Galba (68 a 69)
Servio Sulpicio (Galba) pertenecía a la noble familia patricia de la gens Sulpicia, descendiente de Camerino. El primer Sulpicio conocido fue cónsul en el año 500 a. C., y a partir de él, miembros de esta familia fueron ocupando los más altos cargos romanos. La rama de los Sulpicios de Galba se convirtió durante la Segunda Guerra Púnica en la rama más destacada de los Sulpicios, tanto en peso político como en riqueza; de esta manera, Publio Sulpicio Galba Máximo fue cónsul en el 211 y en el 200 a. C., mandando en la primera y en la segunda Guerra Macedónica. Su nieto Servio Sulpicio, cónsul en 144 a. C., se hizo famoso por un sonado escándalo, ya que fue acusado de traición a los lusitanos durante su gobierno en Hispania Ulterior. El nieto de este último, del mismo nombre, apoyó a Cayo Julio César durante las guerras civiles. Su hijo Sulpicio Galba fue el abuelo del emperador Galba. El padre del futuro emperador llevaba el praenomen Cayo, aunque hay quienes opinan que era Servio, que era jorobado, a pesar de lo cual era activo en los tribunales. Alcanzó la cúspide de su carrera política como cónsul sufecto en el año 5 a. C. (uno de los cónsules ordinarios de ese año fue el propio Augusto). Casado, en un primer matrimonio con Mumia Acaica, quien era la bisnieta paterna de Lucio Mumio Acaico, conquistador de Grecia, y nieta materna de Quinto Lutacio Cátulo; siendo descendiente de los patricios Servilios Cepiones. Galba estaba muy orgulloso de su ascendencia de la gens Lutacia. El hijo mayor de dicho matrimonio fue otro Cayo Sulpicio Galba, quien fue cónsul en el 22 d.C. y se suicidó en el 36 d.C. cuando Tiberio le negó el cargo de procónsul. El segundo hijo fue Servio Sulpicio, quien se sabe que tenía alguna relación de parentesco con Livia, la esposa de Augusto.
Servio Sulpicio nació, el noveno día antes de las calendas de enero (24 de diciembre del 3 d.C.), durante el consulado de Marco Valerio Mesala y Lucio Léntulo; en una casa solariega cerca de Terracina, en el Latium. Siendo aún un niño, se encontró con Augusto, quien le pellizcó la mejilla y le dijo: “Y tú, pequeño, probarás el poder”. El 1 de enero del 14 d.C., vistió la toga símbolo de su conversión en adulto. La madre de Galba murió pronto o se divorció; aunque, en cualquier caso, el padre de Galba se casó por segunda vez con Livia Ocelina, una mujer rica y hermosa. Ésta le adoptó a Servio Sulpicio, por lo que, desde entonces hasta que fue proclamado emperador, llevó el nombre de Lucio Livio Ocela. Durante su juventud, pasaba los veranos en Tusculum, y estudió las ciencias nobles, incluido el derecho. Livia, viuda de Augusto y madre de Tiberio, distinguió a Galba con una importante cantidad que, como muchos otros legados de la difunta emperatriz, nunca fue entregado.
Galba comenzó pronto su carrera política, probablemente gracias al favor de Tiberio. Durante la pretura participó en la organización de la Floralias y mostrando al pueblo unos elefantes bailando sobre una cuerda. Durante un año (31 a 32), fue gobernador de Aquitania. En el 33 recibió un consulado durante seis meses, siendo su colega el patricio Lucio Cornelio Sila Félix. En el año 39, Calígula le nombró legado de Germania Superior, tomando inmediatamente medidas para reforzar la disciplina en su ejército, ordenando, al día siguiente de su llegada, a los soldados que no aplaudieran durante las fiestas que se celebraban en ese momento, sino que mantuvieran las manos bajo los mantos; prohibió las peticiones de licencias y el ejército se dedicó a trabajar. A partir de entonces, pudo enfrentarse a los grupos de germanos que trataban de saquear la provincia llegando desde el otro lado del Rin; Galba realizó pequeñas incursiones en la orilla derecha del Rin contra esos germanos. Posiblemente, en esta época se construyeron las fortalezas romanas de Wiesbaden y Gross-Gerau. En la primavera del año 40, cuando Calígula estaba de paso por la Germania Superior, Servio Sulpicio dirigió una inspección de las tropas y ejercicios de campo para él y se ganó los mayores elogios. El emperador se alegró especialmente de que el legado corriera detrás de su carro durante toda una veintena de millas con armadura completa. La partida del césar fue entendida por los germanos como una debilidad de Roma intensificando un levantamiento germánico, lo que hizo que Calígula entrara en pánico y preparara una flota para huir de Italia. Pero Galba fue capaz de someter a los bárbaros, derrotando a los catos en el año 41. Sus victorias aseguraron una década de calma en la frontera del Rin, asegurándole una resonante gloria militar.
En un principio, mostró gran energía y severidad excesiva en la represión de los delitos: ordenó cortar las manos a un cambiante infiel y clavarlas sobre su mostrador; hizo crucificar a un tutor por haber envenenado a su pupilo, para heredar sus bienes, invocó el culpable sus derechos y privilegios de ciudadano romano, y Galba para suavizar de algún modo el horror del suplicio, le hizo clavar en una cruz pintada de blanco y mucho más grande que las corrientes.
Cuando Calígula fue asesinado por una conspiración en el año 41, se aconsejó a Galba que aprovechara la oportunidad para hacerse con el poder, pero no hizo caso. La gratitud del nuevo emperador Claudio era tan grande que Galba entró en el círculo de los amigos más cercanos del princeps; su enfermedad incluso retrasó la campaña a Britania hasta el año 43, cuando acompañó a Claudio. La guerra se saldó pronto con una victoria total, y en el año 44, se convirtió en procónsul de África, donde permaneció dos años. Allí, restauró la disciplina de las tropas locales y suprimió el desorden existente. Como recompensa recibió los ornamenta triumphalia a su regreso a Roma; además, fue elegido de inmediato para tres prestigiosos colegios sacerdotales, los quindecenviros, los titii y los augustales. Durante los catorce años siguientes, Galba vivió alejado de la vida pública, Claudio murió y el poder supremo pasó a Nerón, que le trató con desagrado. Galba, temeroso, estaba preparado para huir en cualquier momento y, no salía sin que le siguiese un vehículo cargado con un millón de sestercios. En el 60 o 61, estando en Fundi, se enteró de su nombramiento como gobernador de Hispania Tarraconense, partiendo hacia allí, donde permaneció durante ocho años, gobernando la provincia de diversas maneras: al principio se ocupó de los asuntos con rigor, castigando a los delincuentes con severidad, pero poco a poco, fue cayendo en la desidia, pues no quería dar motivos a Nerón.
En el año 68, estalló una importante crisis de orden político en el Imperio romano. Nerón desencadenó el terror contra los senadores y contra los altos mandos militares, vació el tesoro y puso a una parte importante de la sociedad romana en su contra por su comportamiento. En respuesta a esto, en marzo del 68, el gobernador de la Galia Lugdunense Cayo Julio Víndex, descendiente de los reyes aquitanos, se rebeló con el objetivo de devolver el poder supremo al Senado y al pueblo de Roma. Antes incluso de su aparición pública, Víndex ofreció una alianza a Galba, ignorada por éste, aunque tampoco informó a Roma, ya que, posiblemente, algunos miembros de la familia Sulpicia se encontraban entre las víctimas de Nerón, y puede que Galba tuviera antiguos vínculos con la familia Víndex desde sus tiempos de gobiernador en Aquitania. De nuevo, el rebelde escribió a Galba, informándole que había reunido un ejército de cien mil hombres, al tiempo que le ofrecía el mando supremo. Víndex, como aquitano, no podía reclamar el poder sobre Roma, por lo que escogió a Galba, un patricio relacionado con los Julio-Claudios. Por entoces, Servio Sulpicio se enteró de que Nerón había ordenado a su procurador hispano que lo matara; a pesar de cual, seguía dudando en oponerse a la autoridad central. Galba convocó una reunión de sus subordinados, a los que leyó la carta de Víndex y les pidió consejo; a lo que Tito Vinio, comandante de la única legión provincial le contestó: ¿Qué es lo que consultas, oh Galba? porque el inquirir si permaneceremos fieles a Nerón es de gentes que ya han dejado de serlo: lo que hay que preguntar, en el supuesto de ser ya Nerón nuestro enemigo, es si desecharemos la amistad de Víndex, y aun le acusaremos al punto y le haremos la guerra, porque quiere más tenerte a ti por emperador de Roma que a Nerón por tirano.
Finalmente, Servio Sulpicio se decidió por la rebelión. El 2 de abril del 68, en Cartago Nova, se dirigió a soldados y pueblo mientras mostraba al tribunal representaciones de hombres ejecutados por Nerón. En su discurso, habló de la difícil situación en la que se encontraba el imperio a causa de un gobernante incapaz, al que negó obediencia. La asamblea le proclamó emperador, pero él rechazó el título para no poner al Senado romano en su contra, por lo que se limitó a la condición de legado del Senado y del pueblo romano. Sin embargo, su pretensión de obtener el estatus de princeps quedó clara, considerando ese 2 de abril como el primer día de su reinado. Formó una especie de Senado partiendo de la nobleza local, se rodeó de una guardia formada por jóvenes caballeros romanos y reclutó otra legión entre la gente de su provincia, la Legio VII Galbiana, ya que, en ese momento, toda su fuerza militar incluía: una legión, tres cohortes de infantería y tres alas quinquagenarias. Envió cartas a otros gobernadores ofreciéndoles una alianza, y fue apoyado por el gobernante de Lusitania Marco Salvio Otón y el cuestor de Bética Aulo Cecina Alieno. Además, el propretor de África Lucio Clodio Macro también se rebeló, lo que dejó a Roma sin suministro de grano, aunque no se unió a Galba. Su rebelión de Galba hizo que la intervención de un solo gobernador se convirtiera en una guerra civil a gran escala, y Nerón quedó muy afectado por la noticia: al oírla, se desplomó y permaneció largo tiempo como un muerto; cuando recobró el sentido, rasgó sus vestidos, se golpeó la cabeza y exclamó que todo había concluido para él. Nerón, una vez recuperado, hizo que el Senado declarara a Galba «enemigo de la patria» y ordenara la venta de todas sus posesiones al Estado; también decidió dirigir personalmente el ejército en la lucha contra los rebeldes, pero más tarde cambió de opinión y nombró a Rubrio Galo, junto a otros comandantes. Entonces, las fuerzas de los dos bandos enfrentados estaban igualadas, ya que Nerón no podía contar con las legiones renanas y no podía llamar a las tropas de las fronteras más lejanas.
En un momento dado, las cosas fueron mal para Galba. Una de sus unidades de caballería intentó pasarse al lado de Nerón, siendo retenida con dificultad; un grupo de esclavos decidió apuñalar a Galba cuando se dirigía al baño, pero este complot fue descubierto por accidente. Según noticias llegadas de Galia, a finales de mayo el gobernador de Germania Superior Lucio Verginio Rufo derrotó a Víndex en Vesontio, tras lo cual el gobernador de Galia Lugdunense se suicidó. El ejército victorioso declaró a su comandante como emperador, pero éste declaró que no tenía derecho al poder y que no permitiría que nadie más lo tomara en contra de la voluntad del Senado y del pueblo de Roma, declaración que iba dirigida tanto a Nerón como a Galba, quien, al enterarse de lo sucedido, intentó entablar negociaciones con Verginio Rufo; al fracasar, dejó de prepararse para la guerra y se marchó a la ciudad de Clunia, en un lugar remoto de la provincia. Considerado su objetivo perdido, estuvo cerca del suicidio. Mientras tanto, Nerón, que había perdido el apoyo de las provincias occidentales, conspiró para huir a Egipto. En esta situación los pretorianos, pilar del poder del princeps, le negaron su apoyo. El prefecto del pretorio Cayo Ninfidio Sabino apeló al Senado para que proclamara emperador a Galba. Los senadores aceptaron la propuesta, y declararon a Nerón enemigo de la patria y lo condenaron a muerte el 8 de junio del 68. Nerón, depuesto, huyó a la villa de uno de sus amigos y al día siguiente se suicidó, Conocedor Galba de estos acontecimientos en Clunia, permitió a sus criados llamarle césar. Algunas fuentes fechan la proclamación de Galba en el 8 de junio, mientras que otras dan un día después.
Tras Roma, la autoridad de Galba fue reconocida en otras partes del Imperio. En la Germania Superior surgieron graves problemas, ya que los soldados del ejército provincial intentaron una vez más proclamar emperador a su comandante Lucio Verginio Rufo, pero este se negó y siguió insistiendo en que sólo el Senado podía otorgar el poder supremo. Uno de los caudillos de la frontera del Rin, Fabio Valente, en Castra Bonnensia, juró arbitrariamente su legión, la Legio I Germanica, a Galba. Al enterarse de esto y de la muerte de Nerón, Lucio Verginio reconoció finalmente al nuevo césar y convenció a todo su ejército para que lo hiciera, aunque le costó persuadir a sus soldados. El ejemplo de las legiones de Germania Superior fue seguido por las de la frontera danubiana y de Oriente, que en ese momento luchaban contra los rebeldes en Judea. La lealtad de Galba al gobernador de la Germania Inferior, Fonteyo Capitón, emparentado por parentesco con la casa imperial, estaba en entredicho, pero éste fue asesinado por los legados Cornelio Aquino y Fabio Valente, quienes actuaron por su cuenta y riesgo. Aquino y Valente expresaron su lealtad a Galba, quien aprobó el asesinato de Capitón. El gobernador africano Lucio Clodio Macro, quien se negaba a someterse a Roma y se disponía a luchas por conseguir el poder supremo, fue asesinado por el procurador Trebonio Garuciano por orden del emperador. El gobernador de Mauritania Cesariense Luceio Albino reconoció a Galba y recibió de él también la administración de Mauritania Tingitana. Tiberio Julio Alejandro, gobernador de Egipto, reconoció la autoridad de Galba el 6 de julio del 68. Galba controlaba todo el Imperio romano.
Servio Sulpicio se instaló en Roma en julio del 68, poco después de recibir la noticia de la muerte de Nerón, junto a Marco Salvio Otón y Tito Vinio. Mientras estaba de camino, el emperador impuso fuertes multas a los procuradores hispanos de Nerón y a las ciudades de Hispania que no habían apoyado su rebelión. Además, recompensó con una reducción de impuestos a las comunidades galas que en su día se habían adherido a Cayo Julio Víndex; en cambio, castigó a los partidarios de Verginio Rufo, quien fue depuesto y se unió al séquito del emperador. En Roma, Galba, fue recibido sin ninguna hostilidad, pero también sin ningún honor especial, se desplazó por la Vía Augusta, y algunas comunidades del camino tardaron en unirse a él. Galba contó con el mayor apoyo de los territorios con los niveles más bajos de romanización. Cerca de Narbona el emperador había sido recibido por embajadores del Senado, quienes le pidieron que fuera a Roma lo antes posible. mientras tanto, el poder de Cayo Ninfidio Sabino, quien controlaba el Senado a través de sus pretorianos, se consolidaba en la capital. Éste esperaba ser hijo adoptivo de Galba y en un futuro próximo, heredar su poder; pero Galba estaba bajo la influencia de Tito Vinio y del jefe de la corte Cornelio Lacón. Convencido de no poder hacer frente a estos favoritos, Sabino intentó organizar un golpe de Estado en Roma. Se presentó en el campamento pretoriano con la intención de pronunciar un discurso y animarles a proclamarlo emperador, pero no recibió ningún apoyo y fue asesinado. Galba ordenó la ejecución, sin juicio, de sus cómplices, incluido el cónsul de este año Cingonio Varrón; además, el consularis Publio Petronio Turpiliano fue ejecutado por su antigua lealtad a Nerón.
Cuando Galba se encontraba a veinticinco estadios de Roma, se produjo la detención del emperador por una legión naval, una unidad formada por Nerón de marineros a los que se les había dado el estatus de legionarios; ya que estos temían ser relegados a remeros de nuevo, y querían que Galba les confirmara su rango. Servio Sulpicio trató de evadir una respuesta, y ordenó a las tropas que le acompañaban que restablecieran el orden.
Durante su estancia en Hispania, Galba comenzó a acuñar monedas con la inscripción «Divus Augustus Hispania», una prueba de que quería gobernar basándose en la experiencia de Augusto, apoyándose en la ideología de la «república restaurada». Tras los excesos de Nerón, la aristocracia esperaba tener un papel de liderazgo en el Senado, y Galba, en las primeras semanas de su llegada a Roma, no pudo impedir dicha transición. Sin embargo, hacia el final de su reinado, reveló su pretensión de ser el único gobernante. Galba subrayó su veneración por los Julio-Claudios ordenando que los restos de varios miembros de la dinastía, ejecutados por emperadores anteriores, volvieran a ser enterrados en el mausoleo de Augusto y sus estatuas fueran restauradas. En el otoño e invierno del año 68 corrió el rumor de que Galba iba a limitar los cargos senatoriales y de caballería a dos años y a darlos sólo a quienes los rehuyeran y evitaran. Aunque no se introdujeron tales restricciones, a partir del reinado de Servio Sulpicio se convirtió en norma dividir cada año de magistratura en cinco segmentos, uno de cuatro meses y cuatro de dos meses, cada uno de los cuales estaba sujeto a un nuevo grupo de funcionarios. Una consecuencia de esto fue la disminución de la importancia de la magistratura republicana. En esta época se prestó especial atención al problema judicial. Con Nerón aumentaron los delatores que acusaban a los miembros de la aristocracia senatorial de «insultar a la majestad»; con Galba los senadores decidieron ocuparse, ellos mismos, de esos casos. A los exiliados bajo Nerón por cargos políticos se les concedió la amnistía y el derecho a regresar. Algunos intentaron vengarse de los informadores. La posición de Galba en esta historia era ambigua. En general, fue inconsistente en su tratamiento con el séquito de Nerón, y muchos sirvientes del difunto emperador fueron ejecutados.
El problema financiero se agudizó ya que Nerón había agotado el tesoro y Galba había perdonado a muchas comunidades por sus atrasos, o reducido los impuestos, en particular como agradecimiento por su apoyo a su sublevación. Para conseguir fondos, decidió recuperar todo lo regalado por Nerón, para lo que nombró una comisión con el encargo de la recogida. Durante el corto reinado de Galba, su popularidad disminuyó constantemente, ya que, la plebe amaba a Nerón. Incluso antes de que llegara a Roma, los rumores sobre su crueldad y avaricia comenzaron a circular entre los ciudadanos. Su crueldad causó una impresión desagradable en el pueblo y en el Senado. Al mismo tiempo, cayó bajo la influencia de varios favoritos que utilizaron su poder para enriquecerse: Tito Vinio, el liberto Icelo Marciano y Cornelio Lacón. Los soldados estaban descontentos con él por la disolución de una serie de unidades del ejército, Galba, reaccionó despidiendo a varios oficiales, por lo que, los que permanecieron en filas temieron ser tratados de la misma manera. Las legiones de Germania Inferior tampoco estaban contentos, los legionarios esperaban de él un donativum como el recibido de Nerón, pero se sintieron defraudados cuando Servio Sulpicio declaró que estaba acostumbrado a contratar soldados, no a comprarlos.
Galba creía que su posición estaría mas asegurada cuando nombrara un heredero, ya que era anciano y carecía de hijos, se esperaba que adoptase a alguien. Su entorno estaba dividido en dos facciones: una minoría estaba a favor de Gneo Cornelio Dolabela, pariente de Galba; aunque la mayoría estaba a favor de Marco Salvio Otón, que creía que el asunto estaba resuelto a su favor.
El malestar en las legiones germanas derivó en otro motín, y Galba, al enterarse, eligió un heredero, decisión que sorprendió a todos. El 10 de enero del 69 adoptó a Lucio Calpurnio Pisón Frugi Liciniano, un joven de familia noble, quién, una vez elegido, se cambió el nombre a Servius Sulpicius Galba Caesar. Éste carecía de influencia dentro del ejército y la Guardia Pretoriana; su adopción fue una cruel decepción para Otón, quien decidió que si Galba rechazaba su candidatura, su vida corría peligro y consideró necesario atacar. El 15 de enero del año 69 Galba debía ofrecer sacrificios a los dioses en el Palatino con Otón presente. Al comienzo de la ceremonia, su liberto se acercó a Otón para decirle que los arquitectos le estaban esperando en su casa. Era una señal de que los soldados estaban listos para marchar. Otón abandonó al césar y se dirigió al campamento pretoriano, donde fue inmediatamente proclamado emperador. En el Palatino, donde Galba seguía haciendo sacrificios, empezaron a llegarle noticias de que los pretorianos se habían llevado a un senador, y luego de que habían secuestrado a Otón. Cuando se hizo evidente lo que estaba sucediendo, Servio Sulpicio envió a sus hombres a las distintas formaciones militares para ver con quién podía contar. Sólo una cohorte estaba dispuesta a apoyarle. Ante esto, Galba no pudo decidir nada; algunos le aconsejaron que se encerrara en el palacio y esperara y otros que fuera al campamento pretoriano para atraerlos de nuevo a su lado. Se corrió la voz de que Otón había sido asesinado y Servio Sulpicio fue rodeado por una multitud entusiasta; se subió a una litera y se dirigió al foro, donde se enteró de que Otón estaba vivo y que contaba con el apoyo no sólo de los pretorianos, sino también de la Legio I Adiutrix y que los rebeldes ya estaban en las calles de la ciudad. Galba volvía a ser incapaz de decidir nada. Los pórticos y las colinas que rodean el foro estaban ocupados por los ciudadanos, quienes actuaban como espectadores. La litera imperial fue arrojada de un lado a otro hasta que se oyó el pisoteo de los jinetes de Otón, lo que causó que la gente comenzara a dispersarse y Galba cayera al suelo. El imaginifer del destacamento pretoriano que escoltaba a Servio Sulpicio, arrancó su imagen de su asta, lo que significaba que la última leal cohorte se pasaba al bando rebelde. El foro quedó rápidamente desierto, sólo quedaban los jinetes, la infantería de Otón, que avanzaba por la basílica de Paulo, y el centurión Sempronio Denso, quien intentó proteger a Galba de ellos cuando cayó al suelo.
Las fuentes nos dan información contradictoria sobre la muerte Galba. En cualquier caso, fue asesinado en el acto. Plutarco y Tácito, informan de que el golpe mortal en la garganta lo asestó Camurio, un soldado de la Legio XV Primigenia; aunque otros nombran a otros. El cuerpo del emperador fue mutilado, una vez muerto. El asesino cortó la cabeza del emperador, la envolvió en su manto; a continuación puso la cabeza en una lanza y así la llevó por las calles para mostrársela a Otón, el cual, al verla dijo: «¡Esto no vale nada ¡oh soldados!; mostradme la cabeza de Pisón!», y esta orden se cumplió inmediatamente. El cuerpo del emperador fue llevado por Cayo Helvidio Prisco y enterrado por la noche en los jardines de Galba en la Vía Aurelia; al día siguiente la cabeza también fue enterrada allí.
Servio Sulpicio estaba casado con la patricia Emilia Lépida, presumiblemente hija de Manio Emilio Lépido, cónsul del año 11. De este matrimonio nacieron dos hijos que murieron tempranamente. Emilia Lepida murió cuando Galba era todavía un ciudadano privado, aunque este no se casó por segunda vez, a pesar de que, Agripina la Menor, hermana de Calígula y madre de Nerón, al enviudar de Cneo Domicio Enobarbo, quiso casarse con él. Según Suetonio, Servio Sulpicio prefería los hombres a las mujeres.
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