida estrategia,
consiguiendo su propósito en la tarde del 21 de julio, donde sólo 33 de sus 300
ocupantes consiguieron huir, llegando a Annual en condiciones deplorables. Sólo
entonces, Silvestre, fue consciente de su penosa situación estratégica.
El 21 de julio, el
general, angustiado, remitió un telegrama al alto comisario informándole de su
penosa situación y de su decisión de proceder a una retirada general. Lo que
sucedió a continuación aquel 21 de julio de 1921 es bastante conocido gracias
al informe, “Expediente Picasso”, destinado a depurar responsabilidades
políticas e institucionales que elaboró el general Juan Picasso para el Consejo
Supremo de Guerra y Marina. Según este, Fernández Silvestre, tomó una medida en
contra de las recomendaciones del Ejército español: la retirada sin combatir.
Pero lo peor es que no fue una retirada organizada, se dio la orden sin ningún
preparativo, convirtiéndose en una huida caótica, inorgánica y mortífera. Se
abandona la posición sin órdenes, con las fuerzas sin jefes, acosados por el
enemigo, sin otra idea que la salvación individual. Una huida vergonzosa, inexplicable
y lamentable. Fernández Silvestre no la dirigió, tan solo asistió a ella antes
de perder la vida, no se sabe si de un certero disparo enemigo o a causa de un suicidio
avergonzado.
Ante el espectáculo,
Abd el-Krim ordenó el asalto a todas las posiciones españolas entre Annual y
Melilla, lo que supuso que, todas las cabilas se sumaran a la guerra contra los
españoles. La consecuencia fue una masacre, ya que, los rifeños, todos a una
atacaron a la avalancha humana que huía de Annual, sin apenas, presentar
resistencia. El grave problema fue que la fuga hacia Melilla no se frenó en Ben-Tieb,
una posición con reservas propias de agua, víveres y municiones suficientes
para intentar recomponer las líneas de frente y frenar el avance enemigo. En su
huida, los fugitivos de Annual, no se detuvieron en esa posición, continuando
hacia Melilla sin obedecer a sus jefes y oficiales que trataban de poner orden.
El general Felipe Navarro, segundo de Silvestre, recién llegado de Melilla,
también cometió el error de evacuar la posición de Dar Dríus, refugiándose el
29 de julio en Monte Arruit, que estaba apenas a 40 kilómetros de Melilla, aunque
también carente de agua. En aquella situación de un ejército vencido sin
luchar, con múltiples casos de cobardía y falta de disciplina. Son de destacar
los esfuerzos del Regimiento de Caballería “Alcántara”, al mando del teniente
coronel Fernando Primo de Rivera (hermano del futuro
dictador),
que, con sus cargas de caballería, protegió en lo posible, la retirada de las
columnas a Monte Arruit, a un alto precio, ya que en las acciones encontraron
la muerte, 28 de sus 32 oficiales y 523 de sus 685 soldados, incluyendo al
propio Primo de Rivera.
Pero aún había de
llegar lo peor, para lo cual recomiendo el siguiente artículo: LA CAÍDA DE
MONTE ARRUIT.
OTRAS PÁGINAS DE ESTA MISMA SERIE:
La Batalla de Castillejos de 1860: LEER AHORA
La Batalla de Wad Ras de 1860: LEER AHORA
La Guerra de Tetuán de 1859-1860: LEER AHORA
La Campaña de Melilla de 1909: LEER AHORA
El desastre del Barranco del Lobo de 1909: LEER AHORA
La Campaña del Kert de 1911-1912: LEER AHORA
La pérdida de la posición de Abarrán de 1921: LEER AHORA
La pérdida de Igueriben de 1921: LEER AHORA
La masacre de Monte Arruit de 1921: LEER AHORA
Tras la debacle de 1921, nuevas operaciones militares en
Marruecos: LEER AHORA
Desembarco de Alhucemas de 1921: LEER AHORA
La derrota final de Abd el-Krim: LEER AHORA
El expediente Picasso: LEER AHORA
Juan Picasso González: LEER AHORA
BIBLIOGRAFÍA
El sueño colonial – Las guerras de España en Marruecos.
Federico Villalobos
En el Barranco del Lobo – Las Guerras de Marruecos. María
Rosa de Madariaga
Morir en África – La epopeya de los soldados españoles en el
Desastre de Annual. Luis Miguel Francisco
Annual el desastre de España en el Rif 1921. Manuel
Leguineche
Lloverá Tierra Seca sobre Annual. Santiago Díaz Morlán
El Desastre de Annual. Ricardo Fernández de la Reguera y
Susana March
Diversos capítulos de mis Blogs Personales: COSAS DE
HISTORIA Y ARTE y Una biografía en tu pantalla. Ramón Martín Pérez
Más información obtenida de libros, periódicos, páginas web
y folletos, en los cuales no se hace mención alguna de titularidad de derechos.
La mayoría de las fotos están tomadas de Internet y en
algunos casos son del propio autor.
Ramón Martín
Muy completo el post, resumen muy bien lo que pasó aquel verano de 1921. Los antecedentes, la mala preparación del ejército, la pésima estrategia que llevó a la catástrofe. Enhorabuena Ramón
ResponderEliminarMuchas gracias Antonio.
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