Miguel I el Absoluto rey de Portugal de 1828 a 1834
Nacido el 26 de octubre de 1802 en
la ciudad de Queluz Hijo de Juan VI de Portugal y de doña Carlota Joaquina, ocupó el trono entre los años
1828 y 1834. La primera invasión de los ejércitos napoleónicos hizo que la
familia real tuviera que exiliarse en Brasil, el príncipe Miguel tenía tan sólo
cinco años de edad. En el año 1821 se restituyó la monarquía en Portugal, Miguel
fue enviado a París para completar su formación; allí trabó conocimiento con
las doctrinas liberales, a las que perseguiría una vez en el trono. De vuelta a
su país, fue cabecilla de varias revueltas antiliberales, dirigidas contra la
monarquía que ostentaba su propio padre, entre las que destacan las de
Vila-Francach y la Abrilada (1824). Al ser inculpado en los pronunciamientos
tuvo que exiliarse al extranjero.
Tras su paso por varias cortes
europeas, regresó a Portugal, una vez muerto su padre, Juan VI, en el año 1826. El príncipe y
heredero al trono portugués era Pedro
IV, emperador del Brasil, como Pedro
I, que abdicó a favor de su única hija, doña María,
que al ser menor de edad, fue confiada a la tutela de su tío Miguel, y prometida
en matrimonio a éste una vez cumplida la mayoría de edad. La regencia fue confiada
a la infanta Isabel María, hermana de Pedro
y Miguel. Éste último juró la Constitución y lealtad al emperador, su hermano, esperando
el momento propicio para hacerse con el poder. Ese momento llegó en febrero del
año 1828, cuando asumió la regencia, y siendo proclamado rey de Portugal, en junio
rey de Portugal por las cortes y aclamado por el pueblo que veía en él la única
persona capaz de sacar a Portugal del marasmo político y económico que padecía
desde principios de siglo. Tan sólo las islas de Madeira y Terceira se negaron
a aceptarlo como soberano, convirtiéndose desde ese momento en los únicos
enclaves constitucionalistas del reino.
Con el advenimiento al trono de
Miguel I, comenzó en Portugal el período denominado “miguelismo”, caracterizado
por la defensa a ultranza del casticismo más extremo y de las ideas
conservadoras y absolutistas, al igual que sucedía en la vecina corona de España,
con Fernando
VII. Para mantener el orden y los valores tradicionales, hizo uso de
todos los mecanismos posibles, tendentes a aplastar cualquier atisbo liberal
que fuera en contra de la Iglesia y de la nobleza, pilares éstos en los que se
apoyó para gobernar.
Entre tanto, en el extranjero se
fueron formando núcleos de resistencia liberal contra Miguel I, en espera de
una coyuntura política favorable para regresar al país. En 1830, con la ola
revolucionaria que asoló a toda Europa y que acabó con el régimen absolutista
de Carlos X de Francia, principal
sostenedor de la monarquía portuguesa. A este hecho se le sumó la obligada
abdicación al trono brasileño de Pedro
I, que regresó a Portugal para encabezar la oposición al régimen
absolutista de su hermano. Pedro
contó con el trascendental apoyo de Gran Bretaña y de los liberales para restaurar
en el trono a su hija María
II y conseguir la anulación del matrimonio de ésta con su tío Manuel.
Tras una larga y cruenta guerra civil, Miguel I se vio forzado a dar por terminado
su breve reinado. Abandonó el país el 1 de junio de 1834, en un vapor inglés
que le trasladó a Génova, y se instaló finalmente en Alemania, desapareciendo
por completo de la escena política europea. En el año 1851 se casó en Alemania
con la princesa Adelaida de Lowenstein-Werthein-Rochefort, con la que tuvo siete
hijos. Murió en la localidad alemana de Brombach el 14 de noviembre de 1866.
Ramón Martín
Fuentes; WikipediA,
MCNBiografías
Imagen:
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