Museo de El Prado
Fernando VI rey de España, intentó construir un museo que albergara artes y escultura, pero la muerte de su esposa, Bárbara de Braganza lo sumió en una depresión que le llevó a la muerte en 1759, por lo que su proyecto quedó inconcluso. El germen del museo nace en las diversas propuestas de ministros del gobierno y artistas, para crear un centro que albergase fondos selectos de las bellas artes. En épocas anteriores nació la convicción de que la colección real tenía una singular importancia dentro del contexto europeo. Hacia 1651 Velázquez intervino en la redecoración de varias salas del Monasterio de El Escorial para poder exhibir una selección de obras, como una atención hacia los visitantes extranjeros que acudían cada vez en mayor número. Pero la idea de un museo de artes en España surgió del rey Fernando VI, alrededor de 1757; Carlos III, su hermano, y sucesor, abandonó el proyecto y, en cambio, tomó el de la construcción de un Museo dedicado a las ciencias naturales, para el que encargó a Juan de Villanueva la construcción de la actual sede del Prado. Las obras evolucionaron a buen ritmo, aunque Carlos III no llegó a verlas concluidas.
Fue en tiempos de su
hijo, Carlos IV, cuando el edificio
del Paseo del Prado quedó prácticamente concluido, aunque sin que quedara
claro cuál iba a ser su uso; ya que Carlos IV pensó en retomar el
proyecto de una pinacoteca, tal como pretendía su tío Fernando VI, pero la escasez de
recursos del reino, junto al estallido de la Revolución Francesa impidió
su realización. En 1808, Napoleón Bonaparte
invadió
España desatando así la Guerra de la Independencia Española. José I Bonaparte, hermano del soberano
francés, fue nombrado rey de España. Este rey intruso, siendo muy
impopular, fue el que realmente plasmó por escrito la creación del primer Museo
de Pinturas en Madrid, el antecedente más cercano del actual Museo del
Prado, y que fue conocido por la historiografía como Museo Josefino,
aunque nunca llegase a tener oficialmente tal nombre. Al crear dicha
institución, José Bonaparte pretendía emular a
otras cortes europeas, que ya contaban con museos similares- La inestabilidad
del gobierno de Bonaparte impidió la realización
del proyecto; a pesar de que, el decreto de fundación, llegó a publicarse el 21
de diciembre de 1809.
Tras la ocupación
francesa, fue proclamado monarca de España Fernando VII
,
que regresó aclamado por su pueblo a Madrid en 1814. Ese mismo año, el monarca,
se mostró receptivo a las propuestas de su esposa Isabel de Braganza, sobre el proyecto del
museo. La reina había encontrado documentos de Carlos III dirigidos a Antonio
Raphael Mengs, pintor alemán de gran ascendiente en la corte del siglo XVIII,
sugiriéndole apoyo para crear el museo. Por aquel entonces, se barajaba como
futura sede el Palacio de Buenavista, situado en a la Plaza de Cibeles, pero basándose en los
planos encontrados, doña Isabel dio impulsó la
fundación del Museo Real de Pintura y Escultura en el edificio diseñado
por Villanueva, que había resultado muy dañado durante la invasión francesa. Fernando VII aportó de su propio dinero
para techar y acondicionar unas pocas salas. En un principio solo estaría
abierto al público los miércoles desde las 09:00 hasta las 14:00 horas.
El Museo, desde que fue
inaugurado en 1819 y a lo largo de su historia, ha cumplido con la misión de
conservar, exponer y enriquecer las colecciones y obras de arte que,
estrechamente vinculadas a la historia de España, constituyen una de las
manifestaciones de expresión artística más valoradas universalmente. Su
patrimonio se basa en la colección de los Reyes de España, los fondos del
decimonónico Museo de la Trinidad procedentes de instituciones religiosas
desamortizadas, y, de las obras segregadas en el siglo XIX del desaparecido
Museo de Arte Moderno. Isabel de Braganza murió en 1818, por
complicaciones en su segundo parto, y tampoco pudo ver acabada su obra. El 19
de noviembre de 1819 se inauguró el Museo Real de Pinturas, que era la denominación
inicial de la institución. Se culminaba así el proyecto esbozado en tiempos de Carlos IV, un museo que tomara
la imagen del Louvre parisino, en donde se exhibieran las mejores obras de la Colección
Real.
En un principio contaba
con 311 cuadros, expuestos en tres salas, todos trabajos de pintores de la
escuela española. Sucesivamente se fueron añadiendo nuevas salas, a medida que
se iban acondicionando los trabajos del edificio, también nuevas obras de arte.
Hasta la nacionalización producida tras La Gloriosa (la Revolución de
1868), el museo dependía del Patrimonio de la Corona, por lo que se
fueron recibiendo muchos envíos desde los palacios y monasterios reales, aunque
hubo algunas obras que fueron expedidas a otras ubicaciones. Precisamente esa
vinculación a la Corona planteó un grave problema a la muerte de Fernando VII, debido a la división
testamentaria entre Isabel II
y
su hermana, María Luisa Fernanda; por cuyo motivo, la ejecución de dicho
testamento, tuvo que ser aplazada hasta la mayoría de edad de Isabel pues existía la duda
de si todos los bienes incluidos en los inventarios se podían considerar de la
herencia libre del rey.
Tras el destronamiento
en 1868 de Isabel II, el museo pasó a
formar parte de los «bienes de la Nación», mediante una Ley de 18 de
diciembre de 1869, que abolió el patrimonio de la Corona. Esta ley, no
obstante, estableció un conjunto de bienes destinados a uso y servicio del
monarca, pero entre ellos no incluyó al museo. En 1872 se suprimió el Museo
de la Trinidad, que había sido creado con obras de arte requisadas en
virtud de la Ley de Desamortización de Mendizábal de 1836, y sus fondos
fueron traspasados al nuevo museo. Tras esta fusión, el Prado fue renombrado Museo
Nacional de Pintura y Escultura, designación que había tenido el Museo
de la Trinidad. Con esta denominación se mantuvo hasta 1920, año en que por
Real Decreto de 14 de mayo recibió oficialmente la actual de Museo
Nacional del Prado, que era como se lo conocía con anterioridad, ya que
había sido construido el edificio en terrenos del antiguo Prado de los
Jerónimos.
La organización
directiva del museo presenta tres etapas, a saber:
Etapa del absolutismo: En esta fase, la
dirección del museo la nombraba la oficina del rey, estando ligada a los devaneos
políticos de la época. Corresponde a los reinados de Fernando VII y su hija Isabel II. Fernando VII nombró como director a
José Gabriel de Silva-Bazán y Waldstein, mayordomo mayor del Palacio de Oriente
y
Marqués de Santa Cruz, al que sucedieron: el Príncipe de Anglona, el Marqués de
Ariza y el Duque de Hijar. Tras la muerte de Fernando VII en 1833, Isabel II ocupó el trono. En ese
momento la institución vivió su primera crisis, cuando por cuestiones
hereditarias se planteó dividir la colección entre la reina y su hermana. Para
resolver este tema, se nombró una comisión, que en 1844 emitió un informe por el
que, si bien reconocía que históricamente, todas las disposiciones
testamentarias de los monarcas españoles eran imprecisas y variables, y no se
podía fijar una tradición, manifestando su oposición a cualquier división, ya
que eran bienes que, en su mayoría, pertenecían a la Corona española desde
épocas muy remotas. Por ello, se propuso como solución: «...Hacer V.M. de su
propiedad, mediante una equitativa indemnización legalmente convenida, todos
los muebles y efectos de todas clases adjudicados á su Augusta Hermana, que no
siendo aplicables á su uso particular, se hallan destinados al servicio y
adorno de los Palacios de V.M.» Informe que fue aprobado por la reina, de
conformidad con su madre y su hermana. Finalmente, se indemnizó a esta última y
la colección permaneció unida.
Etapa artística: Al caer Isabel II, la dirección del
Prado recae en manos de artistas como Federico Madrazo. En 1865, siendo
director del Museo Federico de Madrazo se decidió organizar por escuelas la
colección, y pasase a denominarse Museo del Prado. Muchas pinturas en El Escorial fueron trasladadas al
Prado. Otro hecho trascendental sucedió en 1872, cuando Amadeo I
anexó
el Museo de la Trinidad, con su pintura y escultura al Museo del
Prado. En 1835, con motivo de la desamortización decretada por Mendizábal cien obras de
distintos establecimientos fueron seleccionadas para ingresar al Prado,
mientras que el resto se dispersó. El rey Amadeo I trató de remediar la difícil
situación económica por la que pasaba el Prado, pero las deficiencias no eran sólo
económicas, sino también a una gestión personalista y poco profesional. En 1918
se descubrió un daño, el expolio del Tesoro del Delfín, realizado por un
empleado del propio museo. La mayoría de las piezas se pudieron recuperar,
salvo once y treinta y cinco con daños muy severos. El suceso, el más grave en
la historia de la institución, le costó el puesto a su entonces director, el
pintor José Villegas Cordero, y supuso el cierre cautelar de los estudios que
los artistas tenían en la pinacoteca.
Etapa de Historiadores
del arte:
Los estragos producidos por la Guerra Civil (1936-1939) llevaron a Francisco Franco a ceder estos puestos a los intelectuales como Francisco
Javier Sánchez Cantón, que fue designado en 1960.
Durante la Guerra Civil
Española, se intentó preservar la colección de pinturas de los bombardeos,
por lo que se trasladaron a Valencia y más tarde a Ginebra y Suiza. En
1980 se constituyó la Fundación Amigos del Museo del Prado, impulsada
por el historiador de arte Enrique Lafuente Ferrari, que fue también su primer
presidente. En 2007 y tras cinco años de obras se inauguró la mayor ampliación
acometida en la historia del Museo, con diseño proyectado por el arquitecto
Rafael Moreno.
El museo del Prado es
la punta de lanza del triángulo del arte formado por los museos del Reina
Sofía, el Thyssen y el Prado. De entre todo lo que se puede
ver y admirar en Madrid, la visita a este histórico museo debe ser una
prioridad. Aunque su colección no es la más extensa, ya que acoge unas 8000
obras de arte de las que solo 1713 están expuestas, el valor histórico y la
variedad la convierten en una de las colecciones de pinturas más importantes
del mundo. Artistas tan célebres como Goya, Velázquez, Rubens o El Bosco tienen su hogar
en el Prado. Puedes perderte un día entero en sus salas, pero como eso no es
siempre posible, lo mejor es conocer de antemano cuáles son sus obras
principales y por ello te comparto estas listas con los que, en mi opinión, son
los cuadros imprescindibles que debes ver en el museo del Prado:
muy interesante
ResponderEliminarExcelente artículo Ramón! nos ha encantado la historia del Museo del Prado, cuantos avatares ha pasado! 😉 Saludos! 🙋♂️🙋♀️
ResponderEliminarYo pensaba que el edificio se había concluido en el reinado de Carlos III. Bueno, bastante se hizo en el Paseo del Prado en aquella época. Saludos
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