Juana de Valois, esposa de Carlos II rey de Pamplona

 


Juana de Valois nació en Châteauneuf-sur-Loire, el 24 de junio de 1343. Era la quinta hija, de nueve, del matrimonio formado por el duque de Normandía, Juan II, rey de Francia y su primera esposa, Bona de Luxemburgo. Con tan solo seis años falleció su madre y su padre contrajo un nuevo matrimonio con Juana I de Auvernia. En un primer momento estuvo comprometida con Enrique de Limburgo, pero el matrimonio no se llevó a cabo al morir éste en 1349. Juan II de Francia, al morir su padre Felipe VI el 22 de agosto de 1350, buscó la adhesión de Carlos II de Navarra, nombrándole lugarteniente de Languedoc, y acordando la boda de su hija Juana que se celebrará en Vivier-en-Brie en febrero de 1352, cuando ella contaba apenas nueve años y él diecinueve. Por su corta edad, estuvo en la corte francesa acompañada por la tía de su marido, Juana de Evreux, viuda de Carlos IV de Francia, y por la hermana de su marido, Blanca de Navarra, viuda de Felipe VI de Francia. El papel de ambas reinas viudas será fundamental en los acuerdos de los Tratados de Mantes, de 22 de febrero de 1354 y de Valognes del 10 de septiembre de 1355. Sin embargo, se verán sitiadas en Melun por los soldados de Du Guesclin, Juana mediará ante su hermano Carlos para sellar el 22 de agosto de 1359, el Tratado de Pontoise, y regresó a París el mes de septiembre. Juana que había estado alejada de su marido desde 1352, se reencuentra con él. El nacimiento del primogénito Carlos el 22 de julio de 1361 en Mantes-la-Jolie, pudo ser la causa de que ambos acompañaran a Carlos II el 18 de octubre de 1361 en su viaje a Navarra.

Cuando Juana dejó Pacy-sur-Eure el 15 de noviembre de 1362, junto a Mouton de Blainville, señor de Ruan y mariscal de Francia, y su cuñado Felipe, dejó a su hijo en Melun bajo la tutela de su cuñada Blanca. Los tres fueron juntos hasta Tours, y desde allí, Juana, continuó su viaje acompañada del tesorero y del mayordomo del rey, que le había enviado para organizar el viaje. Durante su primera estancia en Navarra, se mantuvo en un segundo plano tras Carlos II, dedicada a la familia que se vio aumentada por dos nuevos hijos: Felipe, en noviembre de 1363, que falleció prematuramente, y María, en 1365.

Según el Tratado de Pamplona-Saint-Denis, de mayo de 1365, celebrado tras la derrota de Cocherel, Carlos II debía rendir homenaje al rey de Francia. Carlos II tomó los asuntos de Navarra como excusa para posponer su viaje, siendo probable que enviara a su esposa para calmar a Carlos V. Juana permaneció en París del 7 al 25 de enero de 1366, aunque, no hay constancia documental sobre la ampliación del plazo concedido para el pago del tributo pendiente, y durante los cuatro años siguientes el asunto quedó silenciado. El poder de Carlos II en Francia decaía, aumentando la tensión con Aragón, su aliado, por lo que Juana de Valois fue enviada a realizar un nuevo viaje a Francia a finales de 1365. Por entonces su hermano Carlos ya había sido coronado rey, mientras que Juana, de nuevo, en estado de gestación comenzó los preparativos, saliendo de Pamplona el día 22 de noviembre para llegar a Evreux el 23 de diciembre. El 7 de enero de 1366 partió hacia París para reunirse con su hermano el 15 de enero, tratando, sin éxito de aliviar a su marido de alguna de las condiciones que, en el Tratado de Aviñón, le había impuesto Carlos V. Permaneció en París hasta el 25 de febrero, cuando regresó a Évreux, donde estuvo hasta el nacimiento de su cuarto hijo, Pedro, el 5 de abril de 1366, reemprendiendo el regreso a Navarra. Mantuvo una entrevista con el futuro Ricardo II de Inglaterra, entonces príncipe de Gales, en Burdeos entre el 2 y el 3 de julio de 1366, buscando propiciar un acuerdo anglo-navarro como consecuencia de la victoria de Enrique II de Trastámara en Castilla. Conversaciones que retomaría Carlos II tras recibir a Juana en el reino el 11 de julio de 1366, en Saint-Jean-Pied-de-Port.

Tras su regreso a Navarra, se mantuvo, de nuevo, en un segundo plano en los asuntos de gobierno, al mismo tiempo que Carlos II hacía frente a sus compromisos diplomáticos. En estos años fueron naciendo tres hijas más: Blanca, en 1368; Juana en 1370; y Bona, en 1372, mientras Juana se iba ganado la confianza del monarca navarro. Así, cuando el 17 de junio de 1369 Carlos partió hacia Normandía, el 22 de junio, ella quedó al frente del reino, contando con la ayuda y consejo de Bernardo de Folcaut, obispo de Pamplona, y de Juan Cruzat, deán de Tudela.

Internamente, Navarra sufrió el paso militar de las Grandes compañías y poblaciones como Azcona y Arizaleta fueron despobladas en 1370, lo que causó preocupación en la regente, que también tuvo que afrontar la amenaza del paso de Bertrand du Guesclin por Navarra el 18 de octubre de 1369. Su mayor preocupación era evitar que el reino volviera a ser escenario de abusos. Carlos II, antes de partir, había comprado la tranquilidad del militar francés, que pretendía viajar desde Aragón hasta Castilla, mediante el pago de 18.200 libras, ordenando Juana su abono el 18 de septiembre de 1369. Hacia febrero de 1370 hubo rumores de que du Guesclin tenía la intención de volver a entrar en Navarra. La reina se preocupó en saber por dónde andaba esta tropa y en abril de 1370 envió mensajeros para averiguarlo. En realidad, lo que Du Guesclin buscaba era la forma de volver a Francia. Ante lo cual, puesto que el riesgo era grande, la reina encomendó a Guillaume de Meaucourt la misión de entrevistarse con el capitán francés. Ambas partes acordaron en Soria, el 20 de junio de 1370, que las tropas francesas no atravesarían el reino. El acuerdo fue aprobado por la reina.

Juana también tuvo que afrontar un levantamiento en las tierras navarras de Mixa y Ostabat entre octubre de 1369 y agosto de 1370 cuyos habitantes se negaron a pagar la ayuda de 4 florines por fuego concedida al rey ese año. La reina nombró dos comisionados para resolver este conflicto, pero un mes después, la situación empeoró, haciéndose necesario el envío de fuerzas armadas. El incidente se complicó, cuando gente del Señor de Albret, a quien se había dado la tierra de Mixa, entró en la tierra de Sola, que estaba bajo la jurisdicción del Príncipe de Gales, dedicándose a saqueos. Una cosa era desobedecer las órdenes dadas por la reina y otra provocar a Inglaterra, cuyo apoyo Carlos II buscaba en Cherburgo. El riesgo era demasiado grande.


 



 

Fue cometido de Juana velar por el cumplimiento de los acuerdos firmados por Carlos II con aragoneses y castellanos antes de partir. El 30 de abril de 1369, gracias a la mediación de Juan Cruzat, había firmado en Tortosa un tratado de paz con Pedro IV de Aragón por el cual cada parte devolvió sus respectivas conquistas. Pedro IV había tenido la idea de ocupar Castilla, tras la victoria de Enrique II de Castilla sobre Pedro I en la batalla de Montiel, en junio de 1369, por lo que hizo contactos con los navarros y con el Príncipe Negro para asediar a los castellanos aunque ambos contactos resultaron infructuosos. Juana, el 4 de febrero de 1370, junto a Juan Cruzat, volvió a Tortosa para firmar un acuerdo con el rey Aragón, estableciendo una alianza contra Enrique II. El acuerdo fue ratificado desde Cherburgo por Carlos II, el 9 de abril. La reina tampoco desviaba su atención de los movimiento castellanos cuando Enrique II intentó, en vano, recuperar Vitoria en agosto de 1369. Para solventar esta situación con Castilla estableció una vigilancia especial de la frontera y acordó una tregua hasta el 1 de mayo de 1371. En esta tregua de Montblanch, firmada el 26 de octubre de 1370, se convino que, aun cuando el rey de Francia hiciera la guerra al rey de Navarra, Castilla no iría con­tra Navarra en tanto durase la tregua, aunque fuese requerida para ello por el francés en virtud de los pactos existentes entre los dos reinos. Antes de que expirase la tregua fue prorrogada hasta mediados de agosto. La reina regente siente la ofensiva militar de Castilla cuando Enrique II intenta recuperar las plazas de la frontera, ocupadas en 1368 por Carlos II. Aunque el monarca navarro había tratado de que el rey francés y el papa mediaran en sus diferencias con Castilla, aunque, finalmente, delegó en Juana la resolución del conflicto. La reina regente nombró procuradores para rendir al rey de Castilla el castillo de Zaldiarán y las villas de Santa Cruz de Campezo y Contrasta, así como para que sometieran al arbitraje del papa y del rey de Francia las diferencias existentes con Castilla. Pero Enrique II de Castilla, sabedor de la posición de fuerza que disfrutaba, aprovechó para reclamar Fitero y Tudején, así como las villas de Laguardia y San Vicente, con sus fortalezas, que nada tenían que ver con los actuales conflictos. Más tarde, las villas de Logroño, Vitoria y Salvatierra fueron puestas en secuestro del papa y del rey de Francia.

Con el regreso a Navarra de Carlos II, en septiembre de 1372, se buscó revertir la situación, aunque las circunstancias habían cambiado mucho durante su ausencia. Cuando aún no hacían seis meses de su regreso, decidió enviar a su esposa a Normandía en calidad de lugarteniente. Con ello dejaba claro que no se había quebrantado su confianza en ella tras los cambios y acontecimientos acaecidos. Carlos le encomendó varias tareas de gobierno a realizar en el norte de Francia y a trabajar en defensa de los intereses reales navarros ante su hermano el rey de Francia además de cuidar y atender los asuntos diplomáticos navarros referentes a las cesiones territoriales en Castilla, que Enrique II le disputaba, además de renegociar las condiciones establecidas con Carlos V en el Tratado de Vernon donde establecían el cambio de las plazas normandas ocupadas en 1364 por la baronía de Montpellier. En Olite, el 27 de enero de 1373, antes de la partida dejó testamento y se hizo acompañar por su cuñada Inés de Navarra. Viajaron ambas hacia Montpellier, donde permanecieron entre el 17 de marzo y el 20 de julio, tratando de concretar las tasaciones de rentas y los derechos de su esposo en la villa, como paso previo a su futura reunión con Carlos V. Sin embargo, sin haber concluido estas tareas, el 14 de septiembre de 1373, al poco de su llegada a Evreux, Juana, que estaba encinta, falleció súbitamente el 3 de noviembre de 1373. La causa se atribuyó a un síncope que le dio mientras tomaba un baño según se desprende de la autopsia realizada tras su extraña muerte para disipar rumores sobre otras causas.

Como miembro de la Casa de Valois —reinante en Francia—, y siguiendo sus deseos testamentarios, recibió sepultura en la Basílica de Saint-Denis. Su hermano Carlos V, en su testamente de 1374, estableció tres misas semanales por el alma de su hermana en la capilla donde descansaba y donde el mismo deseaba ser enterrado. Más tarde se instaló también un cenotafio en la Catedral de Évreux. Por otra parte, Inés de Navarra volvía a Navarra hacia finales de año con las entrañas y su corazón embalsamados. Las primeras fueron depositadas en la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles a comienzos de 1374; más tarde Carlos II fundaría allí una capilla. El corazón se llevó a la Catedral de Pamplona, donde Carlos también fundó en julio de 1374 dos capillas perpetuas y un aniversario. Por su parte el rey de Francia, el duque de Borgoña celebraron sus funerales. El 29 de noviembre de 1373 tuvo lugar un servicio religioso en Sens al que asistieron los duques de Borgoña.

 

 

 


 

 

 

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Ramón Martín


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