Miguel Primo de Rivera y Orbaneja. 132º Presidente de 1923 a 1925, y 133º de 1925 a 1930

Durante su Dictadura, fue el primer Presidente del Consejo de Ministros, desde el 15 de septiembre de 1923 hasta el 3 de diciembre de 1925; y el segundo desde el 3 de diciembre de 1925 al 28 de enero de 1930. 


Nació el 8 de enero de 1870 en Jerez de la Frontera, Cádiz (España), en el seno de una familia de tradición militar. Contrajo matrimonio con Casilda Sáenz de Heredia, con la que tuvo seis hijos, entre ellos a José Antonio Primo de Rivera, que sería fundador de la Falange Española.

    A una edad, muy joven, ingresó en la Academia Militar. Fue destinado en primer lugar a Melilla, lugar donde consiguió rápidos ascensos e incluso la medalla Laureada de San Fernando. De Marruecos se trasladó a Cuba como ayudante del capitán general don Arsenio Martínez Campos. Después llegó a Filipinas, país donde marchó para hacer compañía a su tío Fernando Primo de Rivera, al ser nombrado éste capitán general de aquellas islas. Tomó parte en las últimas guerras coloniales: en la guerra de Cuba, en la que supuso la independencia de Filipinas y en la guerra de Marruecos.

    Regresó a España con el grado de teniente coronel. Cuando volvió a Marruecos participó en la guerra de Melilla de 1909. Dos años después ascendió a general. De regreso a España se le encargó el gobierno militar de Cádiz. En el transcurso de la Primera Guerra Mundial participó como observador en algunas campañas aliadas. En 1919, alcanzó el grado de teniente general y fue nombrado capitán general de Valencia. Pronto lo sería en Madrid. Pero fue relevado de este cargo por haberse declarado abandonista (partidario de la retirada de los objetivos en el norte de África) en Marruecos, frente a la política del gobierno y de amplios sectores militares, una actitud que, ya como dictador, reconsiderará en sentido intervencionista. Su tío Fernando Primo de Rivera le dejó el título de marqués de Estella cuando falleció en el desastre de Annual, en 1921.

    En el año 1922 se le encargó la capitanía militar de Barcelona, donde se encontró con un clima social y político muy enrarecido, debido a hostilidad del catalanismo más radicalizado, del gran descontento social y del deterioro del orden público con pistolerismo incluido. Gracias a su política de firmeza se hizo con el apoyo del catalanismo conservador de la Lliga Regionalista. El expediente Picasso, abierto para depurar responsabilidades por el desastre de Annual, así como el pendiente rescate de los prisioneros en manos de Abd-el-Krim creó un clima de gran malestar dentro del Ejército. Por otra parte, una serie de actos terroristas sonados, como los asesinatos del presidente del gobierno Eduardo Dato en 1921, o del cardenal de Zaragoza, Soldevilla en 1923, acentuaron el deterioro social en medio de una situación económica cambiante. El gobierno de Manuel García Prieto no conseguía controlar la situación.

    En la temporada en que Primo de Rivera ejerció el poder en España hay dos etapas muy bien definidas. El 13 de septiembre de 1923, tras la consulta al resto de los capitanes generales y con el visto bueno del propio rey Alfonso XIII, proclamó la dictadura, un régimen que partía de una gran improvisación doctrinal, como se trasluce del simplista y negativo manifiesto justificador. Siendo jefe de gobierno creó un Directorio Militar con personas de escaso relieve. En aras del control social sacrificó el sistema democrático mediante el uso de la censura de prensa, la persecución política o el cierre del Parlamento. Otro acto destacado de estos años fue el desembarco de Alhucemas, realizado en 1925.

    Logrados los éxitos militares en Marruecos, Primo de Rivera, en lugar de retirarse, se perpetuó a través de un Directorio Civil, instituido el 3 de diciembre de 1925, de entre cuyos miembros destacaban Martínez Anido, en Gobernación; José Calvo Sotelo, en Hacienda; Eduardo Aunós, en Trabajo y el conde de Guadalhorce, en Fomento. Recibió el apoyo del Ejército y de los elementos de extrema derecha, así que intentó construir un régimen que sustituyera al caduco parlamentarismo que había tenido lugar durante la Restauración.

    Una Asamblea, constituida orgánicamente, debería ser la encargada de redactar una nueva constitución así como de aprobar otra serie de leyes fundamentales: Estatuto Municipal, Provincial, etc. Pero dicha Asamblea fracasó estrepitosamente. Con la intención de dar cobertura al régimen, se creó desde arriba un partido, la Unión Patriótica Española (UPE).

    La idea de Primo era que la UPE funcionara como partido conservador; mientras los socialistas, reconvertidos en laboristas, servirían de alternancia. Fórmula que no llegó sin embargo a aplicarse. En hacienda y obras públicas es dónde el régimen consiguió sus mejores bazas. Calvo Sotelo consiguió aliviar la deuda pública y monopolizó el petróleo, creando CAMPSA. En las obras públicas, destacar el calor de la bonanza económica, y la ampliación y mejora de las carreteras, puertos y regadíos. La oposición a la dictadura provenía de diferentes frentes: intelectuales (Miguel de Unamuno, Valle-Inclán, etc.), estudiantes, políticos, sindicalistas y militares, especialmente artilleros.


    Al ver que la oposición crecía y que no contaba con el apoyo de sus propios compañeros de armas, desilusionado, crecientemente impopular, tras haber perdido el apoyo de Alfonso XIII y por el grueso de los mandos militares, una excepción fue el general Sanjurjo, Primo de Rivera experimentó un agravamiento de la condición física debido a la diabetes que padecía. ​ En enero de 1930 se llegó a preparar en Andalucía una conspiración golpista para el día 28 de la que estarían al tanto Manuel Burgos Mazo, Diego Martínez Barrio, Miguel Maura, Carlos de Borbón, y probablemente el propio monarca, dirigida por el general Goded, gobernador militar de Cádiz. Aunque no llegó a suceder, Primo de Rivera dimitió el 28 de enero, oficialmente por razones de salud, ​ y se exilió en París. ​ El monarca asignó el gobierno al general Dámaso Berenguer, dando paso al periodo conocido como la "Dictablanda", con el que se pretendía volver gradualmente a la normalidad constitucional previa a 1923.

    Seis semanas más tarde, el 16 de marzo de 1930, falleció en París, ​ a causa de la diabetes que padecía en conjunción con los efectos de una gripe. ​ Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio de San Isidro, en Madrid, aunque más tarde se trasladaron a la basílica de la Merced de Jerez de la Frontera.



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