Felipe VI rey de Francia de 1328 a 1350
CASA DE VALOIS
Nacimiento: El
17 de noviembre de 1293 en Fontainebleau.
Fallecimiento: El
22 de agosto de 1350 en Nogent-Le-Roi.
Padres: Carlos de
Valois y Margarita de Anjou-Sicilia.
Reinado: Desde
el 2 de abril de 1328 al 22 de agosto de 1350.
En 1328 el
rey Carlos
IV, se encuentra en su lecho de muerte, no habiendo sido capaz de
dar un heredero al trono de Francia. Antes de morir recomendó a los grandes del
reino, que reuniesen una asamblea para decidir la regencia, ya que la reina se
encontraba encinta. En ese momento, tres candidatos se disputaban la corona:
Felipe de Evreux, primo hermano de los tres últimos reyes franceses y
marido de Juana, hija de Luis
X; Felipe de Valois, nieto de Felipe
III y primo hermano de los reyes anteriores; y por último, Eduardo
III de Inglaterra, nieto de Felipe
IV. De los tres, el mejor situado era Eduardo,
ya que había sido nombrado apenas hacía un año, rey de Inglaterra y además era
duque de la Guyena y conde de Poitiers.
El 1 de
abril de 1329 la reina
viuda dio a luz a una niña, que por la Ley Sálica, instituida por el
rey Luis
X en 1316; no se la consideró para la sucesión. Los tres candidatos se
apresuraron a esgrimir sus derechos sobre la corona francesa. Felipe de
Valois, que argumentaba ser natural del reino, hijo de Carlos de
Valois y sobrino de Felipe
IV, resultó ser proclamado rey. Siendo consagrado, el 29 de mayo de ese
mismo año, como rey de Francia en la catedral de Reims, instaurando la
dinastía de los Valois. Ese mismo 1328, unió los territorios de Valois,
Chartres, Anjou y Maine a la corona de Francia.
Como
primera acción de su reinado, hizo un pacto con Felipe de Evreux, yerno
de Luis
X, reconociéndole como rey de Navarra a cambio de los derechos de Champaña
y Brie, obtenidos en 1333. En lo referente a Inglaterra, Eduardo
III, acababa de subir de forma violenta al trono inglés y su posición no
era todo lo segura que él quisiera, por lo que, momentáneamente, pareció
respetar el nombramiento de Felipe VI e incluso aceptó prestar homenaje al rey
francés, en agosto de 1329, por sus feudos de Guyena y Pothieu. La situación de
Eduardo
III con respecto a Felipe VI, era algo insólito en la Edad Media
europea, nunca antes, se había visto que un vasallo tuviera más poder
territorial que su señor, y, además, el hecho de que el rey inglés fuese
vasallo del francés, daba a este último la posibilidad de solicitarle que alzase
sus armas en defensa de sus intereses.
Asentada
su posición, al menos por el momento, Felipe VI marchó a Flandes en ayuda de
Luis de Nevers que acababa de ser expulsado, a causa de una sublevación
de los habitantes de Brujas. Pronto los ejércitos de Felipe se hicieron con la
situación y el 23 de agosto de 1329 derrotaron a los rebeldes en Cassel. Se
ponía así fin a la sublevación flamenca, rindiéndose las ciudades de Brujas e
Iprés, que aceptaron el regreso de Luis de Nevers. En lo referente al
papado, mantuvo buenas relaciones, incluso estuvo a punto de dirigir una
cruzada, pero las condiciones que impuso para ello resultaron ser excesivas, ya
que, incluso, solicitó ser coronado emperador, por lo que la cruzada nunca se
llevó a término.
En 1330,
su yerno Felipe de Artois, fue acusado de asesinar a su prima y a su tía
por lo que fue desterrado del reino; refugiándose en Inglaterra desde donde se
dedicó a conspirar contra su suegro. Felipe VI por su parte, acogió en Francia
a David II de Escocia, que era un encarnizado enemigo del rey inglés. Es posible
que Felipe de Artois tuviera mucho que ver en el cambio de actitud de Eduardo
III con respecto a Felipe VI, aunque también es posible que dicho
cambio, viniese motivado por los deseos expansionistas del inglés. Lo cierto es
que en 1337 las relaciones entre ellos se enturbiaron. La chispa saltó con
motivo de la entrega, por parte de su señor, a Francia del castillo de Puymirel.
El problema radicaba en que, dicho castillo, se encontraba en Guyena, por lo
que pertenecía al rey inglés. Eduardo
III aprovechó para reclamar sus derechos sobre el trono francés, y el
19 de octubre de 1337 envió a Felipe VI un desafío. Daba así comienzo la guerra
de los Cien Años, que arrasaría el territorio francés durante 146 años.
El primer
enfrentamiento importante, se produjo el 12 de julio de 1346, cuando Eduardo
III y su hijo el príncipe de Gales al frente de un poderoso ejército,
desembarcaron en Normandía; encontrándose el 26 de agosto, ambos ejércitos, en
Crecy, allí, las tropas francesas, fueron derrotadas. Juan I de Luxemburgo,
que había acudido en ayuda de Felipe VI, perdió la vida. La batalla de Crecy
fue un tremendo desastre para Francia, perdiendo a lo mejor de su nobleza y de
su ejército. El 3 de agosto de 1347 Calais fue conquistada por Eduardo,
permaneciendo esta plaza en manos inglesas hasta el siglo XVI. Tras la toma de
Calais, Felipe VI, se vio en la necesidad de pedir la paz, por lo que recurrió
al papa Clemente VI, y el 28 de septiembre de 1347 ambos contendientes firmaron
una tregua que perduró hasta los últimos años del reinado de Felipe en Francia.
Más, la
situación para Felipe VI, aún empeoraría, ya que, a las derrotas militares, las
pérdidas territoriales y la devastación que la guerra había dejado en Francia, hubo
que sumar, a finales de año, un brote de peste que se extendió por todo el
país. De dicha epidemia se culpó a los judíos, por lo que el pueblo se tomó la
justicia por su mano e inició una injustificada persecución. El propio Estado
apoyó esta matanza, para obtener magros beneficios, a causa de la confiscación
de las ricas rentas de los judíos. Entre 1348 y 1350 se extendió por todo el
país, el movimiento religioso ortodoxo, milenarista y herético, de fuerte
componente anticlerical y antiseñorial, conocido como los flagelantes,
íntimamente conectados con el brote de peste, ya que, según ellos, esta era un
castigo divino. En 1349 Felipe VI compró a Jaime
II de Mallorca los territorios de Montpellier y Lattes; y ese
mismo año obtuvo, también por compra, el Delfinado.
Sin
embargo, la política económica de Felipe fue un completo desastre, debido a sus
costumbres derrochadoras, dilapidando los ingresos en gastos fastuosos y
regalos absurdos. La guerra contra Inglaterra no hizo sino empeorar la
situación, y fue necesario realizar confiscaciones para hacer frente a los
pagos. Pero como esto no era suficiente, se recurrió en varias ocasiones a
cambiar el valor de la moneda. Se redujeron los sueldos, se aplicó el monopolio
de la sal, e incluso se hizo pagar al clero y a la nobleza. Los Estados fueron
convocados en numerosas ocasiones siempre con el objeto de votar nuevos
subsidios para el rey.
Felipe
murió en 1350, y dejó como heredero a su hijo Juan II, fruto de su primer
matrimonio con Juana de Borgoña.
Ramón Martín
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