Enrique VIII, rey de Inglaterra desde 1509 a 1547


 

DINASTÍA TUDOR

Nacimiento: El 28 de junio de 1491 en el palacio de Greenwich (Londres).

Fallecimiento: El 28 de enero de 1547 en el palacio de Whitehall (Londres).

Padres: Enrique VII e Isabel de York.

Reinado: Desde el 21 de abril de 1509 al 28 de enero de 1547.

 



Enrique VIII nació en el palacio de Greenwich el 28 de junio de 1491. Ha pasado a la historia con una imagen frecuentemente distorsionada. Se recuerda más a sus esposas engañadas, repudiadas, e incluso, ejecutadas, obviando que el monarca, en su ansia por tener hijos varones en quien perpetuar la dinastía, fue a menudo víctima de las artes de sus mujeres, de sus incompetentes consejeros o simplemente de la fortuna. Ciertamente su vida marital es digna de una serie actual, aunque con poca incidencia histórica, con excepción de la historia de Ana Bolena: primero amante y luego segundo esposa del monarca, que fue uno de los detonantes del cisma anglicano. Una vez desligado de Roma, Enrique se convirtió en cabeza de la Iglesia de Inglaterra, disolviendo las órdenes religiosas e incautando sus bienes. Las consecuencias fueron significativas: el poder real se vio fortalecido, y las riquezas obtenidas favorecieron la incipiente industrialización y el desarrollo de la marina, base de un poderío militar y comercial que tendría su máximo nivel durante el reinado de su hija Isabel I de Inglaterra, fruto de su matrimonio con Ana Bolena.

Enrique fue el segundo hijo de Enrique VII de Inglaterra, y cuando tenía nueve años, asistió a los desposorios de su hermano Arturo, príncipe de Gales, con Catalina de Aragón, la hija menor de los Reyes Católicos. Con esta unión Enrique VII pretendía consolidar su alianza con España, al tiempo que aseguraba, para su linaje, una prolífica descendencia. Todo iba perfectamente para los Tudor cuando, a los cinco meses de la boda, Arturo moría de una gripe. Todo pareció venirse abajo, ya que la salud de Enrique VII era mala y su hijo superviviente, Enrique, no había alcanzado la mayoría de edad. Aunque fue declarado sucesor al trono, en previsión de cualquier contingencia.

En 1509 falleció Enrique VII, y Enrique, con tan solo diecisiete años, accedió al trono. Tras ceñir la corona consideró que, por razones de Estado, era preciso reemplazarle también como esposo, puesto que desprenderse de Catalina de Aragón y devolverla a su país suponía tener que devolver la cuantiosa dote aportada por sus padres, además de cortar los lazos con la corona española. Hubo que declarar nulo el anterior enlace de Catalina de Aragón y Arturo, a lo que Catalina no puso ningún impedimento, declarando ante un tribunal eclesiástico que el matrimonio no se había consumado por incapacidad de Arturo y que, por lo tanto, ella continuaba siendo doncella. La Santa Sede otorgó la correspondiente dispensa y, Enrique VIII se casó con Catalina, cinco años mayor que él. La reina dio a luz seis veces, pero el único varón nacido con vida sólo murió a los cincuenta y dos días. Enrique empezó a considerar que el origen del maleficio estaba en la Biblia y que el matrimonio con su cuñada no había sido válido, sino pecaminoso. Era preciso deshacerse de Catalina, aunque no iba a ser fácil encontrar un modo legal de hacerlo.

La falta de descendencia le apremiaba y, es entonces cuando entra en escena Ana Bolena. Una noble inglesa, educada en Francia, que había regresado en 1522 a la corte como dama de la reina Catalina. Atractiva, despertó pasiones, incluso en Enrique, que trató de seducirla obstaculizando su boda con lord Henry Percy. Pero Ana quería ser reina y, alternando favores y desdenes, consiguió que Enrique se enamorase perdidamente de ella.

Enrique VIII, culto e inteligente, demostró desde su juventud un ferviente catolicismo, mostrándose enérgico defensor de la fe católica, y definiéndose contrario a la reforma protestante lanzada por Lutero en 1520. Pero el conflicto sucesorio, hizo cambiar esta situación. En 1527, Enrique pidió al papa Clemente VII la anulación del matrimonio por el parentesco entre los cónyuges. El papa, presionado por Carlos V (sobrino de Catalina), se negó a la anulación, y Enrique VIII decidió romper con Roma, aconsejado por Thomas Cranmer y Thomas Cromwell. Aprovechando el descontento reinante entre el clero secular inglés por la excesiva fiscalidad papal y por la acumulación de riquezas en manos de las órdenes religiosas para hacerse reconocer jefe de la Iglesia de Inglaterra en 1531.



En 1533 hizo que Thomas Cranmer (arzobispo de Canterbury) anulara su matrimonio y coronara reina a su amante, Ana Bolena. El papa Clemente VIII excomulgó al rey, y Enrique VIII hizo aprobar, el año 1534, en el Parlamento el Acta de Supremacía, donde se declaraba la independencia de la Iglesia Anglicana y se erigía al rey en máxima autoridad de esta. La Iglesia de Inglaterra quedó así desligada de la obediencia de Roma, convirtiéndose en una Iglesia nacional independiente cuya cabeza era el propio rey, lo cual permitía a la Corona expropiar y vender el patrimonio de los monasterios. Los católicos ingleses que permanecían fieles a Roma fueron perseguidos como traidores; su principal exponente, Tomás Moro, fue ejecutado en 1535.

A pesar de haber sido excomulgado, nada le impidió disfrutar de los favores de Ana Bolena, que, a mediados de marzo de 1533, le comunicó estar embarazada. Enrique, loco de contento, dispuso la ceremonia el 1 de junio en la abadía de Westminster. Tres meses después, la nueva reina dio a luz una niña, a la que se llamaría Isabel y que, con el tiempo, llegaría a ser una de las más grandes soberanas inglesas, pero Enrique se sintió decepcionado y, el alumbramiento de una hembra debilitó la situación de Ana. El 7 de enero de 1536 fallecía Catalina de Aragón, sola y lejos de la corte. Días después, Ana Bolena parió un hijo muerto. Enrique ni siquiera la visitó. Fue acusada de adulterio, siendo juzgada, condenada y, posteriormente, ejecutada. El matrimonio fue declarado nulo por los prelados ingleses. Mientras, el rey se solazaba con una nueva favorita, Juana Seymour, una joven dama descendiente por rama colateral de Eduardo III, que era una mujer tímida, dócil, culta e inteligente, y, probablemente, la que más amó a Enrique. Se prometieron dos días después de la ejecución de Ana Bolena. En 1537, Juana, dio a luz al futuro Eduardo VI, pero Juana fallecería, dos semanas después del parto.

En 1540, Enrique VIII volvió a casarse con Ana de Cléveris para fortalecer la alianza con los protestantes alemanes, ya que Ana de Cléveris pertenecía a la nobleza alemana. Ana de Cléveris tenía marcas de viruela, una nariz enorme y los dientes saltones. Enrique no pudo consumar la unión, debido a la repugnancia que sentía. Seis meses después, la reina fue enviada al palacio de Richmond y se iniciaron los trámites para disolver el vínculo.

La siguiente esposa, Catalina Howard, era una persona deslumbrante y. Enrique VIII, al conocerla, creyó vivir un sueño, por lo que la boda fue dispuesta con una inusual celeridad. Enrique parecía estar viviendo una segunda juventud, pero su entusiasmo fue breve, pues, al parecer, la muchacha había sostenido relaciones amorosas con su preceptor, además de con varios músicos desde la edad de trece años. La nómina de sus amantes se incrementó y algunos galanes fueron descuartizados tras confesar sus relaciones con Catalina. La reina fue tildada de ramera y adúltera. El 12 de febrero de 1542 fue ejecutada en el mismo lugar que Ana Bolena y por el mismo verdugo.

El rey deseaba una nueva esposa, ya que, el príncipe heredero era débil y no hacía concebir esperanzas. Era necesaria una nueva reina que le diese más hijos. Una mujer apareció en la vida del anciano rey. Era Catalina Parr, dama noble que había estado casada dos veces, poseedora de una considerable fortuna y extraordinariamente culta, no había duda de que se trataba de la persona idónea para acompañar al rey en sus últimos años. Al acceder al trono, sin una sola muestra de arrogancia, tomó a su cargo todos los asuntos domésticos, proporcionando al rey cinco años de paz y sosegada vejez.

    El soberano murió el 28 de enero de 1547. En su entierro, junto al estandarte real, se colocaron las enseñas de Juana Seymour y Catalina Parr, las dos únicas mujeres que de forma oficial, habían contraído matrimonio con Enrique. Le sucederá en el trono su único hijo varón, Eduardo, que solo contaba nueve años y que falleció en 1553. 

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