Ramiro III, rey de León desde el año 966 al 985



    Nacido hacia el año 961 y muerto probablemente en Astorga el 26 de junio del año 985. Único hijo del rey de León Sancho I el Craso Craso y de su esposa, bautizado con el nombre de Ramiro en recuerdo a su abuelo paterno, el también monarca leonés Ramiro II el Grande, apenas conoció a su padre, puesto que éste murió cuando contaba aproximadamente con 5 años de edad. Al parecer formó parte del séquito de Sancho I desde su nacimiento, por lo cual todo apunta a que estuvo presente cuando se produjo su fallecimiento. De este modo el envenenamiento de Sancho I marcó por completo las relaciones que sostuvo Ramiro con los nobles gallegos y portugueses, ya que consideró que todos ellos habían conspirado para provocar la prematura muerte de su padre.
    La llegada de Ramiro III al trono supuso un hito fundamental, a la hora de entender la evolución de la monarquía leonesa, ya que hasta ese momento no había aparecido la figura del regente. Así que un niño fuera nombrado rey, reforzó en gran medida el carácter hereditario de la monarquía. En este sentido, es necesario destacar la intervención de Elvira Ramírez y de Teresa Ansúrez, ya que ambas fueron capaces de conseguir que a los pocos días de la muerte de Sancho I, su único hijo se hiciera con el poder, sin ninguna muestra de descontento ante la nueva situación. De este modo cabe la posibilidad de que la nobleza muy pronto fuera consciente de las enormes ventajas que podía obtener, dada la corta edad del monarca.
    Muy pronto comenzaron las disputas para dirimir quién asumiría la tutoría de Ramiro III, ya que tanto los partidarios de Teresa Ansúrez como los de Elvira la Monja, se mostraron interesados en hacerse con el control del rey niño. Finalmente el puesto de regente fue ocupado por Elvira, la cual asumió el control de la administración del reino y vigiló atentamente los progresos de su sobrino, que sólo en ocasiones muy concretas, tuvo oportunidad de actuar en solitario. No obstante, a pesar de que Teresa abandonó la Corte, parece que mantuvo el contacto con su hijo, a la espera de poder asumir el control sobre él.
    Según la documentación que se conserva, perece que Ramiro III fue ajeno completamente a los problemas de su reino durante su infancia y gran parte de su adolescencia. Circunstancia que explica la falta de tacto con la que se comportó ante los notables de Galicia y Portugal, que contribuyó notablemente a que éstos aprovecharan sus desplantes para justificar sus actuaciones, las cuales les llevaron a distanciarse cada vez más del poder central. De este modo a pesar de que el Reino de León se había visto obligado a mantener la paz a toda consta con al-Ándalus, enviando sucesivas embajadas a negociar con al-Hakam II entre los años 970 y 974; y que había sufrido sucesivos ataques de los piratas normandos entre los años 966 y 968.
    La percepción del monarca debía ser totalmente distinta, puesto que ha quedado registrado que presidió una asamblea de notables, en la cual se dio gracias a Dios por los beneficios acumulados durante su reinado. Dicha asamblea fue convocada por la tía del monarca, ya que ésta tenía fijas en su memoria las gloriosas campañas llevadas a cabo por su padre, sueños de tiempos pasados, que sin duda forjaron el carácter belicoso de Ramiro III. De este modo en el año 975 ha quedado registrada la presencia de Ramiro III y de Elvira Ramírez en el asedio de San Esteban de Gormaz, iniciado por el conde castellano García Fernández, que decidió aprovechar la ausencia de Galib, el jefe de la guarnición de Medinaceli, para atacar algunas plazas fronterizas. Pero tras el regreso de Galib a la frontera del Duero, el asedio tuvo que ser levantado y el ejército formado por tropas leonesas, castellanas y navarras tuvo que batirse en retirada.
    Las consecuencias de esta derrota no se dejaron esperar, ya que Elvira abandonó su puesto y fue sustituida inmediatamente por la madre del monarca, que compartió el poder con Ramiro hasta el año 980, fecha en la que éste fue declarado mayor de edad. La nueva regente a pesar de que contaba con la colaboración de sus familiares, entre los que se encontraba su hermano el conde de Monzón, no pudo hacer nada para impedir el empuje de los ejércitos cordobeses, ya que en esos años llegó al poder Almanzor. Así en el año 977 el caudillo amirí atacó la fortaleza de Baños y dos años más tarde sitió Zamora, que quedó casi devastada, sin que Ramiro III que se encontraba en la ciudad, pudiera hacer nada por defenderla.
    La situación del monarca no fue precisamente cómoda en estos años, ya que un nuevo ejército cristiano organizado por Ramiro y el citado García Fernández, junto a las tropas navarras, fracasó estrepitosamente ante Almanzor, en el verano del año 981, ya que el musulmán anticipándose a los movimientos de sus enemigos, logró frenar su ataque en las proximidades de Rueda y poco después, en el año 983, se apoderó de Simancas. Pero no acabaron ahí los problemas para Ramiro, ya que descontentos con su gobierno, los nobles gallegos y portugueses comenzaron a conspirar abiertamente en su contra y en el año 982 decidieron apoyar la candidatura del futuro Bermudo II el Gotoso, el hijo de Ordoño III.
    No tardó en iniciarse una guerra civil entre los partidarios de uno y otro bando, aunque desde el principio los resultados fueron más favorables para Bermudo II. Así la guerra interior y los continuos ataques de Almanzor, consumieron poco a poco los recursos de Ramiro III, que fue perdiendo terreno ante su primo, el cual pudo entrar en la ciudad de León en el mes de marzo del año 984. Derrotado Ramiro III se refugió en la ciudad de Astorga con la intención de reorganizar nuevamente sus fuerzas, aunque tuvo que desistir, puesto que sus principales colaboradores, los Beni-Gómez y el conde García Fernández, abandonaron su causa.
    Ramiro III murió probablemente en la ciudad de Astorga, según los Anales Castellanos el 26 de junio del año 985, a la edad de 23 años, acompañado de un reducido séquito, en el que se encontraba su esposa Sancha, con la que al parecer no tuvo descendencia. Sus restos mortales fueron depositados en el monasterio de San Miguel de Destriana (León).

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