Grover G. Cleveland, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica entre 1885 y 1889
Grover G. Cleveland nació el 18 de marzo de 1837, en
Caldwell (New Jersey). Miembro de una modesta familia, su padre Richard
Cleveland, que era ministro presbiteriano de la iglesia local, se trasladó en
1841 a localidad de Fayetteville (Nueva York), y después a Clinton, también en
el mismo estado, en ambas localidades, Cleveland, cursó sus primeros estudios.
Tras fallecer su padre en 1853, se vio obligado a subsistir por sus propios
medios, por lo que decidió marcharse a la ciudad de Buffalo (estado de Nueva
York), donde un tío suyo le animó a aceptar un empleo como administrativo en un
bufete de abogados. Cleveland dio así comienzo una fulgurante carrera en
Derecho que concluyó en 1858, cuando fue admitido para ejercer la profesión de
abogado. Gracias a su buen hacer, en 1863, fue nombrado fiscal suplente del
condado de Eire, y en 1870, jefe de la policía de dicha localidad.
El prestigio de Cleveland se
forjó por su lucha continua en introducir reformas y por abolir las habituales
prácticas corruptas en la política municipal, lo que provocó que, los
demócratas del estado le postulasen para la alcaldía de Buffalo, la cual obtuvo
en 1881 a pesar de la tradición republicana de la ciudad. Con el apoyo de los
electores, reorganizó todas las dependencias a su cargo, eliminó el escandaloso
sistema de cohechos y pago de prebendas con puestos políticos y aplicó un
programa de recortes presupuestarios con el que consiguió eliminar una gran
cantidad de gastos superfluos o poco relevantes, lo que saneó las maltrechas
arcas municipales. El tremendo éxito de su gestión al frente del
Ayuntamiento y la honestidad en su modo de actuar indujeron al Partido
Demócrata estatal a presentarle como candidato para las elecciones a
gobernador de Nueva York en 1882, en las que se enfrentaría al candidato
republicano Charles J. Folger, a la sazón secretario del Tesoro del presidente Chester A. Arthur, al que Cleveland
derrotó con un amplio margen de votos. Su proverbial honestidad, la
independencia manifestada, al llegar al cargo y las reformas que pretendía
llevar a cabo en un estado aquejado por la mayor corrupción política del país, le
enfrentaron a su propio partido, dirigido por Tammany Hall, lo que no impidió
que los dirigentes nacionales del partido vieran en él a la única persona capaz
de ganar la presidencia para los demócratas y arrebatar el monopolio de la
misma a los republicanos, que ostentaban desde el comienzo de la Guerra de
Secesión, en 1861.
A mediados de 1884, la Convención
Nacional Demócrata, le eligió como candidato presidencial, quien se
aprovechó de las profundas disidencias surgidas en el seno del Partido
Republicano. El candidato republicano, James G. Blaine, se tuvo que
enfrentar a la secesión de un grupo de republicanos independientes y
reformistas, los mugwumps (votantes independientes), que anunciaron su
apoyo a Cleveland. En este grupo de disidentes estaban políticos de la talla de
Schurz, Godkin y un prometedor político neoyorquino llamado Theodore Roosevelt (futuro
presidente). Tras unas apretadas elecciones, logró ser elegido presidente de
los Estados Unidos de América.
El 4 de marzo de 1885, nada más
jurar su cargo, Cleveland afrontó las reformas de la administración prometidas
en la campaña electoral, iniciada por su predecesor en el cargo, Chester A.
Arthur, que consistía en eliminar la concesión de cargos y puestos políticos
entre sus partidarios más cercanos, culminada con la derogación de una serie de
leyes, como la Pendleton Act, que limitaba la capacidad y el
derecho del presidente para despedir a los funcionarios federales sin el previo
consentimiento del Senado. Las Cámaras le pidieron explicaciones, pero él se
negó, alegando la protección de la Constitución, que exoneraba al presidente de
dar explicaciones o de excusarse sobre ciertas materias llevadas a cabo por su
gabinete. Aunque tuvo que plegarse a la llamada «lealtad del partido»,
favoreciendo a sus correligionarios con la distribución de dos tercios de los
puestos federales reservados, la presión política no pudo debilitar su
determinación a proporcionar un Gobierno honrado, ahorrativo y parco en el
gasto. Obligó a los madereros, ferroviarios y ganaderos del Oeste a restituir treinta
y dos millones y medio de hectáreas a las que no tenían derecho. También
provocó la cólera del grupo de presión más poderoso de los Estados Unidos, el The
Grand Army of the Republic, a hacer un escrutinio de todos los proyectos de
ley sobre las pensiones privadas, en beneficio de los soldados que participaron
en la pasada guerra civil y vetando las que parecían fraudulentas, lo que
comprendía la gran mayoría de ellas. Este tema alcanzó su máxima tensión cuando
vetó el Proyecto de Ley Sobre la Pensión Dependiente que había aprobado el
Senado, y que establecía pensiones para todos los soldados unionistas
licenciados con honor que sufrieron alguna discapacidad, alegando que dicha
pensión serviría de refugio ideal para el fraude. También se negó a firmar
cualquier regulación federal de los negocios vetando la Ley Sobre el
Comercio Interestatal de 1887. Su pasión por el ahorro le llevó a practicar
una política mezquina.
La última actuación decisiva de
Cleveland en su primer período presidencial fue la referente a la reducción de
los elevadísimos aranceles proteccionistas sobre los productos importados,
decisión que acabó por costarle la reelección, pero que llevó al Congreso
convencido de que tales aranceles lo único que alentaba era la formación de los
trust y la producción de unos excedentes en los ingresos que fomentaban el
gasto público, el despilfarro y la tendencia a deprimir la economía al retirar
el dinero de la circulación. Antes de que culminase su primer mandato, contrajo
matrimonio, en 1886, con Frances Folsoem, en una ceremonia muy íntima celebrada
en el Despacho Azul de la Casa Blanca.
En las elecciones presidenciales
de 1888, los demócratas volvieron a postularle para la presidencia, pero fue
derrotado por el candidato republicano Benjamín Harrison, por un estrechísimo margen de
votos gracias al apoyo de última hora de los estados más dudosos. Sin llegar a
retirarse totalmente de la política, volvió a Nueva York para dedicarse a la
abogacía. La Ley Sherman, aprobada en 1890, propició su vuelta a la
arena política, volviendo a ser nominado candidato para la presidencia en las
elecciones de 1892, derrotando, por un estrecho margen de votos, a Benjamín
Harrison y a James B. Weaver, candidato del Partido del Pueblo, que
reclamaba un mayor control gubernamental de la economía.
Nada más tomar posesión de la
presidencia, en su segundo mandato, Cleveland se tuvo que enfrentar a la
depresión económica más larga y peor de la historia del país, hasta ese
momento. Fueron a la bancarrota miles de firmas comerciales, cientos de bancos
cerraron, y uno de cada seis ferrocarriles quebró. En el invierno de 1893-94,
el índice de desempleados ascendió a 2,5 millones. Firme defensor del dinero en
metálico pidió al Congreso la revocación de la Ley Sherman Sobre la
Compra de la Plata, concebida para estimular la industria de la plata en el
Oeste y que obligaba al Gobierno a comprar 4,5 millones de onzas de plata al
mes, lo que ocasionó una gran demanda de las reservas de oro del Tesoro Público,
al tiempo que depreciaba el valor de la plata. Cleveland logró el visto bueno
del Congreso para derogar la ley, pero perdió el apoyo de los demócratas del
sur y del Oeste, liderados por el congresista de Nebraska, William J. Bryan,
favorable al bimetalismo y a la acuñación libre de monedas de plata. En un
intento por restablecer las reservas de oro, ordenó al Tesoro Público la compra
de oro pagándolo con bonos del Estado. Pero, al fallar este mecanismo, se
dirigió a un consorcio bancario de Nueva York, encabezado por los banqueros J.
P. Morgan y August Belmont, concertando un préstamo de 62 millones de dólares
con unos intereses muy altos, que dio tiempo suficiente al Gobierno para
negociar un empréstito público que puso fin a la crisis a comienzos de 1896.
Cleveland sufrió una gran
derrota, al intentar por contrarrestar la Tarifa McKinley, que imponía unos
aranceles altísimos para muchos productos importados del extranjero con el
objeto de proteger la industria y los productos nacionales, pero que, a la
larga, lo único que consiguió fue perjudicar a otras industrias necesitadas de
materiales extranjeros. el Congreso aprobó un proyecto de ley que establecía
una rebaja considerable de los derechos, pero los proteccionistas más radicales
del Senado lo enmendaron de tal modo que, en su formulación definitiva como Ley
Arancelaria Wilson-Gorman de 1894, apenas se distinguía de la Tarifa
McKinley. En plena depresión, solventó de forma violenta la huelga de 1894,
dirigida por el líder sindical ferroviario Eugene V. Debs, de la Compañía
Pullmann, enviando tropas federales a Chicago para restablecer el orden. Lo
mismo ocurrió con la marcha de desempleados del mismo año, organizada por el hombre
de negocios de Ohio, Jacobs S. Coxey, quien consiguió reunir a unos 500
seguidores que se encaminaron a Washington en demanda de trabajo, seguridad y
protección del Gobierno para los desempleados de todo el país. En Washington,
la manifestación fue reprimida con violencia, siendo detenidos los principales
cabecillas, acusados de entrar ilegalmente en el Capitolio. Ambas medidas
demostraron las pocas simpatías de Cleveland por los huelguistas y desempleados,
además de sacar a relucir su escasa capacidad para promover una recuperación
económica deseada por todos los estamentos sociales y políticos del país. Todas
estas circunstancias provocaron, en el seno del Partido Demócrata una
profunda escisión entre los partidarios de Cleveland y los de Bryan, pulso que
acabó ganando el segundo, ya que la Convención Nacional de los demócratas
acabó nombrándole candidato presidencial para enfrentarse al candidato
republicano, el gobernador de Ohio William McKinley, acérrimo defensor del patrón oro. Bryan fue
derrotado por McKinley en las elecciones celebradas a finales de 1896.
En lo referente a política
exterior, Cleveland defendió la neutralidad de su país, oponiéndose a las ideas
expansionistas y colonialistas que dominaban dentro de la gran mayoría de la
clase política estadounidense: vetó el tratado de anexión de las islas Hawái
como un nuevo estado de la Unión negociado por el anterior presidente; rehusó
apoyar a los insurgentes cubanos contra el Gobierno español, a pesar de mostrar
públicamente su adhesión a la causa insurgente; no protestó por la ocupación de
Nicaragua por parte de las tropas británicas, en abril de 1895, aunque sí
obligó al Gobierno británico a llegar a un acuerdo conciliador con el Gobierno
venezolano en relación a los límites territoriales de la Guayana Británica
haciendo uso de la Doctrina Monroe.
Cleveland se retiró de la
política activa y fijó su residencia en Princeton, en cuya Universidad estuvo
dando conferencia varios cursos seguidos. Falleció en Nueva Jersey, el 24 de
junio de 1908 de un infarto y fue sepultado en un cementerio de Princeton.
Bibliografía
- WikipediA, CNN en español y Biografías MCN.
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Ramón Martín
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