Richard M. Nixon, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica entre 1969 y 1974

 


Richard M. Nixon, nació el 9 de enero de 1913, en Yorba Linda (California), en el seno de una familia humilde de agricultores metodistas que había llegado a la localidad californiana de Whittier cuando el joven Richard tenía nueve años; allí alternó sus estudios de primaria con el trabajo en la tienda de comestibles y en la gasolinera que poseían sus padres. Se graduó en 1934 en la escuela de Whittier con mención especial, por lo que consiguió una beca para la Universidad Duke de Carolina del Norte, donde se licenció en Derecho en 1937. Al acabar la carrera, se trasladó a Nueva York para conseguir trabajo en cualquier bufete de Wall Street, algo que no consiguió, por lo que regresó a Whittier para ejercer la abogacía en la firma de más renombre de aquella ciudad, la Winger & Bewley, de la que acabó siendo socio. Poco tiempo después, fue enviado a la pequeña localidad de La Habra para dirigir una sucursal de la firma, en la que conoció a la que sería su mujer, Thelma Catherine Patricia Ryan, con la que contrajo matrimonio el 21 de julio de 1940. En el mes e marzo de 1942, comenzó a trabajar en la Oficina del Fiscal de Washington, pero al comenzar la Segunda Guerra Mundial, se alistó en la Marina con el grado de teniente. La mayor parte del conflicto lo pasó en el Pacífico, integrado en el South Pacific Air Transport Command, cuerpo en el que acabó con la graduación de comandante.

Finalizada la guerra, Nixon regresó a Whittier para dedicarse por entero a la política. Carrera que comenzó en 1946, siendo elegido miembro de la Cámara de Representantes por Whittier, tras una dura campaña, en la que realizó un discurso patriótico y anticomunista para borrar del mapa a su oponente, el demócrata Jerry Worheer, al que acusó de ser un instrumento de Moscú. La carrera política de Richard Nixon despegó entre los años 1948 y 1949, cuando fue miembro del Comité de Actividades Antiamericanas del senador Joseph MacArthur y consiguió que éste abriera una investigación para juzgar a Alger Hiss, antiguo oficial del Departamento de Estado, sospechoso de filtrar documentación clasificada a Whitaker Chambers, un antiguo miembro del clandestino Partido Comunista estadounidense. La brillantez con la que llevó el caso le convirtió casi un héroe nacional. Tras tan resonante éxito, fue elegido para elaborar, junto a otros representantes, el Plan Marshall de ayuda económica a la Europa de postguerra. En 1950, consiguió un puesto como senador por California tras una campaña implacable, en la que pulverizó a su oponente, la demócrata Helen G. Douglas, a la que humilló públicamente al adjudicarle el apodo despectivo de Pink Lady. Gracias a su estilo duro e implacable, se convirtió en el más temido de los oradores republicanos. En 1952, el candidato republicano a la presidencia, Dwight D. Eisenhower, lo escogió como vicepresidente para su candidatura, proyecto que estuvo a punto de venirse abajo cuando se descubrió que Nixon había aceptado 18.000 dólares de un particular para complementar su sueldo de congresista. En un alarde de valentía, asumió su propia defensa ante las cámaras de la nueva televisión estatal y, convenció a la audiencia de que el único regalo que había aceptado siendo senador fue un perro del que no pensaba desprenderse porque sus hijas lo adoraban. De vuelta al ruedo político totalmente limpio, volvió a arrasar al candidato demócrata a la vicepresidencia, Adlai Stevenson.

Durante sus dos mandatos consecutivos como vicepresidente de los Estados Unidos, gozó de unas prerrogativas inusuales para su cargo, gracias a las responsabilidades políticas que Eisenhower delegó en él. Presidió la mayor parte de las reuniones del Gobierno y de los líderes del Congreso, a la par que asumió tres veces (1955, 1956 y 1957) las funciones presidenciales debido a la crónica dolencia cardíaca que padecía el presidente. Pero donde destacó fue como embajador extraordinario de su país por todo el mundo, visitando un total de 55 países. Debe resaltarse la visita efectuada a la reina Isabel II de Inglaterra así como una larga gira por los países de Oriente Medio en 1953. En una gira tumultuosa, llena de incidentes que realizó por varios países del Caribe en 1955, demostró un gran temple cuando se convirtió en el blanco de un ataque con huevos podridos llevado a cabo por un grupo de manifestantes antiamericanos, en Cuba. Su reacción consistió en guardar la compostura sin inmutarse y seguir, imperturbable, el calendario de actividades previsto para ese día. En 1958, en otro viaje por varios países del Cono Sur, volvió a sufrir las iras, en la ciudad de Lima, de un grupo contrario a la política estadounidense, que le arrojaron frutos podridos; en Caracas, capital de Venezuela, sufrió otro atentado cuando una multitud de radicales tiraron sobre su coche blindado todo tipo de objetos y piedras; por fortuna para él, salió ileso de todos estos percances. Su última gran actuación como vicepresidente fue al convertirse en el primer alto dirigente estadounidense que visitaba la URSS tras la Segunda Guerra Mundial, en julio de 1959, donde mantuvo una entrevista, televisada a todo el mundo, con el líder del Kremlin Nikita Jrushchov.


El 20 de julio de 1960, durante la Convención Nacional del partido, Richard Nixon fue elegido candidato a la presidencia en detrimento del otro candidato de peso, Nelson A. Rockefeller. Dio comienzo una campaña intensa, en la que la victoria parecía asegurada por su fama de anticomunista. Se enfrentó al prometedor senador demócrata John F. Kennedy. Ambos se prestaron a debatir en cuatro espacios televisados sus respectivos programas de gobierno, baza que jugó a favor del candidato demócrata, mejor preparado para la cita y menos vacilante que Nixon, quien se mostró bastante más cansado y falto de reflejos que su oponente. Kennedy acabó ganando las elecciones por un margen muy apretado. Nixon regresó a California para dedicarse a la abogacía. No obstante, dos años después volvió a probar fortuna al presentarse a las elecciones para gobernador de California, en las cuales se enfrentó al candidato demócrata Edmund Brown, quien le infringió una antológica derrota que le indujo a abandonar definitivamente la política. Tras semejante varapalo, Nixon trabajó en un prestigioso bufete de abogados de Wall Street, aunque siguió conservando un gran peso político en el Partido Republicano, viajando por todo el país haciendo campaña a favor de varios candidatos de su partido, entre ellos Ronald W. Reagan. En febrero de 1968, volvió a ser propuesto como candidato a la presidencia, acompañado de Spiro Theodore Agnew como vicepresidente. Esta vez hizo un magnífico uso de la televisión para derrotar al candidato demócrata Hubert H. Humphrey, en una campaña de la que sacó provecho del profundo malestar existente por la Guerra de Vietnam y por las profundas divisiones internas que atenazaban al Partido Demócrata. Apoyándose en una serie de hombres de su total confianza, a los que encargó las cuestiones más rutinarias, él pudo dedicarse, de pleno, a la política internacional, siendo asesorado por su secretario de Estado Henry A. Kissinger.

En lo referente a su política interna, inició un lento pero gradual desmantelamiento de las leyes fiscales implantadas desde los tiempos de las administraciones de Franklin D. Roosevelt y su New Deal y de John F. Kennedy. Bajo un programa político denominado New Federalism, asignó 30.000 millones de dólares para reactivar la economía de los estados y de las ciudades más importantes del país, al tiempo que no dejaba de favorecer los intereses de las élites financieras y grandes corporaciones. Tras implantar un presupuesto equilibrado, el déficit público del país aumentó y la inflación se hizo galopante, lo que le obligó a intervenir directamente en la economía nacional en 1971 decretando la congelación de salarios y precios y dando vía libre a una ley proteccionista frente a las importaciones, por lo que también devaluó el dólar con el objeto de hacer más competitivos los productos estadounidenses. La recesión económica del país no le impidió apoyar con una gran cantidad de dinero e inversiones de todo tipo la carrera espacial de los Estados Unidos, en dura pugna con la URSS por el liderato más que científico.

En el plano internacional, Nixon siguió practicando la misma línea imperialista de las anteriores administraciones. Pero, en relación con la Guerra de Vietnam, problema, que se había enquistado en la sociedad norteamericana, se fijó la prioridad de encontrar una salida lo más digna posible para salvaguardar, el prestigio del país y sus fuerzas armadas, para lo cual acuñó la llamada doctrina Nixon: consistente en retirar progresivamente las tropas, seguir apoyando al régimen de Saigón y reservarse el derecho a intervenir en la guerra si así lo estimaba oportuno, a la par que transfería, toda la responsabilidad militar, sobre el conflicto al Ejército de Vietnam del Sur. Pero, mientras dicha retirada escalonada de tropas se llevaba a cabo, el conflicto fue radicalizándose cada día más y la guerra se prolongó durante cuatro años, aumentando las bajas de soldados estadounidenses. Nixon autorizó la incursión de tropas en Laos y Camboya para presionar al Vietcong, que estaba refugiado en ambos países. En abril de 1972, dio el visto bueno a un violento bombardeo sobre Hanoi y, un mes más tarde, al minado del puerto y de los canales fluviales de Haiphong.

Sorprendió a todos, a principios de 1972, al visitar oficialmente la República Popular de China, obteniendo un gran triunfo diplomático, puesto que, dicho acercamiento suponía dejar fuera de juego a la URSS, por entonces declarada enemiga de la China de Mao. En mayo, visitó Moscú, donde negoció el comienzo de un acuerdo sobre la limitación del armamento nuclear entre ambos países; acuerdo que fue ratificado al año siguiente, cuando el líder soviético Leonid Brezhnev devolvió la visita a Washington y se firmó el acuerdo SALT I. Todos los pasos dados por Richard Nixon para acercarse a las dos grandes potencias comunistas no significaban que hubiera abandonado su visceral anticomunismo, tal como demostró al apoyar a una serie de presidentes dictadores en América del Sur. Inquieto por la evolución de los acontecimientos en América Latina, en septiembre de 1973 dio el visto bueno para que la CIA colaborase en el golpe de estado del general Augusto Pinochet en Chile contra el Gobierno del socialista Salvador Allende.

El 7 de noviembre de 1972, Nixon volvió a ganar las elecciones presidenciales a su oponente demócrata George MacGovern, pero los demócratas se hicieron con la mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes, lo que le puso las cosas difíciles para poder desarrollar su programa político. Con todo a su favor, el liderazgo en Oriente Próximo, la distensión política emprendida con la URSS y China y con la total asimilación de la derrota militar en Vietnam, se encontró con un gran nubarrón en su camino político, el llamado escándalo Watergate, que acabó costándole la presidencia.

 

La caída de Nixon tuvo como detonante, el caso que habría de convertirse en la mayor tormenta política de la historia de Estados Unidos: el llamado escándalo Watergate. Este se inició el 17 de junio de 1972 con la detención de cinco hombres, cuando intentaban instalar un sistema de escuchas telefónicas, tras entrar en las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata, ubicadas en el edificio Watergate de Washington. El asunto, en un principio baladí, comenzó a complicarse durante el juicio contra los encausados, cuando confesaron ante el juez Sirica, encargado de la investigación, que habían sido enviados por altos responsables del Partido Republicano. Para agravar los problemas de Nixon, su vicepresidente, Spiro T. Agnew, fue acusado de soborno y tuvo que dimitir de su cargo. Richard Nixon lo sustituyó por otro destacado congresista republicano, Gerald R. Ford, que se convertiría en Presidente tras la renuncia de su mentor. Tras una ardua investigación en la que colaboraron, de manera decisiva, los periodistas del Washington Post que habían denunciado el escándalo, Carl Bernstein y Bob Woodward, pronto se fueron conociendo nuevos datos. Se fue desvelando un plan preconcebido desde el entorno presidencial, en el cual se vieron implicados varios altos cargos, como John Mitchell (ministro de Justicia), John Dean (consejero Presidencial), H.R. Haldeman (Jefe de Personal de la Casa Blanca), o John Ehrlichman (Asesor Especial de la Casa Blanca para Asuntos Nacionales). Los dos últimos citados dimitieron en la primavera del año siguiente, poco antes de que iniciara sus sesiones un comité especial del Senado, encargado de investigar las actividades presidenciales. También dejó su cargo el Procurador General, Richard Kleindienst, cuyo sucesor, Elliot Richardson, nombró a Archibald Cox como Procurador Especial encargado de investigar el asunto de las escuchas.

En las comparecencias en la Comisión, John Dean, consejero de Nixon, reveló que el propio Presidente era conocedor de las escuchas y que había grabado casi todas las conversaciones que había mantenido en la residencia presidencial y en las oficinas de su partido. Asimismo, declaró que Mitchel había ordenado el allanamiento y había tratado de encubrir la participación de la Casa Blanca, desde la cual había partido la autorización para que se pagase a los asaltantes por su silencio. Su testimonio fue refrendado por Butterfield, otro de los asesores presidenciales, que añadió el dato de que Nixon había ordenado la instalación en la Casa Blanca de un sistema para grabar todas las conversaciones. El Procurador Especial le ordenó a Nixon la entrega de varias grabaciones con el fin de corroborar el testimonio de Dean, ante lo cual el Presidente se negó y ordenó a Richardson el cese inmediato de Cox. Con el nuevo Procurador Especial, Leon Jaworski, se supo que algunas de las cintas solicitadas habían desaparecido, y que varias de las que finalmente fueron entregadas, habían sido manipuladas. A comienzos de 1974 el Gran Jurado acusó formalmente a Mitchell, Haldeman, Ehrlichman y otros cuatro funcionarios más de la Casa Blanca de encubrir el asunto y aludió a la posible implicación de Nixon, aunque sin llegar a encausarle. Todo el proceso deterioró la imagen pública del Presidente Nixon, cuya obstrucción a la investigación quedó confirmada por los testimonios recogidos en tres nuevas grabaciones presentadas a comienzos de 1974, en las cuales se reveló que había cursado orden a la Oficina Federal de Investigación (FBI) para que abandonase toda indagación de las escuchas. En los últimos días de julio, una comisión designada en el seno de la Cámara de Representantes presentó tres acusaciones formales contra el Presidente: obstrucción a la justicia, abuso del poder ejecutivo y quebrantamiento de las normas constitucionales. Se ponía así en marcha el procedimiento del impeachment, independiente del judicial y encaminado a depurar las responsabilidades políticas del Presidente y los más altos funcionarios de la Administración. Ante ese estado de cosas, Nixon decidió renunciar a su cargo, hecho sin precedentes en la historia de los mandatarios presidenciales norteamericanos que fue oficialmente comunicado el 8 de agosto de 1974.

Un día más tarde fue relevado por su vicepresidente, Gerald R. Ford, que se convirtió en el trigésimo octavo Presidente de los Estados Unidos. Su primera decisión política fue exonerar formalmente a Nixon de cualquier responsabilidad penal en que pudiera haber incurrido. Tras la resolución política del caso se conocieron nuevas actividades ilegales fomentadas desde la Casa Blanca, como la exacción irregular de fondos para financiar el espionaje político o la existencia de una trama entre los funcionarios cercanos al Presidente para cometer perjurio en sus declaraciones. Incluso se llegó a afirmar que desde la Casa Blanca se había intentado atribuir al fallecido John F. Kennedy un plan para asesinar al máximo mandatario de Vietnam del Sur, Ngô Dinh Diêm.

Retirado en su rancho californiano de San Clemente, Nixon intentó volver a la práctica de la abogacía sin poder conseguirlo, ya que había sido expulsado del Colegio de Abogados e incapacitado para el desempeño de su profesión en todo el territorio estadounidense. Nixon vivió el resto de sus días como un respetable y docto asesor político, aprovechándose de la ola ultraconservadora que impusieron al país las administraciones republicanas de Ronald W. Reagan y de George H. W. Bush. Precisamente este último, en el año 1992, le ofreció una pública reparación política y personal. Nixon murió dos años más tarde en Nueva York, el 22 de abril de 1994.


Bibliografía

  • WikipediA, CNN en español y Biografías MCN.





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Ramón Martín

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