Catalina I de Rusia, segunda esposa de Pedro I, zar de Rusia y zarina de Rusia (1725 a 1727)

 


Voltaire consideraba que su vida fue casi tan extraordinaria como la del propio Pedro el Grande. A pesar de carecer de documentos que confirmen sus orígenes, parece ser que nació en Jēkabpils el 15 de abril de 1684, su nombre era Marta Elena Skavronska, y era hija de Samuel Skavronski, un campesino católico de la República de las Dos Naciones, procedente de Minsk, del que, algunos biógrafos afirman que fue un sepulturero, mientras otros especulan que era un siervo sin tierra huido. Los padres de Marta murieron en la peste de 1689, dejando cinco hijos. Marta con tres años de edad fue acogida por una tía y enviada a Mariemburgo (hoy Alūksne en Letonia), donde fue criada por un pastor luterano llamado Johann Ernest Glück, que fue el primero en traducir la Biblia al letón. Allí trabajó de criada, fregona o lavandera. No recibiendo ninguna educación, siendo iletrada para el resto de sus días.

Todas las fuentes consultadas la describen como una joven de gran belleza. A los diecisiete años, casó con un oficial de dragones sueco, con quien vivió durante ocho días en 1702, momento en el que los suecos se retiraron de Mariemburgo. Al llegar los rusos a la ciudad, el pastor Glück se ofreció para ir a Moscú como traductor, llevándose a Marta. Según fuentes de escaso crédito, trabajó durante un tiempo en la lavandería de un regimiento, y que se la presentó, en paños menores, al General de brigada Rudolph Félix Bauer, para ser su amante. También que pudo haber trabajado en la casa de Sheremétev, aunque se desconoce si fue su amante, o solamente una doncella, lo que si es cierto es que regresó a la corte rusa con el ejército de Sheremétev. Más tarde, pasó a ser criada del príncipe Aleksandr Ménshikov, amigo y cortesano del zar Pedro I, y primer gobernador de San Petersburgo. Se discute si fueron amantes, ya que Ménshikov estaba comprometido con Daria Arsenieva, que sería su futura esposa. Lo que sí está claro es que, Marta y Ménshikov, formaron una alianza de por vida.

Es posible que Ménshikov, celoso de las atenciones de Pedro I, y conociendo sus gustos, quisiera procurarle una amante de la que él pudiera fiarse. En cualquier caso, Pedro I conoció a Marta con motivo de una visita a Ménshikov en su casa en 1703, y un año después, ya estaba establecida en la casa de Pedro I como su amante, dándole un hijo, Pedro. En 1705, se hizo ortodoxa, asumiendo el nuevo nombre de Catalina Alekséievna.

Pedro I trasladó la capital a San Petersburgo en 1703, y mientras se construía la ciudad, vivieron en una pequeña cabaña de tres habitaciones, donde ella cocinaba y atendía a los niños, y él cuidaba el jardín como si fueran una pareja común y corriente. Cuando se trasladaron al palacio, la conservaron rodeándola de una valla. Fue esta, sin duda, la relación de más éxito de Pedro, y su correspondencia demuestra que se tuvieron un gran cariño. Catalina era una mujer de mucha energía, compasiva, encantadora y alegre. Siendo capaz de calmar a Pedro I en sus frecuentes ataques de ira, además de cuidarle, en persona, durante sus ataques epilépticos. Parece ser, aunque no existen documentos que lo certifiquen, que, Catalina y Pedro I se casaron en secreto entre el 23 de octubre y el 1 de diciembre de 1707 en la ciudad de San Petersburgo, teniendo doce hijos, dos de los cuales, solamente llegaron a la edad adulta: Ana e Isabel.

En 1711, Catalina acompañó a Pedro en su campaña de Pruth. Voltaire en su libro Pedro el Grande dice que allí Catalina salvó a Pedro I y su imperio, ya que estando rodeado por tropas turcas que le ganaban en número, surgió Catalina cuando los rusos estaban a punto de rendirse y usó sus joyas junto a las de las otras mujeres para sobornar al gran visir otomano Baltacı Mehmet Pasha, en un intento de que les permitiera retirarse. Mehmet autorizó la retirada, y Pedro I reconoció a Catalina y se volvió a casar con ella (esta vez de forma oficial) en la Catedral de san Isaac de San Petersburgo el 9 de febrero de 1712. Catalina se convertía así en la segunda esposa de Pedro I, puesto que éste, previamente, se había casado y divorciado de Eudoxia Lopujiná, a quien había encerrado en un convento y con quien tenía un hijo, el zarévich Alexis Petróvich, al que ejecutó.

Tras la boda, Catalina asumió el título de su esposo, convirtiéndose en zarina, y cuando Pedro I elevó el zarato ruso a imperio, se convirtió en emperatriz, siendo la primera mujer en tener este título. Sin embargo, la convivencia no fue siempre armoniosa. Por motivos de prestigio, Pedro I no la llevaba en sus viajes por Europa, lo que implicaba prolongadas separaciones. El año anterior a morir Pedro tuvieron un distanciamiento, puesto que ella apoyaba a Willian Mons, hermano de la anterior amante de Pedro, Anna, y también hermano de una de las damas de compañía de Catalina, Matriona Balk. Pedro I había luchado durante toda su vida por eliminar la corrupción en Rusia, y Willian Mons y Matriona habían comenzado a vender su influencia a aquellos que querían acceder a Catalina y, a través de ella, a Pedro I. Aparentemente, esto era ignorado por Catalina, Pedro I lo descubrió y mandó ejecutar a Willian Mons y exiliar a su hermana Matriona. Corrieron rumores de que ella y Mons habían sido amantes, pero no hay evidencia alguna. Se cuenta que la cabeza cortada de Mons, colocada en un frasco relleno de alcohol, fue instalado en la alcoba que compartían Pedro I y Catalina.

 


En 1724, Catalina fue coronada oficialmente nombrándola cogobernante y emperatriz reinante. Durante el reinado de Pedro I, fue importante la reforma del Ejército, ofreciendo, a personas sin título nobiliario, la posibilidad de acceder al cuerpo de oficiales. Se daba fin al monopolio nobiliario en esos cargos, además podían ser nombrados para cargos públicos, basándose, tan solo, en su competencia. Pedro I murió el 28 de enero de 1725, sin designar un sucesor. Catalina representaba los intereses de la gente común que había alcanzado posiciones de gran poder basándose en su competencia, pero un cambio en la forma de gobierno favorecería a los aristócratas atrincherados. En consecuencia, durante una reunión de un consejo que decidiera el sucesor, Ménshikov y otros, organizaron un golpe en que los regimientos de guardias, entre los que Catalina era muy popular, la proclamaron gobernante de Rusia, dándole el título de emperatriz; aunque el poder real estaba en Ménshikov, Piotr Tolstói y otros miembros del Consejo privado supremo. Catalina tuvo que hacer frente a la oposición del clero y los boyardos, que estaban en su contra, debido a las reformas realizadas, y, también, a la del pueblo llano que apoyaba los derechos del príncipe Pedro, hijo del zarévich Alexis Petróvich. Fue el inicio de una época caracterizada por continuos golpes de Estado y por el gobierno de los favoritos.

Catalina, durante su reinado, continuó la obra de su esposo, apoyada por Ménshikov, virtual gobernador, y siguiendo el consejo de amigos y favoritos. En 1726, creó el Consejo Privado Supremo, al que traspasó la mayor parte de las atribuciones que hasta entonces tenía el Senado, lo que produjo disensiones en la nobleza, que no tardó en dividirse en múltiples partidos. Mientras Catalina trataba de aproximarse a ellos nombrando sucesor al príncipe Pedro, encontró a sus cuatro hermanos y los llevó a Rusia, dándoles los recién creados títulos de condes y condesas.

En lo referente a política exterior, apoyó a la liga austro-española para sostener contra Inglaterra a su yerno, el duque de Holstein, que, casado con la princesa Ana, fueron los padres del futuro Pedro III. Apoyó la Academia de Ciencias de San Petersburgo, fundada en 1724 por Pedro I, y construyó un gran número de puentes en San Petersburgo. La ciudad de Ekaterimburgo lleva su nombre. Y podemos decir que, en general, sus políticas fueron razonables y cautelosas.

 


Murió dos años después de Pedro I en San Petersburgo, el 17 de mayo de 1727, a los 43 años, a causa de la tuberculosis, que fue diagnosticada como un absceso en los pulmones, siendo enterrada en la Catedral, dentro de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo.

 Catalina tiene el honor de haber sido la primera mujer que gobernó el Imperio ruso, abriendo el camino a un siglo dominado casi en su totalidad por mujeres, incluyendo a su hija Isabel y su nieta política, Catalina la Grande, quienes continuaron las políticas de Pedro el Grande encaminadas a la modernización de Rusia. Durante la mayor parte de su reinado, Catalina estuvo controlada por sus asesores, pero en el caso de la reducción del gasto militar, fue capaz de salirse con la suya, dando como resultado, el alivio de la presión fiscal sobre los campesinos. En general, sus políticas fueron razonables y cautelosas; y la historia de sus humildes orígenes fue considerada por las generaciones posteriores de zares como un secreto de Estado.


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Ramón Martín

 


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