Sancho I el Gordo o el Craso, rey de León desde el año 956 al 958
Era hijo de Ramiro II y su segunda esposa, Urraca Sánchez, y nieto de Sancho Garcés I, rey de Pamplona. Nacido hacia el año 935. A la muerte de su padre se opuso al acceso al trono de su hermanastro Ordoño III, a quien disputó la corona con ayuda del conde de Castilla Fernán González. A la muerte de Ordoño III subió al trono, pues el hijo que dejaba, Bermudo, era aún de corta edad. Pero sus intentos de restablecer la autoridad real sobre los nobles quebrantaron pronto ese apoyo inicial. A esto se unía, según las crónicas, su extrema obesidad que le impedía montar a caballo, manejar armas e incluso andar sin ayuda.
Sancho I decidió no ratificar el tratado de paz que Ordoño III comenzó a negociar con Abderramán III y que le obligaba a entregar algunas plazas fronterizas. La consecuencia inmediata fue una aceifa del gobernador de Toledo, Ahmad ben Ya’ba, sobre León, donde el monarca leonés fue derrotado. El descontento de los nobles fue creciendo. Fernán González, que había casado a su hija Urraca, viuda de Ordoño III, con Ordoño, hijo de Alfonso IV, encabezó la oposición. En la primavera del 958 proclamó rey a Alfonso IV.
Sancho I tuvo que huir hacia Pamplona, con su familia materna. Su abuela, Toda Aznárez decidió reponer a su nieto en el trono. Decidió buscar apoyos entre los cordobeses. Envió una embajada a Abderramán III solicitando un médico que curara la obesidad de Sancho y un ejército que atacara al reino leonés.
El califa cordobés envió al médico judío Hasdai para discutir los términos del tratado. Finalmente Sancho y Toda partieron para Córdoba. Sancho comenzó a perder peso de forma acelerada. En abril del 959 el ejército de cordobeses y navarros atacó y conquistó Zamora. Ordoño IV aguantó en León hasta el 960. Mientras Fernán González era hecho prisionero por los navarros en San Andrés de Cirueña, con lo que Ordoño IV se refugió en Asturias y luego a Burgos.
Sancho I recuperó el trono. Un año después, en 961, moría Abderramán III. Leoneses y navarros vieron la oportunidad para no cumplir el tratado firmado con el difunto califa, que incluía la cesión fortalezas. Pero al-Hakam II exigió la entrega de la diez fortalezas a Sancho I; y al rey navarro, García I Sánchez, que le enviara al preso Fernán González. Pero Fernán González fue liberado y prestó juramento de fidelidad a Sancho I, expulsando al depuesto Ordoño IV hacia Córdoba.
Sancho I temió que al-Hakam II atendiera las peticiones de Ordoño IV y envió una embajada a Córdoba para cumplir lo pactado. Pero al poco murió Ordoño IV y Sancho volvió a incumplir el tratado. El califa cordobés se vio obligado a declarar la guerra a los leoneses.
Sancho I logró fraguar una alianza que unía a leoneses, castellanos, navarros y los condes de Barcelona Borrell II y Miró I. Pero al-Hakam II les derrotó uno a uno. Se apoderó de San Esteban de Gormaz, Atienza, Calahorra y derrotó duramente a los catalanes. Finalmente, se tuvo que firmar una paz que fue duradera debido al talante pacífico del califa y a los graves problemas internos que asolaron los reinos cristianos.
Los nobles gallegos y castellanos provocaron varias revueltas. En una de ellas, el conde Gonzalo Menéndez se rebeló en los condados portucalenses. Parece que en una entrevista con él se le sirvieron frutos envenenados.
Murió de camino a León, en el monasterio de Castrelo de Miño, tres días después. Fue sepultado en la iglesia de San Salvador de Oviedo junto a su hermanastro Ordoño.
Se casó con Teresa Ansúrez, hija de Ansur Fernández, conde de Monzón, y dejó un hijo, Ramiro, con apenas cinco años, que le sucedió en el trono.
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