Enrique III de Winchester, rey de Inglaterra desde 1216 a 1272
DINASTÍA PLANTAGENET
Nacimiento: El 1 de octubre de 1207 en el castillo
de Winchester, Hampshire (Inglaterra)
Fallecimiento: El 16 de noviembre de 1272 en Westminster, Londres
(Inglaterra).
Padres: Juan I de
Inglaterra e Isabel de
Angulema
Reinado: Desde el 28 de octubre de 1216 a 16 de noviembre de 1272.
Era el hijo primogénito de Juan sin Tierra y de Isabel de Inglaterra, nació en Winchester el 1 de Octubre de 1207. A la muerte de su padre, tenía solo nueve años, y diez días después, fue coronado en Gloucester. Era el año 1216. Su reinado se puede dividir en cuatro períodos: el de la regencia, que terminó con la caída de De Burg; el del gobierno con favoritos, que dio lugar al Parlamento Loco: el de la guerra de los barones, y el período entre la guerra y la muerte de Enrique.
En el momento de acceder al trono, el país estaba en plena rebelión, y el Este y el Sur ocupado por los franceses. Es entonces cuando el gobierno lo asume Guillermo Marshall, además de tener el apoyo del Papa. Esto le dio mucho poder, y con la derrota y retirada de Luis terminó la oposición.
A la muerte de Marshall en 1219, Pandulfo usó de tal modo la autoridad pontificia que obligó a Laugton a protestar en Roma, a consecuencia de lo cual, Pandulfo fue relevado, y Huberto de Burg. justicia mayor, gobernó junto a Laugton hasta la muerte de este, en 1228 y después solo.
La influencia de Pedro des Roches, obispo de Winchester, jefe del partido extranjero y custodio del rey, fue combatida; pero el sagaz prelado llevó ventaja; creciendo su influencia de tal manera que el rey despidió a De Burg, en 1232, comenzando su verdadero reinado.
Con el favor de Pedro des Roches los extranjeros aumentaron su influencia en la corte, entrando en Inglaterra tropas mercenarias. Ricardo, gran mayordomo, reprendió en público y fue depuesto, aunque algunos varones salieron en su defensa, enfrentándose a las tropas del rey. La guerra civil parecía inminente, el arzobispo Edmundo persuadió al rey para que despidiese a Pedro des Roches, evitándose el peligro de momento en 1234. Pero la parcialidad del monarca con los extranjeros era fuente de descontento.
En 1236 contrajo matrimonio con Leonor de Provenza, viniendo parientes que ocuparon grandes cargos. En 1238 casó a su hermana Leonor con Simón de Montfort VI, conde de Leicester, acontecimiento que estuvo a punto de provocar una sublevación.
En 1242 los barones se negaron a prestar la ayuda exigida por el rey para otra expedición al Poitou, y se coaligaron con el clero en una protesta contra su mala administración y su despilfarro. Para poner remedio a este estado de cosas, se propuso que los consejeros del rey fuesen elegidos por el Parlamento, pero Enrique evitó la petición.
Hasta entonces su hermano Ricardo, conde de Cornwall, había sido el jefe de la oposición, pero Simón de Montfort, era el alma de la resistencia constitucional. En 1246 murió el conde de La Marche, suegro del rey, y sus cuñados se trasladaron a Inglaterra, junto a un séquito de cortesanos. Por eso crecían los impuestos para poder sostener tanto parásito.
Al cesar del cargo de justicia mayor, tras la caída de De Burg, el sistema judicial decayó, siendo frecuentes los delitos de toda clase. Al tiempo el Papa, empeñado en su contienda con Federico II, intentaba revindicar sus derechos sobre Inglaterra. Dos errores de Enrique acentuaron la crisis.
En 1248 había confiado el gobierno de Gascuña a De Montfort, el cual sometió a su obediencia a aquella provincia, pero una serie de acusaciones formuladas contra él, ante el rey, el cual odiaba a su cuñado tanto como le temía, dio como resultado una recia contienda, que Enrique zanjó suspendiendo a De Montfort y poniendo en su lugar a Eduardo, el heredero. Entonces el conde se pasó inmediatamente al partido nacional.
Al poco, ocurrió un hecho que obligó a este partido a tomar una decisión. El Papa ofreció, en 1225, Sicilia a Enrique, para su hijo Edmundo, con la condición de que Inglaterra pagaría los gastos de la conquista, además de asumir la importante deuda ya contraída. Este asunto, de capital importancia, fue concertado sin conocimiento del Parlamento, y la nación se vio comprometida en una empresa cuya única finalidad era dinástica o pontificia.
Esta coalición del rey y el Papa produjo la unión del clero y la nobleza, y las turbulencias del año 1257. Los desórdenes de Escocia y Welsh y la malas cosechas unieron a la nación en contra del gobierno. El parlamento reunido en abril de 1258, en Westminster, obligó a Enrique a prometer reformas y a nombrar una comisión de 24 miembros para que gobernase en nombre del rey hasta que se encontrase una solución.
En 11 de Junio, la asamblea, conocida como el Parlamento Loco, se reunió en Oxford. Nombró un consejo compuesto por 15 miembros, dos terceras partes de los barones, que, juntamente a 12 representantes de la comunidad, tomaron a su cargo la administración, reuniéndose en parlamento tres veces al año. Hugo Bigod fue nombrado justicia mayor, se nombraron otros cargos, los castillos fueron confiados a ingleses y cuatro caballeros de cada condado fueron emplazados para formular reclamaciones.
Estas reformas, junto a otros decretos, se llamaron las Provisiones de Oxford, por las que la autoridad real quedaba supeditada a la oligarquía de los barones. Un año después se dictaron otras leyes, con el fin de contentar a los caballeros. El proyecto siciliano quedó rechazado y se acordó una paz definitiva con Francia, renunciando a sus pretensiones sobre Normandía y otros distritos. Debido a un desacuerdo entre los condes de Leicester y de Gloucester, se dividió el partido de los barones. El rey se aprovechó de esto, y en 1261 obtuvo la nulidad de las Provisiones de manos del Papa. Fortificó la Torre, depuso al justicia mayor, y enseguida comenzó a gobernar como anteriormente. El partido de los barones, hizo cuanto pudo para reconquistar el favor del pueblo, pero Enrique pudo atraerse el apoyo de Luis IX de Francia.
En 1266 comenzaron las hostilidades en la frontera galesa, y los barones aprovecharon para renovar su campaña contra el rey. Tras unos meses de guerra indecisa, se convino en que el asunto se sometería al arbitraje de Luis IX, que, en el Fallo de Amiens, decidió en favor de Enrique y anuló las Provisiones definitivamente.
Leicester apeló a las armas, obteniendo una brillante victoria en la batalla de Lewes de mayo de 1264, donde el rey cayó en sus manos junto al príncipe Eduardo. Fue dueño de la nación durante un tiempo, pero Enrique tenía ya muchos partidarios entre los barones, aunque permaneció más de un año prisionero en poder de De Montfort.
En un Parlamento celebrado en Junio de 1264, en el que participaron caballeros de todos los condados, se redactó una Constitución, en la cual el soberano conservaba el poder ejecutivo, reservándose la comunidad el poder supremo. Al siguiente año fue confirmada esta Constitución y el rey la juró. Por el acuerdo tomado en el Convenio de Lewes, Eduardo debía ser puesto en libertad, en tanto que su padre seguía prisionero. La libertad de Eduardo en mayo de 1265 fue la señal de una nueva guerra, y en la batalla de Evesham en agosto, murió Simón de Montfort VI, recobrando el rey su autoridad. La captura de Kenilworth terminó la guerra, en la cual el rey apenas participó, aprobando lo hecho por su hijo para la pacificación del país. Su triunfo fue completo, y durante los últimos años de su reinado gozó de una paz inalterable.
Enrique III era un hombre ilustrado, generoso, y de una piedad que causaba admiración; buen padre, buen marido, demasiado quizá, pues muchos de sus problemas se debieron a la familia de su mujer; era un perfecto cristiano, lleno de respeto hacia la Santa Sede. Amaba las artes, como lo prueban las pinturas que hizo ejecutar en Westminster, cuya iglesia reedificó, en Windsor, en la Torre, etc. Sus principales defectos eran el abandono, la videncia y la prodigalidad. Si no hubiera sido rey, hubiera sido un súbdito perfecto; pero como rey fue débil, precipitado, imprudente e inepto.
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