Rendición del ejército francés en la Batalla de San Quintín de Luca Giordano
Tradicionalmente, es conocido como La captura del condestable Montmorency, la
propia escena, así como su sucesión en el fresco de la escalera de El Escorial, aconseja
adoptar un título más genérico. Anne de Montmorency (1492-1567), condestable
de Francia, fue uno de los destacados militares que participaron en la Batalla de San Quintín. Durante la misma fue herido y capturado por las tropas de Felipe II, permaneciendo
durante dos años en prisión, hasta que fue liberado como consecuencia de la
firma del tratado de paz de Cateau-Cambresis, en 1559. Murió en 1567 por las
graves heridas sufridas en la Batalla de Saint-Denis. Giordano compuso una escena que refleja el momento final de la batalla,
cuando Montmorency, desarmado y sin señal alguna de las graves heridas
sufridas, es presentado a un personaje con banda de capitán general que porta
en la mano una bengala y que no puede ser otro que Manuel Filiberto de
Saboya (1528-1580), máximo responsable de las tropas españolas. Detrás del
francés, unos jinetes portan las banderas apresadas.
El Real
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial se erigió
con motivo de la victoria del ejército español frente a los franceses en
la batalla de San Quintín, que tuvo lugar el día 10 de agosto
de 1557, (san Lorenzo). El enfrentamiento entre el ejército de Felipe II, comandado por Manuel Filiberto de Saboya,
y el de Francisco I de Francia, se produjo en la pequeña ciudad francesa de San Quintín. Amenazada por las tropas españolas, la villa
fue asistida por el almirante de Francia Gaspar de Coligny con un contingente de vanguardia, que fue
inmediatamente seguido por un numeroso ejército comandado por el condestable
Montmorency. Ese 10 de agosto, Montmorency inicio la batalla, con torpes
maniobras que fueron aprovechadas por Manuel Filiberto de Saboya para obligar
al ejército francés a enfrentarse en condiciones muy desventajosas. El resultado final fue una victoria incontestable para Felipe II, que tomó prisioneros a Coligny y a Montmorency, este último
gravemente herido. En 1558 las tropas españolas volvieron a vencer a las
francesas en la batalla de Gravelinas, provocando la firma del tratado de paz de Cateau-Cambresis al
año siguiente.
Esta
pintura forma parte de un conjunto de cuatro bocetos, que anticipan las
pinturas al fresco realizadas por Giordano en el friso de la escalera de El Escorial. Los temas tratados fueron: Batalla de San Quintín, El sitio de San Quintín, Rendición del ejército francés en San
Quintín y Felipe
II inspecciona las obras de El Escorial. El Museo del Prado conserva solamente dos obras de este conjunto, la tercera procede
también de la Colección Real y fue regalada por Eugenia de Montijo a
su sobrino el duque de Alba, y sigue formando parte de la colección de la Casa
de Alba. La cuarta podría ser la vendida en Londres en 1988.
Giordano
comenzó su decoración escurialense por la parte superior de la bóveda de la
escalera, tal y como era habitual en las pinturas murales, donde los artistas
buscaban que las jornadas subsiguientes no mancharan lo ya pintado. Allí
representó a Carlos
I y Felipe II ofreciendo sus dominios a la Santísima Trinidad. Como complemento y una vez acabada la
bóveda, Giordano representó en el friso situado por debajo tres escenas
relativas a la batalla de San Quintín y a Felipe II supervisando la marcha de
las obras del monasterio. Estos bocetos se encuentran, por tanto, entre las
primeras obras realizadas por el napolitano en España y podemos sospechar que
su destinatario fue Carlos II.
Junto con
los retratos ecuestres de los monarcas, son los bocetos más cuidados realizados
por Giordano durante su etapa española. Resulta evidente que Giordano se vio
obligado a dar lo mejor de sí mismo en sus bocetos escurialenses, piezas cuyo
destinatario final era el propio rey y cuya misión era facilitar la aprobación
de sus proyectos. A través de ellos se perciben aspectos esenciales de la forma
en la que este artista entendía el oficio de pintar. Sobre una preparación
rojiza, que probablemente no se manifestaba entonces de forma tan presente como
ahora ocurre, Giordano distribuyó sus agitadas figuras con una asombrosa
economía de medios. Tanto los colores oscuros como los claros están
laboriosamente tratados por Luca, salpicando notas de color que facilitan la
identificación de los personajes más relevantes, al mismo tiempo que señalan la
sucesión de planos. Los colores oscuros que no llegan al negro están
directamente construidos sobre la preparación rojiza, a la que Giordano añadió
someros toques de colores claros o negros para identificar formas o volúmenes.
De esta manera y con la prodigiosa técnica del napolitano, una simple línea
blanca se convierte en una montaña, o una mancha de ese mismo color, en la
grupa de un caballo, del que prácticamente nada más existe.
En
determinados momentos raspa con el mango del pincel los tonos claros
(preferentemente nubes) dejando al aire la preparación para señalar con ello la
forma de lanzas, estandartes, etc. Merece especial mención el uso del negro,
con el que Giordano dibuja elementos anatómicos, perfiles o sombras, y cuya
presencia se hará cada vez más patente durante su etapa española.
Fuente: Web del Museo del Prado (Madrid).
Ramón Martín
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