Felipe IV el Hermoso, rey de Francia desde el 1285 al 1314

 

DINASTÍA DE LOS CAPETOS

Nacimiento: El 1 de julio de 1268 en Fontainebleau.

Fallecimiento: El 29 de noviembre de 1314 en Fontainebleau.

Padres: Felipe III, rey de Francia y la reina Isabel de Aragón.

Reinado: Desde el 5 de octubre de 1285 hasta el 29 de noviembre de 1314.



Hijo de Felipe III, el Atrevido y de su primera esposa Isabel de Aragón. Nacido el 1 de julio de 1268, sucedió a su padre desde el 5 de octubre de 1285, aunque no fue coronado, junto a su esposa Juana, hija de Enrique I, rey de Navarra, hasta el 6 de enero de 1286 en Reims, con la que se había casado anteriormente.

Lo primero que hizo, nada más subir al trono, fue firmar el Tratado de Tarascón con Alfonso III, rey de Aragón, el 19 de febrero de 1291, dando por concluida la guerra, entre ambos reinos, que había iniciado su padre en 1283. En 1294, estalló un conflicto entre marineros normandos e ingleses, por lo que, Felipe IV, le declaró la guerra a Eduardo I, rey de Inglaterra, pese a que éste hizo todo lo posible evitarla, llegando a enviar a su hermano, Edmundo conde de Lancaster; el cual dio toda clase de explicaciones a Felipe, a fin de evitar una guerra que en nada convenía al monarca inglés, que, por entonces, estaba sumido en una rebelión nobiliaria. Al negarse el rey inglés a comparecer ante el Tribunal de los Pares, Felipe IV declaró confiscados sus bienes en Francia, por lo que Eduardo, se vio obligado a declarar la guerra.

Eduardo I era un brillante militar, que había conseguido importantes éxitos en Gales y Escocia, y que estaba a punto de someter a los nobles del reino, que andaban bastante revueltos a consecuencia de la Carta Magna, pero Inglaterra se encontraba agotada tras años de combates, y gran parte de la nobleza se negó a acudir en ayuda de su rey. Felipe era peor militar, pero Francia poseía la riqueza que le faltaba a Inglaterra. Tras una serie de escaramuzas iniciales Eduardo I admitió, en 1297, a los nobles los privilegios de la Carta Magna, ganándoselos para su causa; también intentó atraerse al conde de Flandes.

Como el conflicto no se decantaba hacia ninguna parte, en octubre de 1297, se firmó el Tratado de Vyre-Saint-Bavon, que ponía fin al mismo; aunque la paz no se firmaría hasta el Tratado de París, de 1303. En algún momento entre 1299 y 1303, el caballero escocés William Wallace, viajó a Francia para obtener, aunque sin éxito, la ayuda de Felipe IV en la guerra que mantenía con Eduardo I.

Es de destacar que, durante este conflicto, se celebró la boda entre Eduardo II, heredero del trono inglés, y la hija de Felipe IV, Isabel de Francia, enlace que celebró en 1309. También son dignos de mencionar los continuos enfrentamientos de Felipe IV con el papa Bonifacio VIII, a partir de 1296, a causa de la célebre bula Clericis laicos, que suponía la reafirmación del poder religioso sobre el temporal, retomándose el antiguo conflicto de las Investiduras. La Clericis laicos fue duramente atacada por Felipe, teniendo Bonifacio que rectificar en julio de 1297, publicando la bula Etsi de statu, en la que se comprometía a renunciar a las pretensiones de la Clericis laicos. Felipe IV, se encontraba inmerso en consolidar la unidad de su reino, al tiempo que aumentaba su poder, por lo que no podía admitir la intervención papal. Bonifacio, que fue el último exponente de la monarquía teocrática papal —necesitado de la ayuda francesa—, accedió a esta rectificación; consiguiendo contrarrestar el poder de los aragoneses, que se extendía por el Mediterráneo y por Italia, tras la toma de Sicilia. Pero la alianza surgida entre Felipe IV y Alberto I duque de Austria, al que Bonifacio consideraba como un usurpador del trono imperial; unido a las quejas que los obispos franceses vertían contra; el jubileo celebrado en Roma, y la elección de Bernardo Saisset como obispo de Pamiers, efectuada por el papa, sin consultar al monarca, hicieron que la situación entre ambos se deteriorase rápidamente.

En 1301 Bonifacio dirigió a Felipe IV la Asculta fili, que éste mandó quemar públicamente. Un año después, el papa publicó su bula Unam sanctam, lo que desencadenó que, en 1303, mientras Bonifacio había enviado al cardenal Lemoine para negociar, Felipe IV, tras convocar una reunión en París, meticulosamente preparada y montada por Guillaume de Nogaret, el cual condenó públicamente, con acusaciones amañadas, al papa, de hereje y libertino, además de enemigo de la Iglesia. Bonifacio se hizo fuerte en su castillo de Agnani, que fue asaltado por los mercenarios de Guillaume. El Papa, abandonado por todos capituló y fue encarcelado. Al tercer día de su encierro, estalló un motín popular que logró liberarle, mientras Guillaume huía, malherido, hacia París. Bonifacio, gravemente enfermo, murió un mes después. Tras la muerte de Bonifacio VIII, le sucedió Benedicto XI, que falleció al año siguiente, en 1304, haciéndose cargo del sillón de San Pedro, Clemente V, de origen francés, residente en Avignon y claro títere del monarca francés.

Asentado Clemente V en el solio pontifico se produce uno de los hechos más relevantes del reinado de Felipe IV, nos referimos a la supresión de la Orden del Temple. Al tener un carácter religioso, se prohibía a sus componentes, disfrutar de fortunas personales; algo que no afectaba a la propia Orden, que se hacía cargo de las riquezas de sus miembros, cuando ingresaban en ella; a causa de lo cual, la Orden fue creciendo por las aportaciones de sus miembros, además de las diversas donaciones y castillos que fueron consiguiendo por Europa —sobre todo en Francia—, donde formó un poder paralelo al de la monarquía. En el año 1290, los musulmanes recuperaron San Juan de Acre, último bastión cristiano en Tierra Santa, por lo que la Orden perdía su razón de ser. En esta situación, Felipe IV vio la posibilidad de deshacerse del poderoso obstáculo, que impedía sus planes unitarios de Francia. La Corona estaba muy endeudada con los Templarios, y su disolución acabaría con la deuda, además del consiguiente enriquecimiento de la Corona, una vez incautadas sus propiedades; también, un Estado centralizado y autoritario no podía admitir un Estado dentro del Estado, lo que suponía la Orden del Temple, ya que era independiente de la monarquía.

Para deshacerse de los Templarios, Felipe recurrió, de nuevo, a Guillaume de Nogaret, el cual fabricó, otra vez, pruebas falsas, obligando a Clemente V a proscribir a los miembros de la Orden. La orden papal llegó el 14 de septiembre de 1307, acusando a sus miembros de actos aberrantes y de herejías, que justificaban la medida y la posterior represión. En los siete años que duró el proceso, el Papa no hizo nada por detener las persecuciones contra los Templarios. Se convocó el Concilio de Vienne en 1311, alegando los siguientes motivos: la reforma de la iglesia y la recuperación de Tierra Santa. Motivos que sirvieron de señuelo para dirimir otros dos interesantes temas para el rey francés: el intento de condenar al anterior papa, Bonifacio VIII, y la supresión de la Orden del Temple.

Más, durante el reinado de Felipe IV, hubo otro proceso escandaloso, el juicio y prisión contra sus tres nueras, Margarita de Borgoña, mujer de Luis X el Obstinado; Juana de Borgoña, mujer de Felipe V; y Blanca de Borgoña, mujer de Carlos IV, que fueron acusadas de adulterio en 1314 por el marido de Margarita, Luis el Obstinado. Este proceso, protagonizó persecuciones contra los lombardos y los judíos, así como contra algunos miembros de la nobleza.

En política interior, Felipe IV, buscó, sin descanso, recursos con que paliar la desastrosa situación de la Hacienda Pública, para lo cual, realizó una política impositiva tan rigurosa que obligó a pagar altos impuestos hasta al clero, lo que motivó su enfrentamiento con el papado. Fue el primer monarca en establecer un impuesto único que se hacía efectivo proporcionalmente a los bienes que se poseyeran. Las alteraciones que hizo en la moneda produjeron en París una sedición, reprimida en 1312.

Para conocer la opinión de sus súbditos, creó asambleas en las que se reunían los nobles y los burgueses, y donde eligen a los representantes que podrán elevar sus quejas ante el rey. Antecedente de los Estados Generales.

En lo referente a política exterior, se produjeron sublevaciones en Flandes, a las que tuvo que hacer frente; en mayo de 1302 estalló un violento levantamiento en Brujas que a duras penas pudo ser controlado, ya que Flandes contó con el apoyo de Inglaterra, como una manera de debilitar a Francia. Por el Tratado de Athis-sur-Orge, que tuvo lugar en junio de 1305 se puso fin —durante su reinado—, a las sublevaciones flamencas. Intervino en los asuntos del Imperio Germánico, arrebatándole varias ciudades, por conquista o por rendición voluntaria.

Felipe IV estuvo casado con Juana I, reina de Navarra, con la que tuvo siete hijos, cuatro fueron varones, y de ellos tres fueron reyes: Luis X, Felipe V y Carlos IV; de las hijas, Isabel contrajo matrimonio con Eduardo II, rey de Inglaterra. El 29 de noviembre de 1314 falleció Felipe IV, uno de los reyes más importantes de Francia debido a los acontecimientos que protagonizó.

Ramón Martín

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