Tratado de Alcañices de 1297

 


En 1294, la reina María de Molina, en representación de su hijo, del que era tutora, el rey Fernando IV, había amenazado al rey Dionisio I de Portugal con romper los acuerdos establecidos por ambos reinos en 1295, si continuaban los ataques a la Corona de Castilla, así como el apoyo prestado por parte del soberano portugués al infante Juan de Castilla, que se había proclamado rey de León. Ante dichas amenazas, Dionisio I aceptó retirarse de los territorios ocupados en Castilla en 1296, aunque permaneciendo en Castelo Rodrigo, Alfayates y Sabugal, territorios pertenecientes a Sancho de Castilla, nieto de Alfonso X de Castilla.

Con la celebración del Tratado de Alcañices quedarán fijadas las fronteras entre el reino de León y el de Portugal, el cual recibía una serie de plazas y villas a cambio de romper los acuerdos firmados con Jaime II de Aragón, Alfonso de la Cerda, el infante Juan de Castilla y con Juan Núñez de Lara el Menor que lo posicionaban en contra del reino de León, Al mismo tiempo, se confirmaba el enlace entre Fernando IV de Castilla y la infanta Constanza de Portugal, además del enlace entre el infante Alfonso de Portugal, heredero del trono portugués, y la infanta Beatriz, hija de Sancho IV de Castilla y hermana de Fernando IV. También, el monarca portugués se comprometía a aportar un ejército de trescientos caballeros, que se pondrían a las órdenes de Juan Alfonso Téllez de Meneses, con el objetivo de ayudar a la reina María de Molina en su lucha contra el infante Juan, el cual, hasta ese momento, había recibido el apoyo del rey Dionisio I de Portugal. Las plazas que se entregaban a Portugal: Campomayor, Olivenza, Ouguela y San Felices de los Gallegos, lo fueron como compensación por la pérdida, durante el reinado de Alfonso III de Portugal a manos de Alfonso X. A cambio los derechos portugueses sobre Ayamonte, Santiago de Alcántara, Herrera de Alcántara, Valencia de Alcántara, Aroche y Aracena, fueron transferidos a Castilla. 

Ambos monarcas se comprometieron a renunciar a cualquier otra reclamación en el futuro. El 13 de septiembre de 1297, los prelados de los dos reinos acordaron apoyarse mutuamente ante las posibles pretensiones, por parte de otros estamentos. El tratado fue ratificado además de por los dos monarcas, por una abundante representación de los nobles y eclesiásticos de ambos territorios, así como por la Hermandad de los concejos de Castilla y por su equivalente del reino de León.


Las consecuencias de este tratado fueron duraderas, ya que la linde entre ambos reinos apenas fue modificada en el curso de los siglos posteriores y se convirtió de esa forma en una de las fronteras más longevas establecidas en el continente europeo. Por otra parte, el Tratado de Alcañices contribuyó a asegurar la posición en el trono de Fernando IV, hasta entonces insegura, debido a las discordias tanto internas como externas. Permitiendo también que la reina María de Molina ampliara su libertad de movimientos, una vez finiquitadas las disputas con el soberano portugués, que desde entonces fue un firme defensor en su lucha contra el infante Juan, quien, en esos momentos, aún seguía controlando el territorio leonés.

Ramón Martín

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