Yusuf I

    Nacido en la Alhambra, en Granada el 29 de junio de 1318 (28 de abril de 718). Séptimo sultán de la dinastía de los Nazaríes de Granada. Era el tercero de los cuatro hijos varones que tuvo Ismail I. Su madre era una esclava que, al dar un hijo a su dueño, es liberada a la muerte de este (umm walad), llamada Bahār.

    Cuando Yusuf accedió al Trono, su abuela paterna Fátima todavía vivía por su longevidad (murió nonagenaria el 26 de febrero de 1349), mujer libre, hija de Muhammad II, de extraordinarias cualidades, capacidad e influencia política que sin duda utilizó para ayudar a su joven nieto durante casi todo su emirato, además de ejercer su tutela durante los primeros años.

    Dado que le correspondía el tercer lugar en la línea de sucesión, no estaba llamado a ocupar el Trono, ni siquiera a la muerte de su hermanastro -tenían distinta madre- Muhammad IV, el primogénito de los cuatro varones, que fue asesinado por una conspiración tras la reconquista islámica de Gibraltar en 1333 y que no dejó descendencia. Tras el magnicidio, los conjurados, los Banū Abi I Ulà, que eran jefes de los combatientes de la fe norteafricanos, hicieron venir a Yusuf y lo proclamaron emir. Aunque las fuentes cristianas aseguran que, fue el visir Riwan el que, desde el real de Guadiaro, se dirigió apresuradamente a Granada, para proclamar al nuevo Sultán, el acto de proclamación (el juramento de fidelidad) se realizó en el real de los musulmanes cercano a Gibraltar. Las fuentes árabes y cristianas, coinciden, en que Yusuf no era el mayor de los hermanos, sino Faraí, a pesar de lo cual fue entronizado.

    Con tan solo quince años, Yusuf I se convirtió en el séptimo sultán de la dinastía nazarí. Fue proclamado el 26 de agosto de 1333, solo un día después de que su hermano fuese asesinado. Cuando accedió al poder, adoptó un laqab (sobrenombre honorífico): al-Mu'ayyad bi-Llah (el Apoyado por Dios), retomando una práctica que desde el fundador de la dinastía, Muhammad I, no se había ejercido por los cinco emires que le sucedieron pero que a partir de Yusuf I se generalizará a casi todos los sultanes hasta el final de la dinastía. Igualmente, su kunya (prenombre de paternidad) Abu l-aiaí, fue seguida por todos los sultanes posteriores de nombre Yusuf.


" De tez blanca, ojos grandes, cabellos lacios y negros y barba espesa"


    Era de tez blanca, ojos grandes, cabellos lacios y negros y barba espesa. Aficionado a las edificaciones, a los trajes y a coleccionar alhajas y tesoros, su semblanza personal se puede completar indicando que fue un hombre culto, poeta, protector de ciencias y letras. Tuvo inclinaciones místicas, como prueba el aprecio y veneración que profesaba, a pesar del desprecio de algunos alfaquíes de su Consejo, por al-Gazali, denominado Algazel por los cristianos y uno de los mayores teólogos y filósofos del islam, a la vez que místico y teórico del sufismo ortodoxo cuyas doctrinas fueron criticadas y perseguidas por los sectores intelectuales y políticos más reaccionarios e intransigentes.

    Empezó su emirato bajo la tutela de su abuela Fátima y el gobierno de Riwan, pero enseguida tomó las riendas del poder y llevó el emirato andalusí a su esplendor político, cultural y socio-económico, con la eficiente colaboración del citado visir, que pronto aumentó su autoridad y se convirtió en el principal dirigente civil y militar del Estado tras el sultán, lo que le permitió desarrollar una intensa y fructífera actividad. La primera actuación que el nuevo emir debía efectuar era la renovación de la tregua recién pactada con Castilla, pues la muerte de su hermano la dejaba invalidada, en principio. A ambos estados interesaba la tregua y enseguida, mientras se negociaba el tratado general más amplio, se acordó una tregua inmediata hasta mediados de diciembre de 1333; esta tregua corta fue convenida ya antes del 29 de septiembre de 1333 (18 de muarram de 734), fecha en la que Yusuf I consultaba a Alfonso IV de Aragón, si quería incorporarse a la misma, posibilidad que el propio texto de la tregua contemplaba. El soberano aragonés respondió afirmativamente.

Puerta de la Justicia

    Una vez finalizadas las negociaciones, se firmó ese nuevo tratado de paz en Fez el 26 de febrero de 1334 entre Castilla y los Benimerines, estos últimos representando además a los Nazaríes. Para al-Andalus era un tratado ventajoso pues, el soberano castellano renunciaba a las parias, además, por lo que respecta a los Benimerines, Castilla exigió que no pasaran a la Península más que los contingentes necesarios para la renovación de la guarnición de las plazas meriníes de Algeciras, Gibraltar, Marbella y Ronda, lo que, era una garantía de independencia frente a sus correligionarios norteafricanos.

    Por lo que respecta a Aragón, el tratado contemplaba la posibilidad de que se sumara al mismo, por lo que Yusuf I escribió a Alfonso IV proponiéndole la adhesión. Tras un año de conversaciones, se ratificó el anterior castellano, firmando el rey de Aragón el 3 de junio de 1335 mientras que el Emir nazarí lo hacía un mes y medio después, el 19 de julio de 1335. Tras la muerte de Alfonso IV, su sucesor Pedro IV el Ceremonioso, aceptó prorrogar dicho tratado en abril de 1336, mientras que Yusuf I, lo hacía el 14 de julio de 1336.

    Aunque la pelea del Estrecho, parecía quedar resuelta, realmente no era así, ya que las dos potencias de uno y otro lado del Estrecho, Castilla y el Magreb benimerín, tenían fuertes intereses en cambiar la situación: Alfonso XI quería apoderarse de Gibraltar y Algeciras para cerrar la entrada a la Península de los Benimerines mientras que Abu l-Hasan, tenía aspiraciones expansionistas. Por ello, con el objetivo de controlar el Estrecho, ambos monarcas desarrollaban su respectiva flota. Esta carrera naval acabó con la victoria de los Meriníes, que tras un enfrentamiento en abril de 1340 destruyeron la flota cristiana en las aguas de Algeciras. Esta victoria venía a añadirse a las dos campañas benimerines de Abu Malik en 1338-1339, además de otros éxitos nazaríes, como la conquista en 1339 de Carcabuey.

    Yusuf I tomó la decisión de deportar a Túnez de los Banū Abi l-Ulà, instigadores del asesinato de su hermano Muhammad IV, especialmente a Abu Tabit que, fue expulsado a Túnez junto con sus tres hermanos.

    Una nueva expedición de los benimerines, tuvo comienzo el 4 de agosto de 1340, cuando el sultán Abu l-Hasan cruzó a Algeciras y asedió Tarifa. Los cristianos, que también se habían ido preparando, tras dejar de lado sus diferencias, Alfonso XI de Castilla, Pedro IV de Aragón y Alfonso IV de Portugal, se unieron ante Abu l-asan y Yusuf I. El lunes 30 de octubre de 1340 tuvo lugar el enfrentamiento junto a la Peña del Ciervo y el arroyo Salado, por lo que los cristianos llamaron a esta batalla “del Salado”, mientras que los árabes, la denominaron “batalla de Tarifa”. El ataque de una columna cristiana que había entrado por sorpresa en Tarifa la noche anterior, salió para atacar la retaguardia de los benimerines sembrando el desconcierto y provocando la huida, la derrota de los musulmanes fue tremenda, el mismo sultán meriní, que perdió a su esposa y otras mujeres de su familia y varios hijos, tuvo que retirarse precipitadamente a Algeciras y luego al Magreb, donde su poder estaba siendo amenazado por una nueva rebelión interna. Por su parte, Yusuf I se retiró a Granada.

    Alfonso XI aprovechó su ventaja para atacar las plazas fronterizas de Alcalá de Benzaide (Alcalá la Real), ciudad nazarí importante, por su estratégica posición. Ello provocó la reacción de Yusuf I, que se situó en Pinos Puente. El castellano reunió abundantes fuerzas para el asedio, taló Montefrío, Priego, Íllora y Locubín. Pero Alcalá era tan inexpugnable que Alfonso XI, además de bombardear las murallas y la gran coracha (torre que protegía el pozo del agua), ordenó una zapa para derribar esta torre y, rendir por sed a la población. Aunque Alcalá tenía otro suministro, una mina de agua secreta, descubierta por la traición de un musulmán alcalaíno cautivo en Martos. Ante la situación desesperada, Alcalá solicitó ayuda a Yusuf I, que acudió junto con un contingente benimerín de Algeciras, pero Alcalá de Benzaide tuvo que capitular el 20 de agosto de 1341. Entonces, el sultán nazarí intentó llegar a un acuerdo de paz ofreciendo vasallaje y parias al rey castellano, pero este exigió que el de Granada rompiera su acuerdo y relaciones con el emir de Fez, algo inaceptable para Yusuf I, por lo que siguió la guerra. En esta misma campaña los castellanos se apoderaron de Priego, Carcabuey, Rute, Benamejí y la torre de Matrera.


" La cuestión del Estrecho, seguía sin resolverse"


    Pero la cuestión del Estrecho seguía sin resolverse. Los benimerines todavía podían cruzar el mar. Para acabar con este dominio, Alfonso XI decidió poner cerco a Algeciras. Mientras el emir de Fez se recuperaba, el soberano castellano fue dominando las aguas del Estrecho con ayuda de las galeras aragonesas y portuguesas, dificultando enormemente el traslado de tropas norteafricanas desde Ceuta. El rey castellano inició el asedio el 3 de agosto de 1342 con la ayuda de tropas venidas de toda Europa. Por su parte, para intentar debilitar el cerco, Yusuf I y los contingentes benimerines de Ronda atacaron en noviembre de 1342 las tierras de Écija, cuyos arrabales destruyeron, saqueando Palma del Río. En enero de 1343, el emir granadino reconquistó Benamejí y Estepa y siguió lanzando ataques sobre la frontera. El Emir granadino también intentó la vía diplomática y envió a su gran visir Riwan en febrero y junio de 1343 a negociar una tregua, sin resultado.

Oratorio del Portal

    Las tropas meriníes lograron cruzar el Estrecho en octubre de 1343 y, tras una última petición del emir andalusí al rey castellano para establecer una tregua sin respuesta positiva, el enfrentamiento tuvo lugar el 11 de diciembre de 1343 con derrota de los musulmanes. Aunque aislada y sin apoyos, Algeciras resistió más de tres meses, pero, finalmente, Yusuf I tuvo que entregarla puesto que la situación era insostenible. El acuerdo se produjo el 25 de marzo de 1344 a cambio de un tratado de paz en el que se incluía al emir de Fez, al Rey de Aragón y a la república de Génova. La paz se concertó por un periodo de diez años y exigía el vasallaje de Yusuf I a Castilla y el pago de doce mil doblas (dinares) anuales por el emirato nazarí. El 27 de marzo de 1344 se hizo entrega de la ciudad. Posteriormente, Aragón exigió la firma de un acuerdo de paz específico para ratificar el anterior, para lo que Yusuf I envió a Ibn Kumasa a Barcelona y se cerró el pacto por diez años.

    El tratado de paz, no evitó, las pretensiones expansionistas de Alfonso XI no se detuvieron y, no vaciló en violar el tratado de paz. Así, aprovechando los conflictos internos de los benimerines: Abu l-Hasan había sido destronado por su hijo Abu Inan en rabi, en junio de 1348, el rey castellano inició el asedio de Gibraltar en la primavera de 1349. Sin poder recibir ayuda de allende el Estrecho, Yusuf I, solo pudo enviar algunas tropas de arqueros e infantería para socorrer a los sitiados, al tiempo que realizaba diversas operaciones de distracción por distintos puntos de la frontera. En el invierno, prosiguió con otra algazúa hacia la región de la Hoya occidental, sitiando Cañete la Real, plaza que capituló a pesar de haber recibido refuerzos y aprovisionamientos.

    Pero, estas acciones no disuadieron a Alfonso XI del sitio de Gibraltar, aunque tras un año, el asedio fracasó al morir el monarca castellano en marzo de 1350 por la peste negra. El heredero de Castilla, Pedro I de Castilla, firmó un acuerdo de paz con Yusuf I. Este acuerdo con los castellanos provocó un enfriamiento de las relaciones de los nazaríes con los benimerines porque, además, Yusuf I acogió en la Alhambra a los príncipes meriníes rebeldes Abu l-Fal y Abu Salim, hermanos del sultán Abu Inan, que protestó airadamente y solicitó al emir nazarí su expatriación. Aunque Yusuf I resistió las presiones de Fez, finalmente aconsejó al primero de ellos recurrir a Castilla, donde Pedro I le facilitó los medios para atacar al sultán benimerín.

    Yusuf I mantuvo un largo periodo de paz exterior que le permitió desarrollar un variado programa de actuaciones interiores que proporcionaron al emirato una gran estabilidad política y prosperidad económica, social y cultural. Y todo ello a pesar de la citada peste negra de 1348, que también en al-Andalus tuvo enormes efectos negativos. Yusuf I aprovechó el final de la guerra para revisar y reforzar sus defensas. Así, el emir inició un viaje oficial acompañado de su corte el 29 de abril de 1347 durante el que visitó una veintena de poblaciones de la región oriental andalusí, llegando a Almería. Además, su visir Riwan, ordenó la construcción de más de cuarenta torres atalayas (burí) desde la frontera de Vera hasta los alfoces de la Algarbía.

    Se realizaron importantes obras, tanto civiles como militares, las más brillantes fueron las de carácter áulico que el emir efectuó en la Alhambra, donde realizó cinco de las más espectaculares y famosas construcciones de la misma que nos han llegado: el Palacio de Comares, la Puerta de la Justicia, la Torre de la Cautiva, el oratorio del Partal y la Puerta de los Siete Suelos. Pero también fuera de los espacios palatinos, realizó importantísimos edificios, como la madraza, fundación de enseñanza superior equivalente a las universidades europeas medievales de Bolonia, París u Oxford; ubicada frente a la mezquita aljama de la capital donde todavía hoy se conserva el oratorio, fue realizada por iniciativa del gran visir Riwan, que la dotó de cuantiosas rentas y estableció en ella viviendas para los profesores; se inauguró del 22 de marzo al 20 de abril de 1349. También levantó la cerca del arrabal del Albaicín y llevó el agua al barrio del Mawrur, al tiempo que Bibataubín, Birrambla y la Puerta de Elvira, de la muralla de la ciudad fueron reforzadas. No solo la capital se benefició de este programa constructivo de Yusuf I, sino que también otras ciudades se vieron favorecidas por diferentes actuaciones, como el caso de Málaga, donde se hicieron importantes reformas en el castillo de Gibralfaro y la Alcazaba.

    En el ámbito jurídico-administrativo y económico, Yusuf I desarrolló múltiples actividades, desde la acuñación de moneda de gran calidad, hasta la promulgación de numerosos decretos de distintos contenidos, como el repartimiento de aguas, pasando por la audiencia que el propio sultán concedía a sus súbditos todas las semanas, lunes y jueves por la mañana, en la sala de justicia de la Alhambra, para que cualquier persona pudiera acceder al soberano; en dichas audiencias, tras leer un fragmento del Corán y algunas tradiciones del Profeta, el visir recogía las demandas que la gente le entregaba para presentarlas al sultán, que estaba asistido por los principales miembros de su familia y otras personalidades.

    También, en esta época, el 22 de abril de 1351 casó a una de sus hermanastras con el arráez Abu l-Hasan Alí. Este matrimonio tenía un propósito político: reforzar los vínculos con las ramas laterales del tronco dinástico nazarí, utilizando el parentesco cognaticio para crear linajes afectos a la dinastía.

    En el ámbito de las relaciones internacionales, además de las desarrolladas con las potencias peninsulares y norteafricanas, mantuvo contactos con El Cairo mameluco, al que solicitó ayuda con el fin de superar la dependencia del Magreb en su lucha contra los cristianos. Aunque los orientales se excusaron diciendo que necesitaban las tropas para su propia defensa y solo respondieron con declaraciones de buenas intenciones y mejores deseos, las relaciones diplomáticas quedaron establecidas.

    Sin embargo, en pleno periodo de auge y prosperidad del Estado, con paz exterior y estabilidad del poder, Yusuf I, como su hermano Muhammad IV y su padre Ismail I, sus inmediatos antecesores, no pudo escapar a una muerte prematura y violenta que segó su vida cuando tan solo tenía treinta y seis años y un magnífico futuro político. Un individuo loco y de baja condición social que pasó desapercibido por su insignificancia se abalanzó por sorpresa sobre el sultán mientras este hacía la última prosternación de la oración y lo atravesó con un puñal. El hecho tuvo lugar en la fiesta de ruptura del ayuno, el 19 de octubre 1354, en el momento solemne de la oración en la mezquita mayor de la Alhambra. El sultán fue sacado malherido de la mezquita por encima de las cabezas de la gente y llevado hasta sus aposentos, pero enseguida falleció. El asesino, tras ser capturado e interrogado, respondió con palabras confusas y fue entregado a la gente del pueblo, que lo despedazó y quemó.

    Aunque algunas fuentes árabes relatan el hecho como un repentino acto de locura, otras informan de que el asesino, un esclavo negro idiota que trabajaba en las caballerizas del emir, había nacido de una de las mujeres negras del palacio y se le consideraba o se sospechaba que era hijo del fallecido Muhammad IV, hermano de Yusuf I; se decía que había sido incitado al magnicidio por terceras personas que habían dado pábulo a unas pretensiones al trono descabelladas. Oscuros intereses políticos de fondo parece que planearon sobre la muerte de Yusuf I, en ese momento fuertemente enemistado con el sultán Abu Inan de Fez por apoyar el nazarí a candidatos al trono disidentes y opositores del meriní.

    El emir fue enterrado en la rauda, el cementerio familiar de la dinastía nazarí situado en los jardines contiguos al palacio real, al este de la mezquita mayor de la Alhambra, junto a su padre. Tras la conquista de Granada en 1492 sus restos fueron trasladados, junto a los de otros miembros de la familia real, por Muhammad XI, Boabdil, a Mondújar, en las posesiones que a este le concedieron los Reyes Católicos.

    Dejó nueve hijos, tres varones y seis mujeres: de su esclava Butayna tuvo a su heredero Muhammad V y a Isa, mientras que de su sierva Maryam tuvo a ISMAIL II, que destronó a su hermano, Qays, Fátima, Mu 'mina, Jadia, Sams y Zaynab.

    El balance de su reinado es muy positivo y se considera clave en la dinastía. A pesar de la pérdida de Algeciras y su derrota en la batalla de Tarifa/el Salado, Yusuf I consiguió conservar el resto del territorio nazarí frente a una de las mayores amenazas de la historia nazarí: el poderoso y beligerante Alfonso XI, al que hizo frente mediante su capacidad militar y, sobre todo, diplomática, ayudado, además, por la buena fortuna que supuso la muerte del castellano. Consiguió, además, una estable y duradera paz exterior que al final de su gobierno le permitió superar la dependencia de los Benimerines. Consumado político y buen administrador, pudo así ganarse la confianza de sus súbditos e iniciar la época de esplendor del emirato nazarí con una economía y sociedad florecientes y una brillante actividad intelectual, científica y artística.





Fuente: Real Academia de la Historia
Imágenes: WikipediA


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