Isabel de Aragón y Sicilia, esposa de Dionisio I


    Nacida hacia 1270 en el castillo de Aljafería. Era hija de Pedro III y de la Constanza de Sicilia, y nieta del rey Jaime I. Le pusieron Isabel por su tía abuela Santa Isabel de Hungría. A los 15 años la casan con el rey de Portugal Dionisio I, en Trancoso, el 26 de junio de 1282. 

    Desde muy niña se la vio una notable inclinación hacia la piedad, en su casa le enseñaron a unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos y esforzarse por evitar todo aquello que la pudiera inclinar hacia el pecado. Todos sus biógrafos coinciden en que, la formidable santidad que demostró más tarde se debe en gran parte a la esmerada educación que ella recibió en su niñez. Vivió las intrigas palaciegas y los enfrentamientos familiares, con dignidad y paciencia, refugiándose en una piedad religiosa intensa. 

    Isabel tuvo dos hijos: Constanza y Alfonso, aunque Dionisio tuvo otros seis hijos bastardos. El primero de éstos últimos, Alfonso Sánchez, despertó los recelos del heredero de la corona, ya que creía que su padre favorecería a su hermano. Pretendió que el rey le cediese, de inmediato sus derechos, enfrentándose militarmente, he intentando tomar Lisboa. La reina consiguió una tregua, pero el hijo se apropió de sus señoríos de Leiría y Sintra, y el padre que la creyó cómplice del hijo la encerró en Alenquer y la desposeyó de algunas riquezas. 

    El entramado que componían dinastías y expansión territorial de los reinos de la Península Ibérica, llevó a Isabel de Portugal a intervenir en la política castellana y aragonesa. Con la ayuda de Dionisio, consiguió que su hermano Jaime II, rey de Aragón y su yerno Fernando IV, rey de Castilla, llegaran a acuerdos en las paces de Campillo de 1304, por las que la Corona de Aragón adquirió las tierras de Alicante. 

    Tuvo dos hijos: Alfonso, que será rey de Portugal y Constanza, futura reina de Castilla. En dos ocasiones Alfonso promovió la guerra civil, Isabel trabajó hasta lo increíble hasta que consiguió que hicieran las paces, padre e hijo. 

    Cuando Dionisio falleció, la reina Isabel, se retiró al convento de Coimbra, que ella misma había fundado, pero donde no pudo morir. Se desplomó en Estremoz cuando acudía a conciliar a su hijo, el rey Alfonso, y a su nieto, Alfonso XI, rey de Castilla. La disputa era por el honor de su nieta María, hija del rey portugués y esposa del castellano, y a quien éste había repudiado. La enterraron días más tarde, el 12 de julio de 1336, en Coimbra. 

    Su cuerpo permanecía incorrupto tres siglos después, al abrir su tumba, exhalaba un aroma a maderas, sándalo y rosas. Rosas como las que aparecieron entre sus manos, aquel día en que acudía a auxiliar a los pobres con unas cuantas monedas ocultas en su falda vuelta y la sorprendió su marido, que quiso saber lo que portaba. Rosas, contestó Isabel, y rosas enseñó al rey. Santa Isabel de Portugal fue canonizada el 25 de abril de 1625 por el papa Urbano VIII y su cuerpo se puede venerar en el convento de las Clarisas en Coimbra



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