Muhammad V. sultán de Granada desde 1354 a 1359
Abu Abd Allah Muhammad, adoptó el título de al Gani bi-llah. Era hijo de Yusuf I, había nacido el año 1338, fue rey nazarí de Granada en dos etapas, la primera entre 1354 y 1359, y la segunda entre 1362 y 1391. Al momento de subir al trono, por primera vez, apenas tenía dieciséis años, tras morir, trágicamente, su padre. Los cinco años que duró la primera etapa de su reinado fueron de gran tranquilidad y prosperidad, gracias a la excelente labor de sus tres mejores hombres: Abu al-Nuayn Ridwan, como visir; el historiador e intelectual Ibn al-Jatib, jefe de la Cancillería granadina y, Yahya Ibn Omar Ibn Rahhu, jefe de las fuerzas mercenarias magrebíes, que era el ejército regular del reino. Muhammad V siguió la línea impuesta por su padre en política exterior, esforzándose en mantener la paz con el monarca castellano-leonés Pedro I de Castilla.
Su continuidad en el trono nazarí se truncó en agosto del año 1359, cuando una de las esposas del difunto sultán Yusuf I, la cristiana Maryam, compró la fidelidad de poderosos hombres de palacio para derrocar a Muhammad V y poner en el trono al inepto de su hijo, Ismail II. Muhammad, totalmente desprevenido, tuvo que huir precipitadamente de Granada y refugiarse en Guadix, donde recibió el juramento de fidelidad de sus habitantes; aunque más tarde, tuvo que refugiarse en el norte de África.
Pedro I de Castilla, inmerso en problemas muy graves, enfrascado en una tremenda guerra contra el monarca aragonés Pedro IV, apenas pudo prestar ayuda a su antiguo vasallo, viéndose obligado, por las circunstancias, a reconocer como sultán a Ismail II, aunque el verdadero dueño del poder en el reino nazarí era su primo Abu Said, quien acabó asesinando al imberbe monarca para autoproclamarse rey nazarí con el nombre de Muhammad VI, conocido con el sobrenombre de el rey Bermejo. Su corto reinado se desarrolló bajo una cruel tiranía.
En noviembre del año 1359, Muhammad V se instaló en Fez, capital del imperio benimerín, donde fue acogido con todos los honores por el emir y aliado suyo, Abu Salim Ibrahim, llegando a intervenir directamente en asuntos políticos internos de aquel reino. Tras la llegada a Fez de Ibn al-Jatib y el resto de los funcionarios y miembros de la corte nazarí que habían logrado escapar de la tiranía impuesta por el usurpador, Muhammad V decidió regresar a la Península para así recuperar su trono, instalándose en Ronda, en el año 1361, ciudad en que pasó a la espera de que Pedro I de Castilla solucionara sus problemas con el monarca aragonés, al que había derrotado en la batalla de Nájera en 1360.
La ocasión no tardó en llegar, y en el año 1361, ambos monarcas emprendieron una campaña conjunta contra Muhammad VI, donde consiguieron hacerse con las plazas de Iznájar, Málaga, Loja, Antequera, Vélez, Comares y Alhama. En plena campaña, Muhammad V desistió de proseguir la campaña, debido a las tremendas depredaciones que las fuerzas castellanas llevaban a cabo por tierras granadinas. Aunque Muhammad VI obtuvo algunas victorias, su tiránico gobierno indujo a un buen número de plazas del reino, con Málaga a la cabeza, a rebelarse contra su autoridad y reconocer a Muhammad V como sultán legítimo.
Con la intención de salvar su vida, Muhammad VI huyó para acogerse a la protección del monarca castellano-leonés. Pedro I de Castilla mantuvo su alianza con Muhammad V y lo mandó ejecutar, alanceado brutalmente, en el mismo lugar donde tuvo lugar el encuentro, en los campos de Tablada (Burgos) y, en cuyo acto participó el mismo monarca, que a continuación envió la cabeza del usurpador a Muhammad V en señal de paz y amistad entre ambos reinos.
Una vez recuperado el trono en 1362, Muhammad V consiguió poner en marcha una política exterior hábil, basada en mantener buenas relaciones tanto con los cristianos de la península como con los Benimerines de Marruecos. Se aprovechó, no obstante, de la Primera Guerra Civil de Castilla, entre 1366 y 1369, para atacar diversas plazas fronterizas cristianas, entre ellas Úbeda o Algeciras a la que sometió tras un breve asedio.
Muerto Pedro I de Castilla, Muhammad V continuó la guerra de conquista, para apoderarse de los castillos de Rute y Cambil y, tras un prolongado asedio, de la plaza de Algeciras. Pero, una vez que el nuevo monarca castellano-leonés, Enrique II, se hubo asentado en su reino, las correrías de Muhammad V llegaron a su fin, y tuvo que pactar con éste un nuevo tratado de paz que regulase las relaciones futuras entre ambos estados, llenas de tensiones y recelos, pero que jamás se volverían a romper en vida de Muhammad V, con lo que se aseguraba la tranquilidad necesaria para su reino durante los veinte años siguientes.
Por lo que se refiere a sus relaciones con los benimerines, Muhammad V trabajó con ahínco por mantener a sus emires lo más alejados posible de los asuntos del reino y por renovar periódicamente las treguas entre ambos estados; con ese propósito llevó personalmente las riendas de las tropas mercenarias magrebíes o bien delegó dicha función en familiares leales y competentes para dicho cargo.
A final de su reinado se enemistó con su competente ayudante Ibn al-Jatib, partidario de que el reino nazarí estrechara más sus lazos de amistad y colaboración con los estados musulmanes del Magreb en vez de hacerlo con los castellano-leoneses. Ibn al-Jatib no tuvo más remedio que exiliarse en la corte del emir benimerín.
Realizó obras fundamentales en el palacio de la Alhambra, entre las que destaca el Patio de los Leones y todas sus salas adyacentes. De acuerdo con la costumbre de los anteriores sultanes, protegió a los hombres de ciencia y artistas que llegaban en tropel a su corte. Murió en Granada el 16 de enero de 1391.
Fuentes: www.cardenalbelluga.es; www.nubeluz.es
Imagen: http://www.detectivesdelahistoria.es
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