La Batalla de Wad Ras de 1860
Tras conquistar Tetuán el 6 de febrero de 1860, la
fuerza expedicionaria española, al mando del general Leopoldo O'Donnell, decidió
avanzar hacia Tánger. El 23 de marzo, las tropas dirigidas por los generales
Rafael Echagüe, Antonio Ros de Olano y Juan Prim vencieron a las
fuerzas marroquíes en el valle de Wad-Ras. La derrota militar desarboló a las fuerzas
marroquíes y provocó la petición de conversaciones de paz.
La primera fase de
la batalla se centró en los alrededores del puente sobre el Bu-Seja, que fue tomado
a la bayoneta por los batallones de Cazadores de Cataluña y Madrid, los moros
trataron de recobrarlo de nuevo a toda costa. Para ello organizaron un fuerte
contingente y lo lanzaron al ataque. Las tropas españolas aguantaron el primer
asalto enemigo, pero quedó claro que no podrían aguantar un segundo asalto. El
mando español mandó a los "Voluntarios Catalanes" en apoyo de
los Cazadores. Charles Yriarte lo describe así: «La llegada de los
catalanes al lugar del combate fue señalada por una lucha horrible. Después de
la Batalla de Tetuán, este batallón había adquirido una reputación de bravura
que deseaba mantener, y adelantándose al grupo de los jefes, los voluntarios rebasaron
la línea de tiradores y se lanzaron a un cuerpo a cuerpo con el enemigo. La
lucha fue terrible, y los cadáveres se amontonaban unos sobre otros. Cuando los
catalanes volvieron a las filas españolas habían perdido a la mitad de sus
fuerzas". El ataque de los Voluntarios Catalanes sirvió para
controlar el puente. A continuación, el ejército español fue conquistando y
consolidando las alturas que dominaban el valle de Wad-Ras. El general Prim
tuvo a su cargo la tarea más penosa, ya que tuvo que luchar contra un enemigo casi
suicida (pues era tiempo de Ramadán), que surgía de cualquier sitió decidido a
parar el avance español. Los batallones de Chiclana, Navarra, León y Toledo
perdieron la mitad de sus efectivos.
Prim y Ros de
Olano se adueñaron de las posiciones que aseguraban el paso del desfiladero de
Fonduc, camino directo hacia Tánger. Un miembro de los Voluntarios Catalanes,
al final de la trágica jornada, comentaba a preguntas del cronista Yriarte: «Y
vosotros ¿habéis tenido muchas bajas? - preguntó el reportero al
soldado - Solo veo gorros rojos en las ambulancias» (se
refería a las barretinas que usaban los Voluntarios Catalanes). A lo que el
soldado respondió lo siguiente: «Quedamos los suficientes para otra vez,
señor. El día de la toma del campo perdimos un tercio de los efectivos; hoy ha caído
el segundo tercio; antes de llegar a Tánger daremos otra batalla y moriremos el
resto.»
A pesar de la fatiga de los españoles, al día
siguiente, muy temprano, O'Donnell dio orden de marcha; era preciso aprovechar
la desmoralización y el desconcierto de los moros y atravesar el paso de Fonduc
para llegar a la ciudad de Tánger, lugar de importante valor estratégico y
donde los españoles estaban seguros de que se decidiría el conflicto. Cuando
las tropas se preparaban para marchar un jinete enemigo apareció por el
horizonte y se dirigió al mando español, pretendiendo parlamentar. Era el
primero de los emisarios del Sultán que proponía a los españoles iniciar las
tan ansiadas conversaciones de paz.
Las obligaciones
del Ramadán impidieron que el hermano del Sultán se presentara hasta unas horas
más tarde para reunirse con los delegados españoles. La entrevista fue corta,
puesto que, el Sultán no puso objeciones a las demandas españolas, cediendo a
sus exigencias. El general Ustádiz, ayudante de O'Donnell, salió de la tienda
donde se producían las conversaciones y resumió la reunión ante los cronistas
del acto con una simple frase: «Señores, nos hemos hecho amigos».
Como curiosidad, los cañones capturados a los
marroquíes en la batalla de Wad-Ras (en uno de ellos, al parecer, existía una
leyenda que rezaba así: «Soy el terror de los cristianos») fueron
fundidos y con su metal se construyeron los leones que hoy presiden el Congreso
de los Diputados de España. Son obra del escultor Ponciano Ponzano Gascón; la
fundición se realizó en la Maestranza de Sevilla en el año 1865. El peso del
conjunto supera los 4900 kilogramos, y la altura y longitud de cada uno rebasan
en poco los 2 metros. Para las labores de cincelado se recurrió al francés
Bergaret, y la dirección del fundido corrió a cuenta del maestro sevillano don
José Muñoz.
Ramón
Martín
Comentarios
Publicar un comentario