Dictadura de Dámaso Berenguer

Tras la dimisión el 28 de enero de 1930 de Miguel Primo de Rivera, era necesario liquidar rápidamente aquella Dictadura que había llevado al país a una situación de descontento extremo. Es el general Dámaso Berenguer, quien acepta ese cometido, bajo la inspiración del rey Alfonso XIII, el cual, como podemos apreciar, a pesar de ser un rey constitucional, anda metido en todos los movimientos políticos y militares que se van sucediendo a lo largo de su reinado.






El 30 de enero de ese mismo año, los miembros del Gabinete Berenguer juran la Constitución de 1876, siendo una de las primeras medidas a tomar, la reposición a una parte de las autoridades municipales y provinciales que habían sido depuestas por la Dictadura. Las izquierdas, que comenzaban a organizarse, declararon que la dictadura continuaba, aunque la gente, al comprobar que era menos brutal que la anterior, les dio por denominarla Dictablanda.

    Se declara una amnistía que resuelve, de momento, el problema del arma de artillería, aunque deja a muchos civiles en la cárcel; regresan los emigrados políticos, Unamuno es recibido triunfalmente, y se devuelven las cátedras a sus legítimos titulares. Pero las responsabilidades atribuidas a la Dictadura, nadie las pide en el Gobierno, aunque son exigidas mayoritariamente en la calle. Los nuevos ministros publican decretos que revisan los dados por la Dictadura, aunque ambos están firmados de igual manera: Alfonso Rey. Vuelven a salir los viejos políticos, don José Sánchez Guerra, pronuncia una conferencia en el Teatro de la Zarzuela, en la cual, aun declarándose monárquico, pretende provocar la abdicación del rey y la coronación de uno de los infantes.

    Es a partir de ese momento cuando se acentúa un desplazamiento hacia la izquierda. El exministro liberal Niceto Alcalá-Zamora, en un acto celebrado en abril, en un teatro de Valencia, se declara republicano conservador. El Ateneo de Madrid se convierte en un centro de agitación, mientras en Barcelona, los ateneos obreros realizan la misma labor. Se convocan manifestaciones en las Universidades, que son clausuradas por el Gobierno. A comienzos del verano se constituye un Comité Revolucionario, formado por republicanos, socialistas y anarquistas, e incluso algunos militares forman la Unión Militar Republicana.






El 17 de agosto se reúnen en San Sebastián: Alejandro Lerroux (radicales), Manuel Azaña, Álvaro de Albornoz, Marcelino Domingo, Ángel Galarza (republicanos de izquierda), Manuel Carrasco, Mallol, Jaime Aguadé (republicanos catalanes), Santiago Cásares Quiroga (republicanos gallegos), Indalecio Prieto (PSOE), y Nicolás Salmerón, Felipe Sánchez Román, Eduardo Ortega y Gasset; llegando a un acuerdo verbal, por el cual la República se comprometía a otorgar un Estatuto a Cataluña.

    Se levanta la censura y ya se pueden celebrar mítines. Francesc Macià regresa a Barcelona y la policía le conduce a la frontera. En octubre, fracasa una sublevación protagonizada por el general Queipo de Llano y del aviador Ramón Franco, que logrará fugarse de la prisión militar donde se encontraba recluido. La peseta sigue en su caída.





A primeros de diciembre de 1930, el Comité Revolucionario, lanza un manifiesto clandestino, considerándose Gobierno Provisional de la República, el cual termina como el manifiesto de Prim de 1868: ¡Viva España con honra! En este mismo manifiesto se prologaba un alzamiento que estaba preparado para el día 12 de diciembre, pero los de Jaca no están dispuestos a alargarlo y el día 12 dos capitanes: Fermín Galán y José García Hernández se sublevan. Al frente de una columna se dirigen a Huesca, pero al llegar el 13 a Cillas se encuentran con fuerzas muy superiores. En vista de que el movimiento no ha sido secundado en el resto del país, Galán para evitar una masacre, se entrega junto a García Hernández. Al día siguiente se celebra un consejo de guerra que les condena a muerte. Sentencia que se cumple ese mismo día 14 por la tarde.

    Son detenidos algunos miembros del Comité Revolucionario, aunque Prieto consigue pasar la frontera. Estalla la huelga general en toda España, fracasando únicamente en Madrid, donde los socialistas Besteiro y Trifón Gómez se oponen a aliarse con los republicanos. El día 15 un grupo de aviadores republicanos, se apoderan del aeródromo madrileño de Cuatro Vientos, proclamando la República; y el general Queipo de Llano y el comandante Ramón Franco sobrevuelan la capital, arrojando proclamas. El Gobierno ordena que una bandera del Tercio de la Legión se traslade desde África para sofocar los diversos focos republicanos. Pero el fracaso del movimiento no hizo, sino aumentar la corriente antimonárquica. José Ortega y Gasset, al frente de un grupo de intelectuales constituyen la Agrupación al Servicio de la República. Renace la calma, y Berenguer quiere aprovechar para convocar elecciones, lo que provoca el aumento de las huelgas, tanto universitarias como obreras. Ante el fracaso, Berenguer dimite el 14 de febrero de 1931, y al encontrarse en cama, es el rey quien acude a recoger la carta de dimisión.

    El rey pide a Santiago Alba que forme gobierno, pero éste se niega, entonces Alfonso XIII se lo encarga a Sánchez Guerra que acepta en principio, pero luego da marcha atrás, pues el Comité Revolucionario se niega a colaborar con el rey. El conde de Romanones aconseja al rey encargarle la Presidencia del Gobierno al almirante Aznar, quién acepta el encargo, y al jurar el mismo, el 18 de febrero de 1931, anuncia elecciones municipales para el 12 de abril, al tiempo que restablece las garantías constitucionales que levaban ocho años suspendidas.
Ramón Martín

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