El Alcázar de Toledo
Personalmente, me duele que este edificio, una parte importante de El Renacimiento en España, sea recordado mayoritariamente, por ser el protagonista, independientemente de las ideas políticas de cada uno, de un hecho que nos debiera poner la cara colorada de vergüenza. A quienes ordenaron encerrarse en el, por manifiesta cobardía, y a los que, por todos los medios intentaron a base de sangre y destrucción, conquistarlo ¿Cómo se puede destruir nuestro arte y nuestra historia, de esa manera?
El edificio es construido por los romanos en el siglo III, tras su llegada a la ciudad, como un elemento defensivo que, además les sirviera de palacio y sede del pretor. Con el paso de los años, en el 568, el rey Leovigildo, al tiempo que inaugura su reinado, establece en Toledo su capital, utilizando el edificio como su residencia. En la época de dominación musulmana, fue residencia del emir Abderramán II, que hizo diversas reformas. También son importantes las realizadas por el emir y posterior califa Abderramán III. Durante la Edad Media, el edificio sufre diversas reformas a expensas de los reyes Alfonso VI, Alfonso VII, Alfonso VIII, Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio, que aunará en Toledo las tres culturas: Judía, árabe y cristiana, al fundar la famosa Escuela de Traductores de Toledo. Las reformas y mejoras se irán sucediendo con el paso de los años por iniciativa de los reyes de Castilla: Pedro I, Enrique II, Juan II, Enrique IV, y los Reyes Católicos.
Entrada la Edad Moderna, ya en 1536, el emperador había demostrado su interés por reformar el Alcázar toledano, pero no fue hasta 1542, cuando dieron comienzo las obras. Estas, en un principio, debían haber sido dirigidas por Alonso de Covarrubias y Luis de Vega, pero el 1 de enero de 1543 Carlos I, decidió que fuera el primero, únicamente, quien se encargara del proyecto. Al iniciarse las obras, el Alcázar estaba formado por un conglomerado de construcciones, que habían ido surgiendo en diferentes momentos, y con variada finalidad. Como problema inicial se le planteó al arquitecto la reforma de las fachadas, delimitadas por cuatro torreones en los ángulos. Su construcción en mampuesto daba al conjunto un aspecto informe, cosa que se corrigió mediante el uso de un aparejo sistemático y la organización de las superficies con órdenes y entablamentos o por medio de los ejes en que se distribuyeron los huecos. Las fachadas oriental y occidental se remodelaron distribuyendo los vanos, en manera similar a la empleada en la fachada del palacio de Alcalá de Henares, más la incorporación de medallones, escudos y grutescos.
La actuación de Covarrubias en el frente septentrional, donde se situaría la portada, fue muy distinta. Esta fachada se dividió en tres pisos mediante el uso de entablamentos, distribuyéndose en cada uno de ellos nueve vanos. La diversidad de estos y la presencia de columnas superpuestas en la unión del muro con los torreones angulares contribuyen a articular la fachada. Esta cuenta con un aparejo rústico en la zona superior, con el que se ha querido dramatizar y reforzar el efecto visual de la parte alta de dicha fachada. Una inversión de la norma que no está muy lejos del manierismo.
Pero el elemento más destacado de la fachada principal es su portada. Se comenzó en 1546 por Enrique Egas hijo. En su composición, además de los órdenes jónico y compuesto, se recurrió al enriquecimiento plástico, que suponen el almohadillado y los grutescos del arco de ingreso, el escudo imperial y los heraldos del piso alto.
Un año antes de comenzar la portada, ya se había iniciado el vestíbulo, que, ubicado tras ella, da paso al patio. Este, de forma rectangular, fue proyectado por Covarrubias en 1550, interviniendo en la construcción de sus arquerías Francisco de Villalpando. El conjunto, no exento de monumentalidad, destaca por su clasicismo y elegante sencillez. Entre sus detalles más significativos hay que citar la solución de los soportes angulares, como dobles columnas que interiormente se convierten en pilastras. A las citadas galerías, abajo cubiertas con viguería y arriba con bóvedas de arista, se abren una serie de portadas, en su mayoría trazadas por Covarrubias, a partir de 1558.
En estrecha relación con el patio, se trazó la monumental escalera que se abre en el costado meridional del mismo. En 1552, Covarrubias había presentado dos modelos para la escalera, que ofrecían pocas diferencias, ya que el segundo era la magnificación del primero. Sin embargo, ninguna de las dos se llevó a cabo, pues en 1553 se decidió ampliar la escalera hasta ocupar toda la anchura del patio. La escalera presenta un solo tiro que se convierte en dos tras un rellano. Está realizada en piedra y ladrillo combinados, en un estilo severo y depurado. Pero de toda la obra, solo corresponde a Covarrubias, la disposición de los tramos, pues el alzado de la caja es posterior al maestro, gracias a un esquema elaborado por Francisco de Villalpando. El autor de la caja fue Juan de Herrera, a quien también se debe la fachada meridional del Alcázar, ambas dentro de la peculiar estética del maestro.
El edificio fue utilizado como residencia temporal de las reinas viudas Mariana de Austria (viuda de Felipe IV) y Mariana de Neoburgo (viuda de Carlos II). En 1710, durante la Guerra de Sucesión, las fuerzas austriacas lo incendian. Es el primero de una serie de incendios que arrasaron diversas partes del edificio. En 1774, el arzobispo Francisco de Lorenzana propone su restauración, la cual es iniciada por el arquitecto Ventura Rodríguez. Una vez restaurado, se instaló en el, la Real Casa de Caridad. Durante la Guerra de la Independencia fue acuartelamiento de tropas francesas, produciéndose, el 31 de enero de 1810, un pavoroso incendio que dejó solamente en pie la estructura principal del edificio.
En 1887, el alcázar sufrirá un tercer incendio que tuvo su origen en la biblioteca, extendiéndose por todo el edificio, que quedó prácticamente destruido. Adentrados en el siglo XX, durante los primeros meses de la Guerra Civil Española, de 1936 a 1939, fue utilizado por el coronel José Moscardó, como punto de resistencia, siendo destruido casi en su totalidad. Al ser liberado por el general José Enrique Valera, la propaganda franquista, convirtió el asedio en un símbolo.
Una vez restaurado, en octubre de 1998, se convirtió en la sede de la Biblioteca de Castilla-La Mancha; y a partir de julio de 2010, es la sede del Museo del Ejército. Museo que fue trasladado al alcázar desde el antiguo Salón de Reinos de Madrid.
Ramón Martín
Comentarios
Publicar un comentario