Muhammad ibn Nasr, sultán de Granada desde 1238 a 1273




    Abu Abd Allah Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nasr fue el fundador de la dinastía nazarí y del reino de Granada. Nació en el año 1194, en Arjona (Jaén), llevó el sobrenombre de al-Galib bi-llah (el victorioso por Dios). 

    Ante el desmoronamiento de los almohades, se proclamó sultán de Arjona, en el año 1232, extendiendo su poder a las localidades vecinas, llegando en el año 1237, a establecer la capital de su reino en Granada. Mantuvo el reino nazarí, gracias a las alianzas con el castellanoleonés Fernando III, y con los benimerines marroquíes. Mas adelante tendrá una fuerte luchas con  Alfonso X el Sabio al apoyar las revueltas de los mudéjares en Andalucía y Murcia. 

    Era miembro de una importante familia descendiente de uno de los compañeros de Mahoma, fue uno de los que se levantaron frente a los almohades cuando, tras la derrota de las Navas de Tolosa, en 1212, el poder de éstos cayó en al-Andalus. Así, en abril del año 1232, Muhammad I fue proclamado sultán en Arjona, extendiendo su autoridad a Jaén, Porcuna, Guadix y Baza. Durante esos primeros años de anarquía política, Muhammad tuvo que enfrentarse con Ibn Yusuf Ibn Hud por la posesión de Córdoba y Sevilla, ciudades que habían quedado en manos de Ibn Hud. A medida que el monarca leonés aumentaba su dominio territorial, al conquistar Córdoba en el año 1236, Muhammad I se vio obligado a desplazarse hacia el sur, ocupando la antigua capital de los ziríes, Granada, donde se estableció definitivamente. 

    Supo aprovechar el descontento que la población tenía hacia Ibn Hud, debido a los altos impuestos destinados al pago de tributos a Fernando III, por lo que, el sultán nazarí logró en el año 1238, hacerse con Málaga y Almería, ciudad esta donde Ibn Hud fue brutalmente asesinado. A cambio de estas victorias nazaríes, tuvo que lamentar ciertas pérdidas, su ciudad natal de Arjona fue conquistada por los castellanoleoneses en el año 1244, que no tardaron en poner cerco a Jaén. Muhammad, temeroso de perder lo conquistado, firmó un pacto con Fernando III, declarándose vasallo de Castilla-León, comprometiéndose a prestarle ayuda militar. Cumpliendo con lo firmado, en el año 1248 puso a disposición de Fernando III un importante contingente de tropas que intervinieron decisivamente en la reconquista cristiana de Sevilla. 

    El acuerdo fue renovado por Alfonso X, hasta que, en el año 1264 fue roto por el sultán nazarí como consecuencia de las conquistas del castellanoleonés, quien se había anexionado Cádiz, Jerez y Niebla. Sintiéndose inferior, buscó la alianza de los benimerines, cuyo emir le envió tropas. Al mismo tiempo, se produjo la sublevación de los mudéjares en Jerez y Murcia, que le reconocieron como soberano. Alfonso X, con la ayuda de Jaime I, respondió al ataque, atacando Granada, aunque no la pudieron conquistar. Entonces, los Banu Ashqilula, parientes suyos y gobernadores de Guadix y Málaga, se declararon vasallos de Alfonso X, en un intento de sacudirse el yugo granadino. Entonces Muhammad I puso sitio a Málaga, y al no poder tomarla, pactó con el castellanoleonés un tratado, por el que renunciaba a sus pretensiones sobre Murcia y Jerez, al tiempo que se comprometía al pago de un tributo anual, a cambio de que Alfonso X retirase su apoyo a sus molestos familiares. 

    La rebelión de los grandes nobles contra la autoridad de Alfonso X. encabezada por su hijo Sancho, en el año 1272, fue aprovechada por Muhammad para eliminar a los molestos Banu Ashqilula, aunque su intento por ocupar Ceuta fracasó estrepitosamente. 

    Durante su reinado, a medida que se producía el avance cristiano hacia el sur, la población musulmana, expulsada de los territorios conquistados, fueron acudiendo al reino nazarí. Muhammad I reafirmó su situación dentro del mundo islámico invocando, en la plegaria pública (jutba) de los viernes, el nombre de al-Mustansir bi-llah, califa abasí de Bagdad. Una vez dueño de Granada, abandonó sus tendencias sufíes y ascéticas, para apoyar sin concesiones la doctrina malikí, mayoritaria en todo el mundo magrebí. Entre los años 1239 a 1242, trocó su reconocimiento del califa almohade de Marrakech, hasta la total desaparición de la dinastía, para acabar invocando su propio nombre y autoridad. 

    Muhammad I realizó bastantes ampliaciones en la Alhambra y mejoró considerablemente el sistema de conducción de las aguas en la capital. Se ocupó personalmente de los problemas económicos del reino y de su patrimonio privado. Antes de morir, en Granada en el 1273, hizo que todos los notables del reino juraran la debida fidelidad y sumisión a su hijo primogénito Abu Abd Allah Muhammad, conocido como al-Faqih (el jurisconsulto), que subió al trono con el nombre de Muhammad II. Al morir, dejó un reino agotado por continuas sublevaciones. 

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