Jaime II el Justo, rey de Aragón, Valencia y Conde de Barcelona desde el 1291 al 1327


    También rey de Valencia. Jaime II nació en el Palacio Real de Valencia el 10 de abril de 1267. De su infancia hay pocas noticias, hasta las Vísperas Sicilianas, que motivaron la conquista de la isla de Sicilia por Pedro III en 1282. Son las Vísperas el momento culminante de la política mediterránea de la Corona de Aragón, en manos del rey de Aragón, era una formidable base contra sus enemigos, y, sobre todo, junto con Túnez permitía el control de las principales rutas del Mediterráneo, era la clave de la ruta de Levante, lo que hizo que el comercio catalán recibiera un gran impulso.

    Cuando Alfonso III fue nombrado rey de Aragón, el infante Jaime, heredó Sicilia, siendo coronado como rey de Sicilia, duque de Pulla y príncipe de Capua, el 16 de diciembre de 1285, lo que provocó la indignación del papa. Se desató la guerra por Sicilia, hasta que en el Tratado de Tarascón del 28 de octubre de 1288 se firmó la paz, comprometiéndose  Alfonso III a una política de neutralidad.

    A la muerte de Alfonso, el 16 de junio de 1291 subió al trono de Aragón Jaime II, que dejó en Sicilia a su hermano Federico como lugarteniente, reteniendo para sí el reino de Sicilia, para lo cual buscó el apoyo de Sancho IV de Castilla, con el que firmó el 29 de noviembre de 1291 el Tratado de Monteagudo. Pero esta alianza con Castilla era transitoria, y se fue debilitando en junio de 1293. Los contactos diplomáticos para resolver la cuestión siciliana siguieron, hasta que el 20 de junio de 1295 el nuevo papa Bonifacio VIII consiguió que aragoneses, franceses y sicilianos o napolitanos llegaran a unos acuerdos, conocidos como Tratado de Anagni. En él se estableció que Jaime II renunciaba a Sicilia, pasando los derechos sobre ella a la Santa Sede y a la Casa de Anjou, debiendo contraer matrimonio, una vez disueltos sus esponsales con Isabel de Castilla, con la princesa Blanca, hija de Carlos II de Anjou, el Cojo, rey de Nápoles; el rey de Francia renunciaba la investidura de la Corona de Aragón y el papa anulaba la excomunión y el entredicho sobre su reino y su monarca.


    El rey de Aragón era nombrado gonfaloniero de la Iglesia, se obligaba a colaborar militarmente para que los angevinos recobrasen Sicilia, devolvía a su homónimo el reino de Mallorca, aunque reconociendo el vasallaje a la Corona de Aragón, el valle de Arán, controlado por Francia, se quedaba en manos del cardenal Guillermo de Ferraris hasta que se decidiera a quién pertenecía. Hubo una cláusula secreta por la que se confiaba la conquista de Córcega y Cerdeña a Jaime II, al que se le daba la investidura pontificia sobre dichas islas como compensación por la pérdida de Sicilia. La boda de Jaime II y Blanca de Anjou se celebró en Vilabertrán el 29 de octubre de 1295.

    La decepción en Sicilia y en el gibelinismo italiano fue grande, y los sicilianos coronaron en marzo de 1296 a Federico como rey, tomando el nombre de Federico III. Estalla así la guerra entre los hermanos. Jaime II atacó la isla en dos ocasiones, destacando la actuación de Roger de Lauria -victoria en el cabo Orlando, el 4 de julio de 1299-, pero sin intención de ocuparla. La feroz resistencia siciliana y la incapacidad del rey de Nápoles llevaron a la firma de la paz, y el 19 de agosto de 1302 se firmó el tratado de Caltabellota entre Federico III y Carlos de Anjou, por el que se aceptaba la independencia de Sicilia, bajo la soberanía de Federico, con el título de rey de Tinacria, debiendo casarse con Leonor, hija de Carlos II de Nápoles. El título era vitalicio y no transmisible, de forma que al morir Federico la isla volvería a los angevinos, aunque la isla siguió en manos de la dinastía aragonesa.

    Terminada la contienda, Jaime conquistó Córcega y Cerdeña, que quedaron así incorporadas a la Corona de Aragón, a pesar de la oposición de Génova y Pisa y de múltiples rebeliones locales posteriores. Esta política de expansión en el Mediterráneo se completó con un acuerdo con Castilla para repartirse las respectivas zonas de influencia en el norte de África, Vistas de Monteagudo en 1291, lo que permitió a Aragón intensificar su presencia en Túnez, Bugía y Tremecén. También organizó Jaime II una expedición catalanoaragonesa a Oriente bajo el mando de Roger de Flor, concebida para librar al reino de la presencia de las peligrosas compañías militares conocidas como los “almogávares”, en 1302.


    Un suceso destacado de la época fue la supresión de la Orden Militar del Temple, mediante el proceso incoado por el rey de Francia Felipe IV, deseoso de apoderarse de las riquezas de la orden y de someter al papado a sus designios. El 17 de septiembre de 1307 fueron detenidos los caballeros templarios en Francia y sus bienes confiscados, mientras que el papa el 22 de noviembre por la bula “Pastorales praeminentiae” ordenaba a los príncipes de la Cristiandad que arrestaran a los templarios de sus estados, confiscando sus bienes. El 22 de marzo de 1312 en el concilio de Vienne Clemente V abolió la Orden del Temple por la bula “Vox in excelso”. En Aragón, donde la orden gozaba de gran prestigio, el rey tuvo que rendir por las armas los más importantes castillos templarios: Monzón, Cantavieja, Castellote, Villel y Libro, mientras que en Cataluña fue la fortaleza de MIRAVET el foco de la mayor resistencia. Los bienes de los templarios, para evitar que pasaran a manos de los hospitalarios, se fundó una nueva orden, la de Santa María de Montesa, en tierras valencianas, con la misión de defender las fronteras de posibles ataques musulmanes. La bula la dio Juan XXI el 10 de julio de 1317, proclamándose la nueva milicia el 22 de julio de 1319.

    En las Cortes de Tarragona de 1319, Jaime II promovió el llamado Privilegio de Unión, que consagraba el principio de indivisibilidad de los tres Estados integrantes de la Corona de Aragón. También en su reinado se creó el arzobispado de Zaragoza como sede metropolitana de Aragón (1319), separándolo del de Tarragona, que sería la sede para Cataluña y Valencia. Obtuvo el vasallaje de los reyes de Mallorca; recuperó el Valle de Arán; reforzó la posición de la Corona sometiendo a la nobleza con el apoyo de las ciudades; hizo avanzar la frontera del reino de Valencia a costa del de Murcia. Intentó contrarrestar el peso de la aristocracia con el apoyo de las ciudades y favoreció a los comerciantes catalanes, base económica del reino. También elaboró una política de enlaces matrimoniales con la familia real castellana, pero no dio los resultados que esperaba.


    Jaime II de Aragón se nos aparece, como un rey respetuoso de los acuerdos y convenciones firmados con los súbditos. Se reunió regularmente en Cortes con los estamentos de sus estados y atendió las demandas llegadas a su Corte, hecho éste del que procede el sobrenombre de Jaime II el Justo, con el que ha pasado a la historia. Caracterizó también a este monarca su interés por las ciencias, especialmente por la medicina, y también por la poesía y la arquitectura; mandó erigir un nuevo palacio en Ejea de los Caballeros, reparar los palacios reales de Barcelona y Valencia y la seo del Salvador de Zaragoza. En 1300 fundó la Universidad de Lleida. Hacia 1314 encargó al dominico Pedro Marsili la traducción al latín de Libre deis feyts esdevenguts en la vida del molt alt senyor Rey en Jacme lo Conqueridor, narración de los hechos públicos y privados ocurridos durante el reinado de su abuelo, Jaime I el Conquistador, y que se tituló Liber gestarum.

    A su muerte en Barcelona, el 2 de noviembre de 1237, fue enterrado en el monasterio de San Francisco de Barcelona; en 1410 sus restos fueron trasladados a Santes Creus.



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