Panteón de Hombres Ilustres en Madrid


    Desde muy antiguo, existió en este lugar una ermita a la que se llamó de Atocha, por encontrarse en sus alrededores abundantes "atochas". Sobre esta primitiva ermita se construyó en el siglo XVI una iglesia y un convento de dominicos. Fue su impulsor fray Juan Hurtado de Mendoza, confesor del rey Carlos I. Desde entonces, la realeza española sintió una devota predilección por la Virgen de Atocha, ya Felipe II cuando iba a combatir o cuando regresaba de una batalla, visitaba siempre el santuario para rogar ayuda divina o dar gracias por la victoria. Pero el reconocimiento Real llegó con Felipe IV, quien proclamó en 1643 a la Virgen protectora de la Familia Real y de la Monarquía española. 

    En 1808 las tropas francesas expulsan a los religiosos y convierten el lugar en cuartel, y se dedican al robo y destrucción de obras de arte existentes. Tras la marcha de los franceses, los dominicos vuelven al convento, pero el recinto está bastante deteriorado. 

    Al no cuajar la idea de convertir la iglesia de San Francisco el Grande en Panteón Nacional, la reina Regente María Cristina de Habsburgo, promovió la idea de erigir un edificio totalmente nuevo, cerca de la iglesia de Atocha, donde trasladar los restos que estaban enterrados en la ruinosa iglesia de Atocha, como Palafox, Castaños, Prim y Concha. A tal efecto se convocó un concurso redactado por José Segundo de Lema. Federico Madrazo presidió el jurado, jurado que en una votación y por unanimidad seleccionó el presentado por Fernando Arbós y Tremanti, con el lema “Nigra sum sed formosa” (alusión al color de la imagen de la Virgen de Atocha).

    En un principio se propusieron muchos nombres, descartándose los de cuyos restos no pudieron ser hallados (casos de los de Cervantes, Lope de Vega, Luis Vives, Antonio Pérez, Juan de Herrera, Velázquez, Claudio Coello, Tirso de Molina y otros). Finalmente este primer panteón se inauguró con boato el 20 de junio de 1869, acogiendo los restos de los poetas Juan de Mena, Garcilaso de la Vega y Alonso de Ercilla; los militares Gonzalo Fernández de Córdoba y Federico Gravina; el humanista Ambrosio de Morales; el Justicia Mayor de Aragón Juan de Lanuza; los escritores Francisco de Quevedo y Pedro Calderón de la Barca; el político Zenón de Somodevilla y Bengoechea y los arquitectos Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva. Los restos fueron depositados en una capilla y años después devueltos a sus lugares de origen, con lo que se cerró por un tiempo la idea de crear un panteón nacional.

    La reina regente María Cristina, viuda del rey Alfonso XII, la retoma en 1890 y tras diversas vicisitudes en 1891 se hizo la subasta de la primera fase de las obras de construcción, quedando situado junto a la Basílica de Nuestra Señora de Atocha, ocupando el claustro de un monumental conjunto arquitectónico, pero los altos costes del proyecto, junto con la necesidad de llevar a cabo paralelamente otra gran obra, que era la cripta de la Catedral de Nuestra Señora de la Almudena, hizo que en 1899 finalizaran los trabajos, habiéndose construido hasta entonces sólo el claustro-panteón y la torre-campanario.que no llegó a realizarse por falta de recursos económicos, por lo que solo se construyó éste y el campanario. 

    En 1901, se trasladaron al nuevo panteón los restos de los generales Juan Prim, Francisco Castaños, Manuel Gutiérrez de la Concha y José de Palafox. Posteriormente fueron incorporándose otros restos, a medida que las circunstancias lo requirieron. Algunos con bastante polémica, como en el caso de los tres Presidentes del Consejo de Ministros que fueron asesinados: Antonio Cánovas del Castillo, José Canalejas y Eduardo Dato. Aunque no fueron los únicos, también generaron enfrentamientos, aunque solo fueran verbales, los de Práxedes Mateo Sagasta, Benito Pérez Galdós, Quintana y San Miguel, aunque estos tres últimos no fueran sepultados allí. De ahí que parafraseando al famoso refrán referido a los manicomios, se llegara a decir que en el Panteón de Hombres Ilustres “ni son todos los que están, ni están todos los que son”. 

    En 1924, había pasado al olvido el proyecto de Arbós, y en un solar cedido por el Patronato Real, comenzó la construcción de la nueva iglesia y convento de los dominicos. Las obras que, fueron sufragadas por la Orden, terminaron en 1928, quedando al cuidado de los religiosos, aunque por desgracia poco duró el nuevo templo al ser asaltado e incendiado el 20 de julio de 1936. Desde entonces y hasta su restauración en los años 80, el panteón estuvo abandonado. Nunca mejor dicho, pues aquí comenzaron a reclamar los restos allí sepultados, distintas ciudades españolas. Así en 1958 los restos de Palafox fueron trasladados a la basílica del Pilar en Zaragoza y en 1963 y 1971 se exhumaron los restos de Castaños y Prim que fueron trasladados con sus respectivos mausoleos en Bailén y Reus. 

    Los monumentos funerarios que se encuentran actualmente en el Panteón de Hombres Ilustres, esculpidos por artistas como Mariano Benlliure, Pedro Estany o Agustí Querol, son los siguientes: 

Sepulcro de Sagasta
- El primer monumento a la izquierda, es el de don Práxedes Mateo Sagasta. Realizado en 1904 por Mariano Benlliure con una dedicatoria: “A Sagasta Los Liberales”. Sobre unas gradas se halla el severo túmulo, con la estatua yacente del difunto vistiendo levita y con el toisón de oro sobre el pecho. A sus pies un joven obrero en actitud meditativa con su brazo izquierdo reposando sobre los Evangelios y portando en la derecha una espada en cuya empuñadura han florecido la justicia y la paz. Es una figura cargada de simbolismo al igual que la figura femenina semidesnuda y bellísima de la cabecera que representa a la Historia en actitud de cerrar el libro tras la muerte del político. 

Sepulcro de Eduardo Dato
- En la esquina el sepulcro de Eduardo Dato con una leyenda alusiva: “Vivió para la patria, murió por ella. Nació el 12 de mayo de 1856 y murió asesinado el 8 de marzo de 1921”. También es obra de Mariano Benlliure. Sobre un alto basamento está la urna funeraria con la estatua en mármol del político asesinado envuelto en un sudario y con las manos al pecho. En la cabecera una estatua en bronce de una mujer enlutada acentúa el patetismo. A los pies dos amorcillos y el escudo de España. 



Sepulcro de Rios Rosas
- En la siguiente galería, el sepulcro tipo retablo de Antonio de los Ríos Rosas, obra del escultor catalán Pedro Estany Capella. Procede de la iglesia de Atocha desde donde fue trasladado al claustro en 1902. Sobre un basamento en mármol, el sarcófago en bronce con damasquinos en oro. Arriba una figura de ángel alado ofrece una rama de laurel al busto en mármol del difunto también coronado de laurel. Una figura de mujer tendida sobre el sarcófago completa la luctuosa escena.





Sepulcrfo de Cánovas del Castillo
- El más suntuoso de los enterramientos de este ala es, el de Cánovas del Castillo, también de tipo retablo y realizado en mármol blanco por el escultor Agustín Querol en 1906. Lo compone una urna rectangular sobre la que descansa el cuerpo yacente del político asesinado y bajo la cual hay dispuestas seis hornacinas de medio punto albergando cada una de ellas sendas figuras alegóricas de las virtudes que adornaron al difunto: Templanza, Sabiduría, Justicia, Elocuencia, Prudencia y Constancia. A la cabecera de la urna funeraria una figura femenina que simboliza la Patria llora desconsolada. Otras dos figuras femeninas llorosas que simbolizan la Historia y el Arte recuadran la escena. El fondo refleja en suave modelado un Cristo resucitado con figuras que asisten atónitas a la escena. El monumento está dedicado a la memoria de Cánovas por sus sobrinos que se ve eran un montón y cuyos nombres figuran en la dedicatoria.

Mausoleo
- Por una puerta del claustro, se sale a un patio, en cuyo centro se encuentra una columna bastante historiada que sujeta una cruz de hierro. En ese mismo patio atrae la atención el templete circular conocido como Mausoleo de la Libertad, o Mausoleo Conjunto. Es obra en lo arquitectónico de Federico Aparici y en lo escultórico de Ponciano Ponzano y Sabino Medina. De Ponzano es la estatua de la Libertad que corona el mausoleo, su mano derecha apoya sobre un yugo partido, mientras que la izquierda se eleva sujetando un cetro de bronce. De su cabeza irradia una corona de rayos que recuerda la de la Estatua de la Libertad de Nueva York. Las esculturas laterales, realizadas por Sabino Medina son tres: La Reforma que lleva en su mano una hoz, el Gobierno, con el bastón de mando y la Pureza con la mano en el corazón. Relacionándolas entre si se ha querido ver en ellas las alegorías de “La Pureza administrativa” y la “Reforma política” dos deseos tan vigentes en la conciencia ciudadana tanto ayer como hoy. En el interior del mausoleo hay una lápida que ocupa la mayor parte del suelo y que lleva esta leyenda: “Aquí yacen los mortales restos de los Excmos Sres. Juan Álvarez Mendizábal, Agustín Argüelles, José María CalatravaFrancisco Martínez de la Rosa, Diego Muñoz Torrero y Salustiano Olózaga. 

    El monumento tiene su pequeña historia: procede del cementerio de la Sacramental de San Salvador, San Nicolás de Bari y Hospital de la Pasión desde donde fue trasladado al Panteón, al clausurarse aquel. Debido a su tamaño no pudo instalarse en el claustro y Arbós decidió que se ubicara en un ángulo del patio. Los restos de estos ilustres fueron trasladados en 1912 desde distintos cementerios, por deseo de Canalejas quien no tardaría en ocupar su lugar en el claustro.

Sepulcro de Concha

- En el lado opuesto del claustro nos encontramos frente al mausoleo de Manuel Gutiérrez de la Concha e Irigoyen, I marqués del Duero. Es otro enterramiento mural en forma de retablo, obra temprana de Arturo Mélida y Alinari, que fue trasladado desde la iglesia de Atocha en 1902. Bajo un arcosolio destaca la figura de Marte, el dios guerrero que en actitud meditativa sostiene el medallón con la efigie del general, obra del escultor Elías Martín Riesco. A los pies un león en piedra rojiza vela el sueño eterno de este general, amigo de Cánovas, que murió luchando contra los carlistas en la batalla de Monte Muro, cerca de Estella.

Sepulcro de José Canalejas
- Por último la tumba de José Canalejas, obra realizada por Mariano Benlliure en 1915, y costeada por suscripción pública. Es una composición original, distinta de las dos restantes del mismo autor. Sobre un basamento de mármol, dos hombres jóvenes y una mujer sostienen el cadáver del gran político asesinado y le conduce a la puerta de la cripta funeraria, sobre cuyo dintel aparece la figura de Cristo Redentor que le recibe con los brazos abiertos. En la parte trasera, una cruz latina y dos guirnaldas de hojas de laurel simbolizan la inmortalidad. Una leyenda dice “Asesinado el XII de Noviembre de MCMXII siendo Presidente del Consejo de Ministros”.

    Sigue un espacio vacío donde que en su día ocupara el mausoleo de Juan Prim, obra de Placido Zuloaga. Es una urna cincelada en acero con incrustaciones de oro y plata, acristalada y rodeada de un laborioso enrejado.

    El jardín contiene los restos de dos esculturas en piedra identificados como los de la Virgen María y Santo Domingo pertenecientes a la fachada de la antigua basílica de Atocha.

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