La masacre de Monte Arruit de 1921
Como veíamos en el artículo anterior, en la huida
desde Annual,
las tropas españolas se retiraron formando una larga columna, sin que nadie
tuviera la iniciativa de establecer flanqueos o de proteger la retaguardia de esta.
Cuatro kilómetros de terreno descubierto para penetrar en un desfiladero de quince
kilómetros, hasta Ben Tieb. En la subida a Izumar y en la bajada a la llanura de
Sebsa, la confusión fue en aumento, pues los disparos llegaban por todas partes.
Así las cosas, el pánico se apoderó de la columna y los hombres fueron
abandonando todo aquello —incluyendo el armamento—, que suponía un impedimento
para emprender una loca carrera para salvar el pellejo. Bastante hicieron los
escuadrones de caballería de Alcántara mandados por el teniente coronel Primo
de Rivera, por proteger a la tropa en su loca carrera. Tanto así que en la
posición de Ben Tieb, hubieran podido ofrecer resistencia, puesto que allí
había munición suficiente, pero nadie pensaba en otra cosa que no fuera llegar
a Monte Arruit. Ante el caos producido, la guarnición voló el depósito de
municiones y se unió a la columna en su desbandada.
El general Navarro,
segundo jefe de la Comandancia de Melilla, contaba con poder establecer una
posición defensiva en Dar Drius, pero al comprobar el estado en que llegaba la
columna, tuvo que desistir. A la mañana siguiente se formó una nueva columna,
protegida por los escuadrones de Alcántara, marchando hacia Batel. Al pasar el
río Kert fueron atacados sufriendo numerosas pérdidas, pudiendo llegar, a duras
penas, hasta Batel, donde permanecieron hasta el 29 de julio. Agotadas las
provisiones Navarro decidió continuar hasta Monte Arruit. A poco de conseguir
llegar a Monte Arruit, la columna atacada por el pánico, abandonó heridos y
piezas de artillería, entrando alocadamente en la posición.
El asedio de Monte
Arruit, se inició el mismo día 29 de julio, con unos 3.000 hombres al mando del
general Navarro, sería el último acto de la cadena de desastres militares
iniciados aquel 21 de julio. Cadena de sastres que, en poco menos de diez días había
hecho desaparecer toda la presencia militar española en el Protectorado, salvo
la ciudad de Melilla, aunque asediada y hostigada desde las alturas del Gurugú.
Todo el frente se había desmoronado como un castillo de naipes. Durante el
asedio en Monte Arruit, los sitiados reciben no menos de 400 disparos de
artillería al día, careciendo de medios para organizar sus defensas, ya que tan
solo poseen una ametralladora y catorce cajas de municiones. Ante esta
situación, el general Navarro ordena que solo se dispare contra blancos que
estén, como máximo, a cincuenta metros para asegurar la puntería. En un principio,
pueden comer una vez al día, pero, transcurrida una semana ya no les quedan
suministros, teniendo que consumir los mulos y caballos. El problema de la sed
es mucho peor, ya que no pueden realizar la aguada y solo quedan reservas para
beber una jarra pequeña, compartida por cada cuatro hombres.
Agotados por el
calor, exhaustos por la falta de agua, carentes de víveres, sin apenas municiones,
y lo que es aún peor: sin la posibilidad de recibir refuerzos desde Melilla, el
9 de agosto de 1921 el general Navarro obtuvo permiso para negociar la
rendición de la posición, para ello: entregarían sus armas y el fortín a cambio
de poder evacuar las tropas hacia Melilla. La rendición tendría lugar ese mismo
día, pero el pacto no fue respetado por las tribus rifeñas, contrariamente a las
órdenes dadas por Abd el-Krim. Cinco mil harqueños,
ávidos de venganza, volvieron a desatar la misma orgía de sangre que en la
huida desde Annual: de los casi 3.000 defensores rendidos, mataron, e incluso
remataron, a 2.668 soldados, dejando sus cuerpos mutilados como alimento de
alimañas y buitres. Tan sólo se salvaron el general Navarro y un puñado de
oficiales que tomaron como prisioneros. En cuanto a los soldados, solamente unos
400 llegarían a Melilla destrozados y aterrados.
En total, entre la
caída de Abarrán y la masacre producida
en Monte Arruit, se consumirían las vidas de un total de unos 7.915 militares
españoles, de un total de 11.013 soldados desplegados en la zona, según los cómputos
del coronel Fernando Caballero Poveda. Aunque, a veces, se apunta que fueron en
torno a 12.000, las víctimas mortales del derrumbe producido en la Comandancia
de Melilla, aunque, al parecer, esta última estimación está sobredimensionada
por obtenerse de los estadillos en los que no se registraban los permisos de
ausencia, los cambios de destino y otros factores. El número de prisioneros
tomados por los rifeños, se evalúan en otras 514 víctimas de la derrota, que
sufrirían un penoso cautiverio hasta enero de 1923, y en el cual perecieron un
mínimo de 119, fugándose 75 y siendo rescatados los restantes.
Pese a las
dificultades de la época, la catástrofe de Annual y la masacre de Monte Arruit,
serían conocidas, de inmediato, tanto en España como en el resto del mundo,
provocando una oleada de indignación en la opinión pública española, donde
creció un sentimiento de odio al moro traidor, muy intenso y generalizado. Una
indignación popular que prestó su apoyo a un nuevo gobierno de concentración
nacional presidido por Antonio Maura, que tomó posesión del cargo
el 14 de agosto de 1921. Esa misma indignación hizo mella entre los militares, caldo
de cultivo de una reacción militar abiertamente vengativa. Desde los primeros
días de agosto se fue concentrando en Melilla, un numeroso contingente de
tropas, entre las que se incluían fuerzas de la Legión extranjera y de los Regulares
indígenas, que llegarían a sumar más de 30.000 efectivos, y que estaban mandados
por el general José Sanjurjo. Según declaraciones hechas por el general Berenguer al Presidente Maura: no
se trababa de reforzar un ejército desaparecido, sino de crear otro nuevo y más
eficaz.
En efecto, terminada
la masacre de Monte Arruit, desde Melilla se puso en marcha la nueva máquina de
guerra española, pasando de inmediato a la acción para detener el avance
insurgente, romper el asedio de Melilla y reconquistar el territorio perdido.
OTRAS PÁGINAS DE ESTA MISMA SERIE:
La Batalla de Castillejos de 1860: LEER AHORA
La Batalla de Wad Ras de 1860: LEER AHORA
La Guerra de Tetuán de 1859-1860: LEER AHORA
La Campaña de Melilla de 1909: LEER AHORA
El desastre del Barranco del Lobo de 1909: LEER AHORA
La Campaña del Kert de 1911-1912: LEER AHORA
La pérdida de la posición de Abarrán de 1921: LEER AHORA
La pérdida de Igueriben de 1921: LEER AHORA
El desastre de Annual de 1921: LEER AHORA
Tras la debacle de 1921, nuevas operaciones militares en Marruecos: LEER AHORA
Desembarco de Alhucemas de 1921: LEER AHORA
La derrota final de Abd el-Krim: LEER AHORA
El expediente Picasso: LEER AHORA
Juan Picasso González: LEER AHORA
BIBLIOGRAFÍA
El sueño colonial – Las guerras de España en Marruecos.
Federico Villalobos
En el Barranco del Lobo – Las Guerras de Marruecos. María
Rosa de Madariaga
Morir en África – La epopeya de los soldados españoles en el
Desastre de Annual. Luis Miguel Francisco
Annual el desastre de España en el Rif 1921. Manuel
Leguineche
Lloverá Tierra Seca sobre Annual. Santiago Díaz Morlán
El Desastre de Annual. Ricardo Fernández de la Reguera y
Susana March
Diversos capítulos de mis Blogs Personales: COSAS DE
HISTORIA Y ARTE y Una biografía en tu pantalla. Ramón Martín Pérez
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