Carlos V el Sabio rey de Francia de 1364 a 1380
CASA DE VALOIS
Nacimiento: El
21 de enero de 1338 en Vincennes.
Fallecimiento: El
16 de septiembre de 1380 en Beauté-sur-Marne.
Padres: Juan
II el Bueno y Bona
de Luxemburgo.
Reinado: Desde
el 8 de abril de 1364 al 16 de septiembre de 1380.
Fue
conocido como el Sabio y el Prudente. Había nacido en
Vincennes el 21 de enero de 1338, siendo el primogénito de Juan II el Bueno y la princesa Bona de Luxemburgo. Debido a una
misteriosa enfermedad contraída en su niñez, nunca gozó de buena salud. Quizás,
esta mala salud, fue la causante de que naciera en él la afición a la
literatura y a la política, convirtiéndole en un hombre de despacho más que en
uno de acción. Razón por la que puso al frente de sus ejércitos, a las personas
adecuadas para conseguir los objetivos que se propuso nada más subir al trono:
emprender la guerra contra Eduardo III de
Inglaterra
y reconquistar los territorios perdidos, ante las armas de éste. Al igual que
sus predecesores, siempre confió más en gentes que le debían todo cuanto
tenían, que, en los príncipes de sangre real o la alta nobleza, los cuales, siempre
estaban prestos a arrebatarle poder y territorios.
El
ejemplo más claro, fue la concesión del título de condestable (jefe de los
ejércitos reales) a un oscuro capitán bretón, conocido jefe de un ejército de mercenarios
y bandoleros, Bertrand du Guesclin, que, con sus acciones guerreras,
sacó a Francia del inmovilismo en que se hallaba. Similar política llevó a cabo,
a la hora de asignar los puestos clave en la corte, la administración y la
justicia, rodeándose de técnicos dispuestos a servirle hasta el final. Así
Carlos V, fue un fiel continuador de la política de Felipe IV el
Hermoso.
Entre
1356 y 1360 fue lugarteniente de su padre y, tras la batalla de Poitiers,
en la que Juan II, cayó prisionero de
los ingleses, se hizo cargo de la regencia del reino, a la espera de que se
recaudara el dinero que, los ingleses pedían para liberar a su padre, la cual
se produjo en el año 1359, por el Tratado de Londres. También tuvo que
enfrentarse a las conspiraciones de su primo, el rey de Navarra Carlos II el Malo, quien había sido
derrotado y hecho prisionero por Juan II. Gracias a todo lo
ocurrido, Carlos pudo acceder al trono con un gran bagaje político, que le
posibilitaría sacar a Francia de la difícil situación en que se hallaba.
El
primer acto de relevancia de su gobierno fue convocar Estados Generales,
a fin de recaudar los fondos necesarios que le permitieran armar un gran
ejército, para cerrar a los Plantagenet ingleses las vías que, hasta entonces,
les habían permitido entrar en el país con total impunidad. Para lograr la
estabilidad en sus fronteras, Carlos tuvo que enfrentarse a una nueva revuelta
de su primo, Carlos II de
Navarra,
el cual, pese a reconciliarse con Juan II, tenía sobrados
motivos para alzarse en contra de la corona francesa debido a la posesión del
ducado de Borgoña, que le correspondía por herencia y por ley. Dicho ducado fue
apropiado por Juan II, por lo que Carlos II sitió París, apoyado
por un contingente de mercenarios, comandados por el capitán Bruch. Carlos V
envió a Bertrand du Guesclin, quien consiguió una resonante victoria, el
16 de mayo de 1634, en la batalla de Cocherel. Carlos II tuvo que retirarse,
abandonando el asedio y, perdiendo toda su influencia y apoyos. lo que supuso
un alivio para Carlos V.
Para
asegurar la tranquilidad en sus fronteras del sur, realizó un importante apoyo
al pretendiente al trono de Castilla, Enrique de Trastámara, en su lucha con su
hermanastro el legítimo rey Pedro I de
Castilla.
También consiguió, con el envía a Castilla, de las molestas Compañías
Blancas, y su comandante du Guesclin, reorganizar su ejército.
Gracias a los impuestos, pudo mantener en pie, un ejército de mercenarios que,
aunque poco numeroso, era muy disciplinado, siempre presto a servirle. Con las
fronteras pacificadas, Carlos se hallaba en preparado para enfrentarse a los
ingleses y recuperar Creçy y Poitiers. Para conseguir sus objetivos, firmó
pactos con el rey de Escocia, con el conde de Flandes e, incluso, con su primo Carlos II de
Navarra.
No conforme con lo acordado en el Tratado de Calais, alegó sus derechos
sobre la Aquitania, que se encontraba en poder del Príncipe de Gales,
hijo de Eduardo III de
Inglaterra
La respuesta de éste, ante las pretensiones francesas fue la ruptura de la tregua
y el reinicio de la guerra. El ejército inglés volvió a utilizar la táctica de cabalgadas
continuas, que tan buen resultado le había dado, pero el ejército francés,
liderado desde palacio, por su rey, evitó los enfrentamientos directos y las
grandes batallas, limitándose a hostigar a los ingleses. Las ciudades Aquitanas
fueron cayendo, una tras otra, en poder de las tropas francesas, al tiempo que una
escuadra castellana asolaba las costas francesas en poder de los ingleses. Tras
cinco años de continuas campañas, Francia había recuperado casi toda la
Aquitania; con lo que, en el año 1380, las posesiones inglesas se limitaban a
unas cuantas poblaciones desperdigadas: Bayona, Burdeos, Brest y Calais. Con
todo a su favor, parecía que Carlos V podía conseguir la total expulsión de los
ingleses, pero le fue imposible reiniciar los ataques, puesto que, el enorme
esfuerzo realizado, dejó al país en la ruina. Cosa que, también le sucedía a la
corona inglesa, por lo que, ambos monarcas firmaron la paz el 27 de junio de
1375 en Brujas.
En 1377,
Carlos V, se oponía a abandonar su soberanía sobre los territorios
reconquistados, con tanto esfuerzo, a los ingleses; lo que hizo que volvieran
las problemas. Carlos II de
Navarra
y el duque Juan de Bretaña, volvieron a declarar su rebeldía, apoyando a los
ingleses en sus reivindicaciones. Carlos V, pudo apoderarse de las fortalezas
normandas y del ducado de Bretaña, pero los ingleses reaccionaron y se
instalaron en la localidad de Cherburgo. Carlos, agobiado por la presión
inglesa y por una reacción de la nobleza bretona en contra de sus pretensiones
de anexionarse el ducado, no tuvo más remedio que ceder y devolver el ducado a
los rebeldes vasallos. Ese mismo año, murió el papa Gregorio XI, que al
regresar a Roma se propuso acabar con la etapa del papado de Aviñón. Pero la
nueva elección solo consiguió el nacimiento del llamado Cisma de Occidente,
al ser elegidos dos papas, Urbano II y Clemente VII, uno
residente en Roma y el otro en Aviñón. Carlos V prestó fidelidad al papa de
Aviñón, lo que ahondó aún más en el problema eclesiástico, lo que afectaría a
la política del continente y al desarrollo de la Guerra de los Cien Años.
Antes
de morir, tuvo que hacer frente a la crisis económica y social que se
manifestaba en toda Europa. La Peste negra volvió a hacer estragos en una
población subalimentada a causa de las continuas guerras, que devastaron los
campos, y arruinada ya que la escasez de moneda en circulación había hecho que
los nobles redoblaran la presión fiscal sobre los campesinos. Ante esta situación,
pronto estallaron sublevaciones en todo el reino. La corona, sin recursos para
afrontar la crisis, debido a las continuas guerras y el esfuerzo realizado en
la reconquista de los lugares.
El 16
de septiembre de 1380 falleció el rey, dejando a su heredero, Carlos VI un
país arrasado y con un incierto futuro en la confrontación con Inglaterra. Durante
su reinado se llevaron a cabo importantes reformas en la administración de
justicia y en la elección de los miembros del Parlamento, que pasaron a ser elegidos
por sufragio popular. Gran amante de la literatura y de las bellas artes,
favoreció y protegió a un gran número de artistas franceses, dando lugar al
despegue de las artes francesas. También fue el fundador de la Biblioteca
Real, a la que dotó con casi mil volúmenes de su propiedad. Las
universidades del reino, sobre todo la Sorbona de París, vieron aumentar
su autogobierno y privilegios por el deseo expreso del rey.
Ramón Martín
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