Pedro I, zar de Rusia (1682 a 1721 y 1721 a 1725)
Nacido en 1672, Pedro fue hijo del
zar Alejo I y de su segunda
esposa Natalia. La muerte de
Alexis cuando Pedro tenía 4 años desencadenó un complicado juego político que
acabó con el nombramiento como zar del hijo de su primer matrimonio, Fiodor. Más en 1682,
Fiódor moría sin descendencia, por lo que debía sucederle su hermano Iván, hijo del
matrimonio de Alexis con María
Miroslávskaya.
Pero Iván estaba muy limitado en sus facultades, de ahí que su hermanastro
Pedro Alexéievich fuera aclamado en la plaza de la catedral de Moscú como
nuevo soberano.
Poco tiempo
después, la sangrienta revuelta de los streltsí (cuerpo de
arcabuceros de élite creado por Iván el Terrible) estuvo a punto de
costarle el trono. La solución fue la de entronizar a la vez a Iván y a Pedro y
poner la regencia en manos de la hermana de este, Sofía. El difícil
ambiente reinante en Moscú hizo que Pedro se trasladara con su madre a una de
las villas preferidas por su padre, en las cercanías de la capital. Sus
primeros años fueron decisivos para su personalidad. Al aire libre y al margen
de la rígida vida ceremonial de Moscú, Pedro se entregó a sus dos grandes
aficiones: los oficios artesanales (la forja y la talla de
la madera; y por otro a los juegos de guerra. Su entusiasmo por estos
últimos lo llevó a organizar dos regimientos con niños, que libraban batallas
entre sí con armas de juguete. Fue así como Pedro se formó como estratega.
Con la ayuda de oficiales extranjeros, introdujo a sus camaradas en las nuevas
tácticas militares de la Europa occidental.
La regente Sofía
demostró notables aptitudes políticas, pero sobre ella recaía al amenaza de la
mayoría de edad de Pedro. En 1689, el falso rumor de una marcha de los streltsí
para asesinarlo hizo que Pedro se revelara contra la regente, a la
que confinó en un monasterio. Pedro, con 17 años, tomó el poder para no
abandonarlo hasta su muerte. En sus primeros años de gobierno, los asuntos le
interesaron poco, ya que su verdadera obsesión era el mar y la navegación, por
lo que concentró toda su atención en los astilleros de Arjanguelsk, el único
puerto marítimo ruso, en el mar Blanco; a continuación, centró su atención en
el mar Negro, donde, en 1696, tras dos campañas militares, logró conquistar el
puerto de Azov a los otomanos. Participó como un carpintero más, en los
astilleros de Azov, en la construcción de la galera Principium, que
sería el barco-insignia de una nueva flota destinada a defender la plaza frente
a los turcos.
A principios de su
reinado, el enfrentamiento con el Imperio otomano fue el eje de la política exterior
de Pedro, y esa fue lo que motivó el viaje que hizo a Occidente en 1697, la
denominada Gran Embajada, que lo llevó a Varsovia, Viena, Ámsterdam y
Londres. Gran Embajada que le mostró las escasas posibilidades de sus
sueños de expansión en el sur. A consecuencia de lo cual, comenzó a pensar en
una alternativa: atacar a los suecos y lograr un acceso al Báltico.
Durante su estancia en Viena, recibió noticias alarmantes de una revuelta de
los streltsí, por lo que regresó precipitadamente a Rusia. En septiembre
de 1698, a su llegada a la capital, la rebelión ya había sido aplastada, y Pedro
se encarnizó con los detenidos. Era la oportunidad ideal para suprimir
cualquier oposición política y de paso eliminar al inestabilidad que generaban
estas tropas con sus reclamaciones. Receló que el levantamiento hubiera sido un
complot urdido por su hermanastra Sofía, por lo que dirigió personalmente los
interrogatorios y asistió a las sesiones de tortura. Fueron 196 hombres los
ahorcados frente al convento en el que estaba encerrada Sofía, dejando a tres
cabecillas colgados frente a su ventana.
Pedro había vuelto de
su viaje a Europa convencido de la necesidad de occidentalizar el país. Puso
manos a la obra, de acuerdo con su carácter impulsivo, imponiendo las novedades
a menudo de forma violenta. No se conformó con introducir técnicas o
instituciones de países occidentales, sino que también quiso cambiar los hábitos
de sus súbditos. En Moscú, gustaba de encontrarse con los que vivían en el
suburbio alemán, compuesto por protestantes, hugonotes y católicos de todas las
profesiones, muchos de ellos al servicio del zar. Llegó a organizar el llamado Sínodo
de Borrachos, cuyo primer mandamiento era "reverenciar a Baco".
En 1699, una embajada del zar a Constantinopla firmó una tregua de treinta años
con el sultán otomano, que más tarde sería ampliada con un tratado que
garantizaba a Rusia al salida al mar de Azov. Arreglada la situación en el sur, pudo
emprender las hostilidades contra Suecia, el gran rival de Rusia en el Báltico.
Aliado con Polonia
y Dinamarca, Rusia se lanzó a una guerra que se alargaría durante veinte años. Los
primeros combates fueron desfavorables para Rusia. El joven rey de Suecia,
Carlos XII, de dieciocho años, logró en Narva una fácil victoria contra las
tropas rusas. Pedro supo mantener la calma, y se puso a preparar un nuevo
ejército, para lo cual era necesario poner en marcha importantes reformas que
consolidaran su posición como soberano, al tiempo que iniciaba cambios sociales
en profundidad. La administración pública se preparó para dotar de fondos a las
arcas mediante una reorganización del sistema recaudatorio, imponiendo nuevos
impuestos, forzando el reclutamiento de miles de hombres y llevando a
campesinos y artesanos al trabajo forzado en obras públicas o en los
astilleros. Paralelamente, consolidó sus posiciones estratégicas en el
Báltico, en cuyo contexto se sitúa la fundación de San Petersburgo en 1703, en
el delta del río Neva. Gracias a estas reformas, cuando en septiembre de 1707
Carlos XI con la colaboración de Iván Mazepa, atamán o gobernador de los
cosacos de Ucrania, encabezó una invasión de Rusia, los rusos estaban mucho
mejor preparados. Los suecos penetraron por Ucrania aproximándose a Moscú, pero
el invierno y la resistencia rusa diezmaron sus tropas. En 1709, Carlos XI
puso sitio a la fortaleza de Poltava (Ucrania), pero la llegada de Pedro con un
contingente de 70.000 soldados puso en fuga a las tropas suecas, y Carlos XI,
se refugió, enfermo y herido, en Constantinopla. En los años siguientes Rusia
consolidaría sus posiciones en el Báltico, hasta llegar a la paz de 1721.
La victoria de
Poltava se puede considerar como el acta de fundación del Imperio ruso, y Pedro
pasó a usar el título de emperador, dejando el tradicional término eslavo tsar que
usaban los duques de Moscú desde la coronación en 1547 de Iván VI el
Terrible. Poltava abrió los ojos de los europeos sobre el incremento de la
potencia militar y política de Rusia.
En adelante las propuestas matrimoniales y los acuerdos
diplomáticos en Europa se forjaron con más facilidad. Francia valoró la
posibilidad de frenar a ingleses y holandeses favoreciendo al política rusa en
el Báltico, y así el zarévich Alexis, hijo primogénito de Pedro, se convirtió
en un codiciado partido para las familias reales europeas. El emperador de
Austria le ofreció la mano de la archiduquesa Magdalena, aunque finalmente se
casaría con la princesa Carlota de Brunswick-Wolfenbüttel. Incluso el rey
español Felipe V realizó en 1722
una tentativa, que resultó infructuosa, para casar a uno de sus hijos con una
hija del zar. En 1721 el gobierno ruso contaba con veintiuna delegaciones
diplomáticas en ciudades europeas, recibiendo numerosas embajadas. En San
Petersburgo se abrió, el año 1727, la primera representación diplomática
española en Rusia, al mando del duque de Liria.
El estilo de gobierno de Pedro era personal y directo, implicándose
en todos los asuntos y tomando decisiones rápidas ante cualquier
obstáculo. Se encargó de que los campesinos adoptaran la guadaña en vez de
la tradicional hoz, a la vez que favorecía la mejora en el cultivo del centeno
y fomentaba al producción del lino y el cáñamo para la exportación. Necesitado
de grandes cantidades de madera para sus astilleros y de hierro para la
artillería; en poco tiempo logró excedente de mineral gracias a las nuevas
minas de los Urales. El coste de la marina y del ejército fue un quebradero de
cabeza que solucionó con un sistema de tributación individual directa, para lo
que hizo elaborar el primer censo del Imperio en 1718. Lograba
así aumentar en dos veces y media los ingresos del Estado. Modernizador
a ultranza, comprendió la utilidad de la antigua nobleza para controlar una
población de catorce millones de habitantes que vivía en un territorio extenso
y difícil. Por este motivo, Reforzó el poder de la aristocracia,
convirtiéndola en una clase fiel al emperador y puesta al servicio del
Estado. Pedro el Grande logró articular un poder autocrático de nuevo
cuño en Rusia. Pese a los cambios impulsados, la occidentalización de Rusia no
fue en la mayoría de los aspectos más que una pátina tras la que se agitaban
los impulsos de una sociedad apegada a sus hábitos más ancestrales. A su vuelta
tras la Gran Embajada, decidió separarse de su primera esposa, Eudoxia, a la que
detestaba, confinándola en el apartado Convento de Pokrovski.
Tuvo, durante un
tiempo, diversas amantes, como la moscovita Anna Mons, o una campesina lituana,
de nombre Martha Skavronskaya (Catalina), con la que inició una relación en 1703. Superando las
reticencias de la corte, se casó en secreto con ésta y la presentó oficialmente
en palacio en 1712. A la muerte de Pedro I, sería la antigua campesina
analfabeta quien le sucedería y gobernaría el país durante dos años. Pero fue
el hijo que tuvo con su primera esposa, Alexis, quien protagonizaría el drama
final de la vida de Pedro. Destinado por nacimiento a ocupar el trono, recibió
una esmerada educación, sin embargo, la influencia de su madre y del entorno
tradicionalista de ésta fue orientando su personalidad en un sentido totalmente
opuesto al de su padre. El zar quería formar en él, un experto militar que
consolidara sus reformas, pero Alexis prefería al lectura y la bebida. Pedro lo
envió al extranjero para completar su formación, pero no hizo otra cosa
que aficionarse a la teología.
El enfrentamiento
entre padre e hijo era inevitable. Pedro recurrió a las amenazas y le lanzó un
ultimátum: "O cambias de conducta, o hazte monje". El joven,
aterrorizado, huyó a Viena. Pedro consiguió hacerlo volver con halagos y
promesas. Una vez en Moscú, sospechando que su hijo estaba implicado en una
conspiración de los sectores tradicionalistas, le organizó un proceso por
traición. Todos los partidarios del zarévich fueron objeto de una persecución
sin cuartel. Para lograr una confesión de su hijo, Pedro no dudó en
utilizar la tortura. Finalmente, el tribunal lo condenó a muerte y Alexis murió
en el calabozo en circunstancias poco claras. Anteriormente se le había
obligado a renunciar a sus derechos de sucesión, lo que convertía en heredero a
Pedro Petróvich, fruto del segundo matrimonio de Pedro. La muerte de este niño
daría paso a otro momento de incertidumbre. En 1725, Pedro falleció sin
haber designado un heredero; haciéndose con el poder, su segunda esposa,
Catalina, apoyada por los que habían ascendido durante el reinado de su marido.
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Ramón Martín
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