María Tudor, reina de Inglaterra desde 1553 a 1558 y segunda esposa de Felipe II desde 1556 a 1558
SEGUNDA ESPOSA DE FELIPE II
Hija de Catalina de Aragón y de Enrique VIII de Inglaterra, nació en el palacio de Greenwich el 18 de
febrero de 1516. Apenas
tenía dos años cuando se pensó en su futuro matrimonio, la opción era casarla
con el Delfín, Francisco, hijo de Francisco I. Tuvo una esmerada educación, por
influencia de su madre, que había sido cuidadosamente educada por Isabel la Católica. Tuvo buenos profesores particulares de la talla de los ingleses
Thomas Linacre y Tomás Moro, el neerlandés Erasmo de Rotterdam y el
español Luis Vives. Aprendió varios idiomas (latín, francés y español),
bordado, canto y a montar a caballo. A pesar de todo tuvo una complicada
juventud al ser repudiada su madre en 1531. María, hasta entonces princesa de
Gales, fue llevada a Richmond (hoy un barrio de Londres), quedando separada de
su madre, que quedó confinada en el castillo de Kimbolton, sin que
probablemente se le permitiera verla ya más, ni siquiera cartearse.
En septiembre nació su hermanastra, Isabel. María, que
había visto rebajado su rango en la Corte, era de carácter obstinado y no se
sometió, escribiendo a su padre una carta en la que se declaraba hija legítima
de un matrimonio legítimo. En diciembre fue trasladada a la residencia de la
pequeña Isabel en Hatfield (Hertfordshire), y puesta bajo la autoridad de una
tía de Ana Bolena. En enero de 1536
murió su madre y en mayo Ana Bolena fue arrestada y ejecutada; su matrimonio
con el rey fue anulado, para poder éste casarse con Juana Seymour y la princesa Isabel declarada, como María, ilegítima. Enrique VIII, a través de Thomas
Howard, duque de Norfolk, trató de obtener la firma de María al Acta de
Supremacía y el reconocimiento de su ilegitimidad, sin éxito en un primer
momento; pero fuertes presiones la hicieron firmar por fin el 15 de junio.
La nueva reina, Juana Seymour, trató de reconciliar a Enrique VIII con María, volviendo así a ver a su padre después de cinco años.
En octubre de 1537 nació el príncipe Eduardo, su madre falleció unos días
después, no tuvo inconveniente en reconocer legítimo heredero al estar muerta
tanto su madre como Ana Bolena; ella misma fue su madrina. Aunque había varios
candidatos, su padre desestimó su matrimonio por temor a que el elegido, que
necesariamente había de ser un príncipe extranjero, reclamase en nombre de
María la corona inglesa. Se dedicó así a los libros, la música, la caza y a
cuidar de Isabel y Eduardo.
En enero de 1540 su padre volvió a casarse por cuarta
vez con Ana de Cléveris para fortalecer su alianza con los príncipes
protestantes alemanes; poco agraciada, Enrique VIII no tuvo ningún escrúpulo en
deshacer este enlace seis meses después para unirse con Catalina Howard,
sobrina del duque de Norfolk. Catalina era cuatro años más joven que María
Tudor y no se llevó bien con ella; Catalina fue acusada de infidelidad y
también ejecutada en 1542. A pesar de sus fracasos matrimoniales, en 1543 el
rey volvería a casarse por última vez con Catalina Parr. Ésta, inteligente y
culta, sí gustó a María, quien ahora frecuentaba más la corte, y trabó amistad
con ella. Enfermo desde 1544, Enrique VIII murió en enero de 1547. El hermano
menor de María, Eduardo, fue coronado rey como Eduardo VI.
Con él se había mostrado cercana María, pero las
reformas protestantes que estropearon la relación. Después de algunas rebeliones, María fue
sospechosa de haber tratado a los cabecillas. Era cierto que protegía en
general a los católicos del país, pero no había tenido parte con los
sublevados. En cualquier caso, Eduardo VI mostró mayor aprecio por Isabel,
protestante como él; María, por su parte, se mostró sumisa hacia su hermano el
rey salvo en cuestiones de religión, y continuó celebrando la misa católica en
su casa a pesar de las llamadas de atención.
Su situación se hizo más difícil cuando en 1549
Eduardo Seymour fue encarcelado y se nombró regente en su lugar a John Dudley,
duque de Northumberland, que dominó completamente al joven monarca. En 1552 Eduardo VI enfermó de viruelas, y aunque se recuperó, en 1553 enfermó de
tuberculosis. María temió ser asesinada al morir su hermano. El duque de
Northumberland veía en la entronización de María un peligro para el
protestantismo inglés, convenció al rey de la necesidad de modificar su
testamento para evitar la vuelta al catolicismo. Aquel soslayó a María y a Isabel por ilegítimas y declaró heredera a Juana Grey, sobrina nieta de Enrique VIII, quien además casó en mayo con un hijo del regente, Guilford Dudley. En
julio murió el rey y Juana Grey, de quince años, fue forzada a aceptar la
corona, trasladándose así a Londres. Antes de acabar el mes vería cómo la mayor
parte del país se ponía de parte de María.
Tan popular como su madre, que había sido muy querida,
María I Tudor fue proclamada reina en Londres el 19 de julio, en medio de las
aclamaciones de la multitud. Mandó encerrar a Northumberland en la Torre de
Londres y luego lo mandó ejecutar. Pero en materia religiosa se mostró prudente
en estos primeros momentos, apenas legalizando el culto católico: fue todo un
símbolo que permitiese el entierro de Eduardo VI en la abadía de Westminster,
celebrándolo con un oficio protestante. Coronada reina el 1 de octubre, su
primera medida fue declarar legal el matrimonio entre sus padres. Sin embargo,
al manifestar su intención de contraer matrimonio con su primo el príncipe Felipe de España, comenzó a perder apoyo popular, que desconfiaba de un
extranjero, al igual que el propio Parlamento. En efecto, en enero de 1554, el
protestante Thomas Wyatt encabezó una sublevación que tomó Rochester y
acampó en las afueras de Londres. María I se comportó valerosamente, y con el
apoyo de los londinenses, aplastó el golpe de estado. En la rebelión habían
participado parientes de Juana Grey, por lo que ella y su padre fueron ajusticiados.
A pesar de este aviso, la reina, siguió adelante con
sus planes de restauración del
catolicismo. En las capitulaciones matrimoniales se especificó expresamente que
los consejeros españoles de Felipe no podrían interferir en los asuntos
ingleses, ni Inglaterra estaría obligada a combatir a los enemigos de España.
El príncipe llegó al país en julio de ese año y la boda se celebró en la
catedral de Winchester el 25 del mismo mes. Felipe tenía 26 años y María Tudor
37; ésta, diez años mayor y algo avejentada,
de pequeña estatura, pelirroja, de ojos grises y tez clara, pronto se
enamoraría de su joven esposo, delgado, rubio, de ojos azules y buena presencia
en general, aunque para éste se trató siempre de un matrimonio de estado. No
obstante, este cariño, sólo aceptó el consejo de su esposo cuando coincidía con
su parecer. En noviembre la reina pareció estar embarazada, pero se trataba de
una hinchazón de vientre y en mayo de 1555 la noticia quedó desmentida.
Había iniciado negociaciones con el papa Julio III, el
resultado fue el envío de un legado pontificio, el cardenal inglés Reginald
Pole, que había tenido que abandonar el país en 1541, y que sería nombrado
arzobispo de Canterbury en noviembre de 1555. Aún no devolvió a Inglaterra a la
obediencia pontificia; en cambio, sí devolvió los bienes confiscados a algunas
órdenes religiosas. A partir de febrero de 1555 actuó con mayor contundencia y
comenzó a quemar en la hoguera a algunos líderes protestantes como John Hooper,
obispo de Gloucester, Nicholas Ridley, obispo de Londres, o Hugh Latimer,
obispo de Worcester, Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, sería ejecutado
en noviembre de ese mismo año. El efecto de estas condenas fue
contraproducente, pues la gente vio en ellos a unos mártires; éste sería el
origen del sobrenombre de María I, la
Sanguinaria "Bloody Mary". Envió espías a donde se habían
refugiado protestantes ingleses, como Dinamarca, y prohibió bajo pena de muerte
la posesión de libros religiosos no católicos.
En agosto Felipe abandonó el país en dirección a
Flandes para asistir a la abdicación de su padre el emperador Carlos V. Tras un
tiempo de espera prudencial, María I instó a su marido que regresase lo antes
posible; éste no lo haría, ya rey Felipe II, hasta marzo de 1557. Una vez allí,
hizo todo lo posible para obtener la entrada de Inglaterra en la guerra contra
Francia, que se había aliado con el nuevo papa Paulo IV contra los
Habsburgo. La reina cedió y envió a su esposo una cantidad considerable de
dinero y la promesa de ayuda militar naval y terrestre; en junio se declaró la
guerra a Francia y el mes siguiente Felipe II dejó otra vez el país, esta vez
definitivamente; María ya no volvería a verlo. El ejército inglés desembarcó en
la estratégica plaza de Calais, que dominaba el paso del Canal de la Mancha, y
que estaba en su poder desde más de dos siglos atrás. En enero de 1558 los
franceses atacaron por sorpresa y tomaron la ciudad, lo que desmoralizó a los
ingleses. No fue ésta la única desgracia: otro posible embarazo quedó desmentido;
había considerable tensión en el gobierno, y a las malas cosechas se había
unido una epidemia de gripe.
Según avanzaba el año su salud empeoró, y se hizo
necesario pensar en la sucesión; descartado su esposo, las preferencias cayeron
sobre su hermana Isabel, María le había permitido alejarse de la Corte, pero en
marzo de 1554 la arrestó acusada de complicidad con el rebelde Thomas Wyatt,
aunque la liberó por comprobarse su inocencia. Isabel gozaba de gran
popularidad y por ello se respetó su vida, confinándola simplemente en su casa.
No permitiría su vuelta a la Corte hasta abril de 1555, por insistencia de Felipe II, que prefería como heredera del trono inglés a Isabel antes que a la
reina escocesa María Estuardo. Así, curiosamente, la protestante Isabel podría
ser reina gracias a que primero lo fue María I, católica, pero que protegió los
derechos de su hermana, y a que el rey católico de España decidió a su favor. A
principios de noviembre hizo testamento designándola sucesora con la esperanza
de que abandonase el protestantismo; unos días después, el 17 de noviembre de
1558, falleció a los 42 años. Fue enterrada en la abadía de
Westminster, en un sepulcro en el que también se depositarían más adelante los
restos de Isabel I.
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